Hola, buenas noches o tardes depende para quién xD Aquí estoy nuevamente subiendo una nueva (o no tan nueva) historia, que bastante cortita. Este fic también lo subí en su momento en Fanfic, así que si alguno ya lo ha leído por allí: ¡shhhh! Jajajaja

Esta historia surgió tras escuchar una canción del grupo The Corrs, titulada "Only when I sleep", si tenéis curiosidad la podéis encontrar en youtube (os pondría el link, pero no me deja ponerlo completo así que xD)

¡Ah! Una cosa más... La letra en cursiva y negrita son los pensamientos de los personajes.

Espero que os guste este fic ^^


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CAPÍTULO 1:Encantado de conocerte

El viento presagiaba la llegada de los meses fríos. Noviembre se encontraba a la vuelta de la esquina. Los días se habían vuelto más cortos y la ausencia de la luz natural durante su transcurso era cada vez más notoria… El cielo se hallaba cubierto por una serie de nubarrones grisáceos que amenazaban con precipitar en forma de pequeñas gotas de agua fría, conocido dicho fenómeno como lluvia. Era temprano y aún era de noche, por lo que todo estaría oscuro de no ser por la presencia de las farolas que alumbraban malamente las calles de la ciudad de Magnolia.

Un joven de cabellos alborotados de un tono rosado opaco y ojos jade oscuro se encontraba en la parada del bus algo somnoliento, captando la atención de la gente que se encontraba a su alrededor. Las personas que estaban en la parada miraban disimuladamente, o al menos eso pretendían, al muchacho… El chico ya casi no reparaba en las miradas que le echaban por la misma razón de siempre: su singular tono de cabello. Llegó a acostumbrarse.

El autobús hacía su aparición y como siempre aquello estaba lleno de gente. La mayoría de los presentes eran jóvenes, cuya edad oscilaba entre los quince y veinte años. Es decir, estudiantes de instituto y universitarios. Luego, escaseaban los adultos, que se dirigían cansados a sus respectivos puestos de trabajo. Y, finalmente, estaban los más ancianos, que acudían a sus citas médicas.

Natsu, que así se llamaba el joven pelirrosa, odiaba ese medio de transporte. Quizás, lo más acertado sería decir que él odiaba todos los medios de transporte por provocarle los incesantes e innecesarios mareos y con ellos, la sensación de náuseas. Pero, sin duda, el que menos soportaba era el autobús. No solo por los mareos, sino porque ese medio solía estar lleno de individuos que hacían que aquello no fuese un vehículo, sino más bien una lata de sardinas…

Haciendo todas las maniobras posibles para esquivar a la gente, Natsu logró bajar del autobús en la parada que se encontraba frente al instituto en el que le eran impartidas las clases: el famoso y reconocido centro de estudios Fairy Tail. En la entrada de este, lo esperaban dos muchachos pelinegros: uno de cabellos más cortos y más alto que el pelirrosa, llamado Gray y otro de cabellos más largos y con un color de ojos inusual de un tono carmesí, conocido bajo el nombre de Gajeel. La relación que compartían esos tres era de amistad, pero también actuaban como rivales. Se podría considerar que todos ellos compartían un vínculo que se llegaba a asemejar a una relación fraternal.

Los tres partieron hacia las clases y, a medida que avanzaban por los pasillos, aumentaba el número de miembros que se le unían a aquel grupo inicial de tres. Por un lado, estaba una muchacha bajita peliazul, discutiendo con el pelinegro de ojos rojos. Se trataba de Levy. Al otro extremo se hallaba otra peliazul, más alta que la anterior y algo más pálida, de ojos azules oscuros y profundos, comportándose como una acosadora con el otro pelinegro de carácter más frío. Se llamaba Juvia. Otra muchacha albina de cabellos cortos se acercó al grupo corriendo, hasta llegar a la altura donde se encontraba su mejor amigo de la infancia, Natsu. Era Lisanna.

