La boda de Cinthia y de Sírgeric estaba a punto de comenzar, los invitados esperaban fuera junto al novio, y la novia estaba dentro del palacio real, intentando en vano calmar sus nervios. Con ella estaban Duna y Aya, dando los últimos retoques a su precioso vestido blanco con vuelo.

Cinthia respiro hondo para seguir intentando calmarse y se miro al inmenso espejo del recibidor, viendo a su precioso reflejo.

-Ya está, cariño.-Dijo Aya, acabando de colocar su vestido y llorando de la emoción-Ahora sal ahí afuera y deja embelesados a todos.-con dedos torpes la levanto el velo para darla un beso en la mejilla.

-Claro que sí, sal fuera y deja sin palabras a Sírgeric, futura mujer casada.-Se rió Duna. Cinthia la imito.

La novia se dirigió a la puerta, mientras Duna la colocaba un ramo de flores en sus manos enguantadas y la sonreía. Sin poder evitarlo se las llevo a la nariz y aspiro su aroma. Olían tan bien…

Duna salio con disimulo al decorado jardín y se sentó junto al rey de Bereth, su marido, que la dio en beso en la frente.

Después de ella, salieron Cinthia y Aya agarradas del brazo, mientras que las trompetas sonaban y la gente aplaudía poniéndose de pies.

-Adelante, Cariño, sonríe. -le animo Aya.

Cinthia sonrió, respiro y…comenzó a caminar. Se fijo en todos y cada uno de los invitados que estaban ahí. Sus hermanos pequeños para empezar, pues la llevaban la cola del vestido. Luego sentados en sillas, Ariadne, que ya no era reina y la sonreía desde su silla, Duna y Adhárel que la daban ánimos y la aplaudían con los demás. Tail, Henry, Marco, Simón, Andrew y Morgan, animándola con la mirada.

Cinthia agradeció a Andrew en silencio que hubiese ayudado con la decoración, todo había quedado precioso.

También vinieron la reina Lysell con su escolta, dos soldados, y por supuesto todos los sirvientes del palacio real estaban allí…

Su mirada se cruzo con todos los invitados, que la sonreían y la guiñaban el ojo, y les agradeció con la mirada el estar allí, darla ánimos…

Se quedo sin palabras al ver a Sírgeric allí, tan elegantemente vestido, tan guapo, con el traje blanco.

Sírgeric la sonrió, y Cinthia se quedo sin palabras. Compartiría para siempre su vida con Sírgeric, la persona que más amaba en el mundo y viceversa. Se perdieron cada uno en la mirada del otro, comunicándose con palabras algo que los demás jamás llegarían ha saber.

-Sírgeric ¿aceptas ha esta mujer cómo esposa con la que compartirás tu vida hasta que la muerte os separe?

-Sí, quiero.-dijo, sin apartar los ojos de ella.

-Y Cinthia ¿aceptas ha este hombre cómo esposo con el que compartirás tu vida hasta que la muerte os separe?

-Sí, quiero.-

Rápidamente, los hermanos pequeños de Cinthia se acercaron con unos cojines donde estaban los anillos.

Sírgeric, sin perder un momento, cogió su anillo de oro que coló por el dedo anular de Cinthia.

Ella hizo justo lo mismo con el que había comprado, y cuándo por fin los anillos estaban en los dedos de sus nuevos dueños, se lanzaron a los labios del otro, en un beso que para los demás era apasionado y simple, y que para ellos era un juramento, un juramento de que nada ni nadie separaría su vida, ni siquiera un flautista… que compartirían su vida para siempre, que por muchas discusiones que llegasen ha tener se querrían siempre y se apoyarían mutuamente toda la vida…incluso la muerte.

El beso que les unía definitivamente.