Prólogo.
Cerró la puerta de entrada con cuidado y, con todo el sigilo que poseía, subió las escaleras rumbo a su cuarto.
Todo estaba exactamente igual a como él lo había dejado: la cama recién tendida, la ropa sobre una silla, su libro de Quidditch a través de los tiempos sobre el escritorio y su vieja escoba debajo de la cama. Por primera vez, su madre lo había escuchado y no había tocado nada de su cuarto, pese a que notaba que había estado limpiando esos días que estuvo fuera.
El espejo le devolvía su marrón y cansada mirada, producto de haber pasado toda la noche despierto. La camisa estaba demasiado arrugada y los jeans estaban manchados con barro, pese a no poder recordar cómo había llegado eso a su pantalón.
Se pasó las manos por la cara y luego por el castaño pelo, logrando que éste se levantara en la parte de atrás, con esa rebeldía que ni los años ni los peluqueros habían logrado domar.
Necesitaba un baño de inmediato, no solo debido a la suciedad, sino porque tenía la esperanza de que el agua caliente lograra relajarlo y dejarlo razonar un poco. No estaba seguro de querer pensar lo que había pasado la noche anterior, pero sabía que tenía qué.
No había actuado de la mejor manera, lo admitía, pero tampoco tenía idea de qué otra forma debería haber actuado. Es decir, no es el tipo de tema que pudiera debatir con sus amigos o leer en alguna revista amarillista. Simplemente había hecho lo que sentía que debía hacer en ese momento.
— ¡James, santo cielos, me asustaste!
Abrió los ojos con sorpresa, ya que no se había dado cuenta cuando había cerrado la ducha, se había cubierto con una toalla y salido del baño.
— Su mamá, con una bata de seda blanca, tenía la mano en el corazón y expresión de susto.
— Mamá, lo siento, no quise… — Ginny Weasley sonrió, aún intentando calmar su respiración.
— ¡Merlín, te extrañé tanto! — envolvió con sus brazos al mayor de sus hijos y éste le devolvió el abrazo. — ¿Por qué no me avisaste que venías? ¡Te habríamos ido a buscar!
James no pudo evitar rodar sus ojos ante esto: no importaba que hacía meses era mayor de edad, su madre siempre lo trataría a él como a su bebé.
— También te extrañé, ma. — admitió, dejando un cariñoso beso en la mejilla de la mujer. — Me olvidé algunas cosas y preferí venir a buscarlas personalmente.
La pelirroja mujer sonrió con dulzura, le acarició la mejilla y se alejó rumbo a las escaleras anunciando que prepararía el desayuno.
No había pasado tanto desde la última vez que había caminado por esos pasillos, sin embargo, sentía que todo un abismo lo separaba de su última noche en su cuarto.
Antes de que la locura comenzara…
Sintió a su padre palmeándole la espalda cuando bajó a la cocina y a continuación, ambos hombres Potter se fundían en un abrazo.
Harry tenía el pelo mojado y los lentes recién limpiados, con la túnica de la oficina de aurores colocada perfectamente.
— Hijo, no sabía que vendrías. ¿Qué tal el verano? — preguntó tomando asiento en la mesa.
— Ha sido increíble. La casa tenía salida al lago y a unos pocos kilómetros estaba el pueblo, así que teníamos todo lo que necesitábamos cerca.
— No quiero ni imaginarme los desastres que tus primos y amigos habrán hecho en ese lugar. — expresó la Sra. Potter, dejando sobre la mesa dos platos con waffles y un pote con salsa de chocolate, la favorita de James. — ¿Lily y Albus cómo están? Aún no puedo creer que después de un mes separados, no pueda ir a despedirlos a la estación. — se lamentó la mujer, llevándose consigo una taza de té y sentándose junto a su esposo. — ¡Es tu último año y no podré estar ahí!
— Mamá, no pasa nada. Me has despedido durante seis años. — se apresuró en mover negativamente la cabeza cuando vio que Ginny replicaría algo. — Además, las arpías de Holyhead te necesitan.
