¡Hola a todos! Espero que os guste el primer capítulo de esta historia que no tardará en ponerse interesante...
Espero que os guste y que por favor, comentéis lo que os parece, ¡un saludo a todos! ^^
El sudor que caía por su cara y la presión que sentía en sus sienes le incomodaban, la sangre latía con una fuerza asombrosa. Su respiración afanosa aún provocaba en mayor grado su nerviosismo. Corría, sudaba, miedo, rabia, angustia y sangre… mucha sangre… y aquello le costaría la vida.
Paró a apoyarse en el frío y áspero muro, estaba exhausta, no podía correr más. Pero aún estaban cerca y se oían claramente los sonidos de muerte que a ella se aproximaban. Abrió el viejo portón de madera que chirriaba con el empuje y se adentró en su interior. La oscura estancia olía a polvo y estaba claramente desgastada, rodeada de miles de espejos rotos y rasgados. No percibía ahora los gruñidos violentos amenazantes, sólo escuchaba su respiración, sólo su respiración.
Se giró y observó su imagen reflejada en uno de los espejos rasgados, arriba estaba escrito "Lunarum renan, solarum oskurae".
Con los dedos perfiló el bordado de la inscripción, no sabía qué idioma era, ni en qué estaba escrito, pero como si en su interior lo hubiera sabido toda su vida susurró aterrorizada el significado de aquella frase:
-El reinado de la luna oscurecerá el sol…
Un escalofrío se adueñó de su cansado cuerpo, eso era… con que era eso lo que pretendían… no podía permitirlo, debía salir de allí a toda costa.
Pero nada más girarse, siete seres oscuros vestidos con capas negras bloqueaban la puerta. Ella no podía siquiera gritar, su garganta seca no profería ningún sonido debido al pánico. Inconscientemente comenzó a retroceder con pasos cortos y torpes, no advirtió el espejo a su espalda el cual había estado observando momentos antes. Al rozar con la superficie fría se sobresaltó, cayó de espaldas sobre el material acristalado que se hizo añicos a sus pies quedando, sentada sobre miles de cristales.
Miró en absoluto silencio como los colmillos de siete vampiros relucían en la oscuridad admirando su cuerpo que derramaba sangre por los numerosos cortes, sangre apetitosa y tentadora…
Siete miradas pálidas y feroces se posaban sobre ella avanzando lentamente, ella levantó horrorizada la mano y la observó bañada en sangre. Una chica cubierta de sangre sobre un espejo roto, sobre la que sin duda se abalanzarían siete hambrientos vampiros.
No efectuaba el menor movimiento, no respiraba, sólo se sentía débil por la pérdida de sangre, y antes de que todo se volviera negro sólo pronunciaba un único nombre, un nombre claro y suplicante…
-… ¿Dónde estás?
Sakura se despertó sobresaltada, no había dormido nada bien. Todas las noches tenía el mismo sueño, no era capaz de recordarlo claramente, sólo sabía que lo pasaba mal porque se despertaba empapada en sudor y aterrada, sólo se acordaba de un único detalle, esa frase que siempre veía en… en… ¿era un espejo?
-Lunarum renan, solarum oskurae… -susurró mesando sus cabellos rosados.
Sacudió ligeramente la cabeza, quizás se estaba obsesionando con algo que no tenía importancia o sentido alguno, pero entonces… ¿por qué este miedo?
-¡Sakura! -gritó una voz aporreando la puerta- ¿quieres abrir?
La joven observó la puerta, aún adormilada, no recordaba que había cerrado con llave la noche anterior. Como un rayo se incorporó y corrió a abrir a su madre que con toda seguridad del mundo estaría con sus habituales enfados matinales.
-¿Se puede saber por qué has cerrado la puerta? -reprimía- te he dicho miles de veces que no la cierres porque…
-… soy asmática y si me pasa algo no podréis oírme -completó su hija.
-¡Pues si lo sabes no lo hagas otra vez, que pareces estúpida!
