Disclaimer: Naruto ni sus personajes me pertenecen, son una obra de Masashi Kishimoto.. (:


.::Silent'Tears'of'Morphine::.

.::Speechless::.


Capitulo 1


Así comenzó todo

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3:49 am. Long Beach, California.

Era de noche. La luz de la luna se filtraba por la fina tela de las cortinas, haciendo que en el piso de madera de la sala se proyectaran las sombras de los muebles, dando un toque más lúgubre a la casa. Todo parecía estar tranquilo, todo sumido en un sepulcral silencio.

Pero esa tranquilidad fue rota por el sonido de rápidos pasos que bajaban por las escaleras y se dirigían a la gran sala de la casa.

Ciertamente era de noche, por lo que hacía un frío que calaba hasta los huesos. Detrás de los primeros pasos se escucharon otros, pero con la diferencia de que los segundos sonaban más pesados.

Por el marco de madera que conectaba la estancia con la sala apareció una pequeña figura con un blanco camisón. La personita se ocultó detrás de uno de los sillones, esperando no ser encontrada.

Cabello largo, sedoso y extrañamente rosa, una piel cremosa y que suave se veía al más mínimo tacto, unos ojos jade sin luz de vida, y un rostro angelical bañado en lágrimas. No debería tener más de 11 años. Aquella niña oculta detrás del sillón con el estampado de flores correspondía al nombre de Sakura Haruno.

Ahora, la pregunta era: ¿Por qué se escondía? Ó más bien ¿De quién se escondía?

Los segundos pasos no esperaron por hacer aparición en la sala. Un hombre algo regordete, con una melena como marrón pero que con la oscuridad se podría confundir con el negro cielo de la noche. No debía pasar de los 43. Su oscura mirada repasó cada uno de los rincones de la tan mencionada sala. Pasó por la chimenea, por el sofá de tres plazas, por el de dos y paró en el de una plaza, por donde asomaban los mechones de una pequeña cabecita rosa.

A grandes zancadas se dirigió en dirección a la pequeña y con una fuerza tremenda la jaló del brazo y la arrancó de su escondite. La niña tenía el miedo plasmado en la cara, ¡No, que va! Estaba aterrada. Y en los ojos de él solo estaba la furia y la venganza. El agarre se iba haciendo más y más fuerte. Sakura ya no aguataba y las lágrimas empezaron a desbordarse de sus grandes ojos. Su boca se frunció en una clara señal de dolor.

-Suéltame-. Dijo la pequeña en un vano intento de liberarse.

-Primero tienes que pagar por lo que hiciste-. Dijo él con una sonrisa un tanto sádica y todavía mostrando furia pura en sus negros ojos.

-No, por favor-. La niña empezó a híper ventilar, sabía lo que venía después, sabía cual era ese castigo que esa persona, que se hacía llamar padre, le imponía.- No lo vuelvo a hacer, por favor, por favor.

-…-. El hombre la miró desde lo alto, y la sonrisa que tenía se ensanchó aún más.-Tienes que aprender la lección, y si no es por la buena, será por la mala.

El padre de Sakura subió las escaleras junto con ella, sin soltar el agarre. Dejando de nueva cuenta la sala en un silencio sepulcral, a veces interrumpido por los sollozos de la niña. Lo último que se escucho esa noche fueron los pesados pasos del hombre subir las escaleras y la puerta de una habitación cerrándose de golpe.

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5 años después…

5:33 pm. Nueva York, NY.

Una chica de unos 16 años estaba sentada en una sala de espera, que a simple vista se veía muy elegante. Las paredes tenían un color crema y uno que otro cuadro antiguo colgado; los sillones eran de un color verde seco, con cojines de un color claro casi como el de las paredes; las mesitas eran de caoba y tenían un acabado que hacía que se vieran sumamente costosas.

La chica antes mencionada estaba con sentada en el sillón individual, su cabello rosa estaba pulcramente recogido en una cola de caballo baja, con uno que otro mechón salido y con un copete largo y parejo que casi tapaba sus ojos, de no ser por los gruesos lentes que llevaba. Vestía con un pequeño suéter de lana con botones, el cuello de su camisa rosa asomaba por el suéter beige. Su pantalón era de mezclilla gastada y sus zapatos negros y bien boleados. Su cara era hermosa, ¿para qué negarlo? Sus grandes ojos jade y sus facciones finas, no usaba maquillaje, no le gustaba. No se consideraba esas chicas guapas y exuberantes de las revistas, mucho menos a la moda. Sólo se sentía cómoda con lo que vestía.