La entrenadora del antiguo equipo de Quidditch de Ginny Potter había tenido que decirle adiós a los entrenamientos en el momento en qué su embarazo había sido clasificado de riesgoso y el medimago le había ordenado reposo absoluto. Dado que el siguiente y último partido de la temporada se jugaría esa misma semana, las jugadoras le habían rogado a la pelirroja que se hiciera cargo de los entrenamientos, solo hasta que jugaran el partido.
Nunca se habría imaginado que eso afectaría de alguna forma su asistencia a la estación de King Cross el primero de septiembre, de otra forma, no hubiese aceptado. O al menos, hubiera especificado que ese día no estaba disponible. Pero como no lo había hecho, le esperaba un arduo entrenamiento que, como poco, duraría hasta las cinco de la tarde.
— Tal vez tengas razón pero, cuéntame como la pasaron, qué hicieron, cómo están tus hermanos…
— Lily, Meredith y Allison pasaron todo el verano pegadas, con Hugo y Frank detrás, humillándose por un poco de atención. — ambos señores Potter soltaron una carcajada. — Y Albus… bueno, creo que él la pasó excelente.
— ¿Por qué tengo la sensación de que no quiero seguir escuchando? — interrumpió Ginny, escondiendo una risa.
— ¿Y yo de qué si quiero escuchar? — agregó Harry y tanto él como su primogénito rieron.
— No sé que habrán estado haciendo, pero Albus y…
— ¡No quiero escucharlo, no quiero escucharlo! — exclamó la mujer, tapándose infantilmente las orejas. — Al menos tengan la delicadeza de guardar la privacidad de mi niño lejos de mis oídos, ¿Sí? — pidió con una nota de súplica en su voz y ambos hombres sonrieron con la misma socarronería.
— No podría decirte fechas, pero puedo asegurarte que Albus ya no es más tu niño…
— ¡James Sirius Potter, calla de una vez! — chilló la mujer, tomando su bolso para el entrenamiento mientras su marido reía a carcajadas. — Me iré antes de enterarme de algo que me arrepienta. — besó los labios de su marido y la mejilla de su hijo. — Nos vemos en navidades, amor. Disfruta tu séptimo año.
Y con los dientes apretados, murmurando cosas como "ninguna madre debería enterarse de cosas así", cerró la puerta de entrada dejando a los hombres solos y con un desayuno por delante.
— Iré a buscar mis cosas. — avisó James.
Si había algo que disfrutaba de pasar tiempo con su padre, era que sabía comprender cuando algo le molestaba pero aún no estaba preparado para hablarlo. A diferencia de su madre o incluso su abuela Molly que en el momento en que lo veían extraño lo acosaban con preguntas, Harry Potter era un hombre que sabía respetar los silencios. Sobre todo los silencios de su hijo mayor, que muchas veces pecaba de más reservado que el mismo Albus.
— ¿Crees que Lily se avergüence si la abrazo en medio de la plataforma?
James soltó una carcajada ante lo dicho por su papá. Uno pensaría que después de dos hijos como James y Albus, el tercero se cuidaría solo pero, por el contrario, era Lily Luna quién más dudas y problemas le habían causado a El Elegido.
Con sus hijos varones, todo era más sencillo. Sabía qué decir, cuando decirlo y cuando simplemente callar porque, de cierta manera, sus hijos se parecían bastante a él, solo que tal vez con algo más de chispa.
Lily, por su parte, no solo era un calco de su madre físicamente, con el pelo pelirrojo-castaño y los ojos avellanas, sino que también tenía esa frescura e ingenio que lograban que en dos segundos, el gran Harry Potter se quedara sin palabras y dudara de absolutamente todo. Era exactamente el mismo efecto que Ginny tenía sobre él: dejarlo sin palabras.
— Creo que después de casi un mes sin verte, hasta Albus vendrá corriendo a abrazarte.
