DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: HOWL'S MOVING CASTLE ES PROPIEDAD DE WYNNE JONES DIANA.
¡Hola! Bienvenidos a este pequeño fic, el primero que escribo para un libro/película; y por el ende el primero para "El Castillo Ambulante".
Howl sin duda es todo un personaje, y aquí les presento un fic cortito basado más que todo en el libro y en cómo nos hablan de él allí… disfrútenlo~
Capítulo 1. En el que la autora da a conocer los pormenores
Un nuevo día comenzaba, presentado por una hermosa mañana donde el sol brillaba con fuerza, y las nubes apenas se veían, dejando ver el hermoso azul claro que teñía el cielo. Una mañana hermosa sin duda alguna, perfecta para salir de casa en pareja a dar un paseo por las calles del pueblo, o ir a los campos y hacer un picnic, tomar un poco de aire fresco y puro, o simplemente sentarse en el patio de la casa de uno y no hacer nada.
O en el caso de Sophie, aprovechar la energía de un bonito día soleado para hacer limpieza.
Sophie era una chica joven, apenas tenía unos 19 años de edad. Su cabello era de un rojo dorado, -o como diría Howl, como el color de una zanahoria- contrastando perfectamente con su piel blanca y ojos verde-azulados. No era tan hermosa como su hermana Lettie, pero era bonita a su propia manera… bueno, al menos hasta que la malvada bruja del páramo le lanzó un hechizo.
Un hechizo terrible, peor que transformarse en cisne durante el día, o caer medio muerta por una manzana envenenada, o caer en un sueño profundo -que de paso contagia a las personas alrededor-, y pare usted de contar; porque Sophie no podría deshacerlo con una cosa tan trillada como "el primer beso de amor verdadero", de hecho, ni siquiera sabía cómo romperlo. Para empeorar las cosas, el mismo hechizo le impedía hablar de él. El único remedio que la pobre Sophie tenía era que alguien se diera cuenta del hechizo, y no solo eso, sino que ese "alguien" fuera capaz de romperlo. Por suerte encontró a Calcifer, un demonio del fuego que podía ayudarla, a cambio de que ella también hiciera algo por él.
Desde entonces Sophie había estado viviendo en el famoso castillo ambulante del temido mago Howl. El cómo llegó allí, es una historia que dejaré que ustedes mismos descubran. El caso es, que Sophie se encontraba viviendo allí, bajo la excusa de encargarse de la limpieza de la casa, aunque en realidad se quedó allí para intentar encontrar una manera de romper el hechizo que pesaba sobre ella.
Pero la chica tenía mucho trabajo por hacer. No era tan difícil como al principio, los primeros días estuvo limpiando el desastre que era el interior del castillo desde quien sabe cuántos años de antigüedad. Además que por el mismo hechizo, su condición física se había desmejorado bastante. Pero a medida que fue pasando el tiempo, la tarea se hizo más fácil, gracias a su trabajo el castillo se mantenía limpio y reluciente, y su condición física mejoró bastante (esto último presumiblemente obra de algún hechizo de Howl…)
Tras una serie de eventos, entre los cuales descubrió varias cosas importantes, el hechizo fue roto. Finalmente pudo ser la muchacha bonita -aunque ella no lo considerara así- y joven de 18 años de edad, de quien, a pesar de todo, Howl se había enamorado.
Muchas cosas pasaron después de eso, cosas que relataré en otra historia. Lo importante es que Sophie ya llevaba algún tiempo viviendo en el Castillo, oficialmente como la señora de la casa, como la esposa de Howl.