Dicho esto su madre se dirigió refunfuñando hacia el baño. Sakura no acababa ni de levantarse y ya estaba de mal humor, como para no estarlo, los enfados matutinos de su madre eran de sobra conocidos por la joven, pero sus insultos nunca los encajaba bien.
Tras asearse y vestirse bajó a desayunar. Allí estaban su padre y su hermano pequeño tomando el desayuno.
-¡Hola Kura! -saludó su hermano del único modo en que él la llamaba.
La pelirrosa se sentó sin dirigir una mirada a su padre, precisamente con él es con quien tenía más roces de convivencia. De hecho, los primeros roces de aquel día no tardaron en llegar:
-¿No te dije ayer que recogieras la ropa? -inquirió como era su costumbre.
-No –respondió ella rotundamente dirigiendo la vista hacia la ropa tendida.
-¿Cómo que no? Qué casualidad, nunca te digo las cosas…
Aquello era mentira, otra de las muchas. Siempre que su padre quería quedar bien delante de cualquiera, sólo necesitaba infravalorar a su hija, y con ello, tenía una lista de comentarios, indirectas e ironías que la chica se sabía de memoria a la perfección.
Suspiró, mejor ignorarlo. Sólo era un día más, uno más en toda su vida.
La mañana no transcurrió tranquila, las discusiones absurdas y sin sentido se sucedían hasta el punto de no poder retener la frialdad y la paciencia.
-Se acabó, me marcho -refunfuñó la joven saliendo por la puerta de su casa dando un portazo.
Mientras andaba, Sakura observaba las calles solitarias, su instituto estaba apenas a cinco minutos de su casa, lo malo era que debido a su enfado se había precipitado media hora antes de lo previsto a su jornada escolar.
Cuando llegó al edificio, optó por ir a su querida biblioteca a leer unos minutos antes de comenzar las clases.
La sala estaba vacía, las numerosas mesas de madera no estaban invadidas por los acostumbrados estudiantes con sus libros y estuches, ahora solo estaban acompañadas de su viejo barniz.
La joven se sentó con uno de sus libros y comenzó a leer aunque con desgana, no tenía muy buen humor para ello.
No paraba de pensar en qué momento su familia se había dividido ante la discordia de ese modo, ya que hace unos años eran todos amables y felices… de golpe y sin avisos ahora sólo había palabras hipócritas carentes de sentido, sentimientos o sabor…
Todo rondaba a la misma persona, su padre. Él había sido el detonante de aquella guerra de la indiferencia… había resentimiento por parte de la joven y quizás algo más…
De tanto pensar cayó dormida sobre el grueso libro abierto de par en par sin oír y sin predecir que, a parir de esos instantes, si hubiera estado despierta hubiera salvado su situación.
Un olor a humo trataba de despertar a la joven, se extendía intensamente por la vieja biblioteca sin contenerse en absoluto, luchaba por salir pero una puerta cerrada bloqueaba su paso.
Sakura despertó extrañada e incómoda debido a ese olor a chamusquina.
Alzó la vista recobrando la actividad después del sueño.
-¿H-humo?
De pronto se percató, humo en la biblioteca… y donde hay humo… hay fuego. Muy asustada se levantó y vio al fondo del lugar el resplandor de llamas candentes que destrozaban y devoraban todo a su paso. Papel, todo lleno de madera y libros ¡debía salir de allí!
Corrió hacia la salida cuando de pronto escuchó el grito de lo que parecía ser una niña pequeña. La pelirrosa se agachó para evitar respirar el humo negro que crecía por segundos, como loca, trataba de localizar la procedencia de ese lamento.
Miró detrás de un estante y encontró a la dueña del llanto: una niña de apenas nueve años que estaba acurrucada y temblorosa debido al miedo.
-¡Venga levántate, tenemos que salir de aquí! -ordenó tomando a la niña de la mano y arrastrándola hacia la salida.
Corrieron fuera del lugar, pero la joven notaba en ella algo extraño, se sentía mareada y con alteraciones en el equilibrio.
Dedujo que debido a la inhalación de humo y su asma, su estado ahora estaba algo inestable.
Consiguió salir al exterior, pero no había nadie, lo último que recordó fue cómo se desplomaba en el suelo al lado de aquella niña, mareada… y sola.
