Avatar, el último maestro aire ni sus personajes me pertenecen, esta historia sí.
Abrió los ojos pesadamente y gruñó. Toph odiaba madrugar y le dolía todo el cuerpo. Sintió la tibia sensación del sol naciente entrando por la ventana y abrió los ojos de golpe siendo consciente de la respiración que venía desde su espalda. Se volteó.
-Buenos días- La saludó el príncipe fugitivo mientras se restregaba los ojos. No había podido dormir mucho.
-¿Qué hora es? –preguntó Toph alarmada, cubriéndose con la manta.
-Tranquila, ya sé que quieres que me vaya temprano.
-Oh, claro que no, sería genial que te quedaras y todos supieran que pasaste aquí la noche –le respondió con sarcasmo.
-No me trataste tan mal anoche –sonrió Zuko sentándose en la cama.
Toph se sonrojó y volteó su cabeza hacia otra parte frunciendo el ceño.
Desde su llegada al templo del aire del este habían estado hablando, incluso antes de que Zuko se revelara ante el equipo avatar con sus nuevas intensiones. Toph lo había sentido al momento de llegar. Al principio no sabía quién era así que guardó silencio pero en cuanto estuvo segura decidió enfrentarlo. Él intentó explicarse al quedar expuesto y Toph sabía que no mentía. Luego de estar hablando largo rato le animó para que se atreviera a decírselo a Aang, sabiendo que éste necesitaba un maestro de fuego control. El príncipe dudó durante unos días en los que Toph encontraba la manera de llevarle algo de comer sin que nadie lo notara. Cuando por fin se decidió a hacerlo y sus amigos no le creyeron intentó persuadirlos para que lo aceptaran, consciente de sus buenas intenciones. Esa noche fue a verlo pero Zuko estaba nervioso y enojado por la negativa del equipo y terminó quemándole los pies. Al final, después de probar que estaba de su parte, defendiéndoles del hombre combustión, fue aceptado dentro del grupo como el nuevo maestro de Aang.
-Te dije que te aceptarían –Le dijo Toph con una gran sonrisa mientras le golpeaba el brazo y su nuevo amigo le miraba con cara de "gracias, pero el golpe sobra".
Desde entonces habían entablado una extraña amistad. A Zuko le agradaba esa niña ruda que había confiado en él y tuvo el detalle de escucharlo sin juzgarlo antes, Toph pensaba que era divertido molestarlo por su temperamento explosivo. Sin embargo una noche, en la que ambos estaban de guardia su conversación se fue por otro camino.
-Chispita ¿puedo pedirte algo? –Le dijo Toph mientras tomaba una piedrita del suelo. Estaban sentados a la orilla de la plataforma central que crecía desde la pared de roca. Detrás de ellos ardía una pequeña fogata que había encendido Zuko para iluminar un poco la oscura noche sin luna, delante sólo un profundo vacío.
-¿Qué? –dijo él sin dejar de mirar el cielo estrellado.
Habían decido hacer guardias de a dos personas durante la noche para que los demás pudieran ocupar las habitaciones de los edificios que colgaban de cabeza. Todos extrañaban la sensación de una cama cómoda en la que descansar. Todos menos Toph, que amaba dormir a la intemperie directamente sobre la tierra, por eso de vez en cuando se ofrecía para quedarse despierta en lugar de otro y por supuesto, nadie rechazaba su ofrecimiento.
-¿Puedo "ver" tu rostro?
Zuko alzó su ceja pero no se sorprendió y giró la cabeza para verla.
-No me vas a poner los pies en la cara, si es lo que quieres.
Ella lo golpeó fuertemente en el brazo.
-No seas tonto, lo haré con las manos –Dijo Toph mientras alzaba las manos frente a su rostro y movía los dedos.
-No es necesario –Respondió él sobándose el brazo aguantando el dolor- Es mejor así.
-Es fácil decirlo para alguien que sabe cómo luce cada persona con la que habla –Intentó rodar los ojos con impaciencia.
-Lo digo en serio, a veces es mejor no juzgar a la gente por su apariencia.
Vino a su mente la imagen de su padre marcándole el rostro para siempre y las miradas de miedo y a veces asco que le dedicaba la gente. Cerró fuertemente los ojos. Se vio a sí mismo gritándole a su tío que era un holgazán ignorando su mirada triste. Suspiró.
