Holaaa!!!
Este es mi nuevo fic de esta pareja tan hermosa… espero que sea de su agrado leerla.
La verdad es que pretendía adaptar otra de mis historias con los personajes de esta serie, pero decidí que mejor creaba una pensando exclusivamente en ellos.
Antes del fic quiero hacer algunas aclaraciones…
Utilice el nombre de México ya que fue gracias a sus paisajes que me inspire para hacer esta historia… pero no necesariamente lo que diga de animales, flora o clima tiene que ser como lo es en realidad… eso lo estoy usando del sur de mi país, donde es campo, así que por favor no me reten si hay alguna inconcordancia con la realidad.
Los personajes no me pertenecen, si no a sus autoras, Clamp, y solo hago esto para entretenerme un rato y pasar el tiempo.
Ahora la historia...
.-Paraíso Salvaje-.
"Un beso… ¿Robado?"
Noroeste de México, Sonora.
"Demasiado tiempo sin ver este paisaje" Se lamentaba mentalmente una mujer mientras salía de la estación de tren y daba un vistazo con sus ojos amatistas a las montañas que se alzaban tras las casas. Todo teñido de verde, con frondosos árboles adornándolo todo. Miró el pueblo por un segundo, pero debido a que no se dirigía a ese lugar no le presto mayor importancia, sin duda durante esos años en los que no había estado presente la pequeña urbanización había crecido considerablemente.
Una maleta con ruedas de color negro estaba sujeta firmemente por su mano derecha y con la otra protegía sus ojos de la fuerte luz solar. Dio un suspiro y siguió buscando a la persona que se suponía estaría esperándola para esa hora, seguramente se había atrasado por algún problema de ultima minuto. Así era todo por ese lugar, el pueblo de Tomoeda aun dependía de muy pocos medios de comunicación entre sí, solo los que tenían el suficiente dinero podían darse el lujo de tener teléfono en su casa.
El sonido del próximo tren saliendo la distrajo, las personas transitaban apresuradamente por su lado, ignorando completamente los pensamientos de la joven. Se hizo a un lado y busco un lugar cómodo donde esperar, estaba segura que el capataz de su madre demoraría mas de lo que había imaginado.
Cuando estuvo sentada en una banca cerca de la puerta de la estación busco un libro que venia leyendo en el camino para entretenerse y noto lo mal que estaba su aspecto. No llevaba ni una hora en ese lugar y ya estaba cubierta de polvo. Su pantalón negro estaba medio gris, su blusa blanca ya no parecía ser de ese color y su cabello definitivamente debió habérselo tomado, porque ahora este estaba hecho un desastre. Debió haberse anticipado a esto, no porque no hubiera ido al pueblo en los últimos seis años significaba que había olvidado como eran las cosas en la provincia, pero solo quería darle una buena impresión a su querida pariente, ahora eso seria casi imposible.
Dejo escapar una pequeña maldición entre dientes, siempre lograba perder los modales cuando las cosas no salían como ella quería, gracias a Dios eso no ocurría muy a menudo. De todos modos, en ese momento no podía hacer nada para mejorar la situación, solo quería que su espera terminara pronto.
Cuando se disponía a volver a buscar su libro una fuerte voz se escucho a la distancia y ella supo inmediatamente quien era. Se puso de pie y busco entre las personas casi desesperadamente. Lo diviso a casi cincuenta metros de ella gritando su nombre.
- ¡Estoy aquí! – llamo la atención del hombre mientras levantaba un brazo para que la viera.
El hombre, que más bien era un joven, parecía tener unos cuantos años más que ella, era alto, fornido, tenía el cabello castaño oscuro; traía puestos unos jeans azules gastados y una camiseta manga corta del mismo color.
- Siento la demora – se disculpó una vez llego al lado de la mujer. Ella lo miro sonriendo y lo abrazo con cariño, él correspondió el gesto con agrado – Tuve que hacer unos tramites antes de venir y se me paso el tiempo.
- No te preocupes, solo espere un par de horas – dijo al separarse, al ver que el hombre abría sus ojos ambarinos por la sorpresa sonrió mas abiertamente – Estoy bromeando, acabo de llegar.