Su mente volvió a transportarla a ese espacio único y extraño donde la esperaba el mismo sueño de siempre...
En el cuarto polvoriento se veían espejos, veía su reflejo una vez más en esos espejos rasgados… ¿Por qué en ese estado, por qué no enteros?
No lo sabía, de lo que sí estaba segura, era de que no era la primera vez que admiraba su imagen en ellos… era una sensación completa y extrañamente familiar.
Esta vez no sentía peligro, es más, ahora sí estaba sola. Tranquilamente, se tomó su tiempo para observar cada detalle. Se fijó que en el más grande de todos aún no estaba escrita esa frase curiosa y escalofriante, no había nada, era un espejo normal.
De pronto, el escenario cambió, los espejos la rodearon formando un círculo en cuyo interior se encontraba la joven. Uno a uno sucesivamente, iba mostrando una imagen que no era la de Sakura, eran mujeres, mujeres que no conocía para nada, pero que en cierto modo, le resultaban horriblemente familiares.
Las mujeres eran jóvenes y bellas con algo especial en su ser, en cierto sentido, Sakura sentía que al mirarse en esos espejos, se veía a sí misma.
Intentó averiguar más detalles, pero un grito se lo impedía…
-¡Sakura!
¿Quién…?
-¡SAKURA POR DIOS, DESPIERTA!
Abrió los ojos y lo primero que encontró fue la cara de su madre suplicando por que despertara.
La claridad invadía su vista cegándola, poco a poco recobró la conciencia.
-¡Oh Dios mío, estás viva! -gritaba su madre empapándola en lágrimas.
-Mamá…
Tosió varias veces hasta que pudo por fin disfrutar de la pureza del aire del exterior. Cientos de coches de la policía, un par de ambulancias y un camión de bomberos invadían el lugar, acompañados de los cientos de miradas estupefactas de los estudiantes, curiosamente, todas las miradas se dirigían a ella.
-¿Qué ha pasado? -inquirió la joven observando la expresión seria de su madre.
- Algo que no es para nada bueno...
-¡Intolerable, definitivamente inadmisible! -bramaba el director.
La pelirrosa estaba sentada junto a la niña en el despacho del director con una manta de lana sobre los hombros, sentía el cuerpo pesado y dolorido, sus ojos verdes se mostraban muy enrojecidos y llorosos. Su pecho se quejaba del humo, pero sobre todo le dolía de la oscura realidad que la estaba engullendo...
-Pero… no tienen pruebas de ningún tipo…
-¿Cómo que no? -replicó el director- señora, tenemos pruebas más que suficientes que inculpan a su hija como autora del incendio.
-Y yo le aseguro que es incapaz de hacer algo así, además… ¡Usted la conoce como estudiante y como persona! -apelaba su madre cada vez más nerviosa.
-En eso se equivoca… no conozco a todos…
Sakura se mordió el labio inferior, ya era el colmo ¿cómo podían acusarla a ella del incendio de la biblioteca? ¡Casi muere por salvar la vida!
-A ver… -suspiró el director aproximándose a la joven- ¿Cuál es tu versión de lo ocurrido?
-Ya se lo he dicho -resopló la Haruno frustrada- me quedé dormida en la biblioteca y me desperté oliendo el humo, al querer escapar oí gritar a esta niña, la cogí, salimos y me desmayé -explicó.
-Ya veo… así que tú no hiciste nada…
-Así es…
-El conserje me ha dicho que estabas tú sola aquí…
-He llegado media hora antes de lo habitual -afirmó la joven.
-¿Y por qué casualmente hoy has llegado antes? –volvió a preguntar. A Sakura le daba la sensación de que el director quería imitar a un gran detective de prestigio, sin saber que estaba metiendo la pata hasta el fondo. Paseaba de un lado a otro continuamente.
-Porque hoy he salido de casa antes…
-¿Y por qué?
-¡No hay razón alguna, joder! –exclamó la joven exasperada, aquel hombre la estaba acusando sin pruebas. Perder los estribos no era bueno, además estaba empezando a perder la paciencia como para decir palabras soeces. Pero aquel hombre no tenía porqué saber los problemas que ella tenía en su casa.
