Resumen: Esta es la historia de una boda... y de como echarla más o menos a perder. También es la historia de un niño y su corazón roto. Y de un chico que descubre su lugar correspondiente en el mundo en el peor momento posible.

Disclaimer: Vale, vale, Himaruya, tú sigue dibujando micronaciones sin dar por culo y nosotras fingiremos que los personajes siguen siendo tuyos.


Corría el último cuarto del siglo XV. España, había logrado al fin deshacerse de los moros y unificar su reino. Los días de mayor gloria estaban por venir. El pequeño romanito... De unos doce o trece años de apariencia, polvoso y despeinado "trapea el suelo de la casa", o al menos eso dice que hace... Medio dormido, malhumorado, se recarga en la escoba mientras canta una tonadilla.

Cuando el hidalgo español de ojos verdes y pelo revuelto entra corriendo y casi se resbala y se cae con el suelo mojado. Lleva una camisa de lino sin botones que le va un poco grande... SOLO una camisa de lino sin botones, sujeta en cada mano los pantalones de un traje de luces prácticamente iguales, uno azul y dorado y otro rojo y dorado.

—¡RomanoOO! —chilla y el nombrado se espabila un poquitito haciendo como que limpia un poquito mejor. Muy poquito en realidad.

—¿Queeeé quiereeees? —contesta de pésima gana.

—¡Necesito que me ayudes! —chilla haciendo un gesto para que le haga caso—. ¡He vuelto a quedarme dormido y la corrida es en un par de horas nada más!

—Eso es porque eres tonto.

—¡Ya lo sé! ¡Me va a matar! —se lleva las manos a la cara haciendo drama—. ¡Ayúdame! ¿Rojo o azul? Ya sé que a ti te gusta el negro pero ese es demasiado sobrio y hoy es una ocasión especial —le muestra los dos pantalones. Romano frunce el ceño, se sonroja un poco y se revuelve incómodo.

—No voy a ayudarte, ¿porque habría de ayudarte? Y a mí no me gusta el negro, no me gusta NINGUNO. Te ves estúpido con eso puesto —escupe preguntándose eso de la ocasión especial.

—¡No me veo estúpido! El traje de luces es tremendamente elegante y ¡hoy la plaza va a estar llena! ¡Toda Toledo va a venir! ¡Y ÉL también! —se sonroja un poco y se ríe para sí mismo antes de dar algunos saltitos nerviosos—. Me va a MATAR... —hace drama riendo por no llorar—. Me pondré el rojo —decide en un revuelo empezando a ponérselo—. Tienes que venir a ayudarme a atarme la faja...

—¿Que no ves que estoy haciendo esto? O hago esto o hago esa estupidez ¡Y no quiero ayudarte con nada! —protesta tenso y de PÉSIMO humor desde la mención de "ÉL".

—De acuerdo, de acuerdo, deja eso y ven a ayudarme, necesito vestirme deprisa o no voy a llegar —pide saltando ahora para subirse los pantalones mostrando un poco al meter la camisa estirada dentro de ellos a pesar de lo arrapados que son. Deja por ahí olvidados los azules.

Romano abre los ojos como platos al ver que no está usando ropa interior sonrojándose antes de darse la vuelta y darle la espalda.

—No quiero ayudarte ni a eso ni a nada ni voy a ir a tu estúpida corrida de toros —chillonea.

—¡Pero necesito que me ayudes! —lloriquea un poco—. ¡Soy el jefe y te lo mando! —trata de imponerse frunciendo el ceño.

—¡No quiero!

—Romanoo —suplica porque es muy tarde—. Venga, tienes que ayudarme, planeo hacer algo muy impresionante hoy y me gustaría mucho tener tu apoyo, por favor...

El chico hace los ojos en blanco y cara de absoluto fastidio.

—¿Qué cosa vas a hacer de impresionante? ¿Es muy grande el toro?

—Sí —sonríe de lado entrecerrando los ojos en una de esas para nada idiotas, confiado, estirando una mano—. Es un toro de lidia de la ganadería de mi amigo Francisco, ¿sabes quién te digo? Me lo dejó elegir expresamente para hoy cuando le conté mi plan, es un macho de quinientos kilos de pelo completamente negro, fiero como un demonio. ¡Te necesito conmigo! ¡Eres mi mozo de espadas!

—Pues no quiero ser tu mozo de espadas —protesta a todo lo que hay que protestar, solo porque puede, soltando el trapeador y tirándolo al suelo para ir a ponerle la faja.

—Vamos, te contaré mi plan a ver qué te parece, ¿quieres? —propone sonriendo al ver que suelta el trapo y parece que coopera, yendo para el cuarto.