A Sophie le gustaba el Castillo. Era bonito, cálido, acogedor. Un hermoso hogar donde criar a una familia, uno que de paso tiene salida a distintos sitios a la vez. Uno de ellos conducía a un hermoso prado con flores de todos los tamaños y clases, que Sophie vendía como pasatiempo, con la ayuda de Michael, el joven aprendiz de Howl y su futuro cuñado; y a veces con la misma ayuda de Howl, que se pasaba por allí para asegurarse de que no se quedara nada sin vender, sería una pérdida dejar que flores tan bonitas se marchitaran…
Una de las cosas que Sophie descubrió fue la verdad tras el rumor sobre Howl y su afición por devorar los corazones y almas de las chicas jóvenes. El bendito rumor que solo le hizo perder tiempo buscando los susodichos corazones por todo el Castillo, -y remover las cosas del baño de Howl, aunque eso último tuvo un desenlace divertido- era en realidad una distorsión de otra cosa que sí hacía Howl, y, aunque suene feo, era cierto: romperles el corazón.
Sí, el joven mago solía enamorar chicas en las que se fijaba, pero después de que ellas se enamoraban de él perdía el interés y las dejaba. A Sophie no le agradó para nada saber eso, ella era una chica de buen corazón y sintió pena por todas esas chicas que habían acabado enamorándose de Howl, y por ende, desilusionadas.
Se estremeció un momento al pensar en eso, y en que ella también terminó enamorándose de él. Pero el alivio fue inmediato, Howl había demostrado con total sinceridad que la amaba y que solo, óigase bien, repito y recalco, solo tenía ojos y corazón para ella. Un tono suave de carmín inundaba sus mejillas cada vez que pensaba en ello, llegando a profundizarse en rojo tomate cuando era el mismo Howl quien lo afirmaba.
Ahora llevaba unos meses de haberse casado con él, y podía decir que cada día era maravilloso. Michael seguía viviendo con ellos como aprendiz de Howl, y Martha y Lettie se tomaban el tiempo de visitarla a menudo, así que siempre había gente en el Castillo dándole un ambiente cálido y acogedor. En cuanto a Howl, bueno claro está, que discutían de vez en cuando, o quizás más seguido que eso, pero no era nada que no se arreglara el mismo día o al mismo instante. Después de todo Howl no había cambiado mucho, y ella tampoco. Ambos eran orgullosos, y no podían negar, que encontraban placentero y divertido hacer enojar al otro por alguna tontería.
Aquella mañana comenzó temprano para Sophie, quien comenzó a limpiar desde tempranas horas de la mañana. Sus hermanas vendrían a visitarla, y ella quería que todo luciera impecable para su llegada, y además tener una rica comida preparada para compartir con ellas.
El desayuno fue lo primero que preparó, siendo ella y Howl los primeros en probarlo. Aun era temprano por lo que Michael seguía dormido, así que Sophie le dejó el desayuno preparado. Howl salió tras terminar de desayunar, no sin antes despedirse de su esposa con un beso sorpresa.
Luego de eso Sophie comenzó su tarea de limpieza, empezando por el baño que nuevamente había sufrido las consecuencias de los largos y aromatizados baños del mago. Michael se despertó poco después de que Sophie subiera a limpiar, y se puso a charlar animadamente con Calcifer mientras comía.
Poco a poco las horas fueron pasando hasta llegar a media mañana. Sophie bajó a la sala común para empezar las preparaciones del almuerzo, y la manera de lograr que Calcifer aceptara dejarle cocinar. Si había alguien orgulloso, ese era Calcifer. Nunca había permitido que nadie más que Howl usara sus cualidades ígneas, pero Sophie se las había arreglado desde el primer día allí para poder cocinar. Pero ahora la cosa era diferente.
—¡Me niego a que me uses como si fuera un fuego común y corriente carente de inteligencia! ¡Soy un demonio del fuego! —exclamaba—. ¡Un demonio del fuego! ¿¡Escuchaste!? "¡DE-MO-NIO!"
Y con eso se suponía que convenciera a Sophie de que él valía mucho más como para dejarse usar como cocina, pero Sophie siempre lograba voltearle las cartas y lograr que la dejara cocinar en él. El método no variaba mucho, pero siempre incluía alguna recompensa para Calcifer como cáscaras de huevo, un trozo de tocino, y demás.
