Cicatriz.
Vocaloid no me pertenece
Notas iniciales: El siguiente fanfiction está en la misma línea de historia que el fanfiction "¿Cómo puede el amor ser algo malo?" les recomiendo que lo lean antes o después de este para entender algunos detalles, pero la historia en sí, está adaptada para poder funcionar por sí misma, pero el lector ha de considerar que la narrativa seguirá al Hijo de Len y Rin en ciertos puntos. Trata más acerca de ciertos hechos en la vida de este, no más allá de donde nos coloca la historia antes mencionada. Puedo confiarles en que este fanfic se desarrolló todo junto, como el fanfic "¿Cómo pudo ser?", dividido en partes subtituladas, pero para poder facilitar y ablandar la lectura, lo he decidido dividir en capítulos individuales. Empezando por el prólogo.
Más adelante, exploraremos la vida de los otros hijos de la pareja de gemelos incestuosos favoritos de todos.
Desde la realización
Cuando Len Kagamine comprendió que sería padre, solamente una pregunta flotó hasta el tope de su ser consiente, una vez que hubo comprendido el proceso que había dado paso a aquello, su capacidad mental solamente se centró en la mayor de las posibles preocupaciones: "¿Cómo podré ser un buen padre?". Él era de una mente algo más tradicionalista que el oriental promedio. Conocía apropiadamente las reglas de sus responsabilidades, de inicio a final, aceptaba que se había algo que hacer, tenía que hacerse, y hacerse por todos los medios bien. Tener un hijo era por lo tanto la prioridad perpetua sobre la cual debía ahora de centrar todos sus esfuerzos. Comprendía a la perfección las ideas que hacían marchar el capitalismo, y comprendía la importancia del papel moneda y del crédito económico en la crianza. Más eso no le preocupaba en un solo instante, pues fundamentado en su ideal de la paternidad, se encontraba la idea de que cualquier podría ser buen padre, independientemente de si poseía o no los bienes económicos. Sabía por experiencia propia que aquellos padres quienes fallaban, eran los que no podían brindar todo lo posible a sus hijos, sin importar cuanto fuera lo que tuvieran. Tampoco creía necesario que tuvieran experiencia. Pues cualquier podría hacer un buen trabajo a la primera, y hacer uno excelente a la segunda o a la tercera. Era precisamente lo que más le aterraba.
¿Cómo se definía a un buen padre? Aquel que mantenía el respeto y el amor de sus hijos. ¿Cómo se conseguía esto? Supuestamente, ha como él lo entendía, solamente bastaba amar y ser comprensivo, pero a la vez, represivo cuando hiciera falta, no tratar de estar en lo correcto, pero hacer lo que fuera correcto, enseñar lo que son los errores y a la vez. Podía repetirse esos ideales que tenía para un papá perfecto, basados en la percepción de la fallida relación con su propio progenitor, y en cómo no hacer justamente lo mismo que él hizo. Pero lo cierto es que sus ideales poco tendrían que ver con la verdadera tarea de criar a un hijo, y él lo sabía a la perfección. No importaba cuantos libros leyera, o cuantos programas radiales con consejos se concentrase en escuchar; estaría a cargo de otro ser humano, durante los primeros años de su existencia, hasta que fuera capaz de valerse por sí mismo, jugaría al importante rol de la paternidad, como el artesano que funde y forja en vidrio, trabajaría con lo más delicado e irreparable de su vida.
Así pasó las siguientes horas interminables que consistieron en la etapa de gestación de su esposa Rin. Ella era tan delicada, y tan perfecta ante sus ojos, el único verdadero amor de su vida. Los días enteros que pasó temeroso, fueron acompañados por la incertidumbre acerca de la salud de su futuro hijo, temor constante, resultado de la unión endogámica en la que se había engarzado. Aquella historia de cómo fue que tuvieron que superar el prejuicio social en contra de su unión, fue por sí misma una travesía aparte. El asunto de ser un padre, vivió por sí mismo, y él recordaría claramente, como al final de cada día, cuando el agotamiento acababa con su querida hermana, él trataba de tomarla con cuidado, abrazarla por el vientre, y procurar el más mayor de los cuidados, no soltarla de su protección.