- Veo que has tenido problemas – le comentó divertido el castaño refiriéndose a su atuendo, mientras tomaba la maleta y emprendía el viaje hacia donde había dejado el vehículo.
- No es gracioso… - con una mueca de fingida molestia comenzó a caminar y alcanzo con facilidad al joven – Solo necesito un poco de tiempo para volver a acostumbrarme, así que no me molestes Shaoran…
- Lo que tu digas – en la parte trasera de la camioneta puso el equipaje y se introdujo del lado del conductor, seguido por la amatista que subía por el lado contrario – Si Sakura te viera se moriría de la risa – agrego cuando se pusieron en marcha – Nadie te creería que viviste aquí toda tu niñez y adolescencia – miro a su derecha y vio que la joven lo miraba atenta a lo que decía – Te has convertido en toda una citadina.
- Es solo la costumbre… Pasara con el tiempo – expresó con cierta melancolía – Sabes mejor que nadie que soy una vaquera de sangre – ambos sonrieron y la joven cambio drásticamente el tema, no entendía porque pero se sentía un poco incomoda habando de si misma – Y ¿Cómo esta Sakura?
- Como siempre, parece que nunca se le acaba la energía – los ojos ambarinos no se despegaban de la pista por la que iban, pero hablaba normalmente – A conseguido un trabajo en el rancho vecino.
- Me alegro mucho por ella, pero no me refería a eso – notó por el semblante de Shaoran que él ya sabia a lo que se refería – ¿Como estas tú con ella?
El hombre sonrió ampliamente, pensando un momento en la mujer que respondía al nombre de Sakura. Como ya lo había dicho, ella rebosaba en vitalidad, además era alegre, optimista y sincera, cualidades por las cuales le había sido imposible no fijarse en ella. Poseía unos hermosos ojos verdes, cabello castaño hasta los hombros y era de una estatura similar a la amatista. Sin duda la esmeralda era el amor de su vida.
- Sakura y yo… - murmuró después de un leve silencio – Nos casaremos en tres meses.
Un pequeño grito de emoción escapo de la garganta de la joven sentada a su lado, sus ojos brillaron con autentica felicidad y, sin importar donde se encontraban, se abalanzó sobre el castaño mientras decía…
- ¡Que felicidad, sabia que todo seria así! – lo apretaba como si de una niña se tratara cuando su padre le cumplía uno de sus caprichos. Y como no estar feliz si sus dos mejores amigos por fin habían decidido dar ese paso tan importante – Ya pensaba que nunca se atreverían a confesarse sus sentimientos – lo regaño una vez decidió soltarlo. Observo como los colores acudían al rostro del hombre y sonrió, seguía siendo el mismo, tímido y reservado, pero una persona confiable y respetable. Sakura y él eran el uno para el otro – Estoy ansiosa de verla y poder hablar.
Perdió la vista en el horizonte, en el panorama que le ofrecía el lugar, no se cansaba de admirarlo, cada vez que lo hacia creía que el tiempo se detenía y que la naturaleza la rodeaba para devolverle la tranquilidad a su cuerpo.
A lo lejos pudo distinguir una enorme construcción, no lograba recordarla, esa casona no estaba ahí la última vez que había estado en Tomoeda. Llamó de sobre manera su atención, a simple vista parecía ser tan lujosa como costosa, Al pasar frente a ella leyó en un arco de madera el nombre del rancho.
- Tomoyo… - dijo el hombre a su lado con la intención de tener su atención – Creo que ya no vale la pena seguir escondiéndotelo – ahora si que había logrado su propósito. Dobló en el terreno adyacente a la mansión y se estaciono junto a una casa de dos pisos – Las cosas aquí no están como tu madre te dijo.
Su vista se clavo en la de la chica y espero alguna reacción de parte de ella, estaba callada y parecía estar perdida en sus pensamientos. Sonomi Daidouji, la dueña del lugar donde el joven trabajaba como capataz y administrador tenía serios problemas desde hace algunas semanas con sus animales y finanzas. Shaoran había hecho lo que podía, pero la situación se había escapado de sus manos.
- ¿Qué tan mal? – preguntó completamente repuesta de la primera impresión.
