**Hola! Bueno, este es mi primer fic, y es un LuNa, como no podía ser de otra manera, pero tranquilos, que no os saturaré (demasiado). El argumento no es muy original, pero la redacción de la historia me la he trabajado, y sobre todo he intentado que los personajes quedasen lo más reales posibles. Ah! Todos ellos propiedad de Oda, por supuesto. Reviews!


Un estridente grito rompió la paz en la cubierta del Going Merry. El capitán, tumbado boca abajo sobre el mascarón de proa con forma de cabeza de oveja, volteó hacia atrás para ver lo que ocurría, somnoliento. Aquel chillido provenía de la popa del barco, y había sido claramente un grito femenino, que no pertenecía a otra que a la navegante. El resto de la tripulación también dejó por un momento lo que estaba haciendo para observar lo que ocurría. Zoro despertó malhumorado debido a la potencia del alarido de rabia de Nami, que estaba a pocos metros delante de él, arrodillada frente a sus mandarinos. Sanji salió enseguida de la cocina para enterarse de lo que le sucedía a su querida pelirroja, seguido de cerca por una calmada Robin que llevaba una taza de humeante café. Usopp y Chopper también levantaron la vista hacia la desesperada navegante, quien parecía tremendamente enfurecida. Nami se apartó de los árboles para centrarse en la tripulación. Echó un vistazo hacia atrás y se encontró con la mirada irritada de Zoro, pero le ignoró completamente y se giró hacia la cubierta.

- A ver… – dijo con una calma excesiva, que no presagiaba nada bueno. – ¿Quién de vosotros ha sido?

Sus nakama la miraron confundidos. Sanji se adelantó un paso, con una expresión seria.

- ¿Qué es lo que ocurre, Nami-san? ¿Te pasa algo? – preguntó preocupado.

La navegante concentró en él sus ojos marrones y le examinó con atención, para después entrecerrar los párpados, suspicaz.

- Quien ha sido ya sabe lo que pasa. Pero para los que no lo saben – dijo con una mirada terrible. – alguien ha estado aquí. En mis mandarinos. Y no ha sido muy delicado.

Sanji ladeó la cabeza para después subir las escaleras que llevaban a los árboles, siguiendo a Robin, quien se le había adelantado y se encontraba junto a Nami. La navegante la miró inquisitivamente y la morena se encogió de hombros. Soltando un suspiro, la pelirroja colocó las manos en las caderas y volvió a mirar enfurecida a los que se encontraban aún en cubierta. Finalmente Sanji había llegado junto a sus chicas, y observaba cautivado uno de los mandarinos de Nami, que estaba medio aplastado por un lado y tenía una especie de agujero causado por una gran cantidad de ramas partidas y hojas arrancadas, además de faltarle al árbol la mayoría de sus frutos. Lo único que quedaba de las mandarinas desaparecidas eran algunas pieles que estaban en el suelo.

- ¿Luffy, Chopper, Usopp? ¿Estuvisteis haciendo el idiota como siempre cerca de mis mandarinos? – preguntó enfadada la navegante.

Usopp tragó saliva y miró a Chopper. El renito se encontraba tumbado a su lado y se mostraba tan asustado como él por la furia de su nakama.

- Nami, te juro que Chopper y yo hemos estado toda la tarde aquí. De hecho, me ha estado ayudando a preparar algunas municiones.

La mirada de la navegante se tornó lo más terrible que podía llegar a ser y enfocó a su capitán, quien no se había movido de su asiento. Nami respiró hondo y cerró los ojos para relajarse un poco, y acto seguido bajó las escaleras lentamente en dirección a la proa del Going Merry. Usopp y Chopper se apartaron rápidamente de su camino, asustados, y subieron con Sanji y Robin para ver a qué se debía el escándalo. Por su parte, Luffy todavía no había articulado palabra y seguía confundido, sentado en el mascarón con las piernas cruzadas y la mano en el sombrero. Debido a que el grito de la pelirroja le había sacado de sus ensoñaciones, aún estaba un poco ido y no había entendido el motivo del revuelo. Lo único que sabía era que una enfurecida Nami se dirigía directamente hacia él con una mirada iracunda. Pensó que lo mejor sería tomárselo con calma y no cabrearla más, así que le sonrió de oreja a oreja en cuanto la chica se detuvo frente a él.

- Hola, Nami. – dijo sonriendo. Bostezó. – Me despertaste. ¿Qué pasa?

Ella volvió a cerrar los ojos y a respirar hondo. El capitán ladeó la cabeza aturdido. Nunca la había visto así, aparte de tremendamente enfadada parecía decepcionada o incluso triste. Se preocupó.

- ¿Qué te ocurre, Nami?

- Pues resulta – habló con calma, pero sin cambiar aquella terrible mirada ni un ápice. – que alguien ha decidido comer de los mandarinos sin mi permiso, y, de paso, ese alguien se ha cargado uno de ellos. ¿Sabes tú algo de eso?

- ¡Ah, era eso! – Luffy volvió a parecer despreocupado. – Es que tenía hambre, y quise coger una mandarina, pero al saltar hasta allí calculé mal y caí sobre el árbol.

