Disclaimer: Ninguno de los personajes, ni nada de D gray man me pertenece. Todos los derechos a su mangaka Katsura Hoshino.

Fic elaborado sin fines de lucro.

x

Título: Sentimientos Revelados

Pareja: Kanda Yuu x Allen Walker (YULLEN)

Advertencia: Contiene algunas partes de Lavi x Allen (LAVEN)

x

Especial agradecimiento a mi Caracolita por su tiempo para revisar esta historia, sus consejos y correcciones. Usted lo sabe, la quiero mucho.

Esta historia es la versión editada y corregida de mi fic original.

[ 21 de Julio de 2016]

01

El reloj marcaba las doce de la noche, en la congregación de las sombras, donde un joven de cabellos plateados se encontraba aún despierto dentro de su habitación.

—¡Ah, no puede ser! Tener hambre a estas horas... —exclamó Allen al oír el ruido proveniente de su estómago. Tendré que ir por un bocadillo nocturno, pensó al levantarse de la cama.

Mientras caminaba hacia la cocina le pareció ver una figura deambulando por los pasillos, se acercó unos pasos más y pudo recocer de quien se trataba.

—¡Kanda! —llamó enérgicamente. Era un poco extraño verlo despierto a tales horas, más aún con el uniforme todavía puesto.

Su compañero lo ignoró por completo y continuó con su camino. Allen decidió darle alcance.

—No me ignores cuando te hablo —dijo un poco molesto colocándose frente a él.

—¡Tsk! No estoy de humor para soportar a un molesto brote de habas como tú —le dijo, dirigiéndole una de sus características miradas hostiles.

—Tú nunca estas de humor... —susurró, intentando recordar si alguna vez había visto a Kanda tratar bien a alguien. No pudo recordar ninguna ocasión.

—Te escuché, brote de habas, y si nunca estoy de humor no es asunto tuyo.

—¿Cuántas veces tendré que decirte que no me digas brote de habas? Me llamo Allen, ¡Allen Walker! —exclamó, gritando lo último.

—¡Baja la voz! —lo regañó mientras colocaba la mano en su mugen—. ¿Quieres despertar a los demás?

—No, pero es tu culpa por llamarme brote de habas, Bakanda.

Otra mirada poco amigable. Sin dudarlo desenvainó a mugen y la colocó a milímetros del rostro de Allen.

—¿Qué has dicho?

—N-na... nada —tartamudeó. Kanda sí era capaz de dañarlo.

—No perderé más tiempo contigo, quiero descansar —guardó a mugen en su lugar para retomar su camino—. Tú regresa a tu habitación de una vez, brote de habas. Si sigues deambulando por los pasillos como alma en pena matarás de un susto a alguien.

Antes de regresar fue por su bocadillo nocturno, como era su plan inicial antes de toparse con Kanda. Pronto serían las dos de la mañana. Su estómago ya no tenía hambre y, sin embargo, seguía sin poder conciliar el sueño. Se interrogaba a si mismo qué clase de misión hizo que su compañero regresara tan tarde a la orden.

—Se lo preguntaré mañana en el desayuno —se dijo antes de acomodarse dentro de las sábanas, dispuesto a dormirse de una buena vez.

A la mañana siguiente se levantó temprano para bajar al comedor a desayunar. Fiel a su costumbre pidió una montaña de comida; platos de arroz, tortillas de huevo, panqués, jugos de diversas frutas, hot cakes, pan con mantequilla, etc. Buscó a Kanda con la mirada para sentarse con él; debía ser fácil, por su personalidad nadie quería sentarse en la misma mesa. No obstante, no lo encontró por ningún lado.

—Buenos días, Allen —lo saludó Lenalee Lee. Al no recibir respuesta le dio un ligero golpe en la espalda a su amigo.

—¿Ah? ¿Qué sucede, Lenalee? —preguntó volteándola a ver.

—Eso lo debería preguntar yo. Pareces estar en otro mundo.

—Lo siento, Lenalee. No te escuché —se disculpó con una sonrisa y continuó buscando a Kanda con la mirada por todo el comedor.

—Sí, lo note. ¿A quién buscas? —preguntó con curiosidad.

—A Bakanda, pero no lo encuentro por ningún lado. Él desayuna muy temprano, ¿todavía seguirá dormido?

—Según tengo entendido él ha salido a una misión —le comentó. Ella vio cómo le entregaban la información referente a la misión cuando llevó café a la oficina de su hermano más temprano.

—Regresó en la noche, lo vi.

—Esta mañana ha salido a otra misión —dejó escapar un suspiro—. Querían mandar a alguien más, pero él insistía en ir. Últimamente está trabajando demasiado.

—No está bien que se exceda tanto —dice mirándola a los ojos. Estaba algo preocupado por su compañero y sus ojos lo reflejaban—. Sé que Kanda es fuerte, pero debería cuidarse más.

—Allen, te preocupas mucho por Kanda, ¿verdad? —preguntó con dulce voz. Ver de tal manera a Allen le provocaba ternura.

—¡¿Eh?¡, ¿preocuparme por Bakanda? —rio nerviosamente—. Nada de eso, sólo lo decía porque, bueno, tú sabes, él...

Lenalee no pudo aguantar más y soltó una sonora carcajada.

—No te burles de mí, por favor —pidió apenado. Algunos buscadores que se encontraban desayunando les dirigieron una curiosa mirada al escuchar la carcajada.

—Lo siento, Allen. No me burlaba, comprendo tu preocupación. Pasamos tanto tiempo juntos que más que compañeros somos una familia —se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro—. Y es normal preocuparse por tu familia.

—Supongo que tienes razón —respondió con su característica sonrisa. Sin embargo, la preocupación que sentía por Kanda era distinta a la que sentía por Lavi, su maestro e inclusive diferente a la que sentía por ella.

Su amiga lo tomó de la mano, jalándolo para llevarlo a la mesa más cercana y vacía que vio. Se sentaron a esperar que les llevaran el desayuno que pidieron, comer siempre animaba al exorcista. Jerry no tardó en llegar con la montaña de comida de Allen, una tortilla de huevo dulce y un vaso de leche para Lenalee.

—No debes preocuparte tanto. Kanda sabe cuidarse sólo mejor que nadie —comentó al cabo de un rato al ver que Allen apenas si había tocado su comida—. Además, si la misión tuviera alguna complicación, lo sabríamos de inmediato para ir a ayudarlo.

—Es verdad —las palabas de su amiga le otorgaban un poco de tranquilidad, y le ayudaban a despejar aquel mal presentimiento que comenzaba a inquietarlo—. Gracias.

Su humor mejoró, comenzando a comer tan rápido que pareciera que ni siquiera masticaba de manera correcta los alimentos. Uno tras otro fueran desapareciendo los diversos platillos, disminuyendo a la mitad su desayuno en cuestión de minutos.

—Calma, Allen. Debes comer más despacio si no quieres ahogarte —dijo y, como si se hubiera tratado de una predicción más que una advertencia, a su amigo se le quedó atorado en la garganta un pedazo de hot cake. Se apresuró a darle su vaso con leche, Allen lo tomó, bebió el líquido y logró hacer pasar la comida.

Ambos jóvenes rieron. Terminaron de desayunar con tranquilidad, comentando detalles de sus últimas misiones, cuántos fragmentos de inocencia habían encontrado, los akumas que enfrentaron, entre otras cosas. Después, cada uno se dirigió a su lugar de entrenamiento. Al pasar frente al cuarto de Kanda una nueva inquietud lo invadió, Allen se detuvo. Más te vale regresar pronto, sano y salvo, Bakanda, pensó y continuó su camino.