- Hace dos semanas la señora se vio obligada a vender parte de sus tierras – explico tras un suspiro, sabia perfectamente que esto era un golpe para ella, ya que amaba este lugar tanto o mas que él – Además… Los animales están desapareciendo.
Esto último le había costado decirlo, él era el responsable de las reces y, por tanto, de las perdidas que habían tenido. No podía hacer nada, Sonomi no se lo había permitido, solía decir que prefería perder algunos animales a que algo le pasara. Pero pese a lo ordenado, se había visto en la obligación de investigar por sus propios medios y ya tenia una ligera idea de lo que pasaba.
- ¿Se los están robando? – cuestionó sorprendida - ¿Y porque mi madre no ha hecho nada? – se sentía engañada, se lo habían ocultado por alguna razón y exigía saber porque.
- Sonomi me prohibió meterme en el asunto – revelo con cierto pesar – Aunque no seguí por completo sus ordenes – una sonrisa minúscula se formo en los labios de la chica, sabia que él no acataría una orden así – Estoy seguro que uno de nuestros vecinos nos los roba con descaro – su opinión fue fluida, con ella no tenia que ocultar lo que pensaba – Y debido a los problemas económicos no tenemos medios para cerrar los limites que unen a los tres terrenos.
- No sabia que… ¿En que demonios estaba pensando mi madre? – impotencia, era la sensación en su interior. Si hubiera sabido habría hecho hasta lo imposible por evitarlo.
- Escúchame… - Shaoran se había puesto mas serio, aunque no fuera muy abierto con sus emociones quería mucho a ambas mujeres, madre e hija, por lo que quería evitar un enfrentamiento entre ellas – Tu madre no tiene la culpa, solo se dejo llevar por lo que dijo un tipo al cual no quiero nombrar – Tomoyo lo miro con el ceño fruncido, pero se relajo al ver que el lo decía de verdad – No le recrimines nada, ya tiene suficiente con lo que se recrimina ella misma… Solo necesita tu apoyo.
- Y lo tendrá – dijo sin duda en sus palabras - Dime quien fue el desgraciado…
- Creo que si lo piensas un segundo sabrás quien es el único que haría algo así… - mientras Tomoyo meditaba él siguió con la explicación de lo sucedido – Hace algunos meses comenzó a acercarse peligrosamente a Sonomi. No me correspondía entrometerme así que no lo hice, por lo que cuando me di cuenta de las verdaderas intenciones del sujeto ya era demasiado tarde – dio un suspiro resignado cuando recordó lo sucedido – Perdimos una gran cantidad de dinero y animales en una venta que no salio como se había previsto… Este sujeto lo había planeado todo, pretendía comprar a muy bajo precio las tierras cuando tu madre se viera desesperada, pero ella se dio cuenta de lo que se proponía y las vendió a otra persona.
- Fue Takamoto… ¿Verdad? – ante el asentimiento de Shaoran, una ira incontrolable creció en su interior.
Akira Takamoto era conocido por su buen ojo en los negocios, además que no era demasiado viejo, solo contaba con treinta y cinco años, y eso lo hacia un hombre muy cotizado por las damas solteras de la región.
Se mordió el labio inferior para poder controlarse, seguramente él se había aprovechado de la soledad que rodeaba a su madre después de estar tantos años como viuda. No la culpaba, claro que no, pero ese hombre pagaría por lo que había hecho.
- Entonces es muy probable que sea el quien se roba los animales – aseguro con voz seca. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y miraba al frente.
- Lo mismo creo yo… Es por esa razón que tu madre quiere hacerse cargo ella misma.
Ahora las cosas tomaban forma en la mente de Tomoyo, esas eran las razones de porque su madre había escondido todo.
- Guardaremos esto como un secreto – murmuró. El castaño la miro sorprendido – Mi madre seguirá creyendo que yo no se nada y nosotros arreglaremos el problema – se volteo para mirarlo y sonrió triunfal, él hizo el mismo gesto y con eso sellaron la complicidad - ¿A quien le vendió la tierra mi madre?