- Ah, de acuerdo, como sólo lo hiciste con la intención de coger una mandarina, no pasa nada, ¿verdad? – respondió con igual tranquilidad la navegante, que había comenzado a enrojecer de furia contenida.

- ¡Claro! ¡No pasa nada! – contestó un sonriente Luffy.

- ¿Y las mandarinas que faltan?

- Pues… aproveché y me las comí. – dijo rascándose la nariz, pensativo. Nami volvió a cerrar los ojos respirando lentamente. – Oi, Nami, deberías irte a descansar, se te están cerrando los ojos. – añadió con una sonrisa. La pelirroja apretó los dientes con fuerza para contenerse, pero sus hombros comenzaron a temblar por el esfuerzo que le suponía. – ¿Nami?

- ¿Es que no entiendes – dijo ella con la cabeza baja. La alzó y Luffy vio preocupado que intentaba no llorar, pero no lo conseguía y las lágrimas se acumulaban en sus ojos hasta caer resbalando por sus pómulos enrojecidos. – lo que esas plantas, que para ti son una simple fuente de comida, significan para mí?

El capitán entendió por fin lo que pasaba. Su nakama protegía los mandarinos como si de un auténtico tesoro se tratara, ya que eran el recuerdo de su pueblo y de su familia, sobre todo de su madre Bellemère que había sido asesinada por el cruel tritón Arlong. Se sintió fatal y muy arrepentido de haber herido a su navegante por no tener cuidado.

- Lo siento mucho, de verdad. Perdona, Nami. – se disculpó agachando la cara y hundido en el sombrero.

- ¡No puedes disculparte por algo esperando que todo quede solucionado para que luego vuelva a pasar y se repita de nuevo la misma historia! ¡Nunca tienes cuidado, Luffy! ¿Tanto te cuesta entender que es importante para mí? – le gritó, mientras más lágrimas recorrían sus mejillas. – Déjalo, sé que no me harás caso. – dijo más calmada, pero con una extraña combinación de ira y tristeza en la mirada. Se enjugó las lágrimas y le dio la espalda. – No te acerques a mis mandarinos.

Nami se fue de allí para encerrarse en su camarote. El capitán la vio marcharse, sin hacer un mínimo intento por detenerla. Se colocó el sombrero y se dejó caer de nuevo sobre el mascarón, sin importarle lo más mínimo acaparar la atención de sus nakama, que habían visto todo lo ocurrido. Sólo pensaba la manera de arreglar su error para que las cosas volvieran a ser como antes. No podía soportar haberle hecho daño a Nami, ya lo había pasado bastante mal con Arlong como para que él empeorara las cosas. Soltó un suspiro de frustración. No tenía ni idea de qué iba a hacer para compensarla por lo de sus mandarinos, ya que estaba seguro de que no bastaría con darle alguna joya valiosa o dinero. Oyó bajar las escaleras a unas cuantas personas, pero no se irguió para comprobarlo. Tampoco hizo falta, ya que en seguida se vio rodeado por Sanji, Chopper y Usopp. Comenzaron a hablar todos a la vez, y cansado, se incorporó para marcharse. Zoro había vuelto a dormirse, y Robin leía mientras tomaba café, manteniéndose al margen. Luffy bajó del mascarón, y acto seguido Sanji le agarró del chaleco sin ninguna delicadeza.

- ¿Cómo se te ocurre hacerle eso a mi Nami-san? ¿Es que de verdad tienes tan poco cerebro? ¡Más te vale haberte disculpado con ella, si no pienso molerte a patadas! – le espetó a voces.

Luffy le miró indiferente, y con un brusco movimiento desprendió las manos del cocinero de su chaleco. Después caminó serio hacia el camarote de los hombres.

- Luffy, realmente heriste los sentimientos de Nami. – oyó a Usopp.

- Sí, estaba tan enfadada que daba miedo. – añadió Chopper.

- Ten más cuidado con lo que haces, cacho de goma, o te dejaré sin comer una buena temporada. – intervino Sanji malhumorado.

- ¿Qué vas a hacer ahora, Luffy? – volvió a preguntar inocentemente Chopper.

- Deberías pensar algo para que vea que de verdad lamentas lo ocurrido. – dijo pensativo Usopp.

- O yo mismo te mataré. – siguió Sanji, dando una calada a su cigarrillo.

- Puedes hacerle un regalo o algo así. – intervino de nuevo el tirador.

- Y que sea bonito. O te patearé fuera del barco.

- Tal vez yo podría hablar con ella después. – dijo el renito.

- Pero mejor esperar a que se calme. – le respondió el tirador.

- Pienso convertirte en papilla para un rey marino como no lo arregles.

- ¡Pero bueno Sanji, que tampoco hay que pasarse! – dijeron a coro Usopp y Chopper.

- ¿Decíais algo? – preguntó el cocinero tras repartir un par de patadas que dejaron al renito y al tirador con el rostro hecho un poema y tirados en el suelo.

- No, nada… - respondieron ellos enseguida.

Luffy escuchó a Sanji volver a la cocina mientras cerraba la escotilla sobre su cabeza. Se tumbó en su hamaca, cubrió su cara con el sombrero y se dispuso a dormir un rato hasta la hora de la cena. Con el estómago lleno pensaría en la forma de solucionar sus problemas con Nami.