-Estabas tú sola en la biblioteca, ¿quién puede corroborar tu coartada? –acusó el director mientras retorcía su espeso bigote.
-¿Coartada? -preguntó asombrada-. ¿Qué pasa, que soy una criminal?
-Mmm podría…
La Haruno se reclinó sobre la silla lanzando una mirada suplicante a su madre, no estaba haciendo nada por defenderla. "Captado" pensaba con amargura "con que estoy yo sola ante esto".
-¿Alguien podría afirmar que estabas sola?
-Si estaba sola… ¿Cómo quiere que alguien afirme que lo estaba?
Su madre soltó una carcajada, el comentario de su hija había sido muy acertado, aquello era todo un absurdo.
-Además, una alumna te ha señalado como culpable y hemos encontrado esto -dijo el director sacando de su bolsillo dos objetos.
Uno era una caja de fósforos y el otro era una botellita de etanol del laboratorio de química.
-¿Y? –preguntó con indiferencia la pelirrosa clavando sus ojos color verde en los objetos. El director rió como si él se tratase del héroe de la historia.
-El etanol lo sacaste tú del laboratorio hace dos días porque está registrado en los archivos -explicó mostrando el documento.
-Sí, para hacer el trabajo en casa –repuso ella con tranquilidad.
-Y estos fósforos –señaló el director- estaban junto a la botella en tu mochila.
Sakura enmudeció, ni uno ni otro estaban con ella esa mañana… era imposible, alguien había debido metérselos en su mochila… ¿Pero cuándo?
La joven resopló con crudeza, el momento era claro: su siesta en la biblioteca.
-¿Qué sentido tiene quemar la biblioteca estando yo dentro? –preguntó hábilmente la joven en su defensa. Miró a su madre que ahora parecía estar del lado del director.
-Era fácil prender fuego y salir corriendo, no tienes a qué atenerte… afróntalo -sentenció el hombre.
-Hija… -suspiró su madre con un tinte de decepción.
-Mamá, que no he sido yo… ¡No puedo creer que no confíes en mí! –chilló ella cada vez más nerviosa.
Surrealista… ¿Por qué su madre no estaba comportándose como su madre?
-Y la alumna te ha reconocido como autora del crimen, te ha visto y lo ha confesado.
-¿Quién ha sido?
-Yo…
Temari irrumpió en la sala con una sonrisa maliciosa y de superioridad, eran enemigas desde que se conocían.
-¿Es cierto Temari, que viste a tu compañera cometer el acto?
-Sí director -dramatizó mientras enredaba entre sus manos un mechón de pelo.
-No hay más que decir… Todas las pruebas te señalan...
Sakura palideció en un tono de piel más claro incluso que el suyo propio, se puso lívida y podía oír con claridad los latidos de su apresurado y dolorido corazón, se sentía abandonada y traicionada por todos.
Curiosamente, no rebatió más, se resignó… y aquello no era propio en ella.
Una parte de su ser le imponía la aceptación sin defenderse.
Esperó fuera mientras su madre acababa de hablar con el director, la cabeza le daba vueltas y se le oprimía el pecho, aquello no era normal y las consecuencias serías indudablemente horribles. Pero por alguna extraña razón, su interior le ordenaba que debía callarse, que debía hacerlo así.
La puerta del despacho del director se abrió, su madre y él la miraban con compasión y lástima, Sakura sabía que aquello solamente significaba una cosa…
-Sakura Haruno, recoge tus cosas… estás expulsada definitivamente de este colegio -susurró el director mientras su madre apartaba los ojos de ella.
"Ahora… sí que no me puede ir peor" pensó la joven con aspereza mientras dos lágrimas rodaban por sus mejillas.
Pobre Sakura, ese accidente marcará su destino de manera muy severa... En el siguiente capítulo veréis cuál será su destino a partir de ahora, y a quién conocerá...
¿Se desvelarán las causas del incendio?
Nos vemos en el próximo capítulo :D