- Al eterno rival de Takamoto – explicó, señalando hacia la mansión que había dejado sin habla a la joven – Llego poco después que tú te fuiste y formo casi un imperio en menos de un año. Algunos dicen que donde pone el ojo pone la bala – rió de buena gana y Tomoyo lo miro extrañada ¿Qué podía ser tan gracioso?
- ¿Me contaras el chiste o tendré que quedarme con la duda? – preguntó. La tensión de la conversación anterior había desaparecido, ahora si podían hablar relajadamente.
- Solo recordaba el día en que tu madre le dijo a Takamoto que ya había vendido las tierras… Y cuando se entero de quien las había comprado casi le da un infarto.
- Se lo tenia merecido – sonrió Tomoyo - ¿En que trabaja ese hombre? – preguntó interesada por el nuevo vecino.
- Principalmente con bovinos, y ovinos, pero también se le conoce por tener los mejores caballos en competencias. Por cuatro años consecutivos se ha llevado todos los premios en las competencias del pueblo, además… - sonrió misteriosamente mirando de manera extraña a la amatista – Solo tiene tres años mas que tú – dijo con peculiar énfasis en esa parte – El año pasado me pidió que participara con su caballo saltador y este año quiere que lo haga de nuevo, y es en su rancho donde Sakura trabaja como cocinera… En conclusión, es un buen tipo.
Tomoyo se sorprendió por la explicación de su amigo. Debía ser un hombre interesante. Solo un hombre con muchas agallas y valor se metía con Takamoto sin temer a las represalias. Se sentía ansiosa por conocerlo.
- ¿Y como se llama este hombre?... – la curiosidad pudo mas que su compostura.
Shaoran estaba a punto de responder, pero una voz los hizo darse cuenta que llevaban casi media hora hablando en la camioneta. Salieron del vehículo y Tomoyo se acercó rápidamente a la mujer que bajaba unos pequeños escalones en la entrada de la casa.
- Mamá… - la abrazo con fuerza. Tanto tiempo sin verla – ¡Que alegría verte!
- Lo mismo digo… - la observo con añoranza, había extrañado demasiado a su hija. Había crecido, se veía mas madura y hermosa, pero seguía siendo su niña – No puedo creer que de ahora en adelante no te vayas a ir…
Tomoyo detuvo una pequeña lágrima que escapaba de los ojos grises de su madre. Se recrimino interiormente por no haber venido antes a visitarla, pero se había enfrascado en sus estudios para poder llenarla de orgullo.
Sonomi era una mujer de cuarenta y cinco años, con el cabello castaño corto y un poco más alta que ella. Llevaba puesto un vestido de mangas cortas y unas sandalias. Se veía preciosa, sin duda muchas mujeres la envidiarían por encontrarse tan bien a su edad.
Shaoran había permanecido tras la amatista contemplando la escena, ellas eran como su familia y las apreciaba como tal. Hizo un leve gesto con la cabeza y dijo…
- Llevare las maletas a la habitación de Tomoyo… - pasó junto a las mujeres y se adentro en la vivienda.
- Será mejor que hagamos lo mismo. Debes arreglarte para comer – un sonrojo pronunciado se asomo en las mejillas de la joven, mientras Sonomi sonreía ante su reacción. Ese era su más adorado tesoro.
Entraron por la misma puerta por la que había entrado el castaño unos minutos antes. La casa poseía dos niveles, estaba pitada de un color rojizo y una terraza adornaba tanto el frente como la parte trasera de la misma. Tenia en su interior cinco habitaciones, tres en el segundo piso, todas con baños personales y dos en el primero, las cuales una era utilizada como estudio y otra como cuarto de lavado. La cocina era amplia y tenía un pequeño merendero auxiliar en su interior. En la sala había una chimenea un poco vieja, pero que funcionaba perfectamente, y el comedor era para una capacidad máxima de seis personas.
En conclusión, no era ostentosa, pero tenía todo lo necesario.
Se separaron al pie de la escalera y Tomoyo se dirigió a toda prisa a su habitación, la misma que había ocupado durante la mayoría de su vida y que la seguía esperando.
…….
Antes de almorzar arreglo sus cosas en el armario de su cuarto, no traía toda su ropa, pero esta llegaría en algunos días con el resto de sus cosas. Se dio una ducha y cambio el atuendo dispuesta bajar, después de conversar con su madre tenia la intención de dar un paseo a caballo por las praderas.
