Something has changed with in me, something is not the same. I'm through with playing by the rules of someone else's game
Too late for second-guessing, too late to go back to sleep. It's time to trust my instincts, close my eyes: and leap!
Algo ha cambiado dentro de mí, algo ya no es lo mismo. Termine jugando con las reglas del juego de alguien más.
Ya es muy tarde como para pensarlo dos veces, ya es muy tarde para volver a dormir. Es momento de confiar en mis instintos cerrar mis ojos y ¡saltar!
Capítulo I
¿Era normal sentir ese deseo? Sabía muy bien que no. A sus cortos 16 años tenía muy claro en la cabeza qué es lo bueno y lo malo, lo normal y lo que raya en lo absurdo; y eso que sentía no sólo era absurdo sino también íntimamente pecaminoso. Pero no podía ir en contra de lo que su cuerpo pedía a gritos. Porque su cuerpo parecía no reconocer los grandes inconvenientes que significaba sentirse así por… ÉL. Porque era un hombre 23 años mayor que él; uno de los mejores amigos de sus padres, casado con una mujer a la que debía llamar tía, y además siempre había sido blanco de sus más crueles bromas en las reuniones familiares -una sonrisilla apareció en sus labios –. Además estaba el pequeño detalle de que ese hombre era su… PROFESOR.
Y eso no evitaba que quisiese que ese hombre poseyera cada parte de su ser. Nunca había estado con nadie, a pesar de que en el colegio pensaran que era un conquistador y que tenía a todas las chicas a sus pies. Eso no era más que una pantalla para poder fantasear con tranquilidad sobre el hombre que le robaba el sueño y que protagoniza sus más cadentes fantasías. Cada vez que estaba en su clase no podía evitar perderse en él. Su pelo castaño oscuro, impecable, sus ojos azules oscurecidos y esa barba con algún que otro vello blanco demostrando que era un hombre maduro, sexy e interesante, además de ese cuerpo de infarto que se podía percibir bajo su túnica.
Se imaginaba sus abdominales perfectamente marcados. Era normal que quisiera pasar la lengua por ellos, degustarlos como si fueran una deliciosa barra de chocolate en la cual podía hundir su lengua y…
—¡Diablos!
De pronto sintió que todas las miradas de sus compañeros estaban sobre él. Las tijeras con las que cortaba el Asfódelo resbalaron de sus manos y terminaron haciéndole un feo corte y, para colmo, una de las espinas de la planta se incrustó en su dedo.
—Señor Potter –pudo sentir las manos del profesor sosteniendo el dorso de las suyas -¿Estás bien, James? –su voz sonó profunda, grave…, única. Era magnifico tenerle tan cerca, percibir su aroma. Si tan sólo pudiera girarse un poco y morder ese cuello.
Cuando James estaba a punto de hacer una idiotez, el timbre sonó —Bien, se pueden retirar. Ha terminado nuestro tiempo, mañana continuamos.
El profesor aún sostenía sus manos y podía sentir el calor que emanaba de ese fornido cuerpo.
Una vez que todos abandonaron el invernadero, Neville lo observó, dio la vuelta a sus manos y sonrió. Por un segundo se quedó embobado y creyó que….
Con un pase de varita el profesor le limpió las manos, pero una de las espinas de la planta aún permanecía ahí.
—Estabas muy distraído James. Si me hubieras puesto atención esto no habría pasado. Ahora tengo que quitarte esta espina. Cuando lo haga soltará un veneno y tendré que succionar. ¿Entendiste? —No, en realidad no. Sólo había estado observando el movimiento de esos labios que tanto se le antojaban.
Con unas pequeñas pinzas retiró la espina y, de inmediato, se llevo el dedo la boca. Ahora ya sabía lo que quería decir cuando mencionó succionar. Estaba chupando su dedo. Vagamente, James se preguntó si sus dedos tenían conexión directa con su polla, porque de pronto sus pantalones le resultaban dolorosamente pequeños.
La boca de Neville era cálida y su lengua, suave. Se sentía de maravilla sobre su dedo, succionando, quitando de su sistema ese bendito veneno que había provocado tan extraña situación. De pronto, quiso que esa lengua succionara y lamiera otras partes de su cuerpo. Se preguntó si la boca del profesor de Herbología resultaría tan cálida en otros lugares, como por ejemplo en su… polla. Pero esa cálida sensación terminó. Lo vio tragar el veneno y luego sonreírle con calidez.
