Título: Pecar como un Ángel
Sumary: A un pequeño ángel le fue concedido un deseo: podrá regresar a la Tierra. Injusticias, pecados y un terrible pasado le hará decidir quedarse con la vida de una chica quizás con peor suerte que la suya.
Advertencias: Posible OoC/Lenguaje adulto.
Pareja: InuYashaxKagome SesshoumaruxKikyou. Menciones InuYashaxKikyou. KagomexSesshoumaru.
Disclaimer: Inu no me pertenece… ¿O sí? 7w7 Ok, no. Es de Rumiko -.-U
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Errores imperdonables
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La pequeña miró a todos lados asustada, una aglomeración extraordinaria de personas avanzando era lo único visible en esos momentos. Todos caminaban a través del túnel alumbrado por una intensa y hermosa luz blanca que guiaba los pasos de la increíble cantidad de gente, pero a su pesar ninguna le era familiar o ligeramente conocida.
Ellos variaban demasiado unos a otros. Algunos eran de piel clara o morena, había altos, de estatura media, robustos y delgados. Toda la variedad posible estaban caminando en una sola dirección, arrastrándola con ellos sin saber el por qué. Su cabeza pesaba un poco. Era tan solo era una niña pequeña que no sabía ni el rumbo o dirección que estaba tomando junto a la multitud. Estaba desconcertada y…
¿Cómo no estarlo?
Unos momentos antes estaba atrapada en un intenso calor provocado por el ardor de la enormes llamas que incendiaban su casa, y después…
¿Y después qué?
La nada. Eso era, la nada.
Se encontraba entre toda esa gente sin saber la razón. Apenas y podía caminar entre todos, su estatura era pequeña; algo común al tener apenas ocho años de edad. Su cabello era intensamente negro contrastando con el níveo y pálido color de su tersa piel, con sus pequeñas manos tomaba sus cabellos lacios y largos peinándolos mansamente como acto reflejo ante el temor y la inseguridad.
En lo profundo de sus ojos marrones destellaba el pánico ante la posibilidad de saber la respuesta a su pregunta no formulada.
Después de algunas horas eternas la luz del túnel dio vista a una posible salida, sin embargo muchas personas no consiguieron la meta final; era considerable la cantidad de gente que no alcanzó su objetivo. Poco a poco se detenían, sin ánimos de querer proseguir y daban media vuelta. La desesperación de varios por regresar al saber su destino final era estresante. Al concluir tan misterioso pasaje los restantes gritaron jubilosos de alcanzar el final.
El lugar era espléndidamente maravilloso, un enorme lago de agua tan limpia y pura, el pasto más verde e intenso que dejaba como un color pálido a la tonalidad más fuerte que haya conocido. Un hermoso paisaje, el Edén, como le llamaban a murmullos, era lo más hermoso que podía existir, abrumada por semejante sitio la pequeña pensó que nadie conseguiría imaginar o intentar describir su belleza.
Todos miraban a su alrededor asombrados, pero una voz dulce los llamó a prestar atención a las palabras que venía a comunicarles.
La pequeña niña volteó su vista y ahí estaba sentada en un banco de madera la dueña de la melodiosa voz, bajo la sombra de un enorme árbol de cerezo cuyos brotes de flor se encontraban a un paso de manifestar su exuberante belleza, guiados por el manto de primavera que ya se hacía evidente en el lugar.
El aire fresco que casi imperceptiblemente comenzaba a impregnarse de calidez, acariciaba su rostro amable y mecía apacible su cabello dorado.
—Buenos días humanos de la Tierra…—le escuchó decir con suavidad. —Ustedes que han conseguido llegar hasta este lugar deben entender y acatar mis palabras al instante —Las personas comenzaron a mirarse unos a otros, intentado procesar lo dicho, algunos más quedaron absortos ante las palabras de la belleza que tenían frente a ellos de aspecto angelical. —No crean que por estar aquí han conseguido la vida eterna. Este es simplemente un lugar de paso antes de volver a nacer. Antes deben de enterarse de las reglas con que ustedes habitarán en esta utopía celestial —explicó, causando ligero desconcierto. —Deben agradecer lo considerado que es Dios con ustedes, pequeños humanos.