Como todos los días, Sophie logró que Calcifer la dejara cocinar en él, así luego de terminar de pelar las verduras y ponerlas en la olla para hacer una sopa, comenzó a retirarse hacia el armario de las escobas, para tomar un trapeador y terminar su labor en el baño.
—¡Ya me voy, Sophie! —avisó Michael enérgicamente dirigiéndose a la puerta.
Sophie estaba ya girándose en dirección a las escaleras, e iba a responderle cuando…
—¡Puedta de Madket Chippin! —exclamó Calcifer, aun masticando una papa.
Michael giró el pomo hacia el lugar correspondiente para abrir, preguntándose quién podría ser, ya que normalmente Howl era capaz de abrir la puerta desde el otro lado sin necesidad de tocar. Sophie pensaba lo mismo, pero con un añadido pensamiento de temor al pensar que sus visitas se habían adelantado.
Sophie se fue acercando a la puerta, aun con la escoba en mano, y Michael abrió la puerta.
Lo que vieron los dejó desconcertados a ambos.
Michael, confundido pero apresurado debido a que se la había hecho tarde, salió del Castillo dedicándole una sonrisa amistosa al inesperado visitante. Sophie se quedó en la puerta, observándolo y tratando de adivinar que podía estar haciendo allí.
El visitante era un niño pequeño, de cinco años cuando mucho. Tenía el cabello de un castaño profundo, un tono como el de Howl cuando no se teñía el pelo de rubio. Los ojos eran grandes, curiosos y llenos de vida, y destellaban con un hermoso tono tan azul como el cielo de esa mañana.
Un niño precioso sin duda. Si Martha lo hubiera visto, seguramente se habría enamorado de él al instante y hubiera querido que al menos uno de los diez niños que planeaba tener, fuera como ese pequeño.
Sophie abrió los ojos como platos ante la aparición del infante. Si bien era cierto que antes de vez en cuando algún niño iba al Castillo a buscar algún encargo hecho al mago, no era para nada común ver a un niño tan pequeño allí.
Sophie lo dio por perdido, así que se apresuró a darle paso, antes de que alguien con malas intenciones lo viera y se lo llevara.
Con la entonación más amable que pudo intentar, le preguntó:
—Hola, pequeño. ¿Estás perdido?
Sophie, que se había agachado a la altura del pequeño, vio como este parpadeó tiernamente, en un gesto de puro e inocente desconcierto.
—¿Ezta ez la caza del mago? —inquirió confundido, ceceando de una manera que a Sophie le resultó adorable, pero a la vez hizo que un pequeño escalofrío le recorriera la espalda… Ese silbante ceceo, como cuando un nativo hablante del inglés (o al menos alguien que pronuncie bien) dice "zero", ya lo había escuchado antes.
Tratando de mantener la entonación amable, preguntó—: ¿Te refieres al mago Howl?
El niño asintió enérgicamente, acompañando su gesto con un sonoro y silbante "¡sí!", o mejor dicho, "¡zi!"
Sophie hizo un gesto de entendimiento.
—Sí, pequeño —respondió, apenas aguantando las ganas de saber para qué un niño de su edad querría ver a Howl. Esperaba que no se tratara de un aspirante a aprendiz… Con lo ocupado que estaba Howl probablemente lo rechazaría, y lo último que ella quería era causarle semejante decepción al niño—. ¿En qué podemos ayudarte?
El niño sonrió ampliamente, al ver que la joven dama estaba dispuesta a ayudarle. Con toda la inocencia que un niño de cinco años pueda tener, abrió su boquita para responder con una sola respuesta a todas las preguntas internas y externas de Sophie.
(Y formularle muchas más…)
—¡Vine a ver a mi papá!
Un profundo silencio se hizo sentir en todo el Castillo tras esa declaración.