Se vistió con un pantalón holgado de color ceniza opaca, zapatillas y una camiseta de magas tres cuartos negra. Su cabello, que le llegaba con facilidad a la cintura y que poseía un color azabache, lo recogió en una coleta alta, no quería que le estorbara mas adelante.
La comida estaba servida cuando hizo su aparición en el primer piso, solo la estaban esperando. Se sentaron a comer mientras hablaban amenamente sobre todo lo ocurrido durante estos años.
Tomoyo entusiasmada contó todo lo relacionado con sus estudios y lo feliz que estaba de haberse graduado para poder ejercer en las tierras de su madre.
Shaoran comentó de lo que ambas mujeres querían saber, su boda. Durante la conversación le pidió a la joven amatista que fuera su madrina ya que ambos, él y Sakura, lo habían hablado y estaban de acuerdo, ante esto ella no pudo más que aceptar feliz.
Y Sonomi no paraba de platicar sobre su apuesto vecino. Que era un hombre educado, cortes, agradable, sincero, determinado y otras tantas cualidades que terminaron por abrir por completo la curiosidad de Tomoyo. Lo que su madre quería decir era que parecía ser el hombre perfecto para cualquier mujer.
Después de levantarse de la mesa Sonomi pidió a su hija que la acompañara al estudio, Shaoran se retiro poniendo como excusa unos asuntos que debía terminar para esa tarde, pero antes de irse le dirigió una significativa mirada a Tomoyo, recordándole lo que habían acordado. Ella solo asintió y se dirigió hacia donde su madre se había marchado.
El estudio era acogedor, un ventanal estaba situado tras el escritorio, habían algunas estanterías con libros, un sofá de dos cuerpos y algunas lámparas. Pero aun quedaba bastante espacio para usar. La mujer de cabello oscuro se alegro al ver esto, ya que entre sus pertenencias tenia demasiados libros que había usado durante esos años en la ciudad y lo cuales no pretendía desechar.
- Tomoyo, es hora que te enteres de algunas cosas que han sucedido aquí… - dijo la señora Daidouji sentándose tras el escritorio y apoyando las manos en el mismo – Te lo explicare de una vez… - cerro los ojos durante un instante y dio un suspiro para continuar. Su hija la miraba atenta, sosteniendo la respiración – Estoy enferma.
Abrió sus orbes amatistas ante la sorpresa. Sintió que la sangre se le helo en las venas al solo pensar que a su único pariente, la persona que le había dado la vida, le pudiera pasar algo. No estaba preparada para algo así.
- ¿Qué… Que quieres decir? – la voz se le quebró mientras hablaba, pero trataba de mantenerse serena para poder seguir escuchando.
- Hace unos dos meses y medio me diagnosticaron un tumor cerebral… - la mujer castaña mantenía la cabeza alta, observando a su hija – Me han dado algunos medicamentos para los malestares, pero debo viajar a la ciudad para realizarme los exámenes pertinentes y comenzar con el tratamiento – abrió un cajón y saco algunos papeles – Aquí esta todo mas detallado. Quiero que te hagas cargo del rancho y que te asegures que la próxima venta de animales sea provechosa, ya que… Le debo el dinero a alguien.
Tomoyo, que estaba leyendo los documentos, miró a su madre con expresión extraña, no dijo nada, pero su progenitora sabía perfectamente que quería saber más.
- Nadie lo sabe mas que yo, el señor Hiiragizawa y ahora tú.
- ¿Y quien es ese señor? – pregunto con desconfianza.
- Nuestro vecino – respondió Sonomi con naturalidad – él estaba conmigo cuando sufrí el primer desmayo y por eso, tras acompañarme al hospital del pueblo ese mismo día, se enteró… - guardo silencio un momento – Es a él a quién le debo el dinero, a pesar que vendí parte de las tierras para sacar lo necesario para los exámenes no fue suficiente y él me lo prestó…
La amatista bajo la mirada, no tenía nada que decir, no sabia como reaccionar… Tenía temor y se sentía medio desesperada por dentro. Sus sentidos estaban alterados, su cabeza funcionaba al cien tratando de asimilarlo todo y poder dirigir alguna palabra de apoyo a su madre, pero su voz parecía estar cortada.