-No voy a dejar de hablarte, no importa lo feo que seas, te lo juro –Dijo la maestra tierra riéndose ligeramente.
-Qué graciosa –Bufó.
Toph había oído hablar de la cicatriz de Zuko y quería saber cómo era porque él nunca tocaba el tema. Además hace un tiempo sentía ganas de saber cómo lucía, aunque en realidad ella no supiera cómo clasificar los rasgos de alguien, nunca había visto a nadie, ni si quiera sabía muy bien cómo se veía ella ni si era bonita o no. Katara le había dicho una vez algo al respecto pero no creía que fuera totalmente sincera, después de todo nadie le dice a otro lo feo que es tan abiertamente.
Zuko apretó los labios. No estaba seguro de dejarla tocar su rostro ¿qué diría al sentir la cicatriz? Seguramente ya sabía de su existencia, alguien pudo decírselo, pero ella nunca lo había mencionado. Una de las cosas que le gustaba de estar con Toph es que ella nunca miraba su cicatriz… aunque en realidad nunca miraba nada. Cuando la vio aparecer en el bosque por primera vez para preguntarle qué hacía ahí y se quedaron hablando pensó que era realmente bueno que no pudiera verlo, ella no podía asustarse por la marca que lo acompañaría para siempre. Había llegado a pensar, en sus extrañas cavilaciones, que ella era realmente afortunada, la apariencia de una persona nunca sería un problema en su vida. Por supuesto él no imaginaba la inseguridad que eso a veces le provocaba.
-Bueno –se rindió Toph- Entonces dime cómo luce Katara.
-¿Qué? –Zuko se sorprendió.
-Supongo que podrás decirme cómo se ven los demás ¿o no? –Insistió ella- Vamos ¿cómo es Katara?
-No sé –intentó pensar Zuko, elevando la mirada- Supongo que… normal.
-¿Y Aang?
-Calvo…
-¿Y Sokka?
-¡No lo sé! Todos son normales ¿Está bien?–Explotó intimidado por las preguntas.
-¿Qué demonios se supone que es normal? ¡Soy ciega! ¡Esfuérzate más! –Gritó Toph estirando sus párpados con los dedos e inclinándose en la dirección de Zuko.
-No voy a hacerlo, ya déjame en paz –y se cruzó de brazos.
-Entonces déjame tocar tu rostro.
Zuko suspiró largamente.
-Está bien –Toph sonrió ante la respuesta positiva e iba a ponerse en marcha inmediatamente pero él la detuvo sujetando sus manos por las muñecas- Sólo no te asustes- le advirtió seriamente.
-Vamos, chispita, no creo que seas tan feo –le sonrió.
Zuko volvió a suspirar antes de soltarle las manos. Cerró los ojos y esperó pacientemente a que Toph encontrara su rostro. Ella se giró hasta que quedó sentada frente a él. Primero rozó su barbilla con la punta de los dedos. Luego tomó su rostro entre sus manos y sintió la diferencia en la textura bajo ellas. Movió su pulgar lentamente sobre el lado izquierdo del rostro de Zuko y percibió cómo se le aceleraba el pulso, estaba nervioso por lo que ella podría decir, pero se mantuvo en completo silencio, sin cambiar de expresión. Sintió lentamente la lastimada piel del príncipe de la nación del fuego e intentó memorizar el tacto tan curioso que le brindaba. Siguió delicadamente hasta que encontró la comisura de sus labios. Se sonrojó levemente pero aun así pasó su pulgar delicadamente sobre ellos. Eran increíblemente suaves comparándolos con la piel quemada. Trasladó sus manos hasta su frente y descendió hasta sus ojos, los que mantenía cerrados. Deslizó, en último lugar, sus dedos por los párpados de su amigo y dejó sus manos quietas en sus mejillas. Él abrió los ojos y se sorprendió al verla sonriendo.
-No sé de qué te quejabas tanto, no eres tan feo.
Él sonrió.
-Y la cicatriz es encantadora- Bromeó ella mientras soltaba al maestro fuego y se volteó hacia el vació que tenían en frente.
-¿No te molesta? –le preguntó avergonzado.