—La planta es rara. El veneno se puede ingerir y no te pasa nada, pero si la espina lo inyecta puede ser mortal. ¿Estás bien, hijo?
No soy tu hijo pedazo de gilipollas fue lo que pasó por su mente en cuanto Neville le habló con ese tono preocupado. —Estoy bien, profesor.
—Excelente. La mano te dolerá un poco, pero no debe ser muy fuerte. En caso contrario ven a verme. ¿Ok? Estaré aquí hasta tarde.
Asintió y salió del invernadero con cara de pocos amigos. Todavía tenía la sensación de la boca de Neville sobre la piel de su dedo. Y luego ese jodido gesto paternal, cómo lo odiaba. Odiaba que Neville le tratara como a un niño, como a un hijo. ¿No podía verle como algo más? No era un chico feo. Tenía unos hermosos ojos marrones como los de su madre, un buen cuerpo por las horas de Quidditch y era excepcionalmente carismático. ¿Cómo tenía que ser para que Neville le deseara?
Tal vez tenía que ser tonto, rubio y con actitud de tabernero de un mal bar. Además de Hufflepuff. Odiaba a esos tejones; y en especial a ella. Era tan tonta, la cosa más gris que podía existir en el mundo, y obviamente no se merecía ser la esposa de Neville. Y mucho menos se merecía los abrazos, los besos y las caricias que seguramente recibía. Todavía no entendía por qué Neville se casó con ella si era tan ridículamente estúpida.
El tipo era un héroe de guerra y con el tiempo se había puesto buenísimo. Era el Profesor más caliente de Hogwarts. Hasta Teddy le había confiado haberse pajeado fantaseando con él. Definitivamente alguien tenía que demostrarle que era mucho hombre para esa mujer. Tal vez debería hacerle caso a Scorpius Malfoy y ser la persona que le mostrase el buen camino a su querido "tío" Neville.
A la hora de la cena se dirigió tranquilo hacia el Gran Comedor. Buscó con la mirada a su hermano y a Scorpius. Los ubicó de inmediato en la mesa de Slytherin, comiendo de lo más tranquilos. Le lanzó una mirada al rubio y éste le sonrió. El mensaje ya estaba dado. Supo que Malfoy le había entendido cuando los ojos verdes de su hermano menor le fulminaron. Sonrió y se dispuso a cenar con toda la tranquilidad del mundo.
Una vez que terminó, salió y de inmediato se encontró con Scorpius y Albus. El primero lo miraba divertido; su hermano, en cambio, tenía el ceño fruncido y parecía sonrojado.
—Lo quiero para mí –dijo al rubio con toda la seguridad que podía poseer un Gryffindor de pura cepa como él. Scorpius ensanchó su sonrisa y Albus bufó con molestia.
—Muy bien.
—Papá te va a matar –habló solemne Albus, fingiendo no haber escuchado a Scorpius.
—A ti también –Le sonreí de vuelta, observando alternativamente a Scorpius y a Albus -¿Cómo lo consigo? –le pregunté al rubio.
—Seducción, mi querido Potter mayor. Seducción.
El camino al invernadero fue tranquilo. No había ni un alma por ahí. Por un segundo pasó por su mente la idea de que tampoco Neville estaría trabajando. Sin embargo, una luz que provenía del lugar le regresó todas las expectativas que se había formado. Sólo necesitaba un poco de suerte y tendría lo que tanto había deseado. Empujó la puerta y lo vio.
Estaba de espaldas, en mangas de camisa. La túnica estaba colocada descuidadamente sobre la mesa de trabajo. Pudo deleitarse con esa espalda ancha y musculosa. La camisa blanca se le pegaba a los bíceps cada vez que hacia un movimiento. Babeaba por ese hombre. De pronto se sintió más caliente que nunca. Su polla dio un respingo. Le ponía a cien y el muy idiota ni siquiera se daba cuenta, a pesar de que no siempre era tan discreto. Su valor se redobló; ésta sería la noche. Estaba en un punto sin retorno.
—Hola.
—Hey, hola, James. ¿Te sentiste mal? –Otra vez esa puñetera cara de papá preocupado.
—No, no. Sólo quería terminar la práctica. Si no tienes inconveniente –sonrió y le dio unas nuevas ramas para trabajar –me… me lo podrías explicar de nuevo. Como notaste estaba un poco distraído antes –negó un poco divertido.
