¡OH, SI, CRIATURAS DE LA NATURALEZA, LA SEX SIMBOL DEL MOMENTO HA VUELTO!... Ahre,no. La cosa es, nenes, que hoy tenía prueba… Sí, una hermosa prueba (laputamadre) de cultura y estética, para la cual estuve estudiando unas tres horas de mi mísera vida… ¡Y LA VIEJA PORONGA ESA SE LE OCURRIÓ QUE NO LA IBA A TOMAR HOY!... No, todo mal, k decirles, me pego un tiro en la concha y luego uno en la cabeza… y claro, como Rose es una alumna respetuosa y reservada ((((¡MENTIRA!)))) le toca quedarse callada y llorar en silencio aquellas tres horas de vida perdida…
Ya, ¡¿QUIÉN ME ACOMPAÑA A QUEMARLE EL RANCHO A LA VIEJA?! ¡¿EH?! ¡¿VOLUNTARIOS!?... Vamos, vamos, no sean tímidos, hasta les daré sus propias antorchas…
En fin… ¿En qué iba?... ¡Ah, sí!...
Bueno… ¡OS VUELVO A ENCONTRAR, AMANTES DE SATANAS! Este es, como ya han visto, Mi mayor pecado, continuación de Una forma más de pecar.
Aunque no hará mucha falta leer el anterior para entender este, puesto que las tramas no se conectan demasiado… Solo deben saber que Shuo es un tigre amigo de Tigresa y que Po, aquí, es un poquitito más hijo de puta de lo normal… Aunque, si están aburridos, pasen a leer el anterior, que no es largo… Jejejejejje
Porque el amor se presenta de muchas formas… El amor de pareja no es el único. Está aquel amor, tierno y siempre mezclado con una mota de odio inocente, que solo los hermanos saben darse. Aquel amor incondicional de una madre. Aquel amor severo pero fiel que solo un padre puede ofrecerte… Hay muchos tipos de amar, pero todos son iguales en una cosa; Sea tu novia, tu hija, tu hermana, no importa quien, harás lo que sea por ella… Solo porque la amas.
¡A leer!
Pequeña niña, hija mía
En cuanto despierta es consciente del peso extra en su brazo derecho. El calor de aquel cuerpo le invade y le llena, relajándole, invitándole a quedarse cinco minutos más en la cama. No se molesta en abrir los ojos, se está muy a gusto ahí. El ámbar del amanecer se cola por la pequeña ventana, llenando la habitación con su cálida luz, aunque la briza aún conserva aquel fresco de la noche. Po estrecha protectoramente a la felina aún dormida en su brazo, resguardándola de la fresca mañana, a la vez que su mano se desliza con suaves caricias por su espalda desnuda. Le escucha ronronear entre sueños y él sonríe, contento de despertar a su lado, contenta de saberlo a gusto en su abrazo.
Hace poco más de un mes que Tigresa duerme en aquel cuarto, aunque cada mañana se levanta temprano para volver al suyo. No quiero que vean que dormimos juntos, suele excusarse y Po sabe que, en parte, es su culpa. Si tan solo le diera aquella respuesta que ella tanto quiere, si tan solo le pidiera formalmente que sea su novia, sabe que ella no tendría reparos.
Sinceramente, no entiende por qué tanta exigencia. ¿No dicen acaso que el afecto se demuestra en actos y no en palabras? Po ha hecho todo lo posible para demostrarle cuanto la quiere, pero ella pide más. Quiere palabras que confirmen lo que él le demuestra… Pero Po no puede, no quiere, no aún. No es inseguridad. No tiene ni una mínima duda acerca de sus sentimientos, ¿O tal vez si?
Tigresa se remueve en su abrazo, aún adormilada, y emite un perezoso ronroneo.
Po interrumpe aquellos pensamientos para bajar la mirada y observarla, como lo hace cada mañana. Es simplemente hermosa. Levanta su mano libre hacia la mejilla de ella, acariciando suavemente con la yema de los dedos su mullido y alborotado pelaje. Ella sonríe entre sueños. Siente su tacto y su cuerpo le responde, acercándose a él, aceptando cara caricia, incluso emitiendo algún bajo sonidito con su garganta, de aquellos que por poco no enloquecen a Po.
