¡Hola, hola! Les traigo la primera viñeta que he conseguido hacer de estos dos. La verdad es que estoy muy contenta con cómo ha quedado; y espero que les guste.

Disclaimer: Young Justice y todos los personajes mencionados en esta obra no me pertenecen.


Con(fusiones)


La primera vez que se besan, es culpa de un juego estúpido. Una botella que gira, dos pares de ojos que se cierran y ovaciones a su alrededor. KidFlash le besa e ignora que, tras el flequillo, el otro ha cerrado los ojos.

Cuando Robin rememora el momento en que se besaron siente un gancho tirándole encima del ombligo y una sonrisa idiota planteándose en su rostro. Y después, se aterra. La palabra "gay" acaba de plantarse en su mente acompañada de rayos y música tenebrosa.

Al principio se planea la frente diciéndose que es una tontería, su nunca tuvo dudas de NADA, pero en realidad sí las tuvo y lo está negando de manera apoteósica. Todo tiene que ver con las pequitas sobre la nariz de Wally, con que no se supone si le gusta, y Marcos es su confidente desde que se creó el mundo, por Dios, que te estás confundiendo y lo sabes pero al mismo tiempo Dick niega que sea una confusión. Entonces decide no mencionar el tema hasta aclararse consigo mismo.

Contra todo pronóstico, Wally vuelve a besarlo dos semanas después.

A partir de ese entonces empiezan a buscarse, en los pasillos, después de las misiones y a veces hasta cuando no tienen nada que hacer. Batman lo ve todo mediante los ojos de Robin y decide no intervenir, pero le preocupa el hecho de que sólo se están abrazando y no han hablado nada.

Robin tiene un fetiche con las venas del cuello nudoso de Kid Flash, y al pecoso le fascinan las manos menudas de Robin sobre su piel. No han pasado a la base de desabrocharse los pantalones, pero al ritmo que van no falta mucho y ya han pasado tres semanas.

Los besos de Wally empiezan a traspasar el cuello y después las clavículas, generándole nudos de excitación al Chico Maravilla que responde agarrándole la cintura como si se le fuera la piel en ello.

La primera vez que Wally se emborracha a mansalva es en una fiesta a la que ha asistido sólo con Dick y termina casi quebrado. Vomita. Y después se duerme sobre los brazos lánguidos del muchacho, quién lo arrastra hasta su habitación. No sabe muy bien qué hacer con su amigo borracho. Entonces se queda a su lado, acariciandole el pelo anaranjado y las pecas que forman constelaciones sobre un cielo soleado. Cuando le abraza, cae en los brazos de Morfeo casi instantáneamente. Por la mañana, huye.

Robin se percata que las pesadillas casi desaparecen cuando duerme con Wally y la rutina se repite dos o tres veces por semana. Golpecito en la ventana, un adornilado chaval que le abre y unas piernas saltando dentro. Dos besos y a la cama.

Una noche los besos se alargan de más y las manos de Dick descubren que Wally sólo duerme con un calzón ajustado. Calzón que crece ante su contacto. Se deshace de él, y empieza a tocar y descubrir, hasta que Kid Flash estalla en sus manos con un gritito ahogado. Lo mira como pidiendo disculpas, como si le hubiese lastimado o algo y no se entera que le acaba de regalar a Robin uno de los mejores obsequios que podría darle.

Robin sabe que las manos de Wally quieren explorar el cuerpo fibroso de su ¿amigo? ¿cómo llamarle? Sigue siendo su amigo, pero también su compañero, si confidente, y la única persona en la que ha estado pensando los últimos dos meses. Siente reticencia respecto a eso; Dick se está conformando con besos y con estallidos rápidos de Wally entre sus manos. Éste se está frustrando porque quiere verle disfrutar, quiere abrazarlo y sentirlo vibrar, quiere tocarlo y que ambos gocen con esos movimientos pélvicos a los que le cuesta ponerle nombre. Y Robin sigue sin ceder.

Dick no sabe con quién hablar. Se ha establecido un silencio tácito entre él y Aqualad, sabe lo que ocurre (como el resto del equipo) pero nadie dice nada. Tampoco es que Wally y Robin lo muestren, porque no saben qué son ni qué pueden llegar a ser. Están actuando sin pensar y lo saben. El problema es que Kid Flash está acostumbrado a actuar sin pensar, y Robin no.

Robin tiende a analizar las situaciones más de lo que debería y eso le ha salvado el culo en incontables circunstancias, pero el amor es impensado y racionalizarlo sólo lleva a ahogarse en un pozo sin fondo de preguntas y respuestas. Y Robin se está hundiendo en esa zanja furiosa, zanja de la que escapa sólo cuando el príncipe suelta órdenes o cuando duerme.

Entonces pasa.

El beso.

El beso entre Wally y Artemisa y Robin está tan sorprendido que ve cómo se comen la boca por encima del hombro de Zatanna. Tan asustado que huye sin pensar en las habladurías que traerá esta acción. Se siente vomitar en un pasillo de la Atalaya y ve las manos morenas de Kaldur sosteniéndole la frente. Llora. Llora y de repente recuerda que está en medio de gente y golpea la pared. Se lanza al llanto de nuevo.

Wally se ve atraído por el ruido y empieza la pelea más grande del siglo. Se ha enfrentado al Capitán Frío, a Lex Luthor, a la muerte de sus compañeros; ninguno de esos momentos ha sido tan terrible como ver los ojos llenos de decepción del Chico Maravilla. Está furioso. Kid Flash necesita el contacto físico, así que le proporciona un empujón con la intención de calmarlo. Le sale mal. Wally sale despedido impulsado por el puño resentido de Robin.

Pasan dos semanas sin hablarse.

Pasa un mes.

Seis meses.

Dick abandona el manto de Robin, y es la última vez que Wally lo ve.

Wally y Artemisa abandonan el equipo.

Dos años más tarde, Wally ve una sombra azul y negra posarse frente a su ventana. Como si fuera un... ala nocturna. Se empieza a percatar de ese espejismo cada vez más seguido, hasta que una madrugada abre la persiana para espantar al puto cuervo que se ha instalado en el balcón. No es un cuervo, es un chaval de dieciséis años, pelo oscuro y la boca fina como un tajo.

Esa boca que Wally no podría arrancarse de la mente aunque quisiera.

Dick ha vuelto, pero ahora es Nightwing. Y la historia que Kid Flash vivió, la vivió con Robin.