-¿Por qué me molestaría tu rostro, chispita?-Comentó despreocupadamente soplando un mechón de su cabello.
-¡Eso no! La cicatriz. Cuando la gente me ve se asusta o se compadece de la pobre vida del tipo con la cara marcada para siempre –Hablaba furioso, moviendo sus manos sin darse cuenta. Recordaba los momentos en los que debía aguantarse la rabia y la vergüenza.
-Creo que estás exagerando –resopló Toph.
-¡¿Exagerando?!- se acercó a Toph como si así pudiese entenderlo mejor- Tú no tienes que oír cómo susurran a tus espaldas ni tienes que aguantar ver sus expresiones todo el tiempo.
-Tienes razón, VERLOS debe ser terrible –le dijo molesta la maestra ciega.
-Eh… no quise decirlo así –intentó disculparse bajando por fin su tono de voz.
-Mira, principito, aquí el único que tiene un problema eres tú –Lo apuntó con su dedo aunque no volteó la cabeza en su dirección- Eres el primero en creer que hay que tenerte pena y no sé de qué te quejas, al menos tu sabes cómo luces y cómo se ven los demás. No tienes idea de lo que es ir por la vida sin conocer ni siquiera tu propio rostro.
Zuko la miró en silencio. Quiso contestarle e iba a hacerlo pero luego lo pensó mejor. Quizás tenía razón. Siempre había pensado que los demás lo miraban con lástima, pero quizás sólo era él el que tenía esa idea fija todo el tiempo. Si se aceptaba a sí mismo con cicatriz y todo quizás los demás no tenían por qué compadecerse de él.
Se dejó caer de espalda y, recostado en el suelo, miró las brillantes estrellas en el cielo y respiró profundamente. Miró de reojo a Toph que estaba sentada a su lado, abrazando sus propias piernas con el rostro oculto entre ellas. Era la primera vez que pensaba que ella podría estar insegura de algo, después de todo, ¿quién no se preocupa aunque fuese un poco por su apariencia? Ella nunca podría verse a sí misma y seguramente no era un pensamiento muy reconfortante.
-Yo creo que eres muy linda –Le dijo Zuko sin mirarla.
Ella se sorprendió al oírlo y aún más al oírle decir eso. Giró rápidamente la cabeza hacia otro lado, para que no la viera sonrojarse.
-Eres un tonto.
Él sonrió. Quería disipar la tensión que había quedado en el ambiente luego de la discusión y propuso algo.
-Bueno, ahora me toca a mí –dijo mientras se incorporaba.
-¿A qué te refieres? –preguntó ella sin muchas ganas.
Zuko se sentó frente a ella y se lo explicó.
-Es mi turno de sentir tu rostro.
-Eso es ridículo, tú puedes verme.
-¿Y? ¿Tienes miedo?
-¡Claro que no! –respondió ella rápidamente mientras se enderezaba.
-Entonces aquí voy.
Zuko se acercó más a Toph y estiró sus brazos hasta alcanzarla. Entonces cerró los ojos y comenzó a pasar sus pulgares por la frente, luego por los párpados cerrados y por las mejillas encendidas de la joven maestra. Prontamente encontró sus labios y pasó un dedo por ellos. Ella tragó saliva.
-¿Estás nerviosa? –Le preguntó divertido.
-¿Por qué lo estaría? –Respondió bajando rápidamente su rostro.
-No, aún no termino –Le dijo él volviendo a capturarla y atrayéndola hacia él.
