En el reloj de la familia Dursley sonaban las 12 de la noche. El señor Vernon se acababa de acostar después de que su esposa, Petunia, hubiera dormido a su hijo Dudley, de apenas un año de edad. La familia ya estaba dormida cuando un gato pardo se acercó a su jardín y, después de inspeccionar los alrededores, se sentó junto a los geranios. A lo lejos apareció un hombre alto, con una gran barba blanca, gafas de media luna y un rostro que inspiraba confianza. Iba caminando por la calle, y cuando estaba próximo a la casa de los Dursleys sacó una especie de encendedor de su túnica púrpura, lo accionó y las luces de las farolas de su alrededor dejaron de funcionar.
El anciano se sentó en un banco próximo al jardín de los Dursleys, y el gato pardo se le acercó.
- Te dije que no era necesario que vinieras Minerva.
De pronto, el gato pardo se alzó y se transformó en una señora con una túnica verde, con el cabello recogido en un moño y un rostro sereno y maduro.
- ¿Cómo me has reconocido Albus?
- No es muy común encontrar gatos con gafas mi querida profesora. - contestó el anciano conteniendo la risa.
- ¡Por los panrulos de Merlín! necesito las gafas para ver, se me olvidó quitármelas, estoy muy nerviosa Albus...
- Lo sé Minerva, lo sé, todos lo estamos - añadió sacando un pañuelo rosa para limpiarse las lágrimas de la risa - espero que Tita venga pronto, me estoy quedando helado.
- ¿Has dejado a Tita el trabajo de rescatar al niño? - la señora parecía muy asombrada - No creo que sea la persona más conveniente para ese trabajo Albus, apenas sabe...
- ... hacer magia, lo sé, lo sé, pero confiaría a Tita hasta mi vida.
- ¿Y cómo va a llegar hasta aquí? ¿Cómo traerá al joven Potter?
- En bicicleta, por supuesto, el joven Black se la ha prestado.
Ante el asombro de Minerva una nube dejó que la Luna se iluminara, la silueta de una bicicleta surcaba el cielo y en ella iban una mujer pedaleando y algo abultaba en la cesta del manillar. La bicicleta se aproximaba a la casa de los Dursleys a gran velocidad. Finalmente, y usando la calle como pista de aterrizaje, la bicicleta paró frente a Albus y Minerva, no sin antes hacer un "ring ring" con el timbre de la bici.
- ¡Tita! - regañó Minerva a la recién llegada - no hagas ruido, parece que está dormido...
- Así es profesora MacGonagall, se durmió hace un rato, le canté cinco nanas mientras pedaleaba, tengo la boca seca, ¿tiene por ahí un poco de whisky de Fuego? vengo sedienta -La mujer bajó de la bici, se quitó el casco y dejó suelta su melena pelirrosa.
- ¿Qué te ha pasado en el pelo Tita? - preguntó Albus saliendo de detrás de un arbusto.
- ¡Oh! ¡profesor Dumbledore! no le había visto... pues mi peluquera, que no ha acertado con mi color, ya le ajustaré las cuentas... ¿qué hacía usted detrás del arbusto?
- ¿Yo? pues, me he asustado con el ruido del timbre de la bicicleta.
La profesora MacGonagall y Tita se quedaron mirando a Dumbledore incrédulas, hasta que el anciano se acercó a la bicicleta y sacó al pequeño niño que iba en la cesta, arropado con algunas mantas y con una extraña cicatriz en forma de Z en su frente.
- Albus - dijo la profesora mirando al niño - ¿crees que estará a salvo con esta familia de muggles? tienen un niño pequeño que maltrata a su madre ¡y sólo tiene un año!, te ruego que lo reconsideres.
- No Minerva, no hay nada que replantear, está todo decidido, se quedará con sus tios muggles hasta que tenga 11 años, entonces, lo tendremos en Hogwarts.
El profesor se dirigió a la puerta de la casa de los Dursleys y dejó al niño junto a una carta en el frio suelo.
- ¿Preparados? - preguntó Dumbledore.
- Sí - dijo MacGonagall.
- Preparada - gritó Tita, arrodillándose como para hacer una carrera, y sollozando, pues no quería separarse de SU niño.
- Bien, - dijo Dumbledore, acercando su dedo índice al timbre de la puerta - ¿listos? ¡YA!
Dumbledore tocó al timbre de la casa, e instantáneamente MacGonagall se transformó en gato pardo con gafas, Tita salió corriendo en dirección a la bicicleta como alma que lleva el diablo, pero tropezó con el seto del vecino y cayó dando una voltereta. Albus, por su parte, salió corriendo por la calle a grandes zancadas, pero se estrelló con una farola.
- ¡Diantres! - dijo, con una mano en su nariz - se me olvidó encender las farolas - y con un movimiento de su encendedor las farolas recobraron la luz. - Ahora sí, ¡corred que nos pillan!
Tita consiguió llegar a la bicicleta y empezó a pedalear hasta que la voló. Albus salió corriendo y se escondió detrás de un porche, para ver la reacción del señor Dursley, y oir las maldiciones que salieron de su boca al ver al joven Zanky Potter bajo su puerta.