Ella le rodea con un brazo y entierra su rostro en el cálido pelaje del panda, aspirando aquel aroma que tanto le gusta. Está más dormida que despierta, pero sabe perfectamente de quien es el brazo que tan protectoramente le rodea.
—Buenos días, mi amor —Murmura.
¿Mi amor?... Bueno, inconsciencia del sueño.
—Buenos días —Po sonríe— ¿Dormiste bien, princesa?
Tigresa no se molesta en responder, tampoco en abrir los ojos para verle. Le escucha la sonrisa en la vos. ¿Bien? ¡De maravilla! Algo que jamás reconocerá en voz alta.
Los minutos pasan y ambos permanecen en silencio, disfrutando de la cercanía del otro. Po sabe que Tigresa se levantará en breve, que, como cada mañana, adoptará aquel semblante sereno y simplemente se irá del cuarto, sin decir nada, sin siquiera mirarle. Odiaba cuando hacía eso, pero ¿qué podía decirle? No estaba en lugar de exigirle nada, ni siquiera habían puesto nombre a aquello que compartían.
Deslizó su mano libre por la silueta de su cuerpo, recorriendo desde sus pechos, aún vendados, hasta su cadera, donde se entretuvo con el borde de su ropa interior. Al parecer, Tigresa dormía incómoda con ropa… y claro, a Po no le importaba demasiado que ella estuviera desnuda o con sotana. No la hacía sentir incómoda, no la miraba cuando ella no quería y tocaba solo lo que sabía que tenía permitido tocar.
Ella le rodeó con una pierna y él se aventuró por su muslo, tocándole muy apenas. Sabía que eso le gustaba; el tacto suave, sutil.
—¿Po?
—¿Humm?
—Ese es mi trasero.
—Lo sé.
Sonríe, bufón, aunque igualmente aparta la mano. No, no se ha dado cuenta realmente, pero ¿ya qué?
Tigresa ríe, propinándole un suave golpe en el pecho, antes de levantarse y comenzar a vestirse. Po no dice nada. Tan solo le observa. Cada movimiento, cada gesto en su rostro, por más mínimo, le parece algo digno de ser contemplado.
Cuando ella se va, silenciosa, sin siquiera mirarle antes, Po se queda recostado en la cama, con las manos cruzadas tras la nuca y mirando al techo. Por su mente pasa hasta el más insignificante recuerdo de ese último mes. Los besos a escondidas con Tigresa, aquellas caricias que, de vez en cuando, eran mucho más de lo que ambos realmente pretendían, las palabras tiernas, las no tan tiernas e incluso aquellas discusiones que hasta subían de tono. Sí, mucho para un mes, pero eran buenos recuerdos por el simple hecho de haberlo pasado con ella. Una sonrisa curva sus rostros al recordar que Shuo ya no está en palacio, aunque, claro, la sonrisa se esfuma al recordar también que le prometió a Tigresa volver pronto. Ella no estaba muy contenta con la partida del tigre, por lo que este incluso le prometió que, a la próxima, ella iría a hacerle una visita al hogar de él.
Claro, aquella mentira de los chicos, afirmando que Tigresa se iba con Shuo, no había quedado en nada. En cuanto se enteró de que solo había sido un pequeño chantaje emocional, no había dudado en buscarlos por cada rincón del valle… y los encontró, escondidos en la casa del Sr. Ping. Claro, primeo tuvo que explicarle a su padre por qué no lo iba a ver desde hacía tanto y por qué de repente aparecía hecho una furia. Le tomó dos horas contentar al ganso. Luego, ¡Comenzó la cacería!
Nadie supo qué pasó… Pero al día siguiente, ninguno de los tres se presentó por el Salón de Entrenamientos y Po estaba más que sonriente.
