El Circo
Camino despacio, intentando pasar desapercibido.
Sería extraño en otras circunstancias, pero el escenario lo amerita. Aún cuando decidí no usar la limusina, siento las miradas ocultas a mí alrededor. Les veo con desprecio, haciéndoles retroceder y voltear la cara. Algo de culpa tengo, después de todo; ¿quién va a un circo con traje?
Es una rara costumbre que adopté al heredar responsabilidades… y una empresa que pesa en el mercado internacional. Si me viera hace 10 años, si viera en lo que me eh convertido… éste remedo de ése hombre que llamo abuelo.
Un tirón en la manga izquierda me trae de vuelta a mi patética realidad. Es el motivo de éste disgusto. Bajo la vista y me veo de 6 años: los ojos, la piel, el peculiar cabello bicolor; y esa huella azul, que me recuerda un Hiwatari. La única diferencia, en la mirada se percibe un pasado más entrañable.
Claro, exentando el hecho de la falta del calor materno. ¿Ya hace cuánto? Van 6 meses. Es fuerte, no le veo la tristeza que a mí mismo me cuesta ocultar.
Yo la tuve, aún la tengo. La mujer que me trajo al mundo… para mí sólo es eso. A pesar de ello acepté su consejo (¡ja! Con todo y que pensaba: ¿Qué sabe ella del cuidado de un hijo? ¿Cómo es que ahora posee la sabiduría que no tuvo cuando yo la necesité?).
Me dijo:
-Gou necesita distraerse, si permanece aquí solo sufrirá mas. En un par de días llega el circo, ¿por qué no lo llevas?-.
No tuve ganas de responder, los estragos que había visto en mi hijo me restaron fuerzas.
Regresando al presente, lo miro inquisitivo, dudando del motivo que le interesa.
-Quiero ver al Tigre- dice bajando el rostro, visiblemente intimidado (ya me había repetido tantas veces: ¡es tu hijo, no otro extraño al que quieras evitar!).
-Bien- digo automático, y de la misma forma ya vamos andando.
Llegamos ante el imponente felino. Es un hermoso ejemplar de un Tigre Siberiano macho. Mide aproximadamente 3 metros desde el hocico a la cola. No quiero ni imaginarme lo que llegaría a pesar. Siento pena por la pobre bestia, cercado en una jaula donde apenas cabe acostado.
Gou lo ve absorto, intenta acercarse más allá de la cerca, pero yo se lo impido. Voltea con ojos suplicantes, hasta que se da cuenta con quien esta tratando. Evita mi rostro y regresa al Tigre.
Esta actitud empieza a molestarme. Es cierto que nuestra relación nunca ah sido ejemplar, yo mismo me llevo el crédito por mi actitud, pero simplemente no puedo evitarla. Desearía conocer lo que piensa, lo que desea… lo que siente. Siendo neutral, esto me recuerda todos los años que pasé evitando a Voltaire. ¿Estaré pagando por haber hecho lo que creía correcto?
Abro los ojos y me topo con una fila de chiquillos escandalosos que rodean a un imbécil de 40 años, pintado de prostituta. Se contonea entre risas mirando a los pequeños, mientras su sucia lengua de hedor a cigarrillo, relame sus labios rojos.
Esta pintoresca visión se diluye al ver la alegría que causa también en Gou. Quizá suene ridículo, pero me gustaría que pudiera verme de la misma manera. Evitando las formalidades, la indiferencia, la huida eterna.
Por fin empiezan a entrar a la carpa principal. Nosotros apenas damos la vuelta cuando escucho una voz conocida.
-¡Mira papá! ¡Son Gou y el señor Hiwatari!- Grita un niño de gorra, sentado sobre los hombros de un viejo amigo.
-¡Hola Kai! Eres la última persona que pensaría encontrar aquí-. Takao sonríe. No cabe duda, es el que más ha cambiado. Quien diría que alguna vez llegaría a sentar cabeza, y empezaría a madurar.
-Hmm-. Mi ya conocida "respuesta". El asiente y seguimos caminando.
Vaya contraste, Takao y su hijo se llevan bien juntos, disfrutando cada uno de la compañía que el otro le proporciona. Nosotros en cambio; pareciera que yo mantengo cautivo a Gou. Sacudo levemente la cabeza e intento esquivar las miradas que me lanza el antiguo Campeón Mundial.
