Sinceramente no sé de dónde vino esta idea, supongo que por mi falta de sueño y que realmente quería darle una razón de ser a la ausencia de Dianna (Quinn) en el episodio. Acepto comentarios de odio por traer a flote éste horrible y triste suceso, pero dejen sus ideas, favs o demás.
Lo prometo
POV de Rachel
Tuve que mantenerme firme para no caer de rodillas y ahogarme en mi propio llanto mientras interpretaba Make You Feel My Love. No quiero que las personas me traten como si fuera un bebé, no lo soy. Aunque… tampoco soy lo suficientemente fuerte para afrontar una pérdida tan repentina y de alguien tan importante.
El pequeño altar que los chicos hicieron frente a su casillero fue algo que simplemente terminó de romperme el corazón. Kurt sabe que tuve que sujetarme de él con fuerza para no tener otro ataque de ansiedad. Ni siquiera quería poner un pie en la escuela. Es demasiado pronto… es tan absurdo como verdadero…
No puedo creer que se haya ido… Finn… voy a echarte mucho de menos. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque te amaba como no pudiste imaginarlo, ni siquiera tenerte a mi lado habría sido un escenario en el cual te lo habría demostrado.
Abro la puerta de la sala de coro, el señor Schue está en el piano, con un lápiz en la mano, supongo que está trabajando con algunas partituras. Solía hacer esa clase de cosas con él y con Finn después de un largo día de clases…
—Hola, señor Schue —digo, cerrando la puerta detrás de mí.
—Hola, Rachel —me sonríe y me veo obligada a hacerlo, aunque no quiero hacerlo. No ahora—. Tengo recuerdos cuando entrabas aquí y decías eso. Buenos recuerdos.
—¿Cómo le va? —pregunto, acercándome al piano. Inhala profundo y veo que sigue tratando de hacerse el fuerte.
—Todo el mundo sigue preguntándome eso.
—Bueno, por lo que escuché, ha sido una roca para todo el mundo, por lo que sé que eso significa que a veces no se permite estar en duelo por sí mismo.
—Estoy bien —dice, asintiendo. «¿Por qué sigue conteniéndose? Simplemente no lo entiendo»—. Quiero decir, yo… en verdad no estoy bien, pero, uh, sí, estoy-estoy bien —suspira y se recarga sobre el piano—. Pero más importante, ¿cómo estás tú?
Estira la mano y la miro por un segundo, luego la tomo con una de las mías. Me encojo de hombros y niego con la cabeza, mis pensamientos están tan entremezclados que apenas puedo recordar qué día es hoy. Niego con la cabeza y ahora soy yo la que trata de contenerse, al menos un poco.
—No tengo idea —suspiro—. Hablaba mucho con él. Todavía puedo ver su rostro y escuchar su voz tan claramente —miro por un segundo al techo—. ¿Cree que alguna vez vaya a olvidarlo? —la idea me destruye—. Porque estoy asustada de que, un día, lo haga.
—¿De qué hablas con él? —«Sí, distráigame un poco de esos horribles pensamientos».
—De cualquier cosa. Digo, cuando salíamos era más, ya sabes, era más yo hablando todo el tiempo y el pretendiendo que me escuchaba, así que no es tan diferente.
El señor Schue se ríe, de esas cosas que a veces hace en momentos totalmente inadecuados.
—Ya lo tenía todo planeado —continúo, con lágrimas en los ojos y el llanto rasgándome la garganta. Me acomodo el cabello y me sorbo la nariz—. Iba a hacerlo de maravilla en Broadway y quizá hacer una película de Woody Allen —me sorbo la nariz otra vez—. Y cuando estuviéramos listos, yo solamente… —se me nublan las ideas con cada momento—, regresaría, y él estaría enseñando aquí, y yo entraría por esas puertas, y simplemente diría "estoy en casa".
Realmente me puedo ver en esa puerta, unos dos o tres años en el futuro, esperando que todo siguiera como debería seguir. Creo que… creo que debería seguir el mismo camino que él.
—Y entonces viviríamos felices para siempre.