— Sabía que la idea de unas vacaciones de los primos Weasley solos, me beneficiaría de alguna manera. — y compartiendo una sonrisa, los dos se dispusieron a cruzar la barrera que los separaba de la estación 9 ¾.
El vapor y las conversaciones entusiastas los invadieron de inmediato, junto con el ulular de varias lechuzas que finalmente se reencontraban. Dejaron el baúl en su compartimiento, ese en el que sus amigos y él viajaban desde primero, y volvieron a salir a la plataforma para buscar a su familia.
De depender de cualquiera, hubieran pensado que ellos simplemente estaban llegando algo tarde, pero dado que la tarea de traerlos a la estación a tiempo era de Victoire, ambos Potter sabían que todos debían estar dispersados por el lugar, ya que Toire nunca se permitiría llegar tarde a algún lugar.
— ¡Papá!
Tal y como James había pronosticado, una pelirroja con jeans y camisa de tirantes abrazaba efusivamente a Harry Potter mientras que detrás de ella, un chico de pelo azabache y ojos verdes sonreía y abrazaba levemente al mismo. Albus Potter no era exactamente conocido por sus grandes demostraciones de afecto, pero había pasado el suficiente tiempo lejos de su padre.
— Los extrañé tanto, chicos. — admitió el hombre, soltando a sus hijos.
— Nosotros también los extrañamos. — aseguró Albus, sonriendo, y su hermanita menor se volvió a lanzar a los brazos de su padre. — Aunque las vacaciones estuvieron geniales.
— Si, algo de eso me comentó James.
Albus rodó los ojos y sonrió, mientras susurraba un "Por supuesto que James lo hizo", generando la carcajada en el resto de su familia.
Toda la atención se desvió hacia Lily en cuanto ella empezó a hacer preguntas sobre el nuevo y complementario empleo de su madre, del cual solo se habían enterado por una carta de ésta misma y luego habían leído más en algunos artículos de El Profeta.
Kevin Suex había llegado en medio de una explicación sobre en qué consistía la táctica que Ginny usaría con las Arpías y porqué ellos no podrían salir del colegio para presenciar el partido.
Con el pelo azabache perfectamente peinado y la barba algo más crecida que lo que uno podía pensar correcto en un Prefecto y Premio Anual, se acercó a la familia Potter sonriendo y haciendo gala de sus perfectos dientes blancos.
— Señor Potter, ¿Cómo le va? — preguntó amablemente, estrechando la mano del padre de uno de sus mejores amigos.
— Todo excelente, Kevin, ¿Y tú? ¿Te divertiste el verano?
— Absolutamente. — afirmó con una sonrisa que, entre los hombres, significaba demasiado.
Harry se despidió por última vez y palmeó la espalda de su hijo mayor antes de dejarlo ir con el azabache a buscar al resto del grupo. Albus, por su parte, había estado durante todo el viaje con sus amigos, por lo cual no necesitaba ir a buscarlos. Al igual que Lily, sabía exactamente en donde estaban.
Aún faltando cinco minutos para salir, el tren se encontraba bastante vacío, por lo cual era sencillo pasar entre los compartimientos. Dentro del suyo, un castaño de ojos verdes, tirado sobre el sillón informalmente, charlaba animadamente con un azabache de ojos azules, que contaba algo con expresión divertido.
— Ey, man, ¿dónde estuviste anoche? No te vimos más después de la cena. — el azabache, que respondía al nombre de Carter Fell, cortó su relato para centrar su atención en su mejor amigo que venía entrando.
— Pensamos en ir a buscarte, pero luego asumimos que simplemente la estarías pasando mejor que nosotros. — comentó el castaño con un brillo pícaro en sus ojos, saludando con un choque de puños a James.
Éste sonrió y le lanzó una mirada a sus amigos que decía más de mil palabras, mientras tomaba asiento junto a Alex Thomas, obligándolo a sentarse de manera menos desperezada.