-Sakura-. Llamó una rubia con los ojos color miel y muy voluptuosa.

La pelirosada miró con atención la madera del piso, color chocolate. Parecía sumida en sus pensamientos, tal vez no quería salir de ahí.

-Sakura-. Llamó por segunda vez la rubia con un tono más alto. Sakura ni se inmutó-. ¡Sakura!-. Repitió ella por tercera y última vez, a la vez que sacudía el brazo de la adolescente.

-…-. La chica no soltó ni un sonido, se mantuvo callada y distante.

-Levántate, es tu turno de entrar a la consulta-. Comunicó la ojimiel.

-…-. Ella sólo asintió.

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-Muy bien, ¿Y, como te sientes con todo esto?-. Preguntó una castaña de ojos negros.

-…-. La chica de ojos jade permaneció callada, como lo había echo durante las últimas 2 horas de consulta que había tenido.

-Mira Sakura-. Empezó a decir la castaña. Si no pones de tu parte, no puedo saber lo que tienes, tu enfermedad es algo-. Hizo una pausa.- Algo que no es muy usual en la gente, y enserio quiero ayudarte.

-…-. Nada por parte de la joven.

-Es obvio que no vas a cooperar, ¿cierto?-.

Ella agacho la cabeza y miró sus manos, que frotaban sus rodillas con nerviosismo. La castaña solo soltó un suspiro de derrota, se levantó de su cómodo asiento de piel negra y se dirigió a la puerta para hablar a solas con la tutora de la chica.

Mientras Sakura oía los gritos furiosos de su tutora, ella solo se dedicaba a ver la oficina en la que se encontraba, sus ojos se pasearon por toda la habitación. Encontró un librero con libros –obviamente- con especialidad a la medicina y la psicología. En el escritorio había varias fotos. En una de ellas se veía un paisaje nevado y los protagonistas de la foto eran la castaña y unos pequeños que parecían ser sus hijos.

La imagen hizo que su mente divagara, y unos dolorosos recuerdos se instalaron en su mente, a la vez que sintió una punzada de dolor en el pecho, cerca del corazón. Por un momento la imagen reveló a la niña débil que corría llorando a los brazos de una mujer de cabello rosa, igual que el suyo, buscando el consuelo que sólo una madre puede dar.

Su infancia, definitivamente, no había sido la mejor etapa de su vida, lo reconocía. A una corta edad sabía el dolor que le podía causar la vida, sabía que nunca podría tener esos sueños infantiles, que no podría ver más la vida como un mundo siempre color de rosa.

Había aprendido que nunca se puede confiar en las personas, ni siquiera en la que se hacía llamar familia, todos eran iguales, gente sinvergüenza que solo piensa en auto-complacerse, sin importarle la vida de los demás. A los ojos de esta pelirosa la gente eran seres despreciables, con aires de poder, con ambiciones, y que darían lo que sea, lo que sea por conseguirlo.

El sonido de una puerta abriéndose hizo que la pelirosa retirara inmediatamente esos pensamientos de su mente, no podía estar sumergiéndose en la miseria de su infancia, tenía que seguir, demostrar que era fuerte, decidida, que era capaz de lograr lo que se propusiera, pero de una forma diferente a la que había conocido, no dañando a las personas, no lastimándolas, al contrario ayudándolas y enseñando que podía.

-Sakura, te tengo una propuesta-. La fuerte voz de Tsunade retumbó en la habitación, antes silenciosa. La chica arqueó su rosada ceja, el gesto que la chica tenía, delataba la curiosidad que sentía acerca de la nueva propuesta de su tutora.

La rubia sólo esbozó una sonrisa. Y a Sakura eso no le dio buena espina.

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5:54 pm. Tokio, Japón.

La clase de economía avanzada se estaba tornando molesta, pero su mente ya no se encontraba en el salón, aunque aún era consciente de la ronca voz del maestro, de las pláticas de los demás alumnos que dejaban de poner atención a la clase, estaba pero no, como ya había dicho, su mente estaba en un lugar muy lejano de aquel salón de preparatoria.

Tenía tantos problemas, su padre, su hermano, las chicas que siempre lo acosaban, lo rutinaria que se estaba haciendo su vida, los exámenes, mantener el buen promedio… ah, definitivamente necesitaba un descanso.

