Capítulo 1 - El Niño que Vivió

En el reloj de la familia Dursley sonaban las 12 de la noche. El señor Vernon se acababa de acostar después de que su esposa, Petunia, hubiera dormido a su hijo Dudley, de apenas un año de edad. La familia ya estaba dormida cuando un gato pardo se acercó a su jardín y, después de inspeccionar los alrededores, se sentó junto a los geranios. A lo lejos apareció un hombre alto, con una gran barba blanca, gafas de media luna y un rostro que inspiraba confianza. Iba caminando por la calle, y cuando estaba próximo a la casa de los Dursleys sacó una especie de encendedor de su túnica púrpura, lo accionó y las luces de las farolas de su alrededor dejaron de funcionar.

El anciano se sentó en un banco próximo al jardín de los Dursleys, y el gato pardo se le acercó.

- Te dije que no era necesario que vinieras Minerva.

De pronto, el gato pardo se alzó y se transformó en una señora con una túnica verde, con el cabello recogido en un moño y un rostro sereno y maduro.

- ¿Cómo me has reconocido Albus?

- No es muy común encontrar gatos con gafas mi querida profesora. - contestó el anciano conteniendo la risa.

- ¡Por los panrulos de Merlín! necesito las gafas para ver, se me olvidó quitármelas, estoy muy nerviosa Albus...

- Lo sé Minerva, lo sé, todos lo estamos - añadió sacando un pañuelo rosa para limpiarse las lágrimas de la risa - espero que Tita venga pronto, me estoy quedando helado.

- ¿Has dejado a Tita el trabajo de rescatar al niño? - la señora parecía muy asombrada - No creo que sea la persona más conveniente para ese trabajo Albus, apenas sabe...

- ... hacer magia, lo sé, lo sé, pero confiaría a Tita hasta mi vida.

- ¿Y cómo va a llegar hasta aquí? ¿Cómo traerá al joven Potter?

- En bicicleta, por supuesto, el joven Black se la ha prestado.

Ante el asombro de Minerva una nube dejó que la Luna se iluminara, la silueta de una bicicleta surcaba el cielo y en ella iban una mujer pedaleando y algo abultaba en la cesta del manillar. La bicicleta se aproximaba a la casa de los Dursleys a gran velocidad. Finalmente, y usando la calle como pista de aterrizaje, la bicicleta paró frente a Albus y Minerva, no sin antes hacer un "ring ring" con el timbre de la bici.

- ¡Tita! - regañó Minerva a la recién llegada - no hagas ruido, parece que está dormido...

- Así es profesora MacGonagall, se durmió hace un rato, le canté cinco nanas mientras pedaleaba, tengo la boca seca, ¿tiene por ahí un poco de whisky de Fuego? vengo sedienta -La mujer bajó de la bici, se quitó el casco y dejó suelta su melena pelirrosa.

- ¿Qué te ha pasado en el pelo Tita? - preguntó Albus saliendo de detrás de un arbusto.

- ¡Oh! ¡profesor Dumbledore! no le había visto... pues mi peluquera, que no ha acertado con mi color, ya le ajustaré las cuentas... ¿qué hacía usted detrás del arbusto?

- ¿Yo? pues, me he asustado con el ruido del timbre de la bicicleta.

La profesora MacGonagall y Tita se quedaron mirando a Dumbledore incrédulas, hasta que el anciano se acercó a la bicicleta y sacó al pequeño niño que iba en la cesta, arropado con algunas mantas y con una extraña cicatriz en forma de Z en su frente.

- Albus - dijo la profesora mirando al niño - ¿crees que estará a salvo con esta familia de muggles? tienen un niño pequeño que maltrata a su madre ¡y sólo tiene un año!, te ruego que lo reconsideres.

- No Minerva, no hay nada que replantear, está todo decidido, se quedará con sus tios muggles hasta que tenga 11 años, entonces, lo tendremos en Hogwarts.

El profesor se dirigió a la puerta de la casa de los Dursleys y dejó al niño junto a una carta en el frio suelo.

- ¿Preparados? - preguntó Dumbledore.

- Sí - dijo MacGonagall.

- Preparada - gritó Tita, arrodillándose como para hacer una carrera, y sollozando, pues no quería separarse de SU niño.

- Bien, - dijo Dumbledore, acercando su dedo índice al timbre de la puerta - ¿listos? ¡YA!

Dumbledore tocó al timbre de la casa, e instantáneamente MacGonagall se transformó en gato pardo con gafas, Tita salió corriendo en dirección a la bicicleta como alma que lleva el diablo, pero tropezó con el seto del vecino y cayó dando una voltereta. Albus, por su parte, salió corriendo por la calle a grandes zancadas, pero se estrelló con una farola.

- ¡Diantres! - dijo, con una mano en su nariz - se me olvidó encender las farolas - y con un movimiento de su encendedor las farolas recobraron la luz. - Ahora sí, ¡corred que nos pillan!

Tita consiguió llegar a la bicicleta y empezó a pedalear hasta que la voló. Albus salió corriendo y se escondió detrás de un porche, para ver la reacción del señor Dursley, y oir las maldiciones que salieron de su boca al ver al joven Zanky Potter bajo su puerta.