—Seguro es un plan estúpido que no me interesa saber —asegura cruzándose de brazos, tirando el pantalón azul al suelo, a donde está mojado, antes de ir detrás del español y he visto hombres caminar al paredón con mejor expresión que la de Romano.

—No es un plan estúpido... —responde no tan seguro andando al cuarto—. O quizás sí ¿quién sabe? ¿Crees que no debería? ¿Y si se enfada conmigo por hacerlo frente a todo el mundo? No puede decirme que no, ¿verdad? —cae en la cuenta mirándole completamente desesperado ahora.

—¿El toro? —pregunta tontamente un poco perdido y con toda honestidad, con bastantes ganas de seguir perdido. Frunce más el ceño aún.

—¡No, hombre! —se muere de risa pasándole la faja y levantando los brazos para que se la ponga.

—Eres un idiota que no se explica bien —toma la faja y le mira, le mira el culo de reojo y se revuelve un poco, sonrojándose y cruzándose de brazos sin hacer nada.

—Me refiero al señor Austria... —se ríe tontamente y se sonroja un poco—. Va a estar hoy en la plaza, ¿sabes?

Ojos en blanco, estira la mano y tira la faja al suelo. El español le mira de reojo y parpadea.

—¿A quién le importa qué esté en la plaza? —murmura sin mirarle.

—Pues... ¡ha venido a verme a mí, Romano! ¿Cómo no va a importarme? —se agacha recogiendo la faja pensando que se le ha caído.

La patea antes de que la pueda recoger alejándola de él.

—¡¿Y a mí que me importa que te venga a ver?!

—¡Romano! —protesta frunciendo el ceño yendo a por ella y empezando a ponérsela él mismo.

—Es un estúpido, como tú eres un estúpido, y me dan lo mismo los dos —da una patada al suelo—. NO voy a ir a la plaza a ver como haces cosas estúpidas.

—Pero es que... no, tienes que venir, hoy va a ser un día importante y voy a hacer una cosa muy grande... quiero que estés conmigo, por favor —pide acercándose a él, acabando de atarse la faja no tan ceñida como si se la atara el italiano, poniéndole las manos sobre los hombros.

—¿Qué cosa vas a hacer? ¿Matar a un tonto toro? —pregunta mirándole a la cara un poco angustiado porque algo le dice que no es eso.

—Si hago una muerte limpia, le pediré al señor Austria que se case conmigo y le regalaré la oreja —sonríe completamente emocionado—. ¿Qué te parece?

Romano parpadea una... dos... tres veces.

—CHEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?

—Me va a matar, ¿verdad? —se ríe de nuevo por no llorar sintiéndose completamente de los nervios en el estómago y se pasa una mano por el pelo para intentar calmarse

—NONONONONO... LE LE VAS... LE VAS A... A PEDIR... —se queda con la boca abierta sin poder continuar, blanco como la leche.

—¡Sí! —un poco más emocionado—. Ya lo sé, es una locura —vuelve a reírse—. Pero siento que si no lo hago pronto... no lo sé, ¡voy a perder la cabeza o algo! Por eso es muy importante que me ayudes a que salga todo perfecto, no sé si podré sin tu apoyo.

Romano toma aire, da un paso atrás, le mira a la cara... y se le humedecen los ojos sin poder evitarlo. En un movimiento rápido se acerca hasta el dando dos pasitos, toma vuelo y le mete un puntapié... pero UN PUNTAPIÉ en la espinilla, antes de salir corriendo.

—¡Auuuu! —se dobla el español levantando la pierna y sobándose, cayéndose de costado sobre la cama por el dolor.

"España... España va a casarse... España va a casarse con el señor Austria. EspañavaacasarseconelseñorAustria". Es lo único en lo que puede pensar mientras corre como LOCO hasta su cuarto cerrando la puerta de golpe, arrastrando el mueble más pesado que puede para trancar el paso y haciéndose bolita en su cama.

—¡Romano! —protesta un poco aun tirado en la cama porque le ha hecho mucho daño... pero luego se acuerda de que llega tarde, así que cuando remite un poco el dolor, cojeando, se levanta para acabar de vestirse sin saber... o sin querer saber que mosca le ha picado al aprensivo italiano. Seguramente se había enfadado porque no se lo había dicho antes o porque lo consideraba un plan estúpido o por cualquiera de las otras trescientas cosas por las que se enfadaba con él al cabo del día. Suspira y se pasa una mano por el pelo derrotado.