- Iré contigo – logro articular después de unos minutos de silencio.
- No – fue la única respuesta de la mujer castaña. Tomoyo trato de protestar, pero fue inmediatamente acallada – Te necesito aquí.
Asintió lentamente mientras sentía un nudo en su garganta. Su madre se puso de pie y la abrazo. Los papeles estaban intercambiados. Le acaricio el cabello cuando sintió los brazos de su hija rodearla con fuerza y cariño.
- Todo estará bien… Partiré mañana por la mañana y si todo sale bien regresare antes de la boda de Sakura.
Permanecieron así durante un largo rato antes que Sonomi decidiera que era hora de empacar. Quedaron de acuerdo en verse para la cena, puesto que ahora la amatista necesitaba mucho mas salir a pasear, y que seria ella quien la llevara a la estación de trenes.
Sentía que estaba en jaque, por una parte estaba lo que le había informado Shaoran, los problemas económicos, los cuales su madre ni siquiera menciono durante la conversación, y por otro estaba la enfermedad de su madre… ¿Tendría el dinero suficiente para costear todo? Se prometió a si misma que cuando su madre regresara tendría la hacienda otra vez en pie y con eso podrían estar tranquilas.
………
Ensillo al caballo con algo de ayuda por parte de Shaoran. Era un macho, uno de los dos que había en el rancho, era un pura sangre ingles, tenia el pelaje café oscuro, la crin estaba muy bien cortada, a diferencia del flequillo, el cual estaba largo y tapaba levemente la mancha blanca que tenia entre los ojos.
Era de su madre, y el otro, muy similar a ese, era de Shaoran. No necesitaban más y Tomoyo estaba mejor así.
Monto el caballo con dificultad, el tiempo fuera de práctica parecía estar afectándola, pero no se desanimo por eso. Comenzó haciéndolo trotar lentamente para acostumbrarse a su ritmo, y para su suerte parecía manso y confiable.
Esa sensación de confianza hacia los animales era una de las razones por las cuales había estudiado Medicina Veterinaria. Se había especializado en los equinos debido a que era sus animales favoritos y porque tenía numeroso campo laboral en ese lugar. Pero también podía hacerse cargo de los bovinos y demás animales de campo, controlando sus ciclos de reproducción y salud. Se había esforzado al máximo para lograr cumplir su sueño y ahora que había terminado la universidad podía asegurar que ese era solo el primer paso hacia el futuro.
Llego a la cima de una colina y pudo apreciar todo el esplendor de los valles. Cubierto por extensa y variada vegetación, árboles y flores por excelencia. Sonidos naturales y uno que otro animal pastando por las cercanías.
El sol brillaba en el cielo completamente despejado. Hacia calor, pero gracias al viento no sentía esa sensación sofocante. Además, se había cambiado el peinado para poder colocarse un sombrero de cuero y ahora lo traía suelto
Recordó que de niña le gustaba ir al río y sonrió al ver claramente en su mente la imagen de su padre. Era un hombre encantador, trabajador y cariñoso.
Suspiró mientras seguía admirando el paisaje y emprendía el camino a un destino definido.
En poco menos de veinte minutos estaba acercándose a la rivera, podía escuchar sus aguas con la corriente. Bajo del caballo con cuidado y lo dejo para que comiera y se refrescara mientras ella iba a buscar un punto mejor para observar el lugar. Caminó algunos metros y entre los árboles encontró lo que tanto buscaba.
Una cascada de unos diez metros daba paso a una laguna de aguas cristalinas. No tenia demasiada corriente y eso la hacia un lugar ideal para nadar un rato. Las rocas rodeaban el estanque y le daban una forma casi circular. Junto a la cascada había algunas de gran tamaño de las cuales se podrían arrojar para disfrutar de un buen chapuzón. El color verde era el predominante y lo hacia parecer un lugar utópico.
No lo pensó demasiado cuando ya se encontraba quitándose la ropa para probar por si misma si el agua se sentía tan bien como se veía. De todas maneras no había nadie cerca y este lugar no era conocido por muchas personas, así que el porcentaje de que la descubrieran era casi nulo.