— ¿Qué es lo que sucede? —preguntó la niña aterrorizada de las palabras, el desconocimiento infantil era al fuente de su miedo.
Aquella mujer le miró con ternura antes de cercarse hasta ella y acariciar su cabello negro con una de sus manos grandes y cálidas.
—Ustedes han muerto y se encuentran el jardín del Edén —razonó con ella. —Y tú, pequeña niña, te sigues resistiendo a la verdad —Ella expresó el pánico en su rostro pero el ángel le sonrió afectuosamente. —Siempre es lo mismo contigo…
—¿A qué se refiere con lo mismo? —cuestionó con inocencia después de tranquilizarse ante la cariñosa expresión.
—No es la primera vez que nos vemos, Kikyou —dijo con voz conciliadora. —Y cada vez que llegas a este lugar eres muy joven, tantas veces has venido aquí que ya deberías poder crecer un poco más —masculló en tono más bajo, hablando para sí misma. Enderezó su postura y se dirigió al resto de fallecidos que la observaban en silencio. — Síganme hasta la fuente de la vida eterna —ordenó.
El hermoso ángel de figura femenina desplegó sus alas del mismo color de su cabello y emprendió marcha hacia el norte seguida de la mermada multitud. La caminata fue ligera y no provocó ningún malestar en ellos.
En cuestión de minutos llegaron a lo que parecía ser una pequeña ciudad, que era en realidad más bien extraña. Hermosas casas hechas de un extraño material blanco, algunas pequeñas de paja, otras más de piedra y barro, todas ellas muy elegantes y con una construcción sólida.
La pelinegra pudo observar algunos adolescentes jugando a saltar en los techos de aquellas casas de paja más pequeñas. Ni siquiera diez personas a la vez lograban derrumbar por lo menos las construcciones de paja.
—Este es el lugar donde habitarán ustedes…—expuso el ángel, atrayendo su atención. —Pero antes les recordaré las reglas puesto que las deben haber olvidado.
— ¿Las olvidamos? — Preguntó una señora de apariencia rechoncha.
— ¿Ya hemos estado aquí? —Refutó otro hombre de mayor edad y cabello canoso.
—Así es. Los humanos que habitan en la tierra al morir llegan aquí… —ella hizo una pequeña pausa y su gesto se mostró distinto. —Bueno, sólo los que no han cometido ningún pecado tan grave como para pagar una condena que los hará sufrir en la espera del día del juicio final —sonrió sin lograr ocultar algo de malicia ante la mirada atónita de los presentes y después le extendió la mano a la pequeña, ella tomó con una sonrisa dulce la mano ofrecida y fue elevada hasta quedar en brazos del ángel. De alguna manera le daba toda la paz que necesitaba en ese instante. —Ahora deben conocer las reglas…
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En la extraña utopía la mañana llegaba a despertar a los habitantes, el sol era cálido y tibio al igual que la alegría y amabilidad de toda la gente. Una hermosa cabaña justamente frente a la fuente de eterna vida era el hogar de la pequeña niña que años atrás fue cargada y bendecida precisamente por el ángel guardián del Edén.
Ahora tenía dieciocho años y era completamente una mujer, sus manos eran más delicadas, su cintura era diminuta, y su cuerpo era esbelto y curvilíneo. En aquél sitio, dónde su alimentación era proporcionada y nutritiva era imposible tener un cuerpo distinto, excepto para aquellos que ya habían llegado con una figura diferente.
Los rayos se colaron por la ventana y pegaron directo en su rostro. Removió las sabanas que cubrían el contorno de su cuerpo y se levantó de su cómoda cama aproximándose al ropero, se vistió con rapidez inusitada y decidió saludar a sus agradables vecinos. Caminó hasta llegar a la puerta y giró la perilla, la primera persona que vio fue su vecina Kaede, una mujer de edad mayor que cuido de ella los primeros años de su estadía.
—Buenos días pequeña Kikyou —saludó amablemente la señora.
