Y aquí vuelvo. Lo sé, aún me quedan historias por acabar, pero creo no ser la única escritora que necesita cambiar de aires (o de argumentos) para renovar las ideas.

Y se me ha ocurrido escribir un conjunto de historias muy breves en relación a que hace poco se celebró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, fecha que encuentro ya de por sí bastante machista (¿Acaso hay fecha del hombre trabajador?). Bien, aquí quiero demostrar mi orgullo al haber nacido mujer y al creer firmemente que algún día viviremos en igualdad de condiciones junto a los hombres en todos los ámbitos.

Espero que disfrutéis la lectura.

· Violeta primera: la Perdida

Cruzas las piernas. Primero la derecha encima de la izquierda. Después la izquierda encima de la derecha. De manera seductora, a poder ser dejando entrever lo deseado, una vez, otra. Ya no sabes qué hacer para que el trozo de tela que te medio cubre tape esas finas líneas azules que te han causado horas y horas encima de unos altos zapatos frente a la carretera nacional.

Sin dejar de medio sonreír.

Sin dejar de parecer expectante.

Siempre a media luz, el maquillaje barato de tus compañeras logra tapar lo que ellos ven en sus mujeres, cansancio, trabajo y hastío. Pero tú para ellos eres la de la noche, la de usar y por qué no tirar. Para ellos eres minutos de goce y un cuerpo al que magullar, un consuelo a sus días de negocios frustrados y un objeto sobre el cual disponer. Pero la mal vista eres tú.

De vez en cuando pensabas en la muerte. Qué dulce y factible, la muerte. Pensabas en un ramo de flores bonitas, en gente enfundada de negro, caras lánguidas y discursos sólo para ti. Y lágrimas sólo para ti. Antes del accidente habías pensado en substancias de muerte. Ellos las habían usado contigo y el tiempo allí te había enseñado a encontrarlas. Te habían drogado hasta la saciedad para traerte allí, y para poderte usar por más dinero y menos tiempo. Y sabías que sólo era cuestión de unos gramos de más, cinco minutos de demencia, quizá diez, y después... la paz.

Pero pasó el accidente. Sólo podías llamarlo así. Cuando tu cuerpo ya no era tuyo sabías que podía pasar, y mordiéndote los labios hasta hacerlos sangrar miraste el resultado de la prueba. Preñada. Al igual que una gata de la calle, aquello que te llamaban. Incapaz de imaginarte fruto de quién podía ser golpeaste el cristal del baño hasta hacerlo reventar, te sangraron las manos, te sangraron los pies. Y el corazón hacía demasiados años que ya sangraba.

Fuiste madre en un almacén de bebidas y aperitivos de bar, tus gritos fueron tapados por el escándalo de la música y al ver el ser, un hijo, creíste que quizá había valido la pena. El llanto desgarrador te hizo pensar que quizá había llegado algo por lo que subsistir. Qué joven, decían. Las que ellos llamaban buenas madres, sentadas siempre en el asiento de copiloto, te miraban mal e incluso a veces te gritaban, apártate de la vía pública.

Ya sabes como te llaman. Ya sabes como te miran. No trabajas, como los demás te vendes. Sabes que a tu hijo, lejos del mundo donde te encarcelaron, se le ha explicado que se madre era una prostituta. Y recuerdas siempre la sonrisa del proxeneta al tocarte la espalda desnuda y decir, como si nada:

-Meems, tu turno.

La dignidad es relativa en los suburbios. Eres mujer objeto, sin historia, sin futuro. Eres ahora indecencia en un escenario, eres una ilusión borrosa que produce el alcohol. Una palabra fea.

Eras mujer y ellos, los que no aman, te convirtieron en perdida. Pero la mal vista eres tú.

Bueno, duro, pero es así. Mi primera crítica. Corta, lo sé, pero esa es mi intención. Quizá no me ha salido demasiado bien pero confío en que iré mejorando. Vuestro apoyo en forma de reviews seguro que me ayuda.

Un saludo a todos

Utenarose