—Es un buen plan —dice el señor Schue, y me mira. La lucha contra sí mismo es inútil—. ¿Se lo dijiste?
—No tenía que. Lo sabía —asiento con la cabeza y me fuerzo a sonreír.
—Y… ¿ahora qué?
—No lo sé —las lágrimas caen sin parar por mis mejillas, no es como si realmente me importara que estén ahí. Me muestran que lo que sentí por él fue real—. Algo diferente.
—Quizá algo mejor —interviene.
—Yo solo… no creo que eso sea posible —miro las sillas y por un momento me parece verlo ahí, sonriendo y saludándome—. Él era mí persona.
Como mí persona ya tenía pensadas montones de cosas que haríamos juntos, momentos que recordaríamos el resto de nuestras vidas, canciones que, aunque no le gustaran, terminaría cantando simplemente para hacerme feliz. Eso se va en una gran parte de mis lágrimas y el dolor que me comprime el pecho.
—Pero le agradezco mucho por hacer esto. Sentí que no sabría si sería capaz de cantar otra vez, pero ahora sé que sí puedo.
¡Eso, ahí! Por un momento casi logro que se una en mi sufrimiento, tiene que hacerlo. Podría explotar o algo si no lo saca.
—Y ya sé que ha habido muchos memoriales para él, pero mandé a hacer este, y esperaba que pudiéramos colgarlo aquí.
El señor Schue camina alrededor del piano y se coloca junto a mí cuando termino de quitar la tapa de la caja. Suspira y casi como un acto reflejo una risa nerviosa se escapa de mí.
Miro por un momento el cuadro y la frase, pero me centro más en la imagen. Puedo verlo posando, con esa mirada que a veces estaba dispersa en otros montones de cosas, pero que siempre regresaba a lo que estaba haciendo, o que pretendía hacer.
—¿Él en verdad dijo eso? —ambos nos reímos.
—Era inteligente, solo, ya sabe, en una… en una manera poco tradicional —volvemos a reír, pero en el fondo estoy destrozada, rota. Estoy perdida.
—Venga, vamos… vamos a colgarlo por ahí.
En la pared se ve totalmente diferente, como la persona que realmente trató de darle un gran cambio a la escuela, a New Directions, a mí; a todos los que hemos pisado y pisamos esta misma sala.
Coloco la cabeza sobre el hombro del señor Schue y le coloca su barbilla en mi cabeza. Comienzo a sollozar y él me abraza, moviéndose ligeramente de un lado al otro, a manera de arrullo, lo cual no logra más que recordarme las ocasiones en las que me encontraba en la misma situación emocional, por mis grandes dramas, y Finn llegaba, como un súper héroe, a socorrerme.
Voy a echar de menos todas y cada una de esas acciones con las que podía hacerme sentir amada sin importa qué.
—Por cierto… —juré, con todas las fibras de mi ser, que no lo haría, pero tengo que hacerlo—. ¿Sabe si Quinn está enterada?
—Lo está. Santana me dijo que está en casa. Supongo… bueno, ya sabes…
—Lo sé, es muy duro para ella también.
Perfecto, no puedo evitarlo. Es una de esas acciones contra las que uno no puede luchar sin que su poder se vuelva más grande y no pueda pensar en otra cosa. Es por su bien, y por el mío, pero veo más por ella. Jamás creí que eso sucedería.
—Iré a hablar con ella.
POV de Quinn
—¿Quinny? Una chica te busca.
—Mamá… te dije que no quiero ver a nadie…
Hundo la cabeza en la almohada mientras otra compresión me cierra la garganta y me hace volver a llorar. Las sábanas apresadas en mis puños me cubren hasta la nariz, mis almohadas están llenas de manchas de delineador. Me duelen los ojos por tantas horas de llanto, pero no puedo evitarlo.
¿Quién no reaccionaría de esta manera?
—Pero yo sí quiero verte.
La compresión desparece, la razón por la cual estoy al borde de una depresión total se mezcla con la presencia de la que iba a ser su esposa y la mujer que viviría con él por el resto de sus vidas.