Entraron en clase y se sentaron en sus respectivos sitios, armando el mismo alboroto que los que ya se encontraban allí. El bullicio amainó con la entrada de un profesor que rondaría los cuarenta años. Tenía una melena corta y pelirroja repeinada hacia atrás y una pequeña barba que llevaba sin afeitar como un par de días. Su nombre era Gildarts y era quien impartía las clases de historia. Casualmente, su hija Cana, una chica morena y amante del alcohol, se hallaba en la misma clase donde su padre daba sus lecciones. Algo catalogado como "violento" por muchos de los estudiantes que se compadecían de ella.

Después de los breves saludos, comenzaron las clases con la misma sistemática de siempre: explicar el tema, propuesta de ejercicios, corrección e invasión de deberes no muy bien recibidos por parte de los alumnos. A Natsu nunca le gustó estudiar y tampoco es que fuese un estudiante ejemplar… Quizás, una de las razones por las que no sacaba muy buenas notas se debiese a lo distraído que estaba en cada una de las distintas clases.

No obstante, ese día estaba más atolondrado de lo normal. No era capaz de seguir la clase ni siquiera un minuto seguido. Le parecía más atrayente observar lo que se hallaba tras la ventana.

Se escuchaba el preludio de una tormenta. Los nubarrones se iban juntando, formando otro más grande y de un color grisáceo más intenso. Pequeñas gotas comenzaron a caer en el exterior, en un inicio de forma casi esporádica hasta que comenzó a precipitar fuertemente, mojando todas las calles y suburbios que formaban parte de la ciudad de Magnolia.

Natsu se entretuvo viendo el recorrido que hacía una de esas gotas por la ventana, haciendo caso omiso al tema que estaban explicando. Tal era su abstracción, que el profesor tuvo que intervenir dándole un toque de atención a través del lanzamiento de una tiza blanca sobre su pupitre. El golpe hizo que el muchacho diera un pequeño sobresalto.

- Señor Dragneel, sé lo apasionante que puede llegar a ser la lluvia, pero ahora estamos en historia… El análisis de las precipitaciones déjelo para geografía – se escucharon algunas risotadas de fondo por parte de otros alumnos.

- L-lo siento – se excusó el aludido, aún aturdido por la invasión de la tiza. Después, adoptando una pose que manifestaba su aburrimiento, volvió a centrar su atención a la materia en lo que quedaba de clase.

No sabía qué era lo que le pasaba últimamente, pero todo le parecía aburrido y absolutamente monótono. No había ninguna novedad. Había caído en la rutina pura y dura… Una rutina que si la tenía que describir con algún color, sin duda para él, sería el gris. Gris, como el día que estaba haciendo. Sus compañeros de clase y amigos se dieron cuenta de lo abatido que estaba el pelirrosa y le preguntaron que le pasaba, pero él era incapaz de responder nada. Ni el mismo Natsu sabía a qué venía ese malestar.

Una vez que hubo terminado las clases, decidió regresar directamente a su casa. No tenía ganas de nada. Ni siquiera de ir al Daytone a tomar algo y pasar el rato con sus amigos, simplemente no le apetecía. Optó por ir caminando hasta su casa a pesar del largo trayecto que separaba ambos puntos. Mejor eso que subir nuevamente a ese trasto del demonio…

No llevaba paraguas pero poco le importaba. A veces sentaba bien sentir las caricias del agua fría sobre la piel, a pesar del riesgo que eso conllevaba… como pillar una futura pulmonía. En su paseo observaba el entorno que le rodeaba: los edificios, algún árbol que se avistaba, los transeúntes, las carreteras y los vehículos que circulaban sobre estas… En general, veía con detenimiento el movimiento constante que allí se producía y algo le llamó la atención:

¿A qué venían esas prisas? ¿Por qué caminaban y conducían tan apresuradamente? La gente que iba en vehículo se pitaba la una a la otra nerviosos, produciendo ese sonido desagradable a la vez que estresante. Simplemente era incapaz de entenderlo. Se fijó ahora en los individuos que paseaban por las calles, cada uno centrado en su propio universo: madres y padres controlando las acciones de sus hijos; hombres y mujeres dedicados a los negocios con los teléfonos pegados a las orejas; jóvenes caminando sin mirar lo que tenían delante, pues estaban muy ocupados atendiendo a sus respectivos dispositivos móviles; personas que estaban sumidas en la música que escuchaban a través de los auriculares… En definitiva, gente que no era consciente de la otra gente.