La miró detenidamente. En realidad era linda con esa expresión nerviosa. Tuvo una idea algo peligrosa pero no le importó demasiado, quería intentarlo. Aseguró bien a su presa para que no se le escapara y se acercó a ella sigilosamente. Cuando Toph notó la respiración de Zuko sobre su propio rostro ya era demasiado tarde. Sus labios se habían juntado y él no la dejaría ir. Toph intentó alejarlo, sorprendida, pero él no tenía planeado soltarla todavía. Iba a usar tierra control para mandarlo a volar pero se descolocó al sentir una pequeña punzada de dolor. Zuko le estaba mordiendo el labio inferior. Ella abrió la boca para soltar una exclamación y él aprovechó el momento para introducir su lengua. Toph estaba roja a más no poder, nunca nadie la había besado y se sentía… realmente bien, pero no podía dejar de luchar contra los pensamientos de "¿quién se cree que es para hacer esto?" y la vergüenza que sentía. Sin embargo, de a poco relajó sus tensos músculos y disminuyó la fuerza con la que estaba agarrando la ropa de Zuko en un infructuoso intento por alejarlo. Lentamente comenzó a responder el beso, aunque no sabía muy bien cómo hacerlo. Cuando Zuko estuvo seguro de que no se le escaparía soltó su rostro y posó sus manos sobre su cintura. Toph no entendía muy bien lo que pasaba o lo que hacía pero de alguna manera sus brazos llegaron hasta el cuello de Zuko. Fue un beso profundo y pareció eterno. El aire de Toph se estaba acabando así que se separó de él e intentó recuperarlo dando grandes bocanadas. De golpe se dio cuenta de lo que había hecho y se lanzó hacia atrás, sin poder creerlo.
-¿Qué pasa? –Le preguntó Zuko. Él pensaba que había estado muy bien y ella le había correspondido ¿Por qué escapaba ahora?
-¿¡Por qué demonios hiciste eso!?- Lo interrogó apuntándolo con una mano y tapándose la boca con la otra.
-No lo sé –Le dijo mirando el suelo, como si ahí fuese a encontrar una respuesta- Solo… lo hice.
-¿Esa es tu maldita respuesta? –Estaba molesta, pero no sabía por qué, besarlo no había sido para nada desagradable y quizás esa era la razón. No sabía cómo había permitido que pasara –No puedo creerlo.
-¿Qué pasa? Sólo fue un beso –Le dijo él sin comprender su molestia –Oh… -Susurró después de un segundo dándose cuenta de algo –Quizás ese fue… tu primer beso.
Toph volvió a ponerse roja como un tomate y le dio la espalda con un giro rápido.
-¿Es eso? –preguntó mientas se ponía de pie para acercarse a ella.
Toph asintió sin voltearse.
-Vaya, lo siento, no lo sabía- Se tocó el cuello con una mano. En realidad tampoco creía que eso fuera para tanto, pero ella parecía realmente afectada –No lo volveré a hacer, lo prometo.
No sabía qué más decir. Posiblemente había arruinado la amistad que tenía con la primera persona que había confiado en él desde que abandonó la nación del fuego. Se quedó ahí, mirando sus zapatos sin saber qué más decir hasta que notó que Toph se levantaba. Ella dio unos pasos hasta él e intentó mirarlo a los ojos. Aún estaba totalmente roja, y su pequeño cuerpo parecía temblar.
-Escucha bien, chispita –le dijo amenazándolo con su dedo –No le digas a nadie.
El la miró extrañado mientras le golpeaba el pecho con su dedo. Estaba por preguntarle a qué se refería cuando sintió cómo ella tomaba su rostro entre sus manos y violentamente lo tiraba hasta abajo para poder alcanzar su boca y besarlo bruscamente. Abrió los ojos todo lo que pudo. De todas las cosas que pensaba que ella podría hacer nunca consideró esa opción. ¿No estaba furiosa hasta hace un momento? ¿Qué sentido tenían sus acciones? ¿Quién demonios se creía esa niña para hacer todas esas cosas tan contradictorias? ¿Y qué importaba? Cerró los ojos y se concentró en besarla y corresponder a su exigencia mientras la rodeaba con los brazos.
Luego de esa noche ellos actuaron como si nada hubiese pasado. Simplemente eran amigos con un extraño incidente perdido en el pasado. Nadie notó nada extraño, todos sabían que se llevaban bien y nada más. Zuko continuó enseñándole fuego control a Aang y seguían ocultándose mientras llegara el día del cometa.
Un día, después de cenar y mientras todos se preparaban para dormir, Toph le pidió ayuda a Zuko. Lo llevó hasta la habitación que se suponía era la de ella, pero en realidad siempre dormía afuera, en la tierra. Cuando entró fue directo a la cama y se lanzó sobre ella.
-¿Qué es lo que quieres? –Le preguntó Zuko mientras miraba la habitación. Había ropa esparcida por todo el piso, un bolso despanzurrado sobre una mesa de piedra con las cosas que debía llevar dentro regadas por todas partes. Sobre una roca larga y cilíndrica, que hacía el papel de silla, había una peineta bastante fina.
