La siguiente dramatización está inspirada en hechos reales y ha sido adaptada en lo posible de acuerdo a la zona geográfica sin perder detalle de los hechos. Esta es una historia editada, agradezco los reviews que pudo haber tenido así como los nuevos, así como también a los protagonistas que la originaron. Esta es una historia atípica, se recomienda paciencia. (xDU)

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SEIYA

"De viajes, envidias y licores"

Primera parte

EL TRAYECTO

Para los que me han leído antes sabrán que utilizo este espacio de vez en cuando para contar alguna anécdota personal, —lo que ha tenido buena aceptación—, y es por eso que esta vez les contaré sobre mi fin de semana.

Era un fin de semana cercano a un día de asueto en el que extrañé mucho a mi novia Usagi. Creo que jamás la había extrañado tanto desde que la conocí. Sabía que la echaba de menos y que pensar en ella me era suficiente, pero ese día, ese día no lo fue. La necesitaba aquí, conmigo. Todo el tiempo lo pasé pensando en ella, recodándome cuánto la amaba. Deseaba tanto que estuviera junto a mí.

Esto fue lo que pasó:

El sábado por la noche mi madre recibió una llamada de mi tía "la prominente", diciendo que si quería ir a un poblado en las afueras de la ciudad el domingo por la mañana, ya que ella y mi prima irían a pasear y a visitar un Museo de la Prehistoria. Encantada mi madre aceptó la invitación; al colgar me habló de los detalles. Generalmente no suelo unirme a este tipo de paseos familiares pero esta vez lo pensé mejor pues no había salido en... ¿meses? Quizá. No lo sé. El caso es que se me antojó ir a ver la carretera, que más que nada es lo único que se puede hacer en el trayecto: ver a través de la ventana del auto.

No era la primera vez que iba a ese museo. Había ido hace como 4 años. Un amigo que vive en las afueras venía a la universidad en la ciudad, así que, en un paseo de amigos nos dio un tour por allá, por lo tanto el poblado, y en especial el Museo, no iban a ser una novedad, pero recordé como se veían las montañas y los lugares semidesérticos y pensé que me gustaría verlo otra vez, entonces, con un poco de indecisión pregunte:

—Mamá… ¿quiénes irán?

Ella respondió que sólo mi tía, mi prima Michiru y ella, y claro, yo, si me les unía. Que por cierto, nadie me había invitado esta vez, supongo que a causa de mis anteriores y constantes negativas, pero esta vez decidí ir. Cuando le pregunté a mi madre quién iría lo hice porque no sabía si el novio de mi prima asistiría y no quería tener el disgusto de conocerlo. Pero como él no las había acompañado antes lo vi como una opción, así que traté de portarme bien y disfrutar del viaje.

El domingo nos levantamos temprano. —Sacrilegio, es "dormingo"—. Fuimos a casa de mi tía, desayunamos con ellas —una insípida comida—, y al cabo de un rato ya estábamos en camino en un reducido auto con forma de zapato y al que mi prima apoda cariñosamente como "bicho". La mañana era hermosa, fresca, el sol apenas despertaba y bañaba todas las cosas. Pensé en mi novia, el sol dibujando su rostro y el viento acariciando su cabello bajo un cielo muy azul. Una imagen que quería que fuese verdad y que ella estuviera allí compartiendo ese bello y perfecto día conmigo.

De repente, mi prima dio vuelta en una zona de departamentos llamados: "Viñedos".

—Iremos a recoger a mi novio primero —dijo.

Mi mirada de asombro —por no decir de "terror"—, se reflejó en el retrovisor, nadie pareció notarlo. Pensé: "Lo sabía... no debí haber venido. ¡Lo sabía, lo sabía!". Me recriminé. Y es que por alguna razón siempre termino decepcionado. Es por eso que me mantengo al margen tratándose de ellas. Pero les di la oportunidad y ya estaba ahí, ni modo de hacer una rabieta, que he de mencionar, me salen espontáneas cuando, reitero: "se trata de ellas". ¿Será que estoy en desacuerdo con su estilo de vida y elecciones? En eso somos total y completamente opuestos.

