PRÓLOGO
-¡La matará si tiene oportunidad!
Kenshin resopló y esbozó una sonrisa que demostraba bien a las claras que a quien le encantaría matar sería a él mientras Izuka seguía con su retahíla de insultos. Ese hombre no podía ser más patético.
-La matará si se lo ordeno.
La voz de Kogoro Katsura se hizo oír entre los quejidos de Izuka queriendo dar por zanjado el tema. Llevaban toda la mañana discutiendo los pormenores del problema e Izuka parecía no darse por vencido. Kenshin en cambio mantenía una postura completamente indiferente. Para él, lo que pedía Izuka era lo mejor, pero parecía que Kogoro no pensaba igual.
-Por favor, señor Katsura. Deje que yo me encargue de este asunto. Himura no es la persona más apropiada para esto. No es por faltarle, es un gran guerrero, de eso no cabe duda, pero no está preparado para hacerse cargo de alguien tan importante.
Katsura se amasó el entrecejo con exasperación y Kenshin casi deseó que le diera la razón de una vez a Izuka y lo dejaran marcharse. Se sentía cansado después de toda una noche de trabajo y lo único que deseaba era asearse y dormir las escasas horas que su conciencia y sus pesadillas le dejaran. Sintió el impulso de saltar para darle la razón a su compañero, pero ante la feroz mirada de Katsura se mantuvo sabiamente callado.
-He dicho que no y es que no, y no se hable más. Una sola queja mas Izuka y habrá graves consecuencias te lo aseguro.
Miró a Kenshin, y su mirada se suavizó casi de manera imperceptible. Sentía un gran afecto por ese chico, y en parte se sentía en deuda con él. La había fastidiado de la peor de las maneras y quería remediar el daño a toda costa, pero de mas era sabido que ya era demasiado tarde. Lo único que podía hacer era intentar mantenerlo ocupado en otros asuntos mientras intentaba buscar a alguien que se hiciera cargo de su faena. Solo esperaba que Kenshin pudiera perdonarlo algún día.
-Himura, te ocuparás tú de la chica, y no se hable más.
Kenshin se guardó una replica. Una chica. Solo le faltaba eso. Su trabajo era ejecutar, no hacer de niñera y más si era la hija del enemigo. Ese plan no tenía ningún fruto que pudiera madurar. ¿En que estaba pensando Katsura al pedirle eso? Claro, que él no sería quien lo desobedeciera, pero si había algo que pudiera hacer para evitar tal situación, lo haría.
-Señor, yo creo que Izuka tiene razón. Yo solo sé matar, y usted me está pidiendo que cuide de una... –hizo una mueca y prosiguió –mujer... no creo que sea una buena idea. Estoy seguro de que la chica terminará, en el mejor de los casos, herida por mi falta de delicadeza en estos menesteres.
Katsura frunció el ceño de manera feroz. Tenía unas ganas inmensas de sacar su espada y ponerse a dar estocadas hasta el cansancio, o cuanto menos clavarles la katana en algún lugar que les hiciera recordar con quién estaban hablando.
-¿Osas desobedecerme, Himura?
-Jamás, señor.
-Entonces haz tu encargo. La mantendrás bajo tu custodia hasta que yo te lo ordene. Y procurarás que no le pase nada, a menos que quieras hacerle compañía bajo tierra.
Kenshin le mantuvo la mirada sin flaquear ni un solo segundo. No le daba miedo la muerte, y su amenaza le traía sin cuidado, Katsura lo sabía de sobras. Ese chico había nacido para morir en la guerra. Era demasiado temerario y deseaba tanto la muerte que no había nada de lo que él pudiera convencerle con amenazas a menos que el propio Kenshin quisiera hacerlo. Por suerte, no solo era temerario, sino también leal hasta la medula y como se había supuesto, aceptó a regañadientes.
-Entonces doy por zanjado este tema. Si tenéis algo mas que decirme estaré a bien escucharlo, sino os ruego que me dejéis para que pueda trazar con calma las siguientes acciones de la organización.
Izuka hizo una reverencia a modo de despedida y se marchó rápido. Estaba cansado de ser la comidilla de la organización. El chico de los mandados, mientras que el maldito de Himura se llevaba todos los meritos por hacer lo que él, a buena gana haría... y no solo con sus enemigos, sino con algunos más. Atravesó la estancia a toda velocidad y salió de la posada. No quería enfrentarse a la vergüenza de tener que contarles al resto de sus compañeros la deshonra que le habían hecho, cuando él mismo se había jactado de que Katsura lo tenía en gran aprecio y se haría caso de sus consejos. Necesitaba un poco de aire.