—Está bien, James. Pero que no vuelva a pasar –tomó las ramitas y empezó a explicarle. Era el momento perfecto para poner en marcha la segunda parte del plan. Se movió un poco, trastabillando lo justo para que una de las espinas terminara encajada en uno de los dedos del profesor.
—¡Oh, lo siento! –dijo de inmediato, sujetando la mano lastimada.
—No, no te preocupes. Sólo tengo que…
—Quitarla y succionar. Lo sé, permíteme.
Tomó las pinzas, retiró la espina y se llevó el dedo medio del profesor a la boca. Succionó con fuerza mientras le lanzaba una mirada cargada de deseo. Neville intentó retirar su mano pero James se lo impidió. Tragó el veneno y empezó a lamer la piel de ese dedo. Las mejillas del Profesor estaban de un rojo encendido. Todo era tan surrealista.
—James —Neville soltó un jadeo que el pelirrojo ignoró. James dio una última succión pero sujetó con fuerza la muñeca del mayor. Con gula paso la lengua por toda la palma. Neville cerró los ojos y se separó con violencia —. Esto no está bien James... Vete —se giró de inmediato, intentando apartarse del chico.
James vibraba de excitación. Por supuesto que no iría a ningún lado. Estaba decidido a obtener lo que quería esa noche. Pasara lo que pasara, tomaría lo que tanto había deseado. Abrazó a Neville por la cintura y pegó su cuerpo a la espalda del profesor.
—No me iré.
Neville giró para encarar al chico. Lo sostuvo de las muñecas, fulminándolo, pero en los ojos marrones de James no había más que deseo y decisión. Ese chico no se acobardaría con nada.
Ahora estaba seguro que no había visto mal, las miradas encendidas existían de verdad. James lo deseaba desde hace mucho. En un principio Neville creyó estar viendo reacciones que no estaban ahí. Se obligaba en no poner atención a los ojos celosos de James cada vez que Hannah estaba con él y no quería aceptar que James buscaba cualquier excusa para tocarlo, como una declaración de las intenciones del chico.
Sin embargo, ahí estaba la prueba. La peor de todas, porque Neville estaba seguro de no poder resistirse más.
—No, James…
El pelirrojo frotó su erección contra la pierna de Neville, sus manos ansiosas viajando por todo su torso. Llevó sus caricias hasta la entrepierna de su profesor quien, ante la sorpresa, emitió un jadeo. James notó como el miembro bajo su palma empezaba a endurecerse.
Aprovechó el momento de excitación para besar al castaño. Era un beso desesperado y furioso que quemaba a ambos llevándoles por el infierno abrazador de la pasión. Potter enredó sus piernas en la cintura de Neville y éste entendió que estaba perdido. Porque no tenía la fuerza suficiente como para alejar al adolescente de su cuerpo. Decidió sostenerlo hasta empotrarlo contra una de las mesas de trabajo.
Con fuerza, James hizo jirones la camisa blanca de Neville mientras repartía besos y lamidas por toda la piel que se le presentaba. El torso del profesor era tal y como se lo imaginaba. La piel era tan suave que sentía la necesidad de degustarla con gula.
Neville tenía más paciencia. Besó a James de nuevo, acariciando sus labios, mordiéndolos ligeramente y dejando que sus lenguas se enredaran para probarse, para comprometerse en un placer que resultaba pecaminoso. El joven Potter se sentía en la gloria al recibir cada beso y cada caricia que le prodigaba.
El chico fue desnudado con toda la parsimonia que permitía la excitación de ambos. Las calientes manos de Neville contrastaban con la fría superficie de la mesa bajo sus nalgas. Las palmas repartían sensaciones de puro placer en cada porción de piel que tocaban. James tragó saliva, echó su cabeza para atrás y, en medio del vicioso goce que sentía, se aseguró de frotar la maravillosa erección de su Profesor.
Con las manos temblorosas quitó el cinturón a Neville.
—¿Estás seguro? —La pregunta sacó de balance a James, que se tomó un momento para observar al hombre que estaba con él: El cabello castaño estaba revuelto, el varonil pecho subía y bajaba, los vellos finos que le rodeaban estaban perlados por sudor…
¡Joder! Claro que estaba seguro (y muy, muy caliente), así que asintió enérgicamente y abrió las piernas, descarado y sumiso. Neville respiró con dificultad. Bajó sus pantalones de un tirón y sin más lubricante que su saliva se presionó un poco sobre la estrecha entrada. De inmediato notó que le haría mucho daño. —Accio varita —Neville murmuró dos hechizos sobre la tierna entrada de James.
