Los personajes pertenecen a Akira Toriyama.

La chica del café.

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El amor huele a café.

"El café puede ser simple, amargo o dulce. Frío o caliente, algo así como el amor. El café huele a amor"

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Introducción

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En una calle de la gran manzana, en la cual su dirección no importa se encuentra un establecimiento llamado "Confesiones del corazón" quizás sea extraño su nombre, sin sentido para la gran mayoría pero, las personas que allí trabajan y que van a tomar algo saben que el nombre les queda como anillo al dedo.

Mil Ox es una hermosa mujer de diecinueve años que estudia y trabaja, el lugar donde trabaja es en el café, "Confesiones del corazón" es su lugar preferido después de su cama y antes de su clase práctica de fotografía. Milk quiere ser una fotógrafa profesional, de esas que capturan la naturaleza en el momento justo.

La paga es buena y por razones totalmente desconocidas su jefe no es un tirano, que va, el anciano es una dulzura de persona que no explota a nadie en su jornada laboral sino todo lo contrario. Él, en pocas palabras es una buena persona.

Esa tarde de junio Milk está descansada, con una sonrisa en sus labios. En esos momentos de su vida, todo va bien, muy bien.

—Buenas tardes ¿En qué puedo servirle?

—¿Podrías dejar de hacer eso cada vez que vengo?

Su amiga, Bulma Brief frunce el ceño molesta, detesta la formalidad de su amiga.

—Disculpa — ríe — es la costumbre

—Bueno. Como sea ¿Adivina a quién vida hoy?

—Noooooo — dijo sin poder creerlo.

—Síííí — Bulma la tomó de las manos y ambas comenzaron a dar saltitos en el establecimiento — cuando venía lo vi cerca del parque

—Ojalá viniese

—Ojalá

Milk salió de su ensoñación antes que la joven Bulma. No podía darse el lujo de descuidar su trabajo.

—¿Tomarás algo o babearas?

—Un clásico y pan simple por favor

—Enseguida.

Bulma Brief era unos cuantos años mayor que Milk. Al igual que ella poseía una belleza envidiable, su inteligencia destacaba entre sus colegas.

—Pequeña tonta — soltó una risita al ver como Milk tropezaba por ir a la cocina. Recordó el día que la conoció.

Era sábado y llovía. Bulma había olvidado su chaqueta y sombrilla en casa de un chico de solo una noche, ya había caminado bastante como para volver por ellos.

—Disculpa — escuchó que se referían a ella — está cerrado

Bulma echó una ojeada por el establecimiento; las luces estaban apagadas y las sillas sobre las mesas. La chica frente a ella sostenía el trapeador en sus manos.

—Lo siento, no vi el letrero

—Descuida

—Déjame aguardar hasta que la lluvia cese un poco

La tormenta se desataba con furia volcando los botes de basura. Tapando los canales de agua y sacudiendo las ramas de los árboles.

—¿Quieres un café?

—Te lo agradecería mucho

—Soy Milk

—Me llamo Bulma

Minutos después Bulma bebió de su taza de café, el líquido caliente se deslizaba por su garganta quitándole un poco el frío.

—¿Te falta mucho, Milk? Quisiera me acompañaras

—Solo trapeo esta zona y término

En plena tormenta dos mujeres formaron una amistad desinteresada y sincera. De aquel sábado han pasado dos años.

—Aquí tienes

—Gracias

—¿Sigues con Yamcha?

—Sí. Sospecho que pronto cambiaré de apellido

Milk hizo una mueca, Yamcha no le caía nada bien, le daba mala espina.

—Hey — susurró Bulma al ver el gesto de preocupación — no deberías preocuparte, él es bueno

—Tú lo ves así

—Él es así

—Como digas — suspiró resignada — vuelvo enseguida

Yamcha era un hombre apuesto, la cicatriz que adornaba su rostro era atractiva para la joven. Bulma adoraba pasar sus dedos delicadamente sobre ella, era una caricia llena de ternura.

Pero Milk lo detestaba. La fotógrafa veía en él al una pizca de maldad y codicia.

No quería que dañaran a su mejor amiga.

Suspiró y se retiró a la cocina a rellenar su tetera.

—¡Milk, llama al distribuidor!

—¡Enseguida señor!

Se podría decir que ella era la jefa del personal, el jefe dejaba que ella fuera la encargada del dinero y de las compras.

—¿Lo de siempre, señor?

—¡Sí!

Marcó el número de mala gana y pidió su encargo. A Milk no le gustaba hacerlo pero ellos eran los únicos quienes producían granos de calidad. La razón de si descontento era debido a que el que hacía las entregas era Son Goku y Son Goku no era una persona agradable. A su parecer.

—Es repugnante — soltó por lo bajo — ¿Tenían que atender precisamente él? El cielo me odia

—Le gustas — su compañera de trabajo apoyó su mentón en el hombro de Milk.

—Lazuli — renegó.

—Acéptalo — le dijo con media sonrisa — ese inútil muere por ti

No dijo nada, era cierto. Son Goku ya se lo había dicho.

—Me gustas — se confesó sonrojado y nervioso. Rascándose la parte posterior de su cabeza — hueles bonito

—Ten el dinero y dile a tu jefe que la próxima envíe a alguien más. No te quiero ver — pidió con seriedad.

Había sido dura, grosera e hiriente pero Goku siguió sonriendo. Y siguió llegando.

—Ojalá fuera Broly

—Broly nunca ha venido

—¿Por qué será?

—Dicen, oí una vez que no soporta a alguien que viene aquí ¿Serás tú?

La tarde pasó. Bulma se fue y Milk siguió con su rutina. Cada cliente que entraba era recibido con una sonrisa y con café recién hecho.

Eran la siete con catorce, aún estaba un poco claro. La puerta se abrió y Milk sonrió.

—Siempre en el mismo rango ¿No?

—Hump. Dame lo de siempre y no molestes

—¿Mal día, Veguie?

—Quiero mi café, mujer

Vegeta Ouiji era bajito y amargado. Algo así como un duende gruñón. Le decía Milk cada vez que podía.

Ellos eran similares y opuestos en varios sentidos. Se llevaban tan bien y tan mal durante el tiempo que él permanecía en el establecimiento.

Ellos, eran buenos amigos. Milk sabía mucho de él y él de ella.

Él sabía que le gustaba Broly y que Goku, la pretendía.

Ella sabía que le gustaba Bulma y que ese Yamcha se interponía.