-Teme-. Susurró una suave voz al lado de él.

-¿Qué quieres dobe?-. Preguntó con fastidio un chico que no debería de tener más de 17 años.

-Nada, solo quería fastidiarte-. Dijo despreocupadamente el rubio con el que compartía asiento y con el que también compartía amistad desde hacía ya varios años.

-Usuratonkachi-. Insultó el pelinegro.

-Oe, teme, no me digas así, es solo que estoy aburrido-. Dijo otra vez el rubio con tono de reproche.

-Hmp-.

-Nee, nee… teme…-. Llamó el rubio.

-¿Qué quieres?-.

-¿Quieres salir esta noche a algún bar?-. Preguntó Naruto.

-Si, claro, con tal de no estar cerca de mi familia-. Dijo el pelinegro con algo de melancolía mezclada con irritación. Si un tema le molestaba a Sasuke Uchiha, ese era el de su familia.

El timbre de la escuela anunció que había terminado lo clase, no había prestado atención a nada, no había tomado notas, no había echo nada. Pero un comino le valía, tenía cosas más importantes que hacer.

Se levantó de su asiento con tranquilidad, acomodó sus cosas en la mochila, se la colgó en el hombro izquierdo y salió rumbo al pasillo. Cuando estuvo ahí todo mundo lo saludaba, todos le hacían cumplidos, otras, prácticamente se lo comían con los ojos.

Y cuando no si Sasuke Uchiha era el capitán del equipo de soccer, el "símbolo sexual masculino" más alabado, el que tenía las mejores calificaciones, el siempre tenía esa pose despreocupada y esa personalidad indiferente hacia los demás.

Suspiró con frustración, apuró el paso una vez que el rubio con el que había estado platicando antes, Naruto, lo hubo alcanzado a medio pasillo, juntos salieron del edificio sin decir ni una palabra. Cuando llegaron al estacionamiento el rubio interrumpió la marcha, pero el pelinegro siguió de largo unos cuantos pasos hasta que se percató de que su amigo no lo seguía.

-¿Qué pasa?-. Preguntó Sasuke.

-Estaba pensando en algo…-. Le contestó.

-¿Tú? ¿Pensar?-. Se burló el pelinegro del rubio

-¡Teme! Claro que pienso, de echo, lo hago más que tu-. Contraatacó Naruto.

-Como digas, pero ya, ¿en qué "pensabas"?

-Es un asunto muy serio, no se si podría contar contigo-. Dijo el rubio, con un tono serio que Sasuke, en todos sus años de amistad con él, jamás había escuchado.

-Puedes contar conmigo siempre dobe, sabes que somos amigos-.

-Mmm…-. Dudó un poco, no sabía si contarle a su amigo su dilema-. Está bien-. Terminó por aceptar el rubio.- Me preguntaba que pasaría…

-¿Qué pasaría si qué, dobe?

-¿Crees en verdad que si le dieras a un gato un efervescente…-. Comenzó el rubio con la pregunta.-…crees que en verdad explote?

El pelinegro se le quedo viendo, sentía como el tic de su ojo se hacía más fuerte, apretó los labios para no soltar algún improperio y lo siguiente fue: Naruto tirado en el asfalto del estacionamiento, Sasuke caminando hacia la cafetería, soltando alguna que otra maldición por la tremenda estupidez del rubio y los demás estudiantes que pasaban, solo se reían o miraban extrañados la anterior escena.

-Oe teme-. Gritó Naruto a su amigo que ya estaba lejos.- Sólo era una duda que tenía.

-Estúpido Naruto-. Resopló el Uchiha.

-Es de nacimiento-. Dijo un pelirrojo de ojos color aguamarina que le daba alcance al pelinegro.

El menor de los Uchiha solo esbozó una sonrisa de medio lado, él y Naruto eran muy diferentes, tenían esas insoportables peleas de vez en cuando, pero él lo sentía como el hermano que nunca tuvo, o no lo tuvo de la forma que el quería. Cierto que tenían rivalidad, pero eso era lo que hacía de ésta una amistad tan especial.

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8:02 pm. Nueva York, NY.

Las calles de Nueva York estaban abarrotadas de autos, taxis, camiones. El ruido era insoportable, las calles estaban sucias, las alcantarillas expelían un extraño humo que tenía un desagradable olor y los grupos de gente eran tan grandes que podrías perderte fácilmente.