Armándose de infinita paciencia fue entrado en él. Pero no contaba con que James estaba más que ansioso y no dejaba de moverse tomando un poco más de lo que Neville quería darle.
Unos gemidos sofocados inundaron todo el invernadero. James se enredaba en Neville al sentir los embates de sus embestidas. Ambos estaban jadeando, perlados de sudor y estrechamente unidos. El profesor coló una de sus manos entre ambos cuerpos para acariciar a James hasta que lo sintió estremecerse de placer.
Con una última embestida llegó la culminación para Neville.
El profesor sostuvo el desmadejado cuerpo de James y lo recostó por completo sobre la mesa de trabajo. Con un pase de varita convocó su capa y cubrió el cuerpo del chico, que mimoso se acurrucó en su pecho y, para su sorpresa, empezó a besarlo con suavidad.
Unos minutos después, la mano derecha del chico delineaba el tatuaje del lazo del diablo que Neville tenía dibujado en su pectoral izquierdo.
—Papá tiene un dragón blanco y el de mi tío Ron es una araña —Neville estaba un poco adormilado pero cuando escuchó la voz de James se espabiló rápidamente.
—Harry le dijo que se lo hiciera para ahuyentar el miedo —la voz enronquecida del mayor provocó un estremecimiento en James.
—¿Se los hicieron en el famoso viaje? —El castaño asintió. Tres meses después de la batalla de Hogwarts, Ron, Harry y él decidieron emprender un viaje que iba a durar un mes y terminó durando dos.
Hermione, Hannah y Ginny estaban que se subían por las paredes, pero ellos necesitaban un tiempo para intentar recuperar su equilibrio mental. La última locura que hicieron fue tatuarse algo que les gustara. Harry pensó en un dragón, Ron decidió darle por el culo a sus miedos con su araña y él escogió un lazo del diablo con brillantes espinas, de una de las cuales goteaba un poco de sangre recordándole así lo que fue y lo que derramó para llegar ahí.
—Sí, tu madre odia estos tatuajes.
—Claro, porque cree que papá le fue infiel en ese viajecito.
—Exagera. No paso nada, con nadie. Estábamos más ocupados disfrutando un poco de la vida que tonteando por ahí. — James sonrió y dejó un sonoro beso sobre la piel tatuada. Después vino un silencio que terminó cuando Neville se aclaró la garganta —. James, esto fue magnífico pero no correcto. Eres prácticamente un niño y no…
—No te estoy pidiendo que te cases conmigo. Tú querías, yo quería. No eres el primer profesor que sucumbe ante un alumno. Y seguramente no serás el último. Déjalo, ¿quieres? No lo eches a perder —Neville suspiró y besó el pelo de James.
—Estoy separado de Hannah —James, que estaba acariciando el fino vello del pecho de Neville, de inmediato detuvo su caricia al escucharlo. Los primeros cinco segundos la noticia le cayó de sorpresa, después lo pensó un poco y se alegró infinitamente —. Desde finales del curso pasado no vivimos juntos. —El chico luchó para no sonreír abiertamente —. Ella aún no quiere decírselo a nadie pero en unos meses será definitivo.
—Eso es genial. A mí me encantaría que nos siguiéramos viendo. Podemos hacerlo sin que te pese engañar a tu mujer.
—Soy uno de los mejores amigos de tus padres. Ahora mismo me siento como el peor hombre del mundo porque les he fallado. Sin embargo no te puedo mentir, después de esto no será fácil apartarte de mi cabeza. Si antes creía ver cosas que…
—Existía, te coqueteé desde siempre. Sólo que tú estabas más pendiente de… otras cosas. El curso acaba de empezar, podemos intentarlo y si funciona… Ya veremos después. Justo ahora no te agobies. Esto iba a pasar tarde o temprano. Llevaba meses insinuándome contigo, así que no te flageles. Tampoco es como si hubieras abusado de mi —Neville se tragó sus palabras cuando se encontró con los ansiosos labios de James. No podía decir que no, esos besos ya lo tenían atrapado.