Hecho bolita en su cama, temblando como pocas veces ha temblado, Romano imagina el mundo futuro en el que España no vuelve a hablarle nunca más yéndose a casa de Austria a vivir para siempre. Primero su hermano... ahora España. Quizás les vería de vez en cuando como cuando veía a su hermano. Eso era bueno... aunque quizás preferiría no verle nunca más. Él le odiaba... esto era bueno, muy muy bueno... nunca más le volvería a ver, nunca más volvería a fastidiarle y NUNCA más volvería a llamarle Romanito ni a hacer todas esas cosas molestas que siempre hacía y que él odiaba. ¡Porque le odiaba! ¡DE VERDAD QUE LE ODIABA!

Pero por alguna razón todas esas cosas de no verle y que ya no le llamara Romanito, ni le abrazara, ni le quisiera eran muchísimo menos esperanzadoras y agradables de lo que debían ser. Aprieta las cobijas con los puños y llora amargamente sin entender ni siquiera él mismo del todo bien por qué el que España vaya a casarse con Austria le jode tanto, tantísimo.

Una vez ha acabado de vestirse de mucho menos buen humor ahora al ver la reacción de su subordinado, que se enfadaba dos mil veces al día y le partía el corazón dos mil una al hacerlo. Suspira y golpea la puerta de su cuarto.

Romano no contesta, paralizándose al notar que tocan la puerta. Por supuesto, no se ha vestido, ni ha hecho absolutamente nada más allá de hacer drama latino en su cama.

—Romanito, venga, de veras te necesito... no sé qué he hecho ahora, pero lo siento, no quería que te enfadaras conmigo.

Romano se abraza las piernas y se limpia la cara llena de mocos, lágrimas y babas. Suplicando mentalmente que España no le haga ir.

—¿Romano? —insiste.

—No voy a ir —responde suavecito.

—¿Eh? —pregunta porque le ha oído hablar pero no lo que ha dicho.

El italiano se cubre con las cobijas hasta la cabeza, pensando que España puede largarse de una buena vez y dejarle en paz. Sin contestar.

—Romano, venga, de verdad no quería molestarte... ni siquiera sé por qué te has enfadado —insiste pensando que le ha llamado estúpido o algo así—. Perdóname, por favor...

—¡TE ODIO! —grita repentinamente, sorprendiéndose hasta a sí mismo.

España parpadea en la puerta sin esperarse eso. Romano sigue ahí sin moverse deseando que a España se le haga tarde... y que entonces Austria se enfade y le diga que no. Levanta un poquito las cejas, esperanzado con eso.

—P-Pero... ¡Romano! ¡Tú actitud es infantil e intolerable! ¡Me voy a enfadar contigo! —riñe el mayor. Además se iba a enfadar con él... se le llenan los ojos de lágrimas otra vez, aunque frunce el ceño y aprieta los puños.

—¡Haz lo que quieras! ¡Me da lo mismo! ¡Te maldigo a ti y a todos! —grita al otro lado de la puerta volviendo a impresionarse a sí mismo con la maldición.

—Mira, no tengo tiempo para esto, si no quieres venir no vengas, pero ni creas que vas a librarte del castigo cuando vuelva a casa —advierte enfadado.

Romano se asoma a la puerta mirándola desconsolado porque España siempre le lleva a esas cosas, cada vez más angustiado. Además iba a castigarle...

España bufa enfadado y se va pensado que Romano es bastante egoísta y desconsiderado sin entender nada.

El italiano frunce el ceño. No iba a estar ahí cuando volviera. Si quería irse con Austria y olvidarle a él le daba lo mismo. LO MISMO. Se iría de casa de España para siempre si España ya no le quería.

Y si en efecto... así es como Romano intentó irse de casa una vez más, guardando un poco de ropa en una funda de las sábanas, robándole unas monedas al español, tirándole el traje de luces al jardín y antes de irse, acostándose en su cama unos cuantos instantes a llorar... y ahí es donde le debe encontrar al volver, hecho bolita abrazando a su almohada.

España vuelve completamente extasiado, de madrugada, medio borracho de festejar. Se desviste y se echa en su cama sin mirar.

—Aaaaah! —Romano pega un salto de aquellos abriendo los ojos sin saber dónde está.

España parpadea dándose un susto de aquellos. El italiano, que lleva teniendo pesadillas desde que se acostó a dormir, tiembla un poco, mirando a todos lados en la oscuridad.

—¿R-Romanito? ¿Qué pasa? —le busca a tientas.

—Che? Che? —está vestido con su ropa de viaje y su capa, claro está. Si uno no se fuga de casa de otra forma. Tiene la respiración agitadísima, aunque se calma un poco al ver que es España el que está ahí.

—¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? —pregunta preocupado atrayéndole hacia si cuando le encuentra.

—S-Spagna... Spagna... —susurra medio trabado y, cosa muy extraña, deja que le atraiga hacia él, temblando aún.

—¿Has tenido una pesadilla? Ya está, ya está —le acaricia la espalda para calmarle.