La chica que en algún momento deseé que estuviera entre mis brazos, que pasara las noches en mi casa más seguido que lo que nuestra extraña relación amistosa permitía, con quien deseé disculparme una y mil veces por la clase de tratos y cosas por las que la hacía pasar.
Quito la cabeza de la almohada y me incorporo hasta sentarme, resoplo y giro la cabeza a la derecha. Me dedica una deprimente y muy mecánica sonrisa.
—Rachel… ¿qué haces aquí?
—Necesitaba saber algo sobre ti —arrojo al suelo el montón de pañuelos de papel usado y se sienta en el borde. Se quita el abrigo y lo deja sobre su regazo—. Creí que estarías en la escuela.
Resoplo, junto las rodillas al pecho y me quedo mirando a un punto en el vacío, como si las paredes realmente fueran tan importantes. Necesito cambiar el color, el rosa es el color de una niña pequeña. Pero, justo ahora, quiero pintarlas de negro… como mis pensamientos, el color que seguro tiene mi corazón. ¿Por qué él?
—Iba a hacerlo… tenía planeado cantar…
Me sorbo la nariz y abro una nueva caja de pañuelos, la tercera en el día. Y he estado despierta desde hace apenas dos horas, el hecho de que Kurt me enviara un mensaje con tan aterradora y espantosa noticia hizo que me pasara en cama todo el día, entre dormitando y viviendo en pesadillas.
—Quería cantar Make You Feel My Love, supuse que sería una canción apropiada, muy íntima… pero… bueno… —me encojo de hombros y vuelvo a levantar la mirada. No sé cuánto tiempo ha estado mirándome, con los ojos muy abiertos.
—¿Qué? — pregunta, tomando uno de los pañuelos y se limpia los ojos y la nariz. No me di cuenta cuando comenzó a llorar, pero no es como si yo me hubiese preguntado cuánto tiempo he llorado y gritado contra la almohada.
Simplemente no puedo creerlo…
—Tú estabas ahí, no podía hacerlo contigo ahí…
«Porque no podía usar la canción que tenía planeada para una maravilla de chico para también tratar de confesarte lo que siento por ti. Habría sido muy confuso para ambas».
Nos quedamos en silencio, dejando que las lágrimas caigan, que los sollozos se escuchen, que uno que otro lamento sea el único sonido que inunde la habitación, además de las pocas veces en las que suspiramos o tomamos respiraciones profundas.
¿Qué ocurrió? Kurt no quiso decirlo. Quizá estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, quizá un asalto que salió mal, pero ¿quién se atrevería a atacar a Finn? Era gigantesco.
Me duele y me pone de mal humor saber que fui una de las últimas en enterarse de que pasó. Han pasado días desde su muerte, y apenas me enteré esta mañana. Pero para ser honesta lo agradezco mucho, los exámenes de mitad de trimestre en Yale son demasiado complicados y extensos, no he podido dormir bien; llorar durante horas me ha dejado totalmente exhausta.
Quiero dormir… como Finn…
Escucho a Rachel reírse de la nada, una risa que se asemeja a cuando evoca uno de esos recuerdos que te hacen sonreír a la fuerza. He tratado de hacer eso todo el día pero no puedo. Ahora no puedo evocar ningún buen recuerdo, no alguno en el que Finn no esté, y no son buenos.
Dios, lo echo de menos demasiado.
—Puedo recordar la primera vez que canté con él, puedo seguir viendo su cara de espanto y sus deseos por marcharse. Casi podía escuchar lo que pensaba cuando…
—Rachel… cierra la boca, por favor…
Se queda atónita por un momento pero finalmente asiente y se dedica a jugar con el dobladillo de su falda.
Las cosas que puedo evocar son solamente en las que me aproveché de él, en las que abusaba de su inteligencia 'diferente', de lo crédulo que era, de lo fácil que era lograr que cediera ante mis caprichos.
Agradezco que haya salido con Rachel, así ya no era tan sencillo engañarlo.
—También recuerdo esa ocasión en la que…
No sé quién es la persona que actúa por mí, pero en un parpadeo veo la sonrisa de Rachel, en otro tiene la cara mirando hacia el lado izquierdo y una marca roja en la mejilla. La palma de mi mano derecha hormiguea un poco.
