Shingeki No Kyojin es propiedad exclusiva de Hajime Isayama.

Drabble nacido de un golpe futivo de la nostalgia.


Allí, en el rocío de la aflicción y postrado en el ancho hombro de Hannes-San, Eren Jaeger fue traspasado por un vestigio de lucidez que le llevó a estimar el cariz de su llanto como el caudal embravecido de su corazón desangrado.

Sus lágrimas dejaron de ser diáfanas, su voz se convirtió en una estrofa del viento, su cuerpo en una cuna para el sufrimiento y su corazón moribundo acabó de reventarse con la mordida estruendosa que desperdigó en el aire una lluvia carmín.

El mismo carmín que con sus muecas pueriles él hacía florecer en los pómulos de la mujer que más había amado en este mundo: Carla Jaeger.

Eren no logró concebirlo. Porque en ese resquicio de su vida, el dolor no le permitió descubrir que su corazón en realidad no se había reventado, sino que fue devorado por aquel titán como lo había sido el cuerpo de su madre. Por el contrario, le cegó la razón, e hizo un pacto eterno con la rabia para juntos crearle uno nuevo donde se le diera cobijo a un odio tan puro como lo era el sentimiento más hermoso de todos: el amor.

Desde entonces, Eren caza titanes.

En busca del corazón que le había sido arrebatado.

Pero él no lo sabía. El dolor tampoco quiso revelarlo.

Y no lo hizo sino hasta después de imbuirlo en el océano turbio de su propia desolación. Cuando en una tregua efímera quitó de sus ojos los velos traslúcidos de la incredulidad, y rasgó su alma en dos con la verdad insalvable de que su adversario, aquel que le había arrancado de tajo el corazón, no eran los titanes.

Era la propia raza humana.

Eren bebió sus propias lágrimas hasta emborracharse de amargura, hizo del sufrimiento un abono al coraje, e infló sus vísceras de ese odio puro hasta fundirlo en la hiel que viajaba por sus venas.

En esa grieta de su conciencia, mientras era carcomido por el calor avasallante de una segunda piel, mientras los tejidos se entrelazaban como los recuerdos se teñían de una placidez ilusoria…

Eren se odió.

Se odió porque allí descubrió que la única manera de recuperar su corazón, la única manera de proteger el de aquellos que pese a todo arrullaba en el rincón más preciado del mismo…

Era convirtiéndose en aquello que juró destruir.

Perder la humanidad.

Por eso Eren se perdonó tan pronto como se odió.

Por eso, blandiendo el aliento de su alma con un grito ensordecedor, tersando los puños con la fuerza de su convicción y estremeciendo los lares con su cuerpo de titán, Eren se convirtió en aquello que juró destruir.

Eren regaló al viento las cenizas de su humanidad.


Mi manera de escribir es rara. Soy fan de la bilis negra y los caminos turbios (?) Entenderé si no entendieron nada. (?) ¡Gomen!

Es la primera vez, en mis dos décadas de vida, que escribo algo de Shingeki No Kyojin. Yu-Gi-Oh! Es el Fandom al que— por defecto— obsequio la tinta en mi plumero. Sin embargo, quise hacer una excepción con Eren, a quien amo muchísimo para mi propio asombro.

¡Millares de gracias por leerme y por darme un fav en caso de que les haya gustado!