—Buenos días señora Kaede —expresó de regreso con el mismo entusiasmo. Ella era una de las personas con quiénes más confianza tenía y ambas disfrutaban de la compañía juntas, según les habían dicho en alguna ocasión fueron hermanas separadas por un trágico destino. —De casualidad, ¿sabe dónde está él? —exclamó con curiosidad y serenidad por una respuesta se arrimó hasta donde se encontraba la mujer barriendo con calma. — Quiero saludarlo.
—Creo que ya ha partido. De verdad lo siento niña, sé que lo estimas mucho pero él es uno de los privilegiados que tienen la voluntad de Dios.
—Sí, lo sé. —Agregó con amargura. —Quisiera tener el mismo privilegio que él…—comentó con tristeza. —Se ha vuelto mi mejor amigo desde que recordé todo mi pasado, y yo…
La mujer cortó su diálogo, negando con algo de molestia.
—Kikyou, sabes que eso es imposible, no deberías tratar de convencer a la guardiana del Edén que rompa las reglas —extendió su mano y la apoyó en el hombro de la joven—Siempre has sido un alma fuerte y valiente, pero no puedes intervenir en los mandatos del Ser Supremo…
Ella le miró con serenidad.
—Eso ya lo entendí, me tomó mucho tiempo, pero al fin lo he comprendido —Se llevó una mano al corazón y apretó con fuerza los ropajes que cubrían la zona. —Pero no puedo evitar preocuparme por mi familia.
La pelinegra se acercó a la fuente de aguas cristalinas que estaba frente a ella, en una de sus orillas se sentó a descansar y meditar todos sus pensamientos. Emociones encontradas, preocupaciones por su familia, a pesar de vivir en una fantasía no había forma de desvanecer los sentimientos humanos… dichosos aquellos que habían sido iluminados aquel día de su llegada, por fin conseguirían la luz que tanto ansiaban las almas en pena…
—Niña…
—Primera regla —comenzó a recitar en voz alta al recordar el día de su advenimiento. —Beberán de estas aguas y ellas decidirán cuanto permanecerán aquí antes de renacer, el tiempo que vivan aquí será como continuar con su vida humana, pero recuerden que no es igual… Los iluminados por esta fuente vendrán conmigo al templo del libro de los recuerdos.
—Segunda regla —le contestó Kaede. —Ustedes que permanecerán aquí solo recordaran la vida de la cual proceden. Podrán ver reflejado en esta agua a sus familiares en la Tierra si así lo desean, pero…
—…no podrán interferir…—terminó de decir. Ejecutó una mueca de desagrado y dirigió su vista a la mujer que la miraba con infinita compasión y bondad. —Esa regla me la he repetido hasta el cansancio…
—No puedes interferir en la vida de aquellos que aún tienen un cuerpo material —Exhaló e inhaló tratando de buscar calmarse, no era que ella fuese una inmadura para no entender pero resultaba bastante difícil. Ella misma muchas veces se sintió tentada a romper las reglas. —Eres algo espiritual ahora y hasta que renazcas nada de lo que ocurrió tendrá cabida en tus memorias.
—Sí, eso es precisamente lo que no puedo permitir, olvidar toda mi vida e irme abandonando mis padres a su suerte…—Suspiró con nostalgia. — Sé que puedo parecer indiferente y hasta frívola… pero es la única manera que tengo de evitar aflorar mis emociones.
—Kikyou…—Una voz a sus espaldas resonó, la pelinegra reconoció inmediatamente el timbre de voz tan dulce y candoroso. —Tengo un mensaje para ti…
—Creí que te habías marchado a la Tierra.
—No creerás convencerme de llevarte conmigo... —La mujer angelical le miró de mala manera. —Sabes que está prohibido —tras decir aquello la pelinegra abruptamente le dio la espalda con el afán de ignorar sus palabras. Su frivolidad a veces salía a relucir de maneras bastante curiosas. —Nuestro señor quiere hablar contigo, es algo muy importante.
—No recuerdo nada importante por lo que se me tenga que llamar.
—Los mandatos de Dios no son cuestionables… ¿Te atreves a rebatirlos? —Aseveró el ángel de cabello dorado, sus ojos dorados destellaron un regocijo maléfico, algo muy extraño en el guardián del Edén, pero con solo ver el espanto en la cara de la joven adoptó inmediatamente su actitud firme y pacífica.