Una rubia y una pelirosa iban caminando a través de la Quinta Avenida, la rubia tenía la mirada fija al frente, con el ceño fruncido. Y la adolescente de exóticos cabellos miraba -con un curioso gesto- fijamente el pequeño pizarrón negro que su tutora le había dado.

La rubia dirigió su mirada a la chica, y como siempre, se preguntaba mentalmente cómo es que habían llegado a parar ahí. Por un momento su mirada reflejó tristeza, porque eso era lo que sentía por ella, todavía la veía como una niña, incapaz de defenderse sola, se sentía ella como la responsable de protegerla, y eso haría.

La de ojos jade se percató de la mirada que su tutora le echaba y volteó a verla. Al instante en que volteó el rostro para observarla, su tutora hizo lo mismo y fijó su vista al frente, en cambió ella se quedó escudriñándola con la mirada.

-…-. Con sólo un gesto –fruncía el entrecejo, cerraba un poco el ojo izquierdo y la boca formaba una mueca graciosa hacia la derecha- se imaginó que pasaba por su cabeza

-No me ocurre nada-. Le respondió la rubia con otra pregunta.

-…-. Un gesto de obviedad por parte de la chica.

-No tengo nada-. Replicó la rubia.

-…-. La chica pelirosa solo puso los ojos en blanco y dibujo una mueca de disgusto en su rostro. Volvió su mirada al pizarrón que tenía entre manos y lo levantó a la altura de su cara, señalandolo.

La rubia esbozó de nuevo esa sonrisa de lado.- Te va a ayudar. Veo que tú no puedes o no quieres hablar, entonces puedes escribir-. Dijo Tsunade con un tono despreocupado.

-…-. Sakura estaba algo desconcertada.

-Ya oíste. Oh, sí, y también te voy a cambiar de escuela-.

-…-. La chica solo hizo un gesto de terror y empezó a respirar audiblemente. Siempre hacía eso cuando tenía miedo o algo le desagradaba.

-Soy tu tutora legal, me preocupo por ti y por tu futuro, y por eso he estado pensando que cambiarte de colegio es una buena opción para comenzar. Un cambio te podría ayudar a curarte-.

-…-. La pelirosa busco algo en el bolsillo de su pantalón. Sacó una pequeña barra que tenía la forma de un cilindro blanco. Lo estrelló casi con violencia en el pizarrón y se puso a escribir. "No quiero". Leyó la rubia.

-Es por tu bien-.

-…-. Borró. Escribió. "No me puedes obligar. No quiero". Una mueca de tristeza se produjo en su rostro.

-Sakura, sabemos que tu problema no es algo normal, necesitas un cambio, tienes que salir de la ciudad, ver otros lugares.

-"Pero yo no quiero cambiar, ni nada"-. (En negritas y cursiva, es lo que esta escrito en el pizarroncito mágico, ¿Si?)

-Por favor Sakura, no insistas, ya tomé mi decisión, y no la cambiaré-. Acotó la rubia.- Es una decisión que creo es la mejor para ti-.

-"Sí, cómo no"-. La pelirosa rodó los ojos.

Lo que restó del camino fue en total silencio, Sakura sólo miraba como los conductores de los automóviles gritaban de cuando en cuando alguna que otra grosería, maldición o alguna palabrota al que se le cruzaba en el camino. En cambio, Tsunade seguía con la cabeza gacha y pensaba en la situación en la que se encontraba.

Al cabo de un rato, las dos mujeres llegaron a un departamento, la fachada era del clásico apartamento de las películas estadounidenses, las paredes eran de ladrillo rojo y marrón, las escaleras eran gruesas e imponentes, echas de un material parecido al mármol, sólo que más barato y las puertas eran grandes y pesadas, echas de madera oscura.

"Con este cambio, vas mejorar Sakura, yo lo sé". Pensó por última vez Tsunade, antes de entrar al departamento.

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7:30 am. Tokio, Japón.

"!Buueeeeenos días Japón, esperamos que hayan disfrutado de la hora matutina de música ligera, anímense, salgan y disfruten de la vida, hoy en el parque del centro se estará presen…"

Una pálida mano salió de entre las sábanas para presionar el botón de apagado del radio, apenas eran las 7:30 de la mañana y la molesta voz de ese hombre ya estaba sonando por toda su habitación.