Llegamos a la carpa y tomamos asiento. El espectáculo se desarrolla ante mi fastidio… y el goce de los tres niños que acompaño. De vez en cuando volteo de reojo hacia Gou. Ella tenia razón, se le ve feliz. Sonrío complacido. A estas alturas ya no me cuesta tanto exteriorizar ciertos sentimientos. Con su nacimiento se abrió un mundo que desconocía. Desde los eternos lloriqueos de bebé, los gateos por los lugares mas insólitos, las primeras palabras, los primeros pasos… La grata responsabilidad que conlleva un ser tan dependiente.
Sin embargo todo cambió con la muerte de su madre. Era ella quien jugaba el papel del padre comprensivo y cariñoso. Y yo… yo sólo estaba ahí. Era suficiente para todos.
Pero ahora no se como reaccionar.
Para mi fortuna no suelo estar mucho en la mansión; la Compañía me hace viajar constantemente. Así evado la mirada de un niño que aún no puede llamarme papá.
De vez en cuando me llega la culpa (como en estos precisos momentos, irónico), y casi llego a comprender el rencor que Gou me guarda. Seamos realistas, desde que nació me eh ocupado en mantenerlo lejos y relegar su cuidado a cualquier otro (su madre, algún empleado o sirviente). Es el modo en que Voltaire me enseñó a tratar a un niño (y de mi padre ni que decir, él sí es todo un profesional).
-¡Muy bien amiguitos! ¿Quién será el afortunado papá que nos ayude con este truco?- La voz chillante del ya descrito payaso, suena por todo el lugar. Hum… probarán otro de sus estúpidos intentos de hacerle ver a la gente que el dinero tirado aquí valió de algo. Eso no es sorpresa, sino el hecho de que una mano a sólo un lugar del mío se levante y se mueva frenéticamente, acompañada de dos animadas voces. Sí, que otro que Takao. Las voces son de Gou y Makoto.
El exblader tiene suerte y es escogido. No sin antes intentar llevarme con él. Cómo lo tenía previsto, una mirada bastó para hacerlo desistir. Bajó al centro e intentó hacer malabares, con 5 pelotas rojas del tamaño de una manzana. En el primer intento, cuatro de ellas cayeron… seguidas por la quinta. En el segundo, tercero y cuarto intentos, se repitió algo similar. Después el payaso le dio la mano… y la suya quedo manchada de un extraño líquido azul.
Se retiró y subió con nosotros de nuevo (y pensar que quería que yo pasara por eso también). A pesar del papel ridículo que le tocó interpretar, se le ve feliz. Igual que sus dos alegres animadores.
Yo me desplomo en mi lugar y lo miro con fastidio.
-¡Vamos Kai! No negarás que fue divertido-. Dice sonriendo. Mi gesto cortante basta para cerrarle la boca.
Estaba llegando a mi límite. Esto del circo no fue muy buena idea. Pero trataba de soportar un poco más, sólo un poco más. Dejando de lado mis frustraciones por lo que era más importante, Gou.
Para mi fortuna la tortura solo se alargó un par de minutos más y llegó a su fin.
Antes de que Takao tuviera tiempo de decir cualquier cosa, tome a Gou de la mano y salí con él a toda prisa, mientras dos pares de manos se agitaban a nuestras espaldas.
Cuando ya estamos unas cuadras lejos, una leve voz llega a mis oídos.
-Yo… se que te… costó mucho. Pero… gracias por… traerme-. Y levanta su rostro hacia mí, sonriendo.
Mi rostro perplejo es un fiel retrato de lo que circula en mi mente. No imaginé que una simple salida tuviera éste efecto. Quizá ese era el verdadero sentido del consejo que me dio mi madre.
Y no sólo surtió efecto en mi hijo, sino también en mí. Me doy cuenta de lo fácil que resultaría perderlo.
Conteniendo mi orgullo y sacando la voz menos severa que puedo, le digo intentando sonar natural.
-Sí, bueno, no importa- levanto la vista y continúo.- Es temprano todavía. ¿Quieres ir a comer algo?- Mantengo la vista al frente, pero lo observo de reojo. Su rostro se ilumina y por fin me ve sin máscaras.
-¡Claro! Cerca hay un lugar en el que iba a comer con mi mamá. ¡Vamos papá!-. Corre hacia la izquierda jalando mi cuerpo con él; mientras mi mente perdida sigue repitiendo esa última palabra.
Puede ser que… hasta cierto punto… no todo esté perdido.
Notas de la autora:
No hay mucho que agregar. Este fic lo hice hace poco para un concurso en un foro. Tenía la inquietud sobre el papel que Kai jugaría como padre, éste fue el resultado.
Gracias a los que se tomen el tiempo de leer y comentar.
Hasta luego,
M.H.