El cuerpo de Ginny subía y bajaba de la forma que se le antojaba. Harry colocó sus manos sobre la estrecha cintura de su mujer sólo por hacer algo. La verdad era que su cabeza estaba muy lejos de los menesteres en los que debería. Mientras su esposa se deshacía montándole, él sólo pensaba en todas las cosas que no le hacían feliz.
Como que era ella quien siempre debía estar arriba. Cosa trivial y tonta pero, después de años follando de la misma forma, Harry no podía dejar de pensar que eso termina siendo cansino, aburrido y abrumadoramente tedioso. Y dejando ese tema de lado, también estaba la compulsión de su mujer que hacía a su matrimonio muy parecido al de los señores Weasley.
Porque Ginny quería que las cosas fueran como lo eran en su familia. Pocas demostraciones de cariño en público, muchas aventuras que sólo vivía ella alegando que era periodista y, sobre todo, esa manía que tenía sobre Harry para obligarlo a que siempre le hiciera caso. Eso estaba aniquilando al jefe Potter.
¿Qué le costaba a su mujer dejarlo ir a los jueves de machos? Todos los jueves por la noche, en un pub a las afueras del ministerio, casi todos los ex miembros del ED y los trabajadores ministeriales de esa generación se reunían para ponerse al día. Todos menos Harry, quien siempre tenía que acompañar a su mujer a alguna cena con sus padres, a comprar unas cortinas nuevas para la casa o a alguna estúpida reunión con los compañeros de trabajo de su esposa. Cosa que Harry odiaba porque no dejaban de lado su profesión y empezaban a hacerle preguntas sobre su trabajo o sobre su vida personal.
Antes Harry no se había dado cuenta de la monotonía en la que había caído su matrimonio. Sus hijos eran, quizás, el motivo para no tomar en cuenta todas las pequeñas cosas que ahora le ponían los pelos de punta. Sin embargo, ahora, con Lily en el colegio, el moreno empezaba a darse cuenta de que las horas al lado de su mujer se estaban volviendo instantes muertos, silenciosos y abrumadoramente insatisfechos.
—¡Sí! —El gemido sofocado de Ginny le hizo regresar a la realidad. El cuerpo de la pelirroja rodó hasta caer sobre el lado derecho de la cama, se abrazó a él y se quedó profundamente dormida. Ni siquiera notó que el placer sólo había sido unilateral.
Harry rumió su frustración. Tomó la varita que estaba sobre el buró para hacerse un hechizo de limpieza. Intentó cerrar los ojos, no pensar en todo lo impotente que se sentía, pero falló miserablemente. Se estaba ahogando, lo sabía, y no podía hacer nada para evitarlo.
A la mañana siguiente, Harry llegó muy temprano al ministerio, un lugar donde podía sentir paz y tranquilidad. Por lo menos ahí tenía un equipo que le hacía acaso y para el cual era más que un mueble decorativo.
Kingsley se encargaba de recordarle que se sentía orgulloso del cuerpo de aurores, que era el mejor equipo en décadas. Y Harry, siendo sincero, también se sentía muy bien con su labor. Había logrado conjuntar un gran equipo, con Ron como su mano diestra y… Draco Malfoy como su mano… siniestra.
La verdad es que Draco Malfoy era todo un acertijo. Después de la guerra y gracias a que su padre era una hábil serpiente, la familia Malfoy no quedó tan mal parada. Lucius Malfoy le sacó jugo a la participación de Narcissa en la última batalla y logró que la declaración de Draco, bajo el efecto del veritaserum, se aceptara en el juicio. Ahí el rubio relató que no admitió reconocer a Harry a propósito y que deseaba con todo su corazón que la Orden y el ED salieran triunfadores. Eso bastó para liberar a Draco y Narcissa de cualquier culpa. Sin embargo, Lucius pasó diez años en aquella asquerosa prisión. Después del juicio de su padre, el rubio retomó sus estudios en Durmstrang. Harry le perdió la pista hasta que el ministro tuvo una brillante idea para renovar el cuerpo de aurores.
Kingsley Shacklebolt, digno aprendiz de Albus Dumbledore, tenía muchas ideas revolucionarias para renovar, no sólo el ministerio, sino también a toda la sociedad mágica. Su primera acción fue invitar a ex alumnos de Slytherin para tomar cargos en el ministerio. La sociedad de inmediato protestó pero Shacklebolt se mantuvo firme e insistente. En su momento solía decir que poner barreras de nuevo traería consigo la misma guerra sin fin. Varios ex Slytherin respondieron a la llamada, entre ellos dos Inefables: Theo Nott y Draco Malfoy.
