Una ciénaga de mentes hechas cuerpo, una manada de recuerdos corpóreos que se van aglutinando a mis pies mientras voy avanzando, una especie de estrellas que cada una cuenta su historia, y se desesperan por ser escuchadas, por que les preste atención. De a poco van entorpeciendo mi andar, que es confuso, y sin rumbo claro, hasta que se acumulan de tal forma en mis piernas que me hacen imposible avanzar. Ahora que me he quedado en el lugar, comienzan a tragarme, la tierra y su humedad comienza a deglutirme, como si metiera los dedos en una torta. Raras las comparaciones que establece la mente en momentos de premura.

Desperté agitado, pensando que moriría, pero pronto comprendí que no, por lo menos no en una ciénaga con estrellas que me tragan. Eran temprano, mucho antes de la hora a la que había programado la alarma hacía dos días. Decidí que algo debía hacer con ese tiempo que ya estaba ganado. Abrí mi bolso para ver con que me encontraba, a ver si algo me decía "úsame" o "haz esto o aquello" y así fue. En dos minutos mi pelo estaba corto como el de Brad Pitt en el club de la pelea, ya que la rasuradora había asomado antes que todo lo demás, sumado al hecho de que el clima húmedo de Inglaterra, hacía que mi cabellera estuviera permanentemente erizada.

Salí a dar una vuelta por el barrio, ya que aún tenía un par de horas hasta el encuentro con Micheal Brown. Había visto algo al llegar a la ciudad pero no en el detalle que uno puede observar las cosas cuando se camina. Al salir de allí enseguida pensé "si me alejo de aquí media cuadra me será imposible volver", por lo que me asegure de tomar nota de la dirección: 2 Nile St, mi hospedaje por el momento: El George Hotel. No es que esta se la zona mas homogénea, arquitectónicamente hablando, de la ciudad, pero tampoco es que siempre haya sido muy bueno con la orientación geográfica. Instintivamente comencé a caminar por la calle de la Reina "Queen St" y sentí instantáneamente una sensación de regocijo. Al principio lo atribuí a la diferencia sustancial entre recorrer estas calles y recorrer las de Buenos Aires, pero no era solo una cuestión de comparación. Realmente me estaba generando un placer enorme, y el cambio de aire me estaba llenando cada poro, sentí ganas de sonreír, y de hablar con la gente. Claro que estaba el impedimento del idioma, pero mi rudimentario ingles yankee sería suficiente para intercambiar solo pocas palabras de amabilidad. Aun no había conocido a mi traductora, por lo que la tarea oral, dependía exclusivamente de mí, por desagradable que suene decirlo. La familiaridad de este lugar tan lejano del hogar, estaba construida por una serie de suposiciones previas a la llegada, ya que había sido mucho lo que había escuchado de este lugar. En mi mente, y sin dejarme llevar por las habladurías de mis compañeros porteños, el lugar se me antojaba casi extra-planetario, ya que en ningún momento quise ver fotos por internet, deje que el destino, y Burslem, me sorprendieran. Ese instante de placer profundo que tuve al salir a dar un paseo, vino a decirme "¡eh! ¡aquí también hay humanos!" porque todo lo que veía me era familiar. Había por empezar un hotel, lo cual marcaba cierta tendencia turística. Luego, aparecieron frente a mí, al recorrer esta calle, lugares como cafés, donde se podían ver los partidos de la Liga, una hermosa plaza con un suelo trabajado con el arte de la mayólica, una casa de comidas "Fish & Chips", un servicio técnico de computadoras, con una tipografía noventosa, lo que parecía un antiquísimo templo, disimulado en el resto de negocios de la ciudad, y así un montón de lugares que mis ojos recibían alegremente. En esos momentos de recorrida, ví un joven de gorra y ropas holgadas que se acercaba cruzando la desolada calle Queen, y me animé a preguntarle si sería seguidor del Club de la ciudad, cosa que casi dí por hecho, ademas de estar en edad universitaria, y al ser esta universidad padrina del club, tenía aún mas chances de estar frente al primer hincha del Port Vale FC.

Lo miré a los ojos, cosa que evidentemente le llamó la atención, y me detuve para decirle cuando pasó a mi lado:

- Hey there! a Port Vale fan? -

El joven me miró como si le estuviera pidiendo dinero y siguió caminando, con las manos en los anchos bolsillos, y los hombros encumbrados en posición de protección. Insistí:

- Hey! -

El joven se dio vuelta, enérgicamente y me gritó: "Fuck Off!" que no significa precisamente "tenga usted un buen día".