-Hmp-. El dueño de la voz apartó con pereza el pesado edredón que envolvía su cuerpo, se estiró un poco y salió en dirección al baño.

Al llegar, sus ojos vagaron por la habitación, las paredes tenían mosaicos de color negro de la mitad para abajo, y la otra mitad en blanco; el piso era blanco y reluciente, como de recepción de hotel; la tina y el lavamanos eran de porcelana y un suave y grande tapete estaba al centro.

Caminó al lavamanos, se mojó un poco la cara y se miró en el espejo, debajo de sus ojos tenía unas grandes ojeras.

"Maldito dobe, debo dejar de desvelarme tanto con él, definitivamente es una mala influencia". Pensó

Abrió la llave del agua y mientras esperaba a que la tina se llenara, se fue quitando la ropa, muy lentamente, pensando en todo lo que tenía que hacer ese día. Después de un rato, el chico salió del baño envuelto en una toalla, se vistió con unos jeans desgastados, una camiseta sencilla color negro y encima una camisa blanca remangada, por último se puso un cinto blanco y bajó las escaleras rumbo a la cocina.

Cuando llegó una señora no muy grande de edad, lo recibió con una sonrisa, su piel era de un color cremoso, tenía unos expresivos ojos negros y su cabello era largo y del mismo color que sus ojos. La madre del adolescente, Mikoto.

-Buenos días Sasuke-chan-. Saludó la radiante mujer y después siguió haciendo el desayuno para la familia.

-Buenos días má-. Respondió el chico con desgano.- ¿No has visto mis Vans blancos?

-Hmm-. Dijo, tratando de hacer memoria.- Creo que los vi debajo del sillón de la sala.

-Ah-. Soltó Sasuke y se dirigió al lugar antes mencionado, buscó sus zapatos y cuando dio con ellos se los puso y se dirigió a la puerta principal.

-¿No te vas a quedar a desayunar, Sasu-chan?-. Preguntó la madre desde la cocina

-No, puedo desayunar en la cafetería de la escuela- Y así salió del hogar, atravesó el amplio jardín frontal y cuando estuvo en la calle se subió de un salto a su Porsche Boxter y arrancó en dirección a la casa de su mejor amigo, Naruto Uzumaki.

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2:45 pm. Nueva York, NY.

Sakura apenas había ingresado al departamento. Venía de la que pronto sería su ex-escuela. Al atravesar el pequeño departamento se encontró en la sencilla sala a su tutora, sentada en el sillón rojo de dos plazas. La miraba atenta a cada uno de sus movimientos.

-Japón-. Dijo Tsunade.

-…-. Miró desconcertada Sakura a su tutora. ¿A qué venía eso?

-Un internado en Japón, ahí es a donde irás-. Sentenció la rubia

-…-. Su mirada se volvió algo histérica. Buscó rápido su pizarrón. No lo encontró por ningún lado.

-Ve haciendo maletas, te vas mañana al mediodía-. Sentenció la voluptuosa rubia. Acto seguido, salió del departamento.

Sakura fue al sillón anteriormente ocupado por su tutora. ¿Japón?, ¿qué diablos haría ella en Japón? Dios, su vida nunca se había vuelto tan complicada. Solo sabía que no podría persuadir a Tsunade para que la dejara en paz en su pequeño departamento en Estados Unidos. Ya estaba dicho, iría a Japón.

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· Muy bien, estaba yo, aburrida, en mi pequeño cuarto, con una computadora, un programa para escribir y una imaginación. Me decidí a hacer esto, es algo extraño pero me gustó como quedo y espero que a ustedes tambien(:

· No se que sensación voy a causar, no se que rumbo va a tomar, por tanto no se cuantos capítulos serán, ya veré yo como me enmaraño, porque es la primera vez que hago un fic que sea largo. Los demás solo eran de un capítulo. Pero bueno, lo que sí tengo presente es que es difícil tener a un personaje, más siendo principal que no hable, pero bueno, mi pequeña mentesaja tuvo la idea y no la quise dejar ir. Ya aclaré que todo lo que sea en negritas y cursiva, bueno y comillas, va a ser lo que se escriba en el pizarroncito mágico de Sakura, ¿porqué un pizarrón? Porque no habla, debido a los malos momentos de su infancia, porque no fue sólo ese, ya se explicará con el paso del tiempo. Esta bien, creo que eso es todo(:

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