El ministro decidió que Draco Malfoy sería un apoyo para el departamento de aurores. A Harry le gustaba pensar que Malfoy era algo así como un científico que buscaba las pruebas mientras ellos investigaban, o por lo menos eso fue lo que le dio a entender Kingsley cuando le informó de que el hurón toca cojones estaría a su cargo.
En un principió Harry pensó que Kingsley se había vuelto loco. Nadie en el departamento soportaba a Malfoy y nadie quería sus insistentes recomendaciones para llegar a la verdad. Ron era el más molesto con la presencia del rubio, incluso pensó en poner una queja formal en contra del ministro. Al igual que todos, Ron pensaba que Malfoy se acabaría levantando como el nuevo Señor Oscuro frente a los aurores del ministerio. Para Harry, Malfoy sólo era un niñato malvado que en su momento no tuvo la orientación correcta y que término entrando a la vida por la puerta más difícil.
La batalla de hostilidades acabó cuando Malfoy le salvó la vida a Ron. Habían recibido una denuncia anónima sobre un laboratorio de pociones clandestino cuya especialidad eran los filtros de amor. El cuerpo de los aurores en pleno entró en acción. Malfoy iba con ellos. En algún punto de la misión, Ron y él se quedaron atrás. Se armó una lucha entre los aurores y los delincuentes que provocó que el laboratorio terminara en llamas. Todos intentaban salir mientras apresaban a algún que otro maleante. Una vez fuera, Harry se percató de que Ron no estaba con ellos. Diez angustiosos minutos después, Draco Malfoy salía del edificio a toda prisa con un Ron levitado y un maletín lleno de pociones que sirvieron de prueba y además evitaron una desgracia mayor. Si el fuego los hubiera alcanzado seguramente habría explotado todo en unas cuantas manzanas a la redonda.
Ron adquirió una deuda de vida con Malfoy, el cuerpo de los aurores terminó por entender que debían respeto al ex Slytherin y Harry…, bueno, él no se tragó del todo la píldora, no creyó que Malfoy hubiera salvado a Ron porque sí. Sin embargo, admitió que la inteligencia del rubio les hacía falta.
El jueves siguiente al incidente del laboratorio, Ron decidió invitar a Nott y Malfoy a la noche de machos. Para sorpresa de todos, los dos Inefables, snobs, sangre puras aceptaron ir al inmundo pub — para sus estándares, claro está — junto con varios de sus ex compañeros de colegio. Después de ese jueves, la compañía de los Slytherins fue constante y, sobre todo, celebrada. Nadie podía creer que esos dos estirados pudieran ser tan divertidos.
Así fue como Seamus, Dean, Neville, Ron y, por añadidura, Harry iniciaron una tregua — que más tarde se convirtió en amistad— con Theo Nott y Draco Malfoy.
Malfoy tenía dos hijos, Scorpius y Helena Malfoy. Su mujer, Julie, había muerto dando a luz a su hija. Fueron momentos duros para Malfoy, que se quedó con un hijo de dos años y una bebé recién nacida que no conocería a su madre.
Los extraños lazos de amistad entre ellos se estrecharon cuando sus hijos se encontraron en el colegio. Scorpius, Albus y Rose habían hecho una especie de grupo raro de Slytherin. Ron casi se muere de un infarto cuando supo que su hija era una serpiente. Harry sólo se encogió de hombros, ya sabía que su hijo Albus era diferente. Y Malfoy…, bueno, él no esperaba menos.
—Hey, compañero —Ron irrumpió en el despacho y le dio un buen susto a Harry, quien tenía en mente la primera vez que vio a Scorpius y a Al juntos. Fue una extraña imagen, como un déjà vu…
—Me acabas de dar el peor de los sustos, ¿no te enseñaron a tocar? —Ron ni siquiera se inmutó y se sentó frente a Harry.
—Lo lamento. Creí que llegaba tarde a la reunión.
—Malfoy ni si quiera ha llegado —Ron hizo un mohín de disgusto.
—Ayer estuvo jorobando todo el día. Quería que llegáramos temprano para discutir el caso McKinley y…
—Ya relájate, comadreja. Te estás poniendo morado. Para tu información, ya había llegado. Sólo estaba atendiendo una llamada muy importante en mi despacho —Malfoy, como siempre impecable, entró a la oficina y se sentó al lado de Ron.