—¡TE DIJE QUE CERRARAS LA BOCA! —Me pongo de pie tan rápido que me mareo—. ¡No quiero saber nada, NADA, acerca de lo que pasaron! ¡No quiero saber nada acerca de él en el pasado! ¡No quiero que hables de él como si fuera a aparecer en cualquier momento!
Y sí, lo siguiente sale como una flema tóxica.
—¡FINN ESTÁ MUERTO! ¡Entiéndelo!
Se encoge de hombros y agacha la cabeza, resopla una vez más y aparece una pequeña sonrisa en sus labios. Siento que la compresión en mi pecho desaparece un poco, pero todavía siento que respiro de manera forzada. Lo que dije fue un impulso de idiotez, nada más. No quise decirlo.
Pero es cierto, se ha ido… se ha ido… para siempre…
—Yo… yo solo quería…
Otra bofetada, ahora la hago mirar el lado derecho. Un chillido sale de mi garganta y preparo la mano para darle otra bofetada si se atreve a decir algo más acerca de él. Esta vez se sujeta la mejilla y levanta la vista, se esfuerza por no soltarse a llorar y las mejillas se le ponen rojas gradualmente hasta que es de un tono parecido a una cereza madura.
—¡Golpéame todo lo que quieras! ¡Eso no va a evitar que diga sobre él! —Respira profundo y trata de luchar contra su voz quebrada—. Fue importante para ambas, Quinn, aunque no quieras seguir escuchando sobre él. Fue él quien nos unió en el club, el que nos llevó a volvernos, en parte, amigas; nos llevó a que estemos recordándolo y tratando de rendirle tributo a sus logros.
—Rachel… —me quejo, pasándome las manos por la cara y entrelazándolas detrás de mi cabeza.
—Quinn, basta, tenemos que hablar sobre ello. Podría ayudarnos, a ambas, podríamos seguir adelante —estira la mano y me obligo a estirar una de las mías, entrelaza nuestros dedos—, juntas.
«Juntas. Juntas. Juntas». Sus palabras retumban por todos y cada uno de los rincones de mi cabeza. He querido que estemos juntas desde que cantamos ese mash-up, desde que se abrió un poco más a mostrar sus heridas e inconformidades. Y… me mata, me carcome, me deshace saber que yo soy la razón por la que no se siente tan hermosa como es.
Sí, estoy plenamente consciente de que soy hermosa, una de las chicas más lindas que ha pisado a McKinley. Y ella también lo es, a su manera… porque, a diferencia de mí, ella no se esfuerza por serlo, en ella es algo natural. Supongo que, naturalmente, tuve que enamorarme de ella por eso.
—Después de unirse al club, la primera canción que cantó fue…
—¡Te dije que cerraras la boca de una buena maldita…!
Mi mano izquierda estaba a punto de asestar el golpe, a milímetros de tocarla, pero logra interceptarme, me jala por ambas manos con una fuerza que no sabía que tenía y me hace acercarme totalmente a ella.
Sucede, me besa.
Una ligera caricia de sus labios agrietados contra los míos. Retrae la cabeza pero me lanzo al frente, no queriendo apartar de lo que he querido hacer desde hace casi dos años.
Me toma por los hombros y me aparta, hace que caiga sobre la cama y sobre las almohadas. Se acurruca y la abrazo por la espalda, acercando su cuerpo lo más posible al mío. Deslizo las manos por su estómago hasta que las entrelazo en su vientre, se contrae por cada uno de mis movimientos pero al final sus manos se encuentran con las mías, entrelazándose.
Me pesan los parpados y siento que en cualquier momento voy a quedarme dormida.
—Promete que nunca vas a dejarme.
Sé que pedirle algo como eso a estas alturas, y más con lo que acaba de sucederle a la persona que más amábamos en todo el universo, en parte, es algo difícil. Pero no creo que sea algo imposible.
—Lo… lo prometo —dice.
No estoy segura si en verdad lo dice de corazón o si lo dice solo porque quiero escucharla que lo diga. Pero de todos modos hundo la cara en su cuello, dejando que su aroma me traiga dulces sueños.