-Tú sabes escribir ¿no es verdad? -Contestó Toph con cara de aburrimiento.
-Sí ¿Por qué? –dijo él mientras tomaba el peine en sus manos y se sentaba en la roca.
-Necesito que escribas una carta por mí.
-¿Para quién?
-Para mis padres.
Zuko fue a pedirle papel y tinta a Sokka y volvió hasta la habitación de Toph. Al entrar la encontró tirada sobre la cama, como si estuviera durmiendo.
-¿Hola?
-Pensé que ya no vendrías –Le dijo Toph llevándose una mano a la cara perezosamente.
-Aquí está el papel, empecemos de una vez.
También había traído una vela para poder ver lo que escribía, la noche caída rápidamente sobre ellos. Se sentó en la piedra cilíndrica y encendió la vela con fuego control.
Toph le contó a Zuko que ya había enviado una carta pero no había recibo una respuesta, y era bastante lógico ¿a dónde la enviarían? Si siempre estaba escapando y viajando. Aun así quería enviarles una antes del día del cometa como despedida por si las cosas no salían bien.
-Ya está –le dijo Zuko al terminar de escribir la carta –Pero no parece una despedida, parece una carta normal ¿estás segura de querer enviarla?
-Tú estás aquí para escribir la maldita carta y nada más –Y se cruzó de brazos.
-¡Bien! –Dijo él mientras se ponía de pie enrollando el pergamino y guardando las cosas con movimientos bruscos. Estaba molesto, venía a hacerle un favor y luego lo trataba así. Se ensimismó tanto que no escuchó cuando Toph se acercó hasta él. Ella tomó una de sus mangas y él la miró, preguntándose en qué momento había llegado hasta ahí.
-Gracias –Dijo ella sin levantar la cabeza.
Él sólo la miró un instante y luego suspiró.
-De nada –y no pudo evitar sonreír –Le diremos al próximo que vaya al pueblo a conseguir comida que envíe la carta.
-Bien –contentó ella sonriendo.
Zuko no pudo evitar recordar la noche en que la había besado y se sonrojó al instante. Ella detectó el cambio en su ritmo cardíaco.
-¿Estás bien?
-¿Eh? Sí ¿Por qué lo dices?
Ella apuntó su corazón con sorprendente exactitud.
-Puedo sentir el cambio en tu pulso. Estás nervioso.
-¡Claro que no!
Ella sonrió maliciosamente.
-¿Qué pasa chispita, estás recordando algo que no deberías?
"¡¿Cómo lo supo?!" pensaba Zuko mientras intentaba responder "es imposible que pueda leer la mente ¿verdad? Digo, los ciegos no pueden hacer eso. Nadie puede" Miró sus opacos ojos y dudó seriamente.
-No, sólo es que recordé a mis padres con tu carta –intentó mentirle.
-Oh, la capacidad de mentir no es de familia. No puedes engañarme, chispita, tu cuerpo te delata. Si quieres mentirme deberías pararte sobre madera y aun así lo tendrías difícil.
Él la miró molesto, esa niña era una sádica ¿por qué no lo podía dejar mentir tranquilo?
-¿Entonces? –insistió con una malvada sonrisa.
-Como sea –Bufó él tomando el pergamino y poniéndose en marcha. En realidad no sabía por qué estaba tan nervioso. Sólo era un tonto recuerdo de un tonto beso ¿Qué diablos importaba?
-Oye, espera.
En el momento en el que se dio vuelta Toph se colgó de su cuello de un salto y lo besó sorpresivamente. Él abrió los ojos. Esa niña estaba loca ¿Qué se suponía que estaba haciendo? Ella se separó rápidamente de él y volvió al suelo.
-Era eso ¿verdad? –Sonrió maliciosamente –Eso estabas recordando.
Zuko se quedó sin palabras. Era sorprendente. Simplemente sorprendente. Y fascinante. La última vez parecía tan cohibida y confundida y ahora lo besaba con toda la resolución del mundo. Estaba intrigado y subió por su pecho la misma sensación de la última vez, la peligrosa idea de lanzarse sobre esa pequeña criatura que de indefensa no tenía nada. Dejó caer el pergamino y cerró la puerta de un golpe.