—Bien, hurón, ¿ya tienes algo? Porque yo sigo creyendo que el asistente personal montó todo el numerito —Draco bufó.
—Siempre tan plano, Weasley. Hay que tener imaginación.
—Yo tengo imaginación, Malfoy…
—Poder relacionar los nombres de los jugadores de los Cannons con sus números en la camiseta cuando estás en la alcoba no es imaginación. Puedes preguntarle a Granger, —Ron enrojeció y gritó.
—¡Mi mujer está satisfecha!
—Nadie dijo lo contrario, comadreja.
—¡Suficiente! —Ron y Draco parecieron recordar que Harry estaba ahí —. Gracias, pensé que en cualquier momento saltarían para besarse —el pelirrojo adquirió un rictus de asco y Draco sólo rodó los ojos —. Bien, ¿cuáles son tus impresiones, Malfoy?
—Creo que alguien más pudo resultar beneficiado con la muerte de McKinley. Estoy seguro de que alguien modificó los recuerdos del asistente.
—Pruebas…
—Necesito regresar a la mansión —los tres intercambiaron miradas. Era un peliagudo caso de un ricachón que había muerto tres días atrás, según informaron en un principio, de causas naturales. Sin embargo, en la investigación se encontraron con que el asistente tenía motivos para asesinarlo. Aunque Malfoy parecía ser el único que no estaba de acuerdo.
—OK, Ron y Nixon te acompañarán.
—Muy bien, compañero —Draco hizo algunas anotaciones. Estaba por irse cuando el pelirrojo le habló—. Hey, Malfoy, ¿contamos con Nott para esta noche? —Jueves. Harry suspiró levemente —Hoy jugamos póker, ¿recuerdas?
—Sí, Nott me dijo que irá. Seguramente más porque es un cotilla que por el juego.
—¿Cotilla?
—Neville nos dijo que daría una noticia importante esta noche. Tal vez Hannah está embarazada —Draco rió y de inmediato tuvo la atención de Harry y Ron.
—¿Qué?
—¿De qué se supone que te ríes?
—Vamos, no creo que Longbottom nos vaya a decir eso. Más bien creo que será todo lo contrario.
—¿Por qué lo dices Malfoy?
—Porque me gano la vida siendo observador y esos dos no tienen química. No se nota nada ahí, Potter —los Gryffindor guardaron silencio un momento —. Bueno, de todas maneras, Nott y yo ya apostamos sobre el motivo de la charla. Él cree que Longbottom nos dirá que tiene una aventura, y yo le dije que ustedes los Gryffindor antes se dejan arrancar un brazo y que seguramente nos dirá que el matrimonio con la tabernera ya feneció —Ron negó rotundamente.
—Estás mal, ya verás cómo nos dirá que Hannah está embarazada. Nott y tú morderán el polvo dos veces hoy por la noche —Draco sólo dibujó una sonrisa petulante en su rostro y salió del despacho.
—¿Tú qué crees? —le preguntó Ron a Harry después de que Malfoy saliera.
—Ni idea, pero no te comas la cabeza con eso. Hoy en la noche te enterarás, seguro que no es nada de cuidado.
No muy convencido, Ron salió de la oficina. A la mañana siguiente, Harry recibiría la llamada de Neville… Se había separado de Hannah y en poco tiempo sería definitivo.
Albus entró furioso a su habitación de Slytherin, detrás de él Scorpius cerró la puerta y dejó caer su mochila en un rincón. No quería tener esa conversación con Al pero sabía que no quedaba otra. Así era su amigo, un continuo dolor de huevos.
—Dime por qué. Sólo dime por qué… —Scorp se desanudó la corbata y se recostó en su cama.
—No sé cuál es tu problema. James también tiene derecho a divertirse —Albus lo fulminó con sus enormes ojos verdes.
—Divertirse, claro. Pero estamos hablando de que tú le das tu apoyo para follar con un tipo que podría ser su padre. ¡Joder, es un tipo al que debería ver como a un padre! —Scorpius se limitó a encogerse de hombros —. Esto es serio, gilipollas. Si mis padres se enteran no estarán muy felices.
—Para ya, Albus. Tú les has destrozado el corazón a todas las chicas de quinto, una gran parte de sexto y creo que unas cuantas de séptimo. Entre tú y yo nos hemos follado a toda la población que vale la pena en quinto grado ¿y ahora te estás dando baños de pureza?