Siempre lo mismo. La misma escena y el mismo escenario. El mismo ajetreo y el mismo movimiento apurado. Sentimientos amargos invadían el interior de Natsu.

Finalmente, este llegó a su casa y su gatito Happy acudió en su busca para darle la bienvenida con su maúllo. El joven estaba totalmente empapado y debía de cambiarse de ropa si no quería enfermar, pero el cansancio pudo más y acabó desplomándose en el sofá. Y una vez que se sentó allí era incapaz de moverse. Sentía sus extremidades pesadas, se habían adherido perfectamente al cómodo cojín que formaba parte del sofá. Incluso sus párpados se tornaron ligeramente pesados. Tanto, que inconscientemente cayó en los brazos de Morfeo.

Tras un pequeño intervalo envuelto en la oscuridad, apareció de pronto en medio de un lugar completamente distinto a la ciudad. Era un lugar tranquilo, carente de la presencia de algún edificio. Solo había árboles, numerosos árboles de un verde vivo a la vez que llamativo, los cuales formaban parte de un gran y frondoso bosque. Se escuchaba el alegre trinar de los pájaros, que seguramente se hallaban en lo alto de las copas de dichos árboles. Cánticos harmoniosos que solo realzaban la paz que transmitía dicho lugar.

Los rayos del sol se filtraban entre los espacios que se generaban entre las hojas que crecían en cada una de las distintas ramas, dotando así de gran belleza al paisaje, que ya en sí era hermoso, por el juego de las distintas tonalidades verdosas. Natsu alzó la vista al cielo y pudo ver que estaba completamente despejado. Ni una sola nube amenazaba con aparecer, el cielo se trataba de una inmensa capa azul celeste y el pelirrosa no pudo evitar el sentirse maravillado… Después de tantos días grises y deprimentes aquello resultaba sumamente reconfortante.

Una suave brisa sopló y removió los rebeldes cabellos del muchacho, transmitiéndole una agradable sensación refrescante. Él se iba adentrando poco a poco en aquel cálido y alegre lugar y, en medio de esa arboleda, se topó con una gran roca grisácea. Sobre esta descansaba, lo que parecía, una silueta femenina, cosa que atrapó la mirada del chico.

La muchacha, de tez casi nívea, llevaba puesto un vestido corto de tirantes veraniego, de un tono turquesa, que dejaba entrever sus largas piernas y sus pies descalzos. Sus cabellos dorados brillaban con el baño de luz recibido por los rayos del sol y varios de sus mechones se disponían a bailar a merced de la suave brisa fresca.

Natsu avanzó un poco para acercarse a aquella bella chica que había captado su atención. Por el camino, pisó una rama seca, obligando a la joven a voltearse en dirección a aquel que había sido el causante de dicho ruido. Y fue en ese entonces cuando se pudo dar cuenta del color de sus ojos: eran de un tono café.

Normalmente, aquello nunca le hubiese llamado la atención, pues muchas y muchos poseían ese mismo color de ojos, pero… algo había en los suyos. Un algo que los hacía diferentes del resto del mundo. Puede que aquel brillo especial que presentaban y esa viveza que transmitían fuese lo que tanto encandilaba al muchacho.

La joven, al percatarse de la presencia del muchacho, inclinó su cabeza ligeramente mostrando una sonrisa amable como saludo, un gesto que a Natsu le pareció bastante tierno. Sin pensárselo dos veces, se acercó más a ella cuidando mucho sus pasos. Temía que el más mínimo movimiento brusco hiciera que esta desapareciera.

- Hola – saludó la muchacha de una forma cariñosa, cosa que no le pasó desapercibido. Poseía una voz muy dulce que encajaba con la imagen que esta aparentaba.

- Hola – respondió de igual manera el pelirrosa.