El gong suena a la misma hora de siempre y Po ya se encuentra en la puerta de su habitación antes de que Shifu llegue al pasillo. Aquella puntualidad por parte del panda en el último mes también ha dado de qué hablar, pero claro, nadie ha dado con el verdadero motivo. El panda rojo echa un escudriñador vistazo antes de saludar, deteniéndose unos segundos en su hija adoptiva y luego al panda frente a ella que, ¿Cómo no?, no deja de observarle. Pero el panda rojo no es tonto. Los años le han dado todo tipo de experiencias. Así como sabe perfectamente desde cuando el oso observa de aquella manera a su hija, también se ha dado cuenta desde cuando su hija corresponde tales miradas… Y debe decir que, a pesar de no estar de acuerdo, algo en ellos le enternece. Claro, eso no lo dirá ni aunque le torturen.
Buenos días… Y todos se dirigen a desayunar. Es ahí, cuando nadie ve, que Po aprovecha y toma a Tigresa de la mano, girándole para depositar un rápido y casto beso sobre sus labios. Ambos sonríen, cómplices en aquel pequeño secreto, y se apresuran a ir con los demás.
Shifu lo ha observado todo.
IIIIIIIIIIIIIIIII
Están entrenando, cada quien por su lado, cuando Shifu entra al salón y le llama la atención a Tigresa. La felina le mira, sorprendida, pero cuidando la compostura. Ella no ha hecho nada, ¿qué podría querer el panda rojo? Sin embargo, el sereno semblante de su maestro inmediatamente le avisa que no se trata de nada grave. Aunque, claro, la curiosidad sigue presente. Shifu ordena a los demás volver a sus actividades y a ella le pide que lo siga. Tigresa obedece.
El camino se hace en silencio. Un silencio bastante cómodo, por cierto. Las palabras nunca fueron el fuerte de Shifu, ni el de ella, por lo que la relación de ambos se ha construido desde el principio sobre las palabras justas en el momento indicado. Ninguno hablaba si no había motivo para hacerlo, por lo que aquel silencio les resulta de lo más común y habitual.
Se dirigen al Salón de los Héroes.
Shifu entra y camina hasta detenerse frente al estanque de la luna, de espaldas a Tigresa, con la mirada fija en aquellas tranquilas aguas. La felina toma lugar a unos metros por detrás de él; se sienta en posición de loto, como si fuese a meditar, y aguarda. Silencio, silencio y más silencio. Por un momento, puede incluso adivinar algo de inseguridad en la postura del panda rojo, pero es tan breve, que bien pudo habérselo imaginado.
—¿Maestro Shifu? —Llama. Comienza a preocuparse.
Shifu pega un respingo, como si por un momento hubiera olvidado la presencia de ella.
Se voltea y sonríe, una sonrisa cálida y paternal. Tigresa devuelve el gesto sin dudarlo, aun observándole expectante. Poco a poco, aquella relación perdida pudo ir mejorando, los rencores si hicieron a un lado y dio lugar al perdón. Shifu era un buen padre, tanto o más como lo era de maestro.
Sin embargo, por muy buena que fuera su relación padre e hija, Tigresa jamás esperó aquellas palabras;
—Estás muy grande… y yo aún no dejo de verte como a una niña.
Es fácil ver a tu hija como una niña. Verla, sin importar cuanto pase, y ver siempre a aquellos inocentes ojos que solían observarte años atrás. No te das cuenta que se ha convertido en una mujer hasta que esto no empieza a influir en su vida; el primer pretendiente, sus primeras decisiones, sus primeras muestras de independencia. Todo eso son como golpes, tirones que te devuelven a la realidad y te muestran a aquella niña convertida en una mujer… Y aunque te sientes orgulloso de ella, sigue siendo difícil.
—¿A qué se refiere, maes…?
—Padre, Tigresa. Me dirijo a ti como tu padre —Le interrumpe, sonriente— Me refiero a que te has vuelto toda una mujer, Tigresa, y hay cosas que me inquietan.