-Te vas a arrepentir de haber hecho eso –Le advirtió seguro de que se burlaba de él.
-No me hagas reír, chispita –Lo retó socarronamente.
Zuko levantó a Toph por la cintura. Ella se asustó al no sentir el suelo bajo sus pies y cuando aterrizó sobre la cama no estaba mucho más tranquila. Había provocado a Zuko quizás demasiado, pero detenerlo no tenía sentido. Sintió sus labios sobre los suyos y luego su lengua, esta vez no hubo resistencia pero seguirle el ritmo era terriblemente complicado, estaba siendo exigente y ella no tenía experiencia en ese tipo de cosas, sin embargo, apartarlo para decírselo le parecía ridículo, ella no era del tipo de persona que se retracta tan rápidamente, además no quería que se burlara de ella y, tenía que admitirlo, no quería detenerlo. Se esforzó por ser tan impetuosa como él y se olvidaron de la delicadeza. Casi furioso le arrancó el cinturón y abrió la primera capa de la ligera ropa de Toph. Ella se sonrojó peligrosamente. Diablos, pensó, ¿realmente lo va a hacer? Se había metido en serios problemas. Él estaba hecho una furia y no parecía tener ganas de detenerse. El aire se le escapaba como si no pudiera retenerlo en los pulmones, él se lo estaba robando todo. No sabía qué hacer. De haber tenido al menos un poco más de experiencia no se habría preocupado en lo más mínimo, pero no la tenía y le asustaba. De pronto escuchó risas. Zuko se había detenido y estaba riéndose. Ella se asustó ¿estaba enloqueciendo?
-Deberías ver tu cara –Le dijo él mientras se reía sonoramente.
-¿Qué? –Preguntó Toph sin entender nada.
-Estás tan asustada –pausa para reír -¿realmente creíste…? –Y siguió riéndose. Se sentó y se alejó de ella para poder recuperarse pero le llevó un tiempo.
Toph pasó de la sorpresa al enojo ¿quién se creía que era? ¿Todo fue una broma?
-Qué gracioso –Dijo escupiendo cada palabra. Se incorporó y le dio la espalda esperando a que dejase de reírse en algún momento.
-Vamos, no te enojes –Le dijo poniendo una mano sobre su hombro –fuiste tú la que empezó con esto.
No respondió. Una parte de ella se sentía aliviada de que no hubiera continuado pero otra se sentía terriblemente ofendida. ¿Qué habría pasado de continuar? Se detuvo a sentir su agitado corazón.
-Fue solo una broma. No puedo creer que pensaras que yo… ¿O realmente querías…?
Toph apartó la mano de su hombro de un fuerte manotazo antes de que terminara la frase. Zuko no supo qué hacer, es decir, ¿ella quería que él continuara? No es como si repudiara la idea pero ella era una niña aún ¿o no? Y eran amigos, aunque pensándolo bien los amigos no se besan. Había una forma de saber. Tragó saliva y se tentó con la idea.
-¿Toph?
-¡¿Qué?! –gritó molesta. Ahora comenzaba a avergonzarse. ¿Cómo podía pensar que él haría eso con ella? Era mucho menor que él y creía haber escuchado alguna vez que tenía una novia en la nación del fuego. Seguramente ella era bonita y sabría hacer todas esas cosas, quizás cuántas veces lo habrían hecho. Se molestó aún más pensando en eso. Él debía verla como una niñita tonta de la cual reírse.
-Oye –se sobresaltó al escuchar la voz de Zuko tan cerca. Le estaba hablando al oído con una voz muy suave –Dime ¿tú quieres… continuar?
Se le agolpó toda la sangre en las mejillas. Se quedó helada. Los nervios se apoderaron de ella.
-No te rías de mi –Consiguió decir apenas susurrando.
-No lo hago –La tomó por los hombros y la giró para que estuvieran cara a cara – Es en serio.
Abrió la boca como para decir algo pero ningún sonido salió. Cerró los ojos con fuerza e intentó recordar toda la valentía que tenía hasta hace unos momentos y que se le había evaporado completamente del cuerpo.
-P-pero yo nunca… -Comenzó a decir pero fue interrumpida.
