Sorpresa
-Lynn, por favor, ya es suficiente. Hacer esto cada año no lo traerá de vuelta…
-¿Otra vez?
-Si.
-No la culpo. Yo también estaría literalmente triste.
-Pero, ¿cuánto tiempo va a ser así, Lori?
-Que salga lo que tenga que salir, Luna.
-Tengo miedo de que vuelva a intentar algo estúpido, y que esta vez, no podamos hacer nada.
-Despreocúpense –de la nada, como siempre, salió Lucy-, despoje la habitación de cualquier objeto que Lynn pueda utilizar en caso de una recaída.
-Eso ya es ventaja, hermana.
-Bien –hablo la mayor-, ya nada podremos hacer. Dejemos que se le pase.
Lynn pudo escuchar toda la conversación detrás de la puerta, pero poco si no es que nada le interesaba, solo seguía ahí, recostada en su cama, abrazando una pinche almohada, volteada hacia la pared, derramando lagrimas a chorros descontrolados.
-Lincoln –decía entre sollozos-, ¿por qué? ¿Por qué tuve que ser tan estúpida? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! Hermano… al menos sé… que estas con quien de verdad te ama.
"-Grrr" –gruño su estómago-.
-Rayos… Supongo que, morir de hambre tampoco no lo traerá de vuelta.
Dicho lo último, Lynn se levantó de su cama para posteriormente salir de la habitación, pero ahí, enfrente del pasamanos que protegía el segundo nivel de la casa de la doble altura que tenía parte de la sala de la casa, se detuvo. No era la primera vez que pasaba por su mente, pero es en ese momento que algo impulsivo actuó en ella, haciendo que subiera una de sus piernas a la barandilla, hasta que…
-Ni siquiera lo pienses –sintió que alguien la tomo del brazo-, Lynn Loud…
-Leni… Yo…
-¿Tu que, hermanita? ¿Acaso piensas que así regresara?
-…
-Lynn, reacciona. Ya perdimos a nuestro hermano, no podemos perder a una de nosotras.
Leni hablaba con la característica madurez que demostró desde que Lincoln ya no estaba en sus vidas. Al no estar él, Leni había decidido que era tiempo de madurar, de ser un pilar más en la familia y evitar que esta se cayera a pedazos desde aquel acontecimiento.
-Leni, yo… lo siento.
-Lynn, prométeme, no, prométenos que no pensaras en algo así otra vez. Suficiente dolor tuvimos cuando se marchó y con tus subsecuentes acciones –ya algo molesta por la actitud de su hermana-. Recuerda que nadie te culpa, hermanita. No fuiste la única participe.
-Pero yo empecé. Si no hubiera actuado tan estúpidamente egoísta…
-Lynn –para ese momento, ya la mayoría de las hermanas estaban enteradas de lo que pasaba en el momento-, tenias 13. Era algo normal hasta cierto punto.
-Luan tiene razón hermana mayor –dijo aclarándose la garganta, claramente intentando ahogar los sentimientos que decía no tener hasta antes de que Lincoln saliera de sus vidas-. La actitud que tomaste… cof, que tomamos en ese entonces fue completamente normal dadas las situaciones que acontecieron en esta casa durante esos días.
Lynn al fin bajo su pierna de la barandilla, pero sin levantar la vista, por lo que pudo notar a la más pequeña acercarse a ella y con la ingenuidad en su rostro…
-Lynn –hablo Lili al fin-, ¿por qué nunca me dicen lo que está pasando?
Era la primera vez que Lili veía que Lynn hacia semejante cosa, ya la había visto deprimirse en los años anteriores, pero jamás había presenciado un intento tan cobarde de la chica de 18 años. Ella no lo recordaba, pero Lynn había intentado el suicidio 4 veces en 6 meses, los subsecuentes cuando apartaron de su vida a Lincoln. Las dos primeras, en las que había intentado desangrarse y tirarse por la ventana fue detenida por Lucy; en el siguiente intento colgarse con un cinturón de Luna, habiendo sido también detenida por esta; y en la última, una sobredosis de pastillas que requerían receta médica formaban un coctel de muerte que la habían dejado inconsciente en la cocina y que de no ser por la mayor y habilidad al volante, habría llegado tarde al hospital. Todo eso le valió consultas psiquiátricas durante 8 meses, hasta que al fin había aceptado que el quitarse la vida no traería de vuelta al joven peliblanco.
Todo eso se le había ocultado a la menor. También se le intento ocultar a las gemelas y a Lisa, pero estas ya contaban con pleno uso de razón, por lo que hacerlo hubiese sido, además de hipócrita, innecesario, pues se terminarían dando cuenta. Pero para Lili, eso no eran más que borrosos recuerdos, además del hecho de que tiene un hermano. Pero la hora de la verdad había llegado. Todas se miraban mutuamente desde que lanzo su pregunta a Lynn.
