Nathaniel

Nathaniel tenía un día bastante bueno hasta que su profesor de Arte intentó devorarlo..

Era el último día de clase. Las vacaciones de verano se acercaban. El calor inundaba las aulas. Los alumnos no podían concentrarse y algunos se dormían. El profesor de Arte hablaba de Renacimiento y Barroco y cada tanto le lanzaba furtivas miradas a Nathaniel y sus dos mejores amigos, Adam y Serena.

Serena tenía ojos celestes y pelo castaño rojizo peinado en una trenza que le caía sobre el hombro derecho. Era bajita de estatura pero tenía el mal genio de un gigante. Se enojaba fácilmente y no había quien la parase. Le gustaba la música rara, vivía pegada a su Ipad. Cada tanto, levantaba la vista del aparato y soltaba una frase poéticamente horrible. Adam, en cambio, era alto. Ojos verdes, rubio, piel perfecta. Todas las chicas del colegio estaban enamoradas de él pero ninguna recibía su atención. Nathaniel siempre se burló del espejo de mano que Adam llevaba a todas partes.

Los había conocido el primer día de clases en la sala de detención, cuando habían hecho explotar la sala de química. Nathaniel, al igual que sus dos amigos, tenía TDAH (Trastorno Deficit de Atención e Hiperactividad). Se metían en problemas constantemente y constantemente los mandaban a la sala de detención. Los profesores generalmente eran pacientes pero el profesor de Arte no soportaba que sus alumnos hablaran.

-¡Black!-gritó el profesor.

-¿Señor?- preguntó Nathaniel.

-Es evidente que tú y tus amigos son expertos en Arte. ¿Podrías nombrarme un pintor Barroco?

-Ehm…¿Picasso?

La carcajada general no pudo ocultar el enojo del profesor.

-Lo espero después de clases, señor gracioso.

Continuó con su aburrida clase.

-Bah- se resignó Nathaniel y se dirigió a sus amigos- el helado tendrá que esperar.

-Señor Black, usted sabe que no debe hablar en clase...-comenzó el profesor de Arte.

-Lo sé, profesor- intentó cortar por lo sano Nathaniel.

-...Y ya me estoy cansando-siguió el profesor- Eres un mal chico. ¿Sabes qué les pasa a los chicos malos?

¿El profesor estaba brillando?

-Ehm- titubeó Nathaniel-¿los premian?

-Los chicos malos…

El profesor empezó a transformarse mientras hablaba. Creció dos metros. Sus brazos se alargaron y les salieron alas oscuras. Su cara envejeció varios milenios. A pesar de lo asustado que estaba Nathaniel, tuvo ganas de dormirse.

-...deben recibir un castigo- terminó el profesor.

Chasqueó un dedo. Una regla cercana se transformó en una serpiente que le mostró los dientes. A un borrador le creció alas y se transformó en un cuervo que gorjeó amenazadoramente.

-¿Qué eres?- preguntó Nathaniel, profundamente asustado.

-Mis hermanos me llaman Iquelo. Pero supongo que para ustedes, mortales, mi nombre es Fobetor.

-¿Mortales?- se extrañó Nathaniel.

Fobetor se rió. A su señal, los animales atacaron a Nathaniel.

Nathaniel esquivó a la serpiente saltando hacia atrás. El cuervo le arañó la cara con sus garras y Nathaniel sintió un dolor inmenso. Apartó al ave de un manotazo e intentó pararse. Fobetor se reía.

-En cuanto mis adorables mascotas terminen contigo- se burló- serás mi cena.

Las "adorables mascotas" se preparaban para atacar cuando la puerta se abrió. Adam y Serena entraron al aula.

-¿Nathaniel, qué es ese ruido? ¿Te falta much..?- Adam se detuvo a mitad de la frase.

Él y Serena miraron al ex-profesor de Arte y se quedaron bocabiertos.

-¿Nos ha enseñado Arte un murciélago de la fruta gigante todo el año?- preguntó Serena.

Fobetor gruño y atacó a los intrusos. Nathaniel no iba a dejar que hirieran a sus amigos. Extendió sus manos y una pared de energía emergió frente al monstruo que cayó al piso estrepitosamente. El cuervo saltó a defender a su amo pero Serena fue más rápida. Entendió la situación al instante. Con sus auriculares, lo enredó para que no puediera volar. Adam rechazó a la serpiente con su espejo y la pisó.

Fobetor se levantó. A sus manos les crecieron garras.

-Los destruiré.

-No esta vez, Fobetor- dijo una voz a sus espaldas.

Un joven alto, rubio y de ojos celestes, empuñando una espada dorada, vestido con una remera violeta y unos vaqueros, había entrado a la habitación. Atacó al monstruo y lo atravesó de lado a lado.

-Semidioses- gruñó Fobetor- no encontrarán paz en sus sueños, mi señora lo impedirá.

Y se disolvió en una ceniza oscura.

-Rápido- dijo el joven- debemos sacarlos de aquí.

Generalmente, seguir a un desconocido con una espada dorada por las calles de New York no es habitual en la vida de cada chico pero Nathaniel confiaba en el desconocido. Rápidamente les contó su historia mientras se alejaban de la ciudad. Se llamaba Jason, lo habían enviado a buscarlos.

-¿Buscarnos?- preguntó Serena- ¿Por qué a nosotros?

Jason se mantuvo callado un tiempo.

-No me corresponde a mi decirles.

-¿Qué era ese monstruo?- preguntó Nathaniel- ¿Y qué significa eso de su señora?

-Fobetor es un dios olvidado- contestó vagamente Jason- El dios de los sueños sobre animales.

-Ah, un dios, claro… ¿Y qué significa eso de semidioses?- preguntó finalmente Adam.

Jason se detuvo.

-No deberían enterarse por mí, pero… Los antiguos dioses griegos y romanos, esos de la mitología, existen en nuestro Mundo Occidental. Tienen hijos con gente mortal: Nosotros, los semidioses.

-¿Nuestros padres son dioses?- dijimos los tres al unísono.

Nathaniel pensó. Él nunca había conocido a su madre. Su padre nunca la nombraba, simplemente no había existido. Sus amigos tenían familias parecidas. La mamá de Adam murió cuando él había nacido, le había dicho su padre. Serena vivía sola con su madre en un departamento de dos ambientes, sin su padre. Pero… eso tenía que ser una casualidad.

-¿Y quiénes son nuestros padres?- prosiguió Adam.

-No lo sé. En teoría deberían reconocerlos en cuanto lleguen al campamento.

-¿Campamento?- preguntó Nathaniel.

-Sí, el Campamento Mestizo- contestó Jason.