Entonces pensé: "Mi tía va a tener que cambiar de asiento al de atrás y vamos a ir apretados". Sí, eso pasó, no pude ser más preciso. Dimos varias vueltas por las cuadradas y pequeñas casas tipo "caja de zapatos" que el gobierno otorga a los trabajadores con un subsidio, hasta que llegamos a una no diferente a las demás. Mi prima abrió la puerta y entró con la confianza de quién vive ahí y dos minutos después salió, bajó el escalón en la puerta y vi al novio detrás de ella. Un Mustang 85 amarillo estacionado al frente le cubría el cuerpo, apenas pude verle la cara. Había algo extraño en él, algo… que me resultó familiar, pero le resté importancia, recordé las conversaciones que mi madre había tenido con mi tía y que por casualidad habían llegado hasta mis oídos: "El tipo es una ofensa" —dice la familia de mi prima—, a lo que debe ser su pareja, era obvio que a nadie le parecía un candidato adecuado para pretenderla pero ella parecía hacer todo lo posible por llevarles la contraria, ya que a excepción de Mamoru Chiba —su ex novio—, Michiru elegía siempre un novio similar al anterior: alto, rubio, de ojos verdes y de complexión delgada, podría decirse que atlética. Sin duda algo totalmente discorde a Mamoru, que es fornido, trigueño y de ojos azules.

Cuando el susodicho rubio llegó, subió al auto y saludó de mano a las señoras; mi madre extendió la mano hacia mí y me introdujo diciendo:

—Mi hijo.

—Hola, soy Seiya —dije y le tendí la mano.

Él ni me miró, sino que se limitó a estrecharme la mano. Creo que debió decirme al menos su nombre como dicta la cortesía, pero no. Mi prima abordó y continuamos el recorrido mientras yo pensaba: "Oh que bien viajo con un completo desconocido del cual no sé siquiera su nombre. Bien podría tratarse de un asesino". Está bien, exageré. Miré por la ventana intentando no pensar en lo molesto que era ir con un extraño, apretado contra la puerta de un mini auto de caja de cereal, junto a la ventana por donde se filtra el sol, justo detrás del conductor. Más malo no podía ser. De haber sabido que sería así habría llevado mi auto, aunque no habría disfrutado del paisaje, en fin, traté de no pensar en esas cosas, debía comportarme. Mirando por la ventana encontré chozas, casas de madera abandonadas, ruinas, pequeños asentamientos y paradas. Cosas que usualmente sólo ves en las películas y que incluso, con el crecimiento de las urbes llegas a pensar que ya no existen. Recordé la película "La Mexicana" con Brad Pitt y Julia Roberts, esa parte cuando Brad va por la carretera y en un cruce de caminos un semáforo le marca el alto, dudoso mira a ambos lados, no hay nada alrededor más que tierra árida y yerba seca, lentamente adelanta su vehículo y de la nada aparece la estructura de un camión de carga a alta velocidad, unos centímetros más y no la habría librado, el semáforo allí parecía no tener sentido, pero vaya que era necesario. Por fortuna, este no era el caso y delante de nosotros sólo había kilómetros y kilómetros de vía libre.

Como decía, el camino de ida fue un martirio, todo era incómodo y nadie decía nada, de repente se escuchaban los murmullos entre mi prima y su novio, o las risotadas frenéticas de mi madre y mi tía que reían con cualquier insignificancia pero no más, todo fue silencio, supongo que la radio de nada serviría, de tan lejos ni señal había.Y mientras, yo miraba todo aquello que fui a ver: la ausencia del hombre y kilómetros de tierra.

Cruzamos por una ciudad y pasamos por dos gasolineras en las que mi prima se detuvo a pedir direcciones y yo pensaba: "debería cargar gas ya que estamos aquí". Pero no lo hizo. Seguimos el trayecto que nos indicaron y que decían nos tomaría una hora más. Ya habíamos estado 1 hora en el camino y mis piernas ya empezaban a dormirse, quise estirarme, entonces nos encaminamos otra vez, ¿a dónde? No sé porque desde hacía unos minutos mi prima se había desviado de la ruta al Museo, y de pronto, se dio cuenta.

—Nos vamos a detener a preguntar si aún falta mucho por llegar a los viñedos —dijo Michiru—, de lo contrario tendremos que regresar porque el tanque ya no tiene gasolina.