Dejo su vestimenta sobre una piedra y se introdujo completamente desnuda. La primera sensación fue de escalofrió, pero se fue acostumbrando con rapidez. Estaba deliciosa, embriagante, sobrecogedora. Mientras mas se acercaba a la cascada mas profundo se hacia el estanque por lo que tuvo la suficiente profundidad para hundirse y nadar con tranquilidad.
Así estuvo por largo tiempo, no se dio cuenta hasta cuando comenzó a sentir frió. Decidió que ya era hora de regresar, por lo que salio a nivel del agua donde esta le llegaba hasta la cintura. Con una hábil maniobra su cabello quedo de tal manera que le tapaba justo lo necesario en la parte superior del cuerpo. Estaba a punto de voltear para irse cuando alguien se lo impidió.
Un perro de estatura pequeña nadaba haciendo círculos a su alrededor. Tomoyo lo miró asombrada, era un mestizo de pelo largo y café, con algunas tonalidades negras, orejas caídas y ojos grandes y oscuros.
El canino se detuvo frente a ella y la amatista no pudo evitar acercar su mano para acariciarlo, era una ternura.
- Eres precioso – le susurro con cariño mientras tocaba sus orejas. Notó que traía una placa con su nombre, se inclino hacia ella y leyó en voz alta – "Rex"… Un nombre muy lindo…
- Veo que encontraste una amiga, pequeño… - Tomoyo se quedo paralizada al escuchar esa frase. Era una voz profunda, tanto que provoco, literalmente, que se le erizaran los pelos de la espalda, y no precisamente por el viento helado.
Volteó lentamente después que Rex pasara por su lado para dirigirse al que probablemente era su dueño. Quedó de costado mirando al hombre, era alto, de hombros anchos y contextura musculosa. Cabellos negros con reflejos azulados, labios tentadores y ojos devastadores, aunque a esa distancia no estaba segura del color que poseían... Una imagen realmente atractiva, podía jurar que no había visto hombre así en toda su vida.
El joven en cuestión estaba en una situación similar a la de ella. Observándola, admirándola. Era simplemente una visión perfecta el encontrar a una mujer tan hermosa en esas circunstancias. Lo miraba tímidamente, pero eso no hacía más que aumentar su belleza antes sus ojos, casi podía afirmar que su piel debía ser tan suave como la seda y era posible apreciar el tono de su piel gracias a que estaba… Desnuda. Pasó saliva con dificultad al fijar su mirada en lo que tapaban sus cabellos oscuros.
Sonrió de manera natural, derramando determinación por sus ojos. La diminuta curva de sus labios parecía tan sensual que a Tomoyo se le aceleró el pulso de una manera violenta. Se acerco a la orilla con la vista fija en la silueta en medio de la laguna y se introdujo sin importarle que su ropa se mojara.
- No puedo creer que Dios se haya apiadado de mi y me haya enviado a semejante musa – daba pasos lentos, pero seguros, acercándose cada vez mas a la amatista. Esta por su parte no era capaz de mover un músculo, no podía, o tal vez no quería.
Cuando estuvo frente a ella la admiro con mas detenimiento. Estaba sonrojada y parecía tener cierto temor reflejado en la mirada.
Tomoyo, por su parte, estaba media atontada. Nunca se había sentido tan cautivada por un hombre, menos uno al que no conocía, pero esta situación parecía un sueño, tanto que temía despertar en cualquier momento.
- A… Aléjese… - dijo entrecortadamente y con dificultad. Le costaba encontrar el aire.
- Tranquila… No pasa nada – levantó su mano derecha y acaricio con delicadeza la mejilla de la joven. Estaba equivocado, su piel era mucho mas suave que la seda. La sintió estremecer bajo su tacto y cerrar los ojos involuntariamente.
¿En que demonios estaba pensando? Debía alejarlo, no podía dejar que un completo extraño se acercara a ella de esa manera. Estaba invadiendo su espacio personal y por tanto tenia todo el derecho a hacerlo, pero entonces… ¿Por qué no lo hacia?
