Disclaimer: Ni Ezio Auditore ni Rosa me pertenecen, son propiedad de Ubisoft, yo sólo poseo derechos sobre la idea y la escritura. Ahora sí, que disfruten!


Cruzado de brazos, con actitud relajada, apoyado en el marco de la puerta, Ezio observaba la calle. Observaba a Rosa, y sin poder evitarlo una sonrisa surcaba sus labios, la veía allí, arrojando el dinero de su familia, de los Auditore, como si no valiese nada, en alimentos y abrigo para los niños huérfanos.

A diario Ezio veía su hogar invadido de pequeños cuyos nombres le costaba recordar, sobretodo en épocas frías, iban y venían, jugaban, corrían, gritaban, y de vez en cuando algo rompían. Pero él no podía enojarse, no, porque en aquellos momentos en que veía cómo su mujer hacía lo que quería con su casa, con su economía, y con su quietud, un sentimiento más fuerte aparecía, opacando cualquier tipo de disconformidad o enojo.

Sí, Rosa no sería una mujer de clase, podía no ser refinada, de esto ni hablar, tenía un carácter de los mil demonios y era más orgullosa que los mismos hombres que solían rodearla. No era el mejor partido a nivel social que pudo haber escogido, pero de algo estaba seguro… y es que había algo en ella, en su manera de pensar, en su forma de actuar, que le llenaba por completo.

Su sonrisa se ensanchó cuando, bajando su vista, la fijó en el vientre chato de ella. Muchas veces él no estaba al cien por cien seguro sobre sus acciones, pero si algo podía afirmar con orgullo, es que la vida que se abría paso poco a poco entre ellos, había sido la mejor decisión que hubiere tomado jamás.

Ezio sabía que si lograba criar un hijo la mitad de solidario y bueno que su mujer, entonces su bien en el mundo estaría hecho. Cerró los ojos y rió por lo bajo, porque a aquella mujer a la que tanto había aprendido a amar, jamás hubiera sido capaz de elegirla por su belleza oculta, o sus maneras… no, eso sería un insulto para ella. Lo que Rosa poseía, y que nadie más lograba igualar, era un espíritu, una fuerza implacable, un deseo ferviente de ayudar a los más necesitados, de mantener vivos los sueños de la gente, sin importar qué tan dura fuese la realidad.

- ¿Estás soñando despierto de nuevo? –

- ¿Te dije alguna vez lo hermosa que te ves con los niños? –

- … idiota. -