—Está bien, accedo por única vez Victoria… Vamos.
Sin esperar más órdenes cerró sus ojos y gracias a las habilidades del otro ser fue inmediatamente llevada a un lugar misterioso al que era imposible acceder para los humanos habitantes del Edén sin ayuda. Estaba por encima de las nubes enfrente de un trono enorme donde una figura masculina existía sentada con toda su magnificencia y esplendor delante de sus ojos marrones perdidos en la sorpresa. Debido a lo alto del recinto era imposible ver su rostro, pero cualquiera lo reconocería como el gobernante y creador.
—Mi señor…—Kikyou recuperó a tiempo su cordura y recordando donde estaba hizo una reverencia. —Usted me ha llamado y quisiera saber el porqué de permitirme el gran honor de estar ante su prodigiosa presencia…
Victoria la miró con reproche por atreverse a tomar antes la palabra, pero ella le ignoró.
—Eres una de las jóvenes habitantes de la utopía creada específicamente para mis hijos en este momento, ¿me equivoco? —cuestionó aquella figura. La pelinegra asintió. —Te he mandado llamar para informarte de una falta muy grave que se ha cometido en tu contra, pero primero necesito hacerte algunas preguntas.
La voz resonó por todo el recinto con firmeza y cierto tono autoritario. Kikyou estuvo tentada a retroceder unos pasos por la gravedad que tenían sus palabras, más se obligó a permanecer estoica en su sitio.
—Por supuesto —respondió.
—En la última vida que has tenido tu muerte fue provocada por un incendio —ella asintió ante su declaración.
—Eso es exacto mi Señor, yo fallecí a la edad de seis años en un incendio de la cabaña donde habitaban mis padres.
—Hace poco nos enteramos de un grave error que hubo por parte de los Ángeles encargados del libro de la vida… Fue un error fatal… La hora de tu muerte fue adelantada varios años, debido a un error de dichos guardianes…
—¿Quiere decir que…? —escondió las manos entre su rostro tratando de reprimir la rabia y furia que se apoderaban de ella poco a poco.
—Tu vida terminó antes de tiempo…—inquirió él, algo preocupado de la reacción de la joven.
—Pero… e-eso… —masculló nerviosa, y se reprimió por ser incapaz de expresarse como deseaba. Kikyou miró hacia arriba ansiosa y desesperada para encontrarse cara a cara pero lo único a lo que se enfrentó fue al inmenso cielo. —Lo pueden arreglar ¿no es así? —respondió en un susurro, como si fuera para sí misma tratando de tranquilizarse ante la revelación. —¿Verdad…?
—Los culpables han sido destituidos de sus cargos…
—¡Pero eso no arregla nada…! —gritó exaltada mientras las lágrimas resbalaban por su rostro.
—Es por ello que te mande llamar. Ese error tan grave debe ser repuesto inmediatamente.
—¿Y es ahora cuando lo intenta? —respondió con sarcasmo.
—¡Kikyou! —regañó Victoria, pero una señal de su creador le obligó a dejarla hablar.
—No intento ser blasfema contra usted, pero no entiendo como algo así puede suceder… Y cómo es que hasta después de todos estos años es cuando se dan cuenta.
—Ni yo mismo lo entiendo, pero para compensarlo podrás pedir algo a cambio.
El silencio regresó a la sala tras esa última declaración. Kikyou se aseguró de secarse completamente las lágrimas y que su voz estuviera firme antes de hacer su desesperada petición. Sabía que era probable que fuera a ser rechazada, pero se lo debían, ellos terminaron con su pacifica vida y la alejaron de sus padres, tenían que dárselo.
Con la postura recta y firme, mirando a Victoria a los ojos, finalmente habló.
—Quiero mi vida de regreso.
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Notas de Kou: Creo que va siendo hora del regreso de los viejos clásicos xD Sinceramente pensé en simplemente darle una remodelación con la ortografía pero estoy notando que hay ciertas cosas algo raras y poco entendibles, así que estaré dándole una pequeña reedición a los capítulos y la volveré a retomar.
Gracias a zabitamt1975 que me hizo saber que hay quiénes leyeron esta historia y aún la esperan.
