¡Hola! Después de tanto tiempo he vuelto a escribir. Hoy es otro Dramione.

Recomendación musical: Tarde (sin daños a terceros) de Ricardo Arjona.


Ella y él

Se miran, se observan.

Sus miradas dicen todo. Dicen reproche, dicen osadía, dicen vergüenza, dicen todo y dicen nada.

Porque esas miradas se evaporan, se hacen suspiros. Porque en sus encuentros, esas miradas no llegan a transformarse en palabras.

Porque no hay tiempo, porque no hay ganas, porque si se dicen, cambiarían el orden de las cosas, el status quo. Y eso es demasiado. Porque hay miedo, miedo disfrazado de audacia, de orgullo, de desenfreno.

Las caricias se desarman en rasguños, los besos mutan en mordiscos, la ternura es reemplazada por la torpeza, por el apuro.

No vale la edad, no vale la clase social o el origen de la sangre, solo el deseo visceral de no ser él, de no ser ella por una vez. De dejar las chapas de lo que son en el mundo cotidiano y ser lo que en realidad son.

Dos seres humanos condenados a vivir en veredas separadas.

Quieren comerse, adentrarse en el otro e imaginar como sería la vida de uno de los lados. De acallar los murmullos del que dirán y darle alas al querer del corazón, ese querer desesperado, que no conoce de estructuras, de normas. Que atropella, que destroza, que deja al desnudo los verdaderos sentimientos.

Porque dentro de las cuatro paredes de una habitación, las caretas se caen.

Se aman, se odian. ¿Qui lo sá?

Porque Hermione Granger anhela escaparse de los puñeteros conflictos de Potter y vivir su vida con él, al lado de él, aunque sean esos 30 minutos que le roba al destino y se aparta de todo y de todos.

Porque le da fuerzas, porque ése es el momento donde ella se muestra tal cual es. Es sanguínea, brava, la perfecta para él.

Draco Malfoy se deja llevar y no quiere admitirlo, pero le encanta hacerlo. Ama abandonarse en sus brazos, en sus caricias, entregarse sin saber qué sigue. Él con ella está completo, es un hombre feliz, sin dudas, sin problemas, porque cuando duerme cerca de Granger, el cielo es terrenal, el paraíso toma forma en ella, en sus cuervas, en el perfume que desprende su cabello cada vez que hunde su cara en él. Le gusta imaginar mientras le hace el amor, cuán diferentes serían las cosas si estuvieran juntos sino existiera sangre noble y sangre sucia.

Pero cuando todo termina y la ve vestirse, junto con su ropa se pone su armadura. Se viste de verde pero también de astucia, crueldad y malicia, porque eso no puede ser real y tampoco durará lo suficiente.

Ella se pone el uniforme y mientras lo alisa, toma una a una las caretas y se las coloca. La perfección, la soledad, aparentemente auto deseada, la valentía, el orgullo, porque sabe que sin ellas, será presa fácil para los de afuera.

Esos encuentros son para ellos, cambios de sangre, transfusiones, que renuevan la anterior para que el sueño de estar juntos por siempre se apague, se rompa.

Porque son conscientes que fuera de Hogwarts esa utopía se acaba y saben que les quedan meses, porque el final se acerca, porque ya no hay tiempo.

Porque una vez que crucen el umbral no sabrán que han tocado el cuerpo de una sangre sucia, ni que han visto todas las estrellas entre los brazos de un Malfoy.

Porque fingen que no existen aunque desean fervientemente que la ocasión se dé y sus caminos vuelvan a encontrarse en un pasillo desierto, en el campo de Quidditch al atardecer, en la biblioteca. Porque cuando nadie los ve él pone el mundo a los pies de ella y ella le entrega todo lo que hay en él.

Porque ella es tan de él y él tan de ella que jamás lo reconocerán. Porque al fin y al cabo cuando la puerta se cierre y el fuego de la chimenea se consuma, vuelven a ser Hermione Granger y Draco Malfoy, los bufones del destino, los eternos enemigos.


Espero les haya gustado!

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Paulita