Claro, no quiero decir te lo dije —porque en realidad no lo dije, pero—, te lo dije. "Esperen un momento —pensé—. ¿Viñedos? ¿Qué no venimos de allí?" El novio bajó del auto para preguntar en una parada de camioneros en un lugar de terracería junto a la carretera. Yo bajé también a estirar las piernas y a sentir el viento que no podía percibir ya que íbamos con el clima dentro. Estaba fresco, era agradable, algo terroso pero el aire era puro. El sujeto regresó, subí al auto con rapidez y tocando la ventana del lado del conductor, dijo:

—Los viñedos quedan a otra hora de aquí y hay una gasolinera a 15 km.

Michiru pensó un instante, el novio entró en el auto y continuamos el camino en silencio, rezando con la esperanza de no quedar varados allí. Nadie lo dijo, pero sé que fue así. Continuamos otros 20 minutos hasta que llegamos a la estación de gas. No fueron 15 km, fueron al alrededor de 32km. ¿Qué hubiéramos hecho si sólo tuviésemos gas para esos 15 km? Nos detuvimos, fuimos al sanitario y digo "fuimos" porque no sólo fueron mi madre y mi tía, pensé que iría yo solo ya que de los caballeros presentes sólo yo descendí, pero cuando entré al sanitario el sujeto iba tras de mí.

Me dirigí a los mingitorios y él entró en una cabina, lo que fue extraño ya que sólo se escuchaba el caer de la… bueno, ya saben; hicimos lo que teníamos que hacer sin intercambiar palabra. Pero no dejé de preguntarme, ¿le daría vergüenza pararse junto a mí? Como sea, regresamos al auto, yo caminaba delante de él y al tomar la manija de la puerta él se acercaba con paso lento, pausado, como si no tuviera prisa o la más mínima intención de apresurarse aunque lo estuviésemos esperando. Ahora que lo pienso, parecía disfrutar, el viento le removía el cabello y su cara tenía una expresión de satisfactoria serenidad. Subimos y retomamos el camino dejando atrás a una señora que desesperada gritaba: "¡Onigiri!, ¡onigiri!, ¡lleve sus onigiri!" Quizá era difícil venderlos por lo solitario del lugar.

Volví a mirar por la ventana. Le encontré formas a las enormes murallas rocosas que se veían a lo lejos. Descubrí el rostro de una leona descansando la cabeza sobre sus garras, la contemplé un rato hasta que se perdió de vista y volvió la planicie. Se veían remolinos de viento levantando el polvo creando pequeños tornados que subían hasta el cielo, luego lugares que parecía que se incendiaban pero sólo era más polvo elevándose con las ráfagas; había también pequeños santuarios y templos en el que uno se pregunta: "¿Habrá alguien que vaya a rezar allí?". Pues sí, en algunas incluso había gente encendiendo velas e incienso, adornando con ramos florales y haciendo oraciones. Supongo que muchos piden por llegar bien a su destino, o quizá por las personas que perdieron ahí.

Entonces, me sentí solo. Los constantes murmullos de mi prima y su novio continuaron gran parte del trayecto, acompañados de repentinas caricias y tomadas de mano aunque mi prima debiera poner ambas manos en el volante mientras hacía maniobras evasivas y audaces rebases a los camiones de carga y automóviles que se aproximaban por el carril contiguo. Habilidades, que desconocía de mi linda y delicada prima, pero de lo cual no podía evitar pensar, que el tipo quizá había tenido algo que ver en eso.

—Mi novio me enseñó a conducir así —dijo Michiru como si me hubiera leído la mente.

Cuando lo dijo las señoras se sintieron maravilladas con el sujeto mientras yo pensaba: "Esta gente no puede ser más predecible…"

Y mientras tanto, los mimos y las afecciones entre mi prima y el tipo continuaron y yo ya comenzaba a creer que eso ya era tanta dulzura que rayaba en melaza, la clase de hartazgo que produce indigestión, la clase que te dan ganas de meterte el dedo por la garganta y dejar el estómago en el camino. Yo quería estar con Usagi y sus caricias sólo me la recordaban acrecentando mi incomodidad al ser testigo mudo de sus afectos, y me preguntaba cómo podía tolerar eso, verlos juntos y no poder tomar la mano de mi novia, era bastante para mí.

Queridos lectores lamento informarles que por ahora esto es todo, esta es la primera parte de lo que serán 4 blogs que es lo que comprende esta historia de "De viajes, envidias y licores", espero haberlos entretenido con mis andanzas y espero verlos en el próximo número.

Hasta la próxima.

Seiya Kou