La caricia paso a su oreja y luego a la nuca, fue en ese momento que la atrajo hacia sí y la beso.
Tomoyo quedo impresionada, pero no abrió los ojos e inexplicablemente correspondió con la misma suavidad que él lo hacia. Se sentía sumiso, calido. Pasó sus manos a través del pecho de él y llego a su cuello donde las dejo descansar.
Lo que había comenzado como un roce, se estaba intensificando casi sin que ninguno de los dos se diera cuenta. Fue cuando el hombre decidió que debía parar o no podría responder de sus acciones.
Nunca le había pasado esto, había sentido el impulso de acercarse y luego de besarla. Era un deseo tan fuerte que le fue imposible controlarlo y había sucumbido sin objeción alguna.
- Esto no esta bien – murmuro la amatista estando a quemarropa – Usted es un desconocido…
Estaba medo perdida, la voz se le escuchaba entrecortada y sentía el estúpido impulso de no soltarlo jamás. No se atrevió a levantar la cabeza, tenia miedo de lo que podría encontrar escrito en su rostro. Sin embargo, eso no duró demasiado tiempo, ya que fue él quien la obligo, poniendo dos dedos bajo su barbilla, a unir sus miradas.
Fue en ese momento en que Tomoyo lo supo. Sus ojos, de una perfecta mezcla entre azul y negro, se asemejaban a un zafiro.
- No... Son mas profundos – se dijo – El mar... me recuerdan el mar.
- Eso se puede arreglar – respondió él a lo ultimo dicho por la joven – Mi nombre es Eriol… Eriol Hii… – en ese momento un grito los devolvió abruptamente a la realidad, sacándolos de la atmósfera mágica que se había formado a su alrededor. Aún estaban en el agua, ella completamente desnuda y él empapado desde las caderas hacia abajo.
- ¡¡Eriol!! – volvió a escucharse. Tomoyo lo separo de sí dándose cuenta que lo que hacia era incorrecto. El hombre pareció entender el gesto y sonrió de lado, con esa sonrisa tan especial que volvió a quitarle el aliento a Tomoyo.
- Será mejor que se vaya – bajo la mirada enojada por sus acciones, esta no era ella, no quería que se volviera a repetir por mucho que la hubiera impresionado aquel hombre.
- Solo me iré… Si me dices tu nombre – susurró despacio.
- Tomoyo… - dijo dando un paso atrás para poner distancia entre ellos
El joven se dio media vuelta para retirarse sin pensarlo demasiado, y una vez estando fuera del agua se volteo con una sonrisa medio burlona para decirle.
- Es un placer conocerte… Tomoyo – la manera de pronunciar su nombre hizo que la amatista suspirara levemente, soltando todo el aire que tenía contenido, y para su fortuna él no pareció notarlo, ya que dio un silbido llamando a alguien…
De entre los árboles apareció un hermoso corcel, era de pelaje totalmente negro y brillante. Con una grácil curva en el cuello que delataba su procedencia, Angloárabe. Su crin larga y rebelde le daban un aspecto casi tan salvaje como el de su dueño.
El hombre lo montó con tanta maestría que dejo impresionada a la chica. Seguía inmóvil en el agua, con la mano derecha sobre su boca y sin poder quitarle la vista de encima.
- Espero volver a verte… Y bienvenida a Paraíso Salvaje…
Se marcho rápidamente y dejo sumergida a Tomoyo en sus pensamientos… No le gustaba esta sensación, parecía ser capaz de desarmarla con solo una mirada, la hacia sentir frágil y delicada.
Se quitó la mano del rostro con brusquedad y apretó los puños. Ya se las pagaría… No permitiría que se quedara como si nada después de robarle un beso sin su consentimiento….
Continuara….
Muchas gracias por leer y espero que les haya gustado… nos veremos en el siguiente capitulo, pero no estoy segura cuando actualizare… sorry, es que tengo muchas cosas que hacer… pero me esforzare por tenerla lo antes posible. y si tienen alguna duda, solo pregunten que yo gustosa contesto n.n
"Si no recuerdas la mas ligera locura en que el amor te hizo caer, es por que no haz amado" William Shakespeare
Se despide… Lirio Negro