— Fue una noche… interesante.
Entre ellos no existían secretos y sabían que, tarde o temprano, James terminaría contando todo lo que había pasado la noche anterior, con lujo de detalles.
El retrasar el relato solo se podía deber a una de dos cosas: que estaba esperando a que el quinto integrante y primo del Potter, Fred Weasley, apareciera o que planeaba esperar un poco más por si quedaba algún movimiento que hacer con la chica nueva, lo cual les daba la pauta que era alguien conocido.
— Te perdiste el verdad-consecuencia que logró que hasta Victoire se sintiera intimidada. — informó el de ojos avellanas, tomando asiento a un lado de Carter. Kevin tenía la habilidad de hacer los comentarios perfectos, en los momentos perfectos.
— ¿Victoire? ¿Mi prima Victoire, intimidada?
— Ella misma. — aseguró Alex.
— Deben estar confundiéndose de rubia. — rió James, subiendo los pies al asiento de enfrente entre Fell y Suex.
— La hicimos relatar detalladamente su mayor fantasía sexual — confesó el oji-azul, golpeando la pierna de su amigo para que se corriese de manera tal que su zapato no le ensuciase el pantalón.
James soltó una carcajada y decidió, por la paz del lugar, bajar los pies del asiento antes que Carter se molestara realmente. No es como si le tuviera miedo a su amigo, solo que estaba demasiado relajado en ese momento como para buscar pelea, aunque fuese una amistosa e infantil. Increíblemente, sus amigos tenían ese efecto anestesiante en él.
— ¿Con Teddy presente? — Kevin asintió frente a su pregunta provocando una carcajada aún mayor en el castaño. — Hubiera pagado por ver eso. ¿Jugaron todos? ¿Roxie también?
— Excepto Dominique, que se sentía mal y se fue a la cama al rato, y Molly que no apareció en toda la noche, todos jugamos. — afirmó Alex, desviando casualmente la vista ante un grupo de morenas que pasaba frente a su compartimiento. — Nunca había visto a Lily y las amigas tan rojas.
No tenían realmente mucho de lo cual ponerse al tanto, ya que habían pasado las últimas tres semanas juntos, teniendo el tiempo suficiente para conversar acerca de todos los temas.
Los cuatro estaban más bronceados, debido a las horas que habían pasado en el lago del lugar, e incluso el castaño cabello de Alex parecía más claro. Producto del sol, aseguraba él, que ya estaba harto de que lo molestaran con que usaba tintura de mujer.
Después de media hora de conversación banal, Kevin se situó a un lado de la ventana y sacó un libro que Teddy le había recomendado en las vacaciones, sobre mal-transformaciones humanas, dejando a Alex, Carter y James hablando de Quidditch. Nunca, no importaba cuánto tiempo pasasen juntos, podrían aburrirse de hablar sobre Quidditch.
— Albus recibió su placa de capitán este año. — comentó de pasar James.
— Sí, Scorpius nos comentó. A diferencia de otros, Albus no estuvo presumiendo de eso todo el verano. — se burló Carter, recibiendo un golpe directo a su azabache cabeza por parte del Potter.
Ambos frenaron su pelea cuando la puerta del compartimiento se abrió, dejando ver a Molly y Fred Weasley parados en el umbral.
La chica, con su pelo azabache perfectamente peinado en una coleta y el uniforme correctamente puesto, miraba incómoda a los chicos con sus grandes ojos verdes. Claramente, ambas hijas de Percy eran un calco de su madre Aubrey, con sus cabellos oscuros y ojos saltones.
— Kevin, tenemos reunión de prefectos dentro de quince minutos. — informó, evitando el contacto con cualquiera de los otros chicos. Su placa de Prefecta y Premio Anual parecían resaltar sobre el negro uniforme.
— Si, gracias Molly, estaba yendo hacia allí. — afirmó el moreno, dejando el libro sobre el asiento.