-Lili –la mayor intervino, apareciendo detrás de la menor al puro estilo de Lucy Loud-, hay algo que tenemos que decirte.
Con esa premisa, las 10 chicas bajaron a la sala y procedieron a contarle toda la verdad a la más chica del clan, desde cómo habían exiliado al único hijo varón de la casa hasta las acciones de Lynn de los meses siguientes, guiadas por Lori y por Lynn.
-Entonces, ¿tengo un hermano?
-Así es, Lili –agrego Lori-.
-¿Y porque nadie me lo dijo?
-Nadie tuvo el valor, hermanita. Y después de mis supremas idioteces, decidieron que lo mejor sería decírtelo hasta que fueras capaz de comprender la situación.
Lili miro con furia a Lynn. Lo comprendió inmediatamente, pero también comprendió que el hecho fue secundado por todas sus hermanas, no pudo evitar sentir un enojo generalizado a todas ellas, total, de él había recibido su juguete favorito, Bun-bun.
-Esperamos, que algún día nos perdones tú también, hermanita.
-Sabes Luna, creo que las perdonaré en cuanto conozca a mi hermano mayor –dijo con total indiferencia y procedió a ir a la cocina, dejando en la sala una sensación de dolor y odio consigo mismas.
Para romper la tensión de esos segundos, Luna decidió encender el televisor, que sintonizaba el canal de deportes, el cual había estado viendo su padre mientras se sumergía en litros de alcohol para olvidar las penas que traía consigo esa fecha en particular.
-Es la última oportunidad señoras y señores, el último esfuerzo que tienen nuestros jóvenes para poder ir a la Copa Mundial de la FIFA Sub-17…
-Mira Lynn, fútbol –dijo Leni, tratando de aliviar el dolor de su hermana menor y de aligerar un poco el ambiente-.
-Gracias Leni, pero no creo estar de humor.
-Vamos Lynn –esta vez, la mayor de las gemelas trataba-. ¿Por qué no nos explicas de que se trata el partido?
-Gracias Lana –se pudo percibir una pequeña sonrisa en el rostro de Lynn-. Está bien. Ese es un partido de selecciones internacionales, al parecer juegan los norteamericanos contra los canadienses, juegan chicos menores de 17 años, pero no les llevo la pista –termino de decir con mucha pereza en su voz, sobando sus ojos que se encontraban aun rojos e irritados por los momentos anteriores-.
-Y ahí va también el arquero, sumándose al ataque, recordando que solo el triunfo daría la calificación a los nuestros. McBride se posiciona cerca de la zona del punto penal.
Ninguna de las chicas mostraba atención a lo que el televisor mostraba, hasta que pudieron escuchar al narrador decir esa palabra tan conocida. La tenían presente siempre que pensaban en él. Pero al voltear a ver el televisor no pudieron quedar más impactadas, esperaban ver a un chico de color con un peinado afro, pero era todo lo contrario. Caucásico, alto, y lo más importante, peliblanco. No pudieron pronunciar palabra alguna al ver a Lincoln enfocado por la cámara, tan concentrado, tan maduro, tan feliz…
-Aquí viene el servicio… ¡Cabezazo de McBride…! ¡Gooooooooooooool! ¡McBride! ¡McBride! ¡McBride! ¡McBride! ¡McBride! ¡McBride! ¡Eres un héroe! ¡Eres un héroe! ¡McBride! ¡McBride! ¡McBride! ¡Lincoln McBride!
-Te digo una cosa, Rick, este muchacho me comento hace unas semanas, que si lograba anotar en su carrera, nos revelaría su secreto, comenzando con la celebración, mira, aquí viene…
El televisor mostraba a Lincoln eufórico. Había conseguido la anotación con la que su equipo calificaba a la copa mundial de la especialidad. Y del festejo, dejo a las chicas que miraban en esa sala con el corazón partido, este mostraba una postal en la que participaban los once miembros del equipo norteamericano, cada uno haciendo una pose en específico. Uno simulaba mandar mensajes de texto con su teléfono; otro hacia como si estuviera leyendo una revista; uno más tocaba la guitarra de aire, otro se había puesto unos lentes con nariz y bigote; otro mostraba una pose de beisbolista; uno más se encontraba en el suelo de brazos cruzados, como cadáver; otros dos peleaban entre ellos; alguien más simulaba hacer observaciones al césped con un lente de aumento; el penúltimo hacia movimientos de "mecer al nene"; y por último, Lincoln se encontraba en medio de estos gritando y con los brazos al aire, como si de un grito de desesperación se tratase. Al final del festejo, Lincoln caía de rodillas al campo, y permanecía ahí segundos antes de recuperarse e integrarse a su juego, que era finalizado en cuanto el equipo contrario tocaba de nuevo el balón.