—No, no diga que…
—Quiero hablar de aquella… relación tan estrecha que tienes con Po.
¡Y lo dijo!... Tigresa siente sus mejillas teñirse de rubor. Presentía algo así desde hacía algunos días, sabía que su padre no era tonto, pero ni todo el tiempo del mundo le prepararía para hablar de eso precisamente con él.
Igualmente, mantiene su postura recta y cuando habla, lo hace segura.
—Somos amigos —Responde— Tenemos nuestras diferencias, pero somos… emmm… unidos, eso es todo.
Y claro, miente. No tiene nada bueno qué explicarle a su padre. ¿Qué pensará él de tener conocimiento de aquel comportamiento? Definitivamente se decepcionaría. Tigresa, su hija, secretamente su favorita, actuando en contra de todos los valores que él le ha inculcado desde su tierna infancia. No puede contarle aquello.
Aunque Shifu sospecha… Sospecha, pero no la juzga. El amo es caprichoso, el amor tiene muchas vueltas. Él también cometió locuras por amor.
No es de ella de quien pueda desconfiar, es de Po. Ahora, al hablarle a Tigresa, no solo lo hace como padre, sino como hombre. Po puede ser bueno, lo sabe, ha sido testigo de la bondad que puede albergar al panda, pero sigue siendo un miembro del género masculino y la benevolencia no quita ciertas pautas de comportamiento propio de los individuos con pene. Le preocupa que Tigresa no comprenda eso, que se confunda.
—¿Sabes por qué me caía tan bien Shuo? —Pregunta de repente.
Tigresa le observa. Realmente, nunca le interesó eso.
—No.
—Se nota cuando un hombre no tiene intenciones para con una mujer, Tigresa, y era claro que aquel cariño que Shuo te profesaba era más… fraternal.
—Padre, nuestro principal lazo de afecto con Shuo es nuestra especie. Nunca vi a uno igual y él tampoco.
—Sí, sí, comprendo eso —Tiene que ser directo, no le queda de otra, pero a la vez le resulta incómodo— A lo que me refiero, Tigresa, es que me preocupan las intenciones que Po tenga contigo.
—Oh.
—No le estoy acusando de nada, menos a ti. Solo no puedo evitar decirte que tengas cuidado.
Tigresa se queda muda. Mira sus pies, un poco apenada, mientras sus dedos juegan con la tela del pantalón. Se siente una niña regañada. ¿Cuidado con Po? ¿A qué se…? Oh, sí, ya entiende y sus mejillas no pueden estar más rojas.
Shifu sonríe al ver tanta inocencia en aquella reacción. Sí, aún es su niña. Se acerca a ella y eleva su mano para acariciarle la mejilla. Una caricia que Tigresa recibe con un bajo e involuntario ronroneo.
—Confío en ti, hija —Prosigue— Peo no soporto pensar en que aquel panda pueda… hacerte daño.
—Tranquilo, padre, con Po somos… solo amigos.
Y aunque no lo pretende, hay cierto pesar en su voz ante aquellas palabras. Solo amigos… Sí, solo eso.
—Bien. Aunque, como padre, no me gusta nada —Sonríe— Por cierto, ten, tienes un mensaje.
Y dicho esto, mete la mano derecha en la manga izquierda del kimono y saca de esta un pergamino, el cual inmediatamente entrega a su hija. Tigresa le agradece con una sonrisa. El mensaje es de Shuo, lo cual no le extraña en nada. En cuanto Shifu se lo permite, se levanta y se marcha de aquel lugar, no sin antes saludar a su maestro con una respetuosa reverencia.
Shifu tan solo puede verla irse… Así como sabe que un día la verá irse de aquel lugar. Un día, para el cual, tal vez no falte demasiado.
IIIIIIIIIIIIIIII
—Oh, los niños… —Suspira el Sr. Ping, observando a aquellos pequeños correr lejos del restaurante luego de haber sido descubiertos en medio de una travesura.