La chica pareció mirar con desaprobación la creciente barba del chico, pero luego le dirigió una sonrisa y se retiró del compartimiento sin siquiera saludar al resto, con los cuales había compartido la mitad del verano y de entre los cuales se encontraban dos de sus primos.
Fred Weasley miró extrañado la salida de la morena y luego negó con la cabeza, con una clara expresión de ¿Quién las entiende?
— ¡Miren quién decidió aparecer! — soltó el Weasley, chocando los puños con su primo. — ¿Dónde estuviste toda la noche?
— Estuve… por ahí. — respondió evasivamente James, sonriendo en un intento de controlar los nervios en su voz.
— Debe haber sido lo suficientemente bueno como para que te perdieras el desayuno. — Bromeó Fred con picardía, tomando el lugar que Kevin había dejado libre, al lado de Carter.
Fred Weasley era sin lugar a dudas un muchacho atractivo. Todos en su grupo de amigos lo eran, en realidad. Con el pelo corto y desordenado, los ojos oscuros, idénticos a los de su mamá, y la piel algo más bronceada que el pálido tono de Carter o incluso del mismo James. Andaba por los pasillos despegando seguridad y atrayendo la mirada de varias chicas.
— Aún no contó absolutamente nada. — se adelantó Alex a la pregunta del moreno.
James soltó una pequeña risa para tapar el momento y por el pasillo vieron a una rubia y una castaña detenerse frente a su compartimiento y sonreír mientras lo abrían.
Brianne Jareau corrió a los brazos de Fred en el momento en que estuvo dentro, inundando el lugar con su perfume frutal. Llevaba unos jeans entallados y una remera roja que resaltaba contra su ahora bronceada piel. El largo y ondulado cabello rubio permanecía suelto y peinado con una raya al medio, como solía llevarlo siempre en época de colegio mientras que los ojos azules estaban enmarcados por unas largas pestañas maquilladas con negro.
— ¡Fred, te extrañé tanto!
Detrás de ella, Grace Monroe rodó sus verdes ojos mientras observaba la escena. Su amiga siempre había sido demasiada efusiva, más cuando de Fred Weasley se trataba: ellos dos compartían una conexión increíble.
Sonrió al resto de los chicos y los saludó uno por uno, mientras su rubia amiga exclamaba que tenía miles de cosas para contarles.
— Efecto vacaciones. — afirmó Grace rodando los ojos por segunda vez en menos de un minuto, haciendo referencia a la actitud de Brianne.
— ¿Y a nosotros no nos extrañaste ni un poco? — picó James a la rubia. — Me hieres terriblemente. — dramatizó y la chica se giró de inmediato para tirarse a sus brazos.
— ¡James! — chilló ella, mientras reía.
— ¿Qué tal las vacaciones? — le preguntó Alex a la castaña, haciéndola sentar en su regazo y rodeando su cintura en un abrazo.
— Francia es magnifique — aseguró Grace, acomodándose mejor en los brazos del oji-verde como si eso fuese totalmente normal entre ellos e ignorando momentariamente a su amiga. — La gente, la cultura, las comidas… era como si nadie nunca durmiera allí.
— Lo que tú disfrutaste fueron las fiestas. — se burló Carter, logrando la carcajada de todos.
Brianne no paraba de repetirles que tenían que visitar Francia el próximo verano todos juntos. Que las fiestas y los franceses eran algo que ninguna persona podría permitirse no vivir.
Ella, Grace, Chloe Foley y Natalie Beckett habían pasado dos meses a todo glamour y fiestas durante las vacaciones de verano, conviviendo en un departamento que el papá de Chloe poseía. Tal vez cocinar y ordenar se les había complicado un poco, sobre todo los primeros días, pero sin lugar a dudas habían sido las mejores vacaciones que habían podido tener.
— ¿Enamorada? ¿En serio? — pregunto Fred, mirando divertido a Brianne.