-Sí o no. –Le dijo firmemente, perdiendo la paciencia por un segundo. Estaba consciente ahora de que ella nunca había hecho algo como eso y que no debió hacerle una broma tan mala, pero él no era así. Si ella le decía que sí le mostraría lo delicado que podría llegar a ser… al menos por esta vez.
Ella lo pensó detenidamente. Percibió su corazón desbocado y el de Zuko también. ¿Estaría bien? Era posiblemente muy joven pero se sorprendía pensando "qué importa, quiero hacerlo". Entonces asintió casi imperceptiblemente, esperando que fuera respuesta suficiente para él. Y lo fue. Se acercó suavemente hasta ella y volvió a besarla, pero esta vez suavemente, dándole tiempo. Toph iba perdiendo el miedo y envolvió el cuello De Zuko con sus brazos, trayéndolo más cerca, exigiendo más. Sintió el cuerpo de Zuko sobre el suyo y se estremeció, el beso ganaba fuerza con los segundos y pronto no fue suficiente, el espacio entre ellos era molesto, tener que detenerse para respirar era molesto, la ropa era molesta. Prontamente se deshicieron de ella, Toph hizo todo lo que Zuko le dijo.
Y se derritió completamente entre sus brazos.
-Sólo vete –le dijo Toph bruscamente. Estaba comenzando a sentir una punzada de dolor.
-Está bien, está bien –Suspiró derrotado incorporándose en la cama. Se estiró perezosamente y buscó su ropa entre el desastre que había en la habitación.
-¿Crees que ya estén despiertos? –Siguió ella con aprensión.
-Si lo están no me importa –Respondió Zuko encogiéndose de hombros.
-¿Cómo que no te importa? ¿Qué tal si te ven saliendo de aquí?
-Tendrías algunas cosas que explicar.
-¿Yo? –Dijo ella llevando una mano abierta hasta su pecho –Tú tendrás que explicarles, yo soy menor que tú, es tu culpa.
-¿Culpa? –Preguntó terminando de pasar la cabeza por el agujero de la ropa –Deja de exagerar, nadie lo sabrá.
Se acercó a ella y la besó en la frente. Comenzó a caminar hacia la puerta pero ella lo detuvo.
-Dame algo para cubrirme, tengo frío.
Él miró alrededor y no vio nada adecuado, luego observó lo que llevaba en su mano y sonrió.
-Toma –le dijo pasándole la túnica roja con líneas doradas sin borrar la sonrisa de su rostro.
-Gracias –dijo ella amarrándosela al cuerpo.
-Bueno, nos vemos.
Y desapareció por la puerta. Toph intentó dormir un poco más pero los recuerdos de la noche anterior no la dejaron. Era extraño. Cuando conoció a Zuko, en unos de sus muchos ataques al avatar, jamás pensó que podrían terminar de esa forma, él le agradaba y todo pero nunca podría habérselo imaginado, si se lo hubieran dicho habría reído y luego aplastado al portador de la noticia. No sabía muy bien cómo actuar frente a él desde ahora, no quería perderlo como amigo pero tampoco le interesaba ser algo más. Decidió que seguir como si nada era lo mejor, después de todo esto no significaba nada, quería que así fuera.
Luego de un rato pensó que mejor sería ir a tomar un baño y despertar de una maldita vez. Así salió de la cama y del edificio. Saludó a Appa y le acercó su comida para que pudiera desayunar, también iba a alimentar a Momo pero no sabía dónde estaba. Sintió las vibraciones de los pasos de Katara al llegar junto a ella.
-Buenos días Toph ¿pasa algo? –Le preguntó preocupada, pues su amiga no acostumbraba a madrugar.
-No. Todo bien. Voy a tomar un baño - y tomó el balde en el que guardaban el jabón y una botella de líquido para lavarse el cabello y se fue hacia la pequeña laguna a darse un chapuzón.
Katara la miró extrañada mientras se iba. Ella solía pedirle que la acompañara cuando quería bañarse. Pensaba que algo estaba fuera de lugar. Después de darle vueltas cayó en la cuenta de haber visto que Toph llevaba una túnica de la nación del fuego y si bien recordaba ellos habían dejado de usar las ropas que robaron de esa nación un poco antes de la invasión el día del eclipse. Movió su cabeza diciéndose que sólo fue su imaginación y que ella estaría bien sola y se fue a preparar el desayuno tarareando una canción.