Sin embargo, no recibe la respuesta que espera. Voltea, extrañado, al ver al maestro Shifu, sentado a su derecha en la mesa redonda. El panda rojo se encuentra bastante pensativo, lleva toda la noche con el ceño arrugado y desde que se ha sentado en aquel lugar, sus ojos no se apartan de aquella mesa, unos metros más adelante, donde se encuentran sentados sus alumnos. A veces murmura entre dientes y en más de una ocasión ha tenido el impulso de levantarse e ir hacia allí, siendo siempre detenido en último momento por su uso de razón.
Ping quiere reír. Sabe perfectamente qué observa el viejo maestro, él mismo lo ha alcanzado a ver también; Po y Tigresa se han sentado a la par, de espaldas hacia donde el Sr. Ping y Shifu se encuentran, sin ser conscientes de que estos dos tienen una perfecta vista de cómo la mano del panda se desliza en sutiles caricias por la espalda de ella.
Para Ping no es la gran cosa, su hijo es grande y comprende, pero también comprende a Shifu… Para un padre, su hija lo es todo y aunque no sea justo, a veces no se puede evitar querer protegerla más de lo que se haría en caso de tener un varón.
—Son jóvenes, Shifu, déjelos.
De repente, la voz del ganso hace respingar a Shifu, que inmediatamente voltea.
—Tu hijo es un peligro andante, Ping —Comenta ácidamente.
Más que ofenderse, el viejo ganso solo puede reír. Lo celos de un padre.
—Su hija no es niña precisamente, maestro Shifu, está bastante grandecita.
—¿Qué quiere decir?
—Qué hagan lo que hagan, ella será tan culpable como mi Po.
Ping sonríe. Shifu rebuzna, indignado, ¿acaso ha llamado a Tigresa…?
—¿Está acusando a Tigresa de ligera?
—¡Oh, no, no, claro que no!... Le tengo tanto cariño a ella como si fuera una hija, me refiero a que ella tomará sus propias decisiones y usted ya no puede impedírselo.
—Soy su padre.
—Pero ella ya es una mujer.
—Soy su maestro y su obediencia es hacia mí —Replica, hinchando un poco el pecho— Tigresa ha sido criada como una maestra de Kung Fu y siempre obedecerá a su mentor.
El Sr. Ping le observa, casi incrédulo. La inocencia de Shifu es comparable con la de un niño.
—Sí —Acepta— Tigresa ha entregado su vida al Kung Fu… pero, es mayor, y algún día lamentará todo lo que se ha perdido.
—Esto…
—Se enamorará. Querrá una familia, vivir fuera de esas paredes… Algún día, su niña querrá ser mujer.
Y por más que a Shifu le duela, el ganso tiene razón.
No responde, no puede, pues su mente se ha quedado enganchada en aquellas palabras. Es cierto, lo sabe, pero no quiere aceptarlo. Desde pequeña, le inculcó a Tigresa el amor por el Kung Fu, le mostró aquel arte como único estilo de vida. Ahora, que es grande, ella verá todo lo que se ha perdido y querrá recuperarlo.
Sabe que algún día se marchará, que lo dejará todo y comenzará a caminar por su cuenta, tarde o temprano, joven o cuando las arrugas dibujen su piel, en algún momento querrá abandonar aquel lugar que la vio crecer… Y Shifu tiene miedo de que sea más antes de lo que pensó.
Recuerda aquella carta, el mensaje que Shuo le ha enviado, y su corazón da un vuelco al recordar también sus palabras. Ella se irá, lo sabe.
—Es mi niña —Murmura, de repente— Y me perdí los mejores momentos de su vida.
Entonces, el mal presentimiento se instala en su pecho.
Continuará…
¿Son solo imaginaciones de un padre celoso?... ¿Realmente se acerca el momento de que Tigresa parta de su hogar?... Bueno, si la respuesta queréis, el fic leer deberéis.
Vamos, no sean forros… Comenten.
Comenten, comenten, y de regalo… *redoble de tambores*… ¡Un baile en tanga!… Okno, mejor dejo el teclado ya… xDDD