— Ay por favor, háblenlo en privado. — pidió de inmediato la castaña, aún sentada en el regazo de Alex. — Estuve todas las vacaciones escuchando a Bri hablar sobre su hombre perfecto. Tengo suficiente información sobre Patrick Larousse para toda una vida.
Los chicos soltaron una carcajada y Brianne golpeó juguetonamente a su amiga en el brazo, para luego proponerle al Weasley ir a buscar a las otras dos chicas mientras le contaba todo sobre el amor de su vida. Al parecer, en Francia no solo habían encontrado miles de tiendas de ropa espléndidas, sino también algún que otro galán que se las había arreglado para conquistar cierto corazón rubio.
— Claramente quiero saber todo sobre este francesito-roba-rubias-sexies. — aseguró Fred sonriendo, mientras era arrastrado fuera del compartimiento. — ¡Guárdenme algo cuando la señora del carrito pase!
Grace observó divertida a sus dos amigos desaparecer por los pasillos.
Todo siempre parecía tan perfecto y color de rosa en la vida de Brianne, que muchas veces no podía evitar sentir algo de envidia por la vida de Barbie girl que la rubia poseía. Padres exitosos que la adoraban, una mansión de ensueño, todos los chicos detrás de ella. La vida de Brianne Jareau parecía el sueño de la típica adolescente americana, que tanto relataban en las películas muggles.
Los chicos seguían hablando de las vacaciones y de lo increíble que debía ser ese año, pero Monroe estaba demasiado cansada como para prestar verdadera atención a algo. Su vuelo había llegado hacía doce horas y apenas habían tenido tiempo para desempacar, volver a empacar todo y dormir dos horas, por lo que antes de que lo notara, su cabeza descansaba en el hombro de Alex, siendo invadida por el perfume del chico, pero sin tener las fuerzas para acostarse más cómodamente.
— Hagan un lugar que voy a acostarla. — ordenó el castaño, haciéndole una seña a James para que se corriera.
El chico rodó los ojos y se cambió de lugar, quedando al lado de Carter. Fred aún no había vuelto y Kevin seguía en su reunión de prefectos, por lo cual tenían el compartimiento para ellos solos.
— ¿Desde cuándo te molesta tener a Grace sobre ti? — se burló el azabache y Alex rodó sus verdes ojos.
— Le va a agarrar tortícolis — justificó sin darle demasiada vuelta al tema. No era como si sus pasados encuentros con la castaña fuera un secreto: estaba seguro de que todo Hogwarts sabía sobre ello.
James prefería solo reír y no hacer ningún comentario, ya que sabía que éstos rápidamente podrían ser usados en su contra. Después de todo, él era el que había empezado con la tradición de relacionarse más íntimamente con las que consideraban sus amigas desde pequeños.
— ¿Al menos nos dirás su nombre?
— ¿Qué?
Potter miró sorprendido a sus amigos. No tenía idea en qué momento ellos habían callado y decidido observarlo. Menos aún, en qué momento él se había quedado tildado mirando a ningún lugar en específico, simplemente a la nada.
— Estuviste raro todo el verano y desapareciste toda la última noche sin avisar. — resumió Alex, elevando las cejas de modo inquisitivo. — ¿Desde cuándo desapareces toda la noche y no quieres contarnos?
— No es por ustedes…
— Eso ya lo sabemos. — aseguraron ambos.
— Es solo que… no acá, ¿Si? Siento como si hasta las paredes pudieran escucharnos y contar todo.
Sus dos amigos asintieron, como si eso fuera totalmente comprensible.
Todos sabían qué, a pesar de todo, a James le gustaba tener cierto control sobre su vida privada y esa no era la primera vez que los hacía esperar hasta llegar a la seguridad de sus habitaciones antes de contarles algo.
Por su parte, James veía en esas horas de viaje que le quedaban la posibilidad de crear una historia lo suficientemente convincente para sus amigos. O al menos, para que dejasen de preguntar.
