Tranquis. Este es un reto semanal. Supongo yo :3. No dejaré abandonados los otros fics, siempre actualizaré (:. Gracias a GUI! Una estupenda compañera, que se atreve a hacer otro reto junto a mi :P

Disclaimer: Jotaká POWER!


Todo a su alrededor estaba oscuro. Tan oscuro, que el único viandante que había por el maltrecho sendero mantenía su varita en lo alto, intentando iluminar su camino. Truenos retumbaban en la lejanía y las gotas caían con fuerza. En lo alto de la colina, se erguía una fortaleza. Hizo una floritura y la gran puerta de madera maciza se abrió de golpe. Chorreando agua, la alta figura entró en una de las salas. En ella, lo único que se oía era el crepitar del fuego en la chimenea.

-Hace mal tiempo fuera, Albus-Ronroneó una sedosa voz.

-Perfecto para mi gusto, Gellert-Contestó Albus, secando sus ropas con la varita-Pero sabes muy bien porqué estoy aquí esta noche.

El cabello rubio del hombre ondeó cuando se levantó. Apenas fue un movimiento de varita el que utilizó para mover todo el mobiliario de la sala.

-Veo que no has cambiado nada, amigo-Respondió señalando el largo pelo de color caoba-Pero tus ideales…

-Defenderé a todo aquel que esté en peligro-Albus preparó un hechizo en su mente, alzando la varita.

-Eso deberías de habérselo preguntado a la pequeña Ariana…¿No crees?

El rostro de Albus se contrajo de dolor. ¿Cómo se atrevía a mencionarla? ¿Cómo podía decirle eso?. Habían pasado años desde ese terrible accidente. Albus había asumido toda la culpa, no podía pensar que uno de aquellos hechizos había sido de Aberforth. Ni si quiera de Gellert. Pero eso había cambiado con el paso de los años.

-No permitiré que hagas daño a nadie más-Un rápido hechizo morado cruzó la sala.

-¿Por el bien de todos?

La sala se llenó de vivos colores. Rojo, amarillo, azul, morado, quizás verde. Uno calló al suelo y fatigado farfulló:

-Mátame, lo deseas. Ya sabes, por el bien de todos-Una sonrisa se expandió en su rostro, a sabiendas de que no lo haría.

-El tiempo lo hará, o quizás alguien más malvado que tú.

Le inmovilizó. Y esperó a que su patronus llegara cuanto antes al Ministerio de Magia. Sentándose en el sillón que Gellert había ocupado hasta su llegada, se hundió. Seguí con la duda de que el hechizo que la mató, era suyo. Había matado a lo más sagrado que tenía. Sendas lágrimas corrieron por su rostro. Albus sabía, que no podía hacer nada para saber quién fue. Por eso decidió, que protegería a todo aquel que reclamase su ayuda.