—No, no es eso. Es que él nos tuvo entre sus brazos cuando éramos bebés, mi padre lo ve como a un hermano y…
—Pero no lo es. James ya está bastante grandecito como para saber qué le conviene y qué no. Eso que paso entre ellos era algo que los dos deseaban y ahora sólo tienes que calmarte. Quizás a tu hermano se le termine la pasión…
—¿Y si no es así? —Scorpius sonrió ladinamente.
—Entonces le tocará a tu hermano explicarle a tus padres que se está follando a su querido "tío" Neville.
—Eres un caradura, ¿sabes? —Albus le sonrió y se dejó caer en la cama.
—Y tú eres demasiado Gryffindor en ocasiones. Por cierto, ¿sabes por qué Rose está tan rara? Hoy no la he visto y toda esta semana ha estado muy esquiva —Albus no se había percatado de eso. Había estado más preocupado por su hermano que por su prima, y lo que decía Scorpius era cierto.
—Ni idea, creo que le debemos una conversación —el rubio asintió. Ya empezaba a extrañar las manías raras de Rose Weasley.
Un mes después de la llamada de Neville, Harry llegó al ministerio con el Profeta en la mano y un terrible sabor de boca. Su amigo era la primera plana de la escandalosa columna de Romilda Vane con un encabezado tan melodramático que daba asco: Los héroes y sus secuelas. Incapaces de dar amor, y la fotografía de bodas de Hannah y Neville partiéndose por la mitad.
Neville, después de la guerra, jamás había vuelto al Profeta. Sin embargo, una separación mágica siempre era un buen titular, sobre todo si le podían añadir el ingrediente de ser un miembro del ED. Harry estaba subiendo al ascensor cuando fue alcanzado por Ron.
—No pensé que Romilda pudiera escribir algo tan burdo —el ascensor estaba por cerrarse pero un inmaculado zapato negro detuvo las puertas. Un Draco Malfoy furioso subió con ellos.
—¿Todo bien Malfoy? —El rubio ni siquiera se había percatado de que estaba acompañado.
—Sí, esos idiotas de mantenimiento me dejaron un cromo que parece Hogwarts en época de mortífagos —Ron se estremeció —. Ya saben, lluvia, cielo gris y melancólico. ¿Cómo pretenden que alguien trabaje así? Tuve que bajar a por la varita maestra. Son unos ineptos —Harry sonrió. Malfoy tenía un raro carácter.
—¿Ya leíste el Profeta? —La pregunta de Ron pareció apartar un poco el enojo que sentía Draco.
—Sí, vaya con la señorita Vane. Claro que nunca será tan brillante como nuestra amiga Rita, a su lado es una simple aprendiz —los Gryffindor hicieron un rictus de desagrado —. Pero ustedes de qué se sorprenden. Longbottom ya nos había informado a todos.
—Sí, pero aun así es terrible lo que hacen en el diario. Nunca pensé que el matrimonio de Neville y Hannah terminaría así.
—Vamos, esa unión era pésima, y he visto bastantes matrimonios raros entre ustedes, mis queridos Gryffindors. Como la pobre Granger, que tiene que aguantarte a ti —Ron intentó darle un golpe pero en ese momento el ascensor se abrió.
—Muy gracioso, Malfoy.
—Era una broma, Weasley, calma. Y para que ustedes, Gryffindor moralistas, no se preocupen, piensen esto: Longbottom perdió a sus padres, fue golpeado, pasó una guerra. Se merece ser feliz, todos los que vivimos aquello merecemos ser felices. Sólo ténganlo en mente.
Draco caminó hacia su despacho dejando a Ron y Harry pensativos. ¿Quién tenía razón? ¿Neville estaría dañado mentalmente e imposibilitado para enamorarse por culpa de la guerra? Quizás todos lo estaban y por eso Harry no se sentía del todo pleno al lado de Ginny. No tenía ni idea de lo que pasaba con él y, sin querer, Neville le estaba abriendo un mundo de posibilidades pero, sobre todo, "una duda razonable". Y por otro lado, estaba lo dicho por Malfoy. Todos los que participaron en esa lucha debían ser felices, se lo merecían, se lo habían ganado. El destino se lo debía.
Escrito en el 2011. Espero que les guste. Son sólo cuatro capítulos pero son largos