- ¿Cómo estás hoy, Natsu? – preguntaba manteniendo el tono cariñoso.

Aquello le había parecido muy raro al susodicho. Él no la conocía, no recordaba haberla visto… Era verdad que una de las cosas que lo caracterizaban era su mente olvidadiza, pero él tenía muy claro que jamás hubiese olvidado haber conocido a semejante chica… Entonces ¿cómo era posible que ella supiese su nombre si era la primera vez que se encontraban? Y a ese misterio se le sumaba el de aquel tono afectuoso que empleaba con él, aunque eso fuera algo que no le molestara en absoluto. De hecho, lo hacía sentir bien. Tan extraño…

- … ¿Me conoces? – preguntó Natsu algo confundido.

No hicieron falta palabras. La expresión de la muchacha otorgaba todas las respuestas. Sonreía con un deje de tristeza en su mirada y aquello hizo que el corazón del chico se inquietara. Sin embargo, a pesar de la tristeza reflejada en su rostro, ella no hizo ademán de romper el contacto visual que había establecido con Natsu. Soltó un leve suspiró para luego decir:

- Soy Lucy…

Lucy – repitió Natsu para sí su nombre mentalmente. Sin duda alguna el nombre le quedaba. A ella le envolvía un aura positiva. Irradiaba luz. Una luz que, sin saber cómo ni por qué, lo hacía sentir bien internamente. Su presencia hacía que se sintiera en paz consigo mismo, a la vez que con ella… Una luz que suponía una esperanza en medio de aquellos brumosos y tétricos días que se iban impregnando poco a poco en su corazón.

- Encantado de conocertele dijo el chico con una sonrisa.

Ella solo contestó con otra de sus miradas gentiles y acto seguido dio un pequeño salto desde la roca donde estaba sentada para después estar parada frente a él. Al verla de pie, Natsu fue más consciente de la belleza de Lucy, fijándose esta vez en detalles que le habían pasado desapercibidos anteriormente: su altura, que parecía encajar perfectamente con la suya; su fina cintura y sus anchas caderas; sus generosos atributos, sus carnosos y un tanto sensuales labios…

Ahí había algo que no cuadraba. La chica no podía ser de este mundo, había demasiada perfección en ella. La mujer se acercó más a Natsu y lo agarró de sus muñecas, tomándolo por sorpresa y dejándolo casi sin aliento.

- Tengo que irme…

- ¿Ya? ¿Adónde vas? ¿No puedes quedarte un rato más?

- Nos veremos otra vez– decía soltándolo lentamente en una suave caricia y alejándose de él poco a poco.

- Espera… – Natsu logró alcanzar su brazo y esta volteó un segundo. No se llegó a sobresaltar por el repentino agarre del chico.

- Tienes que despertar– decía dándole un pequeño apretón en su brazo, el mismo que, hasta ese entonces, estaba sujetando el de Lucy. Después volvió a alejarse.

- ¿Despertar?– murmuró este confuso.

Abrió los ojos repentinamente y se encontraba en un sitio completamente distinto… ¿Dónde estaba la luz? ¿Dónde estaba lo verde? ¿Y el piar de los pájaros? Solo estaba rodeado por muebles que normalmente se encontraban en los salones: una mesa café, un sofá, dos sillones, un televisor, alguna estantería, la mesa del comedor y sus correspondientes sillas, etc.… Además de un gato peliazul que restregaba su pelaje contra su mano para sentir las caricias del dueño.

A Natsu le costó un rato reconocer que se hallaba en su propia casa, donde vivía habitualmente y que todavía tenía su indumentaria empapada.

- ¿Un sueño?

Pero había parecido tan real – pensó para sus adentros.

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Bien, hasta aquí por hoy.

Espero que haya despertado vuestro interés y que os haya gustado este inicio. Ya aviso que al principio será un poco confusa esta historia, pero es lo que pretendo jajaj

Recordad que los comentarios/críticas constructivas son siempre bienvenidos.

Os mando un beso y un gran abrazo.

¡Nos veremos en el próximo capítulo!