Solía tener toda clase de sueños. Algunos en donde podía dar la medida adecuada por aquel hijo que se aproximaba. Otros, en donde simplemente fallaba, y veía a su pequeño convertido en una desgracia, sin siquiera aproximarse a una idea específica, pues al despertar, razonaba su visión, encontrando siempre un punto positivo en el final de su hijo. Trataba de interpretar la mayor parte de sus sueños, eliminar las posibles intervenciones de terceros dentro de estos para poder entenderlos mejor, entender que querían decir, comprender en que partes había él de intervenir, y al final tuvo una idea.
El día del nacimiento llegó, el mismo día en el que iniciaba la primavera. Un suplicio interminable para Rin, quien se esforzó lo más posible para traerlo a la luz de la vida, sintiéndola emanar de sí misma como el milagro más abundante de la tierra. Para Len, en su inmensa empatía, solamente pudo tratar de comprender el dolor de su amada, sosteniendo su mano, acariciando su vientre, prometiéndole todo el cariño y el amor del consentimiento una vez que terminara el nacimiento. Finalmente, la hora marcada fue la misma cuando la luna se elevó tras el descenso del sol, Y Vigo fue el nombre que le dieron al diminuto ser que había producido con amor.
Desde los primeros días el cuidado fue el más cuidadoso posible. Len y Rin trataban de atender hasta en sus más mínimas necesidades. Lo primero era facilitar el alimento, y amamantarlo era lo principal, el acto fundamental de la maternidad y del cuidado. Len lo hacía dormir, lo limpiaba y cambiaba sus pañales en toda ocasión posible, con tal de que su querida hermana no se cansara o no lo hiciera. Hacían su parte, cada uno de los dos, despertar en la madrugada para atenderlo, si es que algo perturbaba su sueño, y jugar con el de manera delicada, como con un pétalo de flor al que se desea conservar en su esplendor. Y él, en toda su actitud de bebé, respondía no haciendo otra cosa más que exigiendo más y más, llorando cuando no se le hacía caso, portándose malhumorado cuando no era el centro de atención, todo lo que se le puede atribuir a un bebé.
Pero ellos lo cuidaron sin importar lo que pasaba, trataban de darle su lugar y la atención adecuada. Dijo su primera palabra cuando Len lo sostenía en sus brazos, un débil y apenas audible "papi", que soltó mientras su padre le dictaba la forma en la que había de pronunciar cada silaba. Tras la emoción inicial, llamó a Rin para que escuchara la palabra con esa débil pero inocente vocecilla, y él, como si hubiera estado esperando, dijo su segunda palabra: "Mami", al responder a la petición de Rin de volver a sacar su voz. Le enseñaron poco a poco a hablar, a interactuar con el resto de las personas con palabras cortas, y aunque él era tímido la mayor parte de las veces, prefería ser más abierto y cariñoso con sus padres.
Para cuando aprendió a caminar, sus padres ya le habían otorgado un hermanito menor, y otro más para cuando ya podía hablar claramente con las demás personas. Hacía cortos comentarios, y sus padres siempre fueron lo mejor que existía en el mundo. Len siendo su héroe, su ejemplo de valor y de justicia, más que cualquier superhéroe que existiera. Mientras que Rin, símbolo de la belleza, de la bondad y del cariño, inmaculada por donde la viera, aprendió de ella la amabilidad y la gratitud; mientras que sus hermanos, fueron para él, muchas veces pequeños compañeros, pupilos en ocasiones, y rivales por la atención en otras. Y cuando nació su tercer hermano, esta vez una niña pequeña, se sintió como el automático protector de esta, como un formidable caballero quien la cuidaría y la protegería de todos los males desconocidos del mundo exterior. Así vivió los primeros años de su infancia, entre nada más que compasión y amor, luego de eso, tuvo que experimentar la compleja separación que se ha de experimentar en todo ser humano, al comenzar a crecer cada vez más y más.
Fin del prologo.
Espero que hayan disfrutado, subiré los demás capítulos de manera consecutiva.
