Hola ahora estoy de vuelta ya con todas las energías recargadas, ya estaré poniéndome al día con mis otras historias y estoy feliz, ya que muchos aun continúan leyendo las locuras que escribo.

Pronto actualizare mi perfil para que sepan porque en épocas como vacaciones y días festivos no duermo mucho (trabajo).

Esta historia tengo pensado hacerla mas corta que las otras que tengo sin terminar, todo depende de cómo se vaya desarrollando.

Como siempre Kishimoto es el dueño absoluto de todos los personajes de Naruto, tan solo los tomo un rato para crear todo tipo de ideas.

Y como siempre creo que solo me salen historias oscuras y deprimentes….

La oscuridad del chico zorro

Su débil cuerpo caía con pesadez sobre el frío suelo mientras veía como le cerraban la puerta, dejando encerrado como otras tantas veces en aquella habitación sin luz.

Era ya normal para el aquello ya que sin motivo siempre era maltratado y humillado.

Y cual era la razón simple era un huérfano, no existía nadie que le defendiera no había nadie que quisiera sacarlo de aquel sitio.

Pero más que otra cosa era que a sus catorce años ya era un delincuente y ahora estaba pagando una condena, pagando un delito como si de un adulto se tratara.

Ya no recordaba si alguna vez tuvo una familia, si alguna vez fue feliz, en aquel sitio que le absorbía cada vez más.

La puerta se abre de pronto mientras otro chico es arrojado dentro de ella.

Acostumbrado a aquella oscuridad puede apreciar una rubia cabellera que se alza para dejar a la vista unos ojos azules tan profundos que logran como siempre calmar la furia que guarda dentro de el, pero mas que eso es aquella sonrisa que le dirige y le tranquiliza de una forma casi mágica.

Se acerca mientras que el primer chico solo logra sacar un suspiro.

-Vamos demuestra mas alegría de verme

-Naruto… por que no simplemente me abandonas, tal vez tú tengas más salvación que yo.

- Vamos Gaara deja de llorar como niñita – mientras decía esto ya tenia una mano sobre la cabellera rojiza del chico sentado sobre el suelo mientras veía como los ojos verdes del chico le lanzaban una mirada de enojo.

-De seguro hiciste algo solo para estar aquí conmigo- el pelirrojo no dejaba a un lado su mirada de enfado.

-Gaara, deja de quejarte no puedes estar feliz de que este aquí – el rubio le sonreía mientras le acercaba un pedazo de pan

El le miraba sorprendido mientras que aceptaba aquella parte.

Al final de cuentas en aquel sitio solo se tenían a ellos dos cada uno culpado por delitos diferentes, cada uno con su propia oscuridad y cada uno la llevaba a su manera.

-Por que te han traído esta vez Gaara, no eres de los que se meten en problemas

El pelirrojo solo miraba a un punto imaginario sin prestarle atención a su compañero

Gaara…

Gaara

Gaara

Gaa… le miro mientras que veía que su compañero se encontraba dormido y recaía sobre su hombro.

-Maldito Gaara, solo lo permito por que esta vez te dieron mas duro de lo normal.-así que el continuaba comiendo el resto de aquel pedazo de pan, mientras sacaba una pequeña hoja escondida entre sus ropas sucias y viejas, una sonrisa se asoma mientras cierra recordaba algo.

Naruto recuerda su soledad, desde muy pequeño vivió en las calles luchando por sobrevivir sin que nadie le tendiera una mano.

Eso es lo que el recordaba.

Pero un día su suerte empeoro y fue acusado de un delito, al ser un chico de la calle y sin que alguien le defendiera término en aquel sitio cumpliendo una condena.

La cárcel pronto se convirtió en otro sitio en el cual tenia que sobrevivir por un lado se encontraban los guardias que resguardaban aquel sitio, y por otro lado el resto de los chicos de los cuales muchos habían cometidos crímenes mucho peores.

Uno de ellos era precisamente Gaara del cual ahora tenia como amigo, de alguna forma ambos se cuidaban las espaldas incapaces de traicionarse el uno al otro.

Muy pronto comenzaran a llamarlos demonios.

Naruto el Zorro y Gaara el chico que solo se ama a si mismo.

Así iba su vida en aquella oscuridad y lucha por sobrevivir no había nada que le motivara mas que eso, pero hace poco algo empezó a cambiar.

Como siempre era castigado y obligado a barrer la inmensa cantidad de hojas que yacían en el patio de aquel lugar, era un trabajo muy pesado tomando en cuenta lo grande que era aquel sitio, además de monótono sobre todo para alguien que no puede quedarse quieto mas de cinco minutos.

Aquella tarde el más que aburrido y hambriento había terminado por tirar de nuevo aquellas hojas mientras se arrojaba en ellas.

Una risita le saco de aquella pelea entre el y las hojas y frustrado se disponía a dejar en claro que de el no se burlaba nadie, pero para su sorpresa no encontró nada.

La risita volvió a escucharse pero esta vez le presto más atención y pudo ver que provenía de afuera de la reja, y pudo ver que se trataba de una chiquilla de más o menos de su edad.

Una chica de cabello oscuro con un sombrero blanco que cubría su cabello, el viento comenzó a soplar mientras su vestido blanco se alzaba, y ella solo se sujetaba su sombrero impidiendo que saliera volando.

El rojo como un tomate solo la veía sin saber que hacer.

Ella le miraba curiosa mientras le sonreía tímidamente.

Aquella sonrisa le tomo desprevenido, no recordaba que alguien le haya sonreído a el de ese modo.

Pero no entendía como aquella chica estaba en aquel sitio, no parecía ser una vagabunda por la ropa que llevaba, no parecía estar asustada o perdida.

Solo estaba ahí parada mirando como si el fuera la cosa mas interesante del mundo, y por un momento pensó que se burlaba por su apariencia.

Pero antes de que pudiera hacer algo el rugir de su estomago le devolvió a su realidad, aquello llamo la atención de la pequeña y saco algo de una de sus bolsas.

Un paquete de galletas que le ofrecía ante el asombro del rubio.

Sin saber como tomar aquel gesto el seguía de pie mirándola como si se tratara de un bicho raro.

Ella sin entender muy bien lo que pasaba por la mente del chico, le hace señas de que lanzara el paquete, mientras que el rubio ve como con dificulta logra pasar a través de la enorme reja de metal, cayendo cerca de donde se encontraba.

Ella puso una cara de temor por que las galletas cayeron al piso mientras que el las toma devolviéndole la sonrisa haciendo que esta se ruborice.

Sonriendo la chica se aleja despidiéndose con la mano mientras que el devuelve aquel gesto, sumido en miles de sentimientos nunca antes sentidos.

Desde ese día ella siempre aparece a través de la reja llevándole comida, a veces solo canta, o le ve nunca hablan es como si eso no fuera importante, como si con tan solo verse sus almas se conectaran.

El día de hoy ella solo le pudo traer un poco de pan y como siempre el lo comparte con su amigo.

Solo espera que el día de mañana le castiguen con recoger las hojas como todos los días.

Muchas gracias por haberse tomado tiempo de leer esta historia