Cosa aún más extraña, Romano le aprieta la tela de la camisa... y llora. Pero no llora un lloriqueo pequeño. LLORA. Llora todo lo angustiado y desolado y triste y desesperado que es capaz de llorar un latino. No sé ni de dónde saca agua para llorar tanto, porque lleva TODA la tarde llorando.

—Anda, anda, ¿qué pasa? No llores hombre —le abraza con fuerza y le mece un poco. El menor llora más aún, verdaderamente angustiado.

—Noquieroquetevayasynoquieroirmedecasayeresunidiotaaaayyynotecasesconéeeeeeelteooooooodiooooooooooynoseaaaadondevoyaiiiiiiiiiiiryy...y... waaaaaaaaaaaaa...

—Venga, estoy aquí, estoy aquí, mi amor... ¿qué pasa? ¿qué te aflige? —sigue suavemente abrazándole con las piernas también y parpadea al oír eso.

—WaaaaaaaaaaSpagnaaaaaaaaaaaa... —le abraza con fuerza.

—¿Pero qué pasa? ¿qué dices? —no le suelta ni por un segundo.

—TeodioTEODIO —le pega un poquito donde puede.

—¡Au! ¡AU! —protesta soltándole un poco, exagerando y riendo suavemente.

Y como a buen niño, le da hipo. No le mira, ni se ríe, ni protesta... ni le suelta del todo.

—Venga... ¿qué pasa? —insiste en un susurro volviendo a abrazarle.

El italiano se tarda un rato en responder y cuando lo hace lo hace con mocos y entre dientes. El español le acaricia el pelo y la espalda, con paciencia.

—¿Hiciste una muerte limpia? —pregunta.

—Sí, estuve realmente asombroso, ojalá me hubieras visto —sonríe.

Se le paraliza el corazón como si le hubiera dado la peor noticia del universo. Dos lagrimones otra vez le caen por las mejillas. Le empuja el pecho para separarse pero se lo impide de buenas a primeras.

Romano se sorbe los mocos y España le acaricia la cara y busca su pañuelo pero no lo lleva encima, porque de nuevo va solo en camisa así que le limpia con la manga

—Spagnaaa... —susurra cansado.

—Ya está, ya está —le hace sonarse los mocos, porque igual le ha llenado ya el pecho de ellos y lágrimas.

—Vas a... Vas a... —susurra después de sonarse.

El español le mira, arremangándose y acaba por decidir que mejor se quita la camisa y se pone la ropa de dormir, sin dejar de rodearle con las piernas

Romanito está a modo bulto, aun vestido y con su capa, la bolsa con cosas también está en la cama.

—Vas a casarte entonces —declara sin mirarle a la cara.

—Sí, estoy muy contento... pero no te preocupes de eso hoy —se pone su camisa de dormir y vuelve a abrazarle.

El italiano se deja abrazar, demasiado cansado para protestar

—Venga... ¿ya estás mejor? —sigue acariciándole y nota su ropa ahora, perdonadle, está un poco borracho—. ¿Qué llevas puesto? —frunce el ceño.

—Ropa —responde recordando ahora mismo que en teoría él se estaba yendo de casa.

—¡Pero si vas en capa y bota y todo! ¿A dónde ibas? —empieza a quitársela.

—Me voy de casa —responde sin ninguna gana de irse en estos momentos. Bosteza.

—¿A dónde? —pregunta lanzándola al suelo y empezando a quitarle las botas.

—No sé. A otro sitio... —le deja hacer con los ojos semi cerrados—, lejos.

—¿Por qué? —tira las botas y empieza a quitarle los pantalones.

—Porque tú vas a casarte y ya no me quieres —responde medio dormido—, y... yo te odio.

—¿Quién lo dice que no te quiero? —le quita los pantalones lazándolos también y le hace estirarse sobre sí, tumbándose también.

—Vas a casarte con él... —susurra abrazándole en automático del cuello con los brazos y del abdomen con las piernas, dormido, claro está...

—Pues sí, pero una cosa no quita la otra, no es lo mismo —cierra los ojos.

Romano no contesta, completamente agotado, aunque bastante más tranquilo ahora que está sobre España quien le deja hoy dormir con él, muy feliz, el muy pendón.


¿A qué viene esto? Aun no tocaba esta historia... pues no. (De hecho estaba planeada para Octubre, porque la boda fue en Octubre) menos teniendo ya tres más abiertas y menos aun porque esta ni siquiera está acabada del todo, pero estamos (estoy) un poco sobresaturada de FrUK últimamente, necesitaba algo distinto y... ¿por qué no? ¿A alguien realmente le molesta un poco más de Spamano en el mundo?