Kenshin lo siguió con la mirada hasta que lo perdió de vista, esbozando una sonrisa socarrona a medio camino entre el humor y la exasperación. Miró a Katsura fijamente a los ojos. Nunca le había temido, a pesar de que tan solo era un chico, sabía de sobras que si quisiera Katsura no sería rival para él, el problema era que no quería. Prefería morir o ser torturado antes que fallarle al único hombre que lo había tratado con amabilidad. Le costo la misma vida recordar lo que le estaba pidiendo. Le estaba pidiendo que hiciera de canguro de una niña. Que dejara su faena por una temporada para cuidar a una persona que bien podría traerles la desgracia a la organización. A las alturas en las que estaban era un plan tan arriesgado... y por eso te lo pide a ti. Soltó el aire despacio, y entonces se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración demasiado rato.
Katsura le sonrió esta vez de manera abierta, como haría un padre orgulloso de su hijo, pero en el fondo de sus ojos almendrados había una bruma de culpabilidad. Siempre estaba ahí cuando miraba a Kenshin, y el no era ningún tonto para no darse cuenta. Siempre había sentido curiosidad por saber porque lo miraba así, pero había aprendido hacia mucho tiempo que era mejor no inmiscuirse en los pensamientos de los demás a menos que quisiera verse afectado.Y mucho menos en los pensamientos de alguien como Katsura. No obstante, había veces en que la confianza que depositaba en ese hombre le jugaba malas pasadas.
-¿En que piensa, señor?
-Tienes tan poca fe en ti mismo, Himura...
-Mi vida es gritos, sangre, muerte y espada. No hay nada agradable en lo que pueda volcar la fe. Mi única fe es vivir un día mas para poder cumplir sus encargos y ver como al fin alcanzamos la paz a manos de la restauración y después, morir en paz de una puta vez.
-Son palabras muy duras para un chico tan joven como tu.
-Mi vida no es un jardín de rosas, señor. Soy un ejecutor.
Y Katsura lo sabía, y por todos los demonios, era lo que intentaba cambiar, pero necesitaba que él viera algo diferente a todo ese mundo de miseria, pobreza y guerra que los rodeaba. Y a la vez no podía evitar sentirse culpable otra vez. Lo estaba utilizando de nuevo como tantas veces había hecho ya. No le estaba pidiendo que ejecutara a nadie, que se echara a las espaldas a otro fantasma con el que cargar en su conciencia, pero lo estaba utilizando. Sentía ganas de arrodillarse frente a él para implorar su perdón, pero todo era en honor a la restauración. Tenía que sacrificar a unos cuantos para que ganaran muchos. Himura era un medio para un fin y con ese pensamiento se obligó a dejar caer un manto que ocultaba sus pensamientos, dejando de lado la culpabilidad y la congoja por ese chico.
-Tomate esto como unas vacaciones. Podrás descansar, tanto física como mentalmente, mientras nosotros intentamos hacerles ver a los lobos de mibú que no deben tomarnos a la ligera.
Katsura había alzado un muro entre ellos y ahora a Kenshin le resultaba imposible saber que podía estar pensando. Pero estaba seguro de que con eso estaba diciéndole que no tenía mas remedio que cumplir.
-¿Y donde está la chica?
Katsura sonrió.
-Ese es mi chico. Ordene que le prepararan un cuarto. Está abajo, ahí le resultará más difícil salir sin que tu atenta mirada la siga.
Kenshin se sintió asqueado al escuchar sus palabras. "Abajo" quería decir que la habían llevado a los túneles, donde había pequeñas habitaciones, que habían construido hacía mucho tiempo por si eran descubiertos y tenían que ocultarse de manera rápida. ¿Y que mejor que bajo tierra? Pero ese no era lugar para una mujer. Era húmedo, maloliente e incomodo a parte de pequeño.
-Discúlpeme de nuevo señor. Pero creo que me será más fácil vigilarla sí está en la casa. ¿No cree? Yo casi nunca bajo a los túneles, créame, mi atenta mirada ahí no podrá verla si se marcha.
Aunque tampoco le sería nada fácil marcharse de ahí. Él mismo tenía problemas para salir de los túneles.
-Esta bien, entonces ordenaré que le preparen un cuarto al lado del tuyo.
Kenshin se sorprendió de que lo convenciera con tanta facilidad pero prefirió callarse. Era una pequeña victoria y no quería hacer que se retractara de sus palabras. Teniéndola al lado también podría vigilarla mejor, de eso no cabía duda. Con una reverencia le dio las gracias y se despidió antes de salir de allí.
Mientras atravesaba el jardín en dirección a las habitaciones se maldijo por ser tan leal. A buena gana le hubiera dicho que se metiera su encargo por donde mejor le entrara, pero eso no habría servido de nada. Le hubieran encargado a otro la faena y aunque él era un bruto sin sentimientos y sin ninguna experiencia con mujeres, estaba seguro de que estaría mejor que con Izuka, aunque tampoco era que le importara mucho lo que le sucediera a la chica. Estaba condenada desde el momento en que la dejarán en sus manos.
Él lo sabía. Todas las personas que se habían acercado a él habían terminado igual.
Muertas.
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Ya sé que tengo algunos por terminar, pero a uno no le queda mucho, y al otro.. casi tampoco. Y me vino esta idea así que aquí os la dejo. Espero que os guste. Este capítulo es cortito porque es el prólogo, pero el resto serán más largos.
