Los Potter
Era invierno, y las casitas de Godric Hallow se encontraban cubiertas de nieve tan blanca que parecían casitas de galleta espolvoreadas con azúcar glass. Dentro de una de esas casitas, con la chimenea encendida, se encontraba una pareja sentada cerca del fuego en un suave sillón rojo.
Estaban muy juntos abrazados, se miraban uno al otro, y se dedicaban una sonrisa muy especial, se les notaba en todo el cuerpo que se querían.
El chico usaba gafas, y en los vidrios se reflejaba el alegre fuego que crepitaba cerca de ellos; pero detrás de esos anteojos, en sus bellos ojos avellanados, tenía un brillo especial, un brillo que se apreciaba sólo cuando estaba con ella…
La chica, tenía unos ojos verde esmeralda impactantes, con una mirada segura pero muy cálida, una mirada que sólo le dedicaba a él…
Mientras tanto, cerca de ellos y del fuego, descansando en una elegante mesita de centro, estaba un bambineto que tenía dentro un niño muy pequeño envuelto en varias cobijas, que se estaba despertando; se estiró y empezó a hacer algunos ruiditos, que llamaron la atención de sus padres.
-Ya despertó Harry cariño-
-Ha de tener frío el pobre, ¿por qué no lo acercas linda?-
La chica se paró del sillón y fue con su hijo
Sentado en el sillón el chico suspiró y sonrió.
-Ya van más de 10 años desde la primera vez que la vi…- Pensó, mientras su esposa levantaba dulcemente el pequeño bulto del bambineto.
Cerró los ojos e inmediatamente montones de imágenes de esos 10 años le vinieron a la cabeza.
.. - .. - .. - .. - .. - .. - .. - ..
-Ya levántate- se oyó detrás de la puerta mientras ésta se abría, dando paso a una señora de alrededor de 35 años, de tez clara, alta, delgada, de unos ojos preciosos avellanados; que iba vestida con unos jeans acampanados, y unos zapatos deportivos.
Entró al cuarto y caminó con un poco de dificultad hacia la cama por las cosas que yacían regadas en el piso; de la cama colgaba un brazo y sobresalía una pantorrilla; el resto del cuerpo se encontraba oculto entre el revoltijo de cobijas. Hizo el intento de descubrir el resto del cuerpo, pero sólo logró apartar las cobijas del tronco para arriba, revelando a un chico de no más de 11 años que intentaba volver a cubrirse con las cobijas.
-Ahgrrrrrr- murmuro el niño
Su madre fue con trabajos hasta las cortinas y las corrió – Ya cielo, por favor que es buena hora-
El chico abrió un aojo y se volvió a colocar las cobijas encima
La mujer regresó a la cama y sonrió divertida, agarró las cobijas y tiró con fuerza de ellas para poder destapar a su hijo; el chico que ya estaba previendo aquello, tenía las cobijas agarradas e intentó resistir a los tirones de su madre.
-¡Jajaja, esta vez no lo lograrás muchachito!- Decía la madre del chico riéndose –No, suelta, por favor, 20 minutos y ya me levanto- se quejó el chico intentando mantener las cobijas sobre él –Dijiste que es buena hora- -Si, es buena hora, pero con 20 minutos más seguro que ya es muy tarde-
-Bueno que sean 15-
-No-
-Ok, 12-
-No-
-11 minutos-
-No, se hará tarde-
-¡Pero mamá!-
-No Jamesi-
-No me llames así…-
-Aaaah!!!!!- La madre, cambiando de estrategia se abalanzó sobre la cama y le empezó a hacer cosquillas a su hijo
-AAaaaAA!!!-
-Eso… no…es…aaahaa…. Jus…jajaja…justo!!!!- Dijo el chico retorciéndose en la cama
-Tú eres más grande!!-
-Tú eres muy dormilón!!-
-Bueno, ya que se te espantó el sueño de pronto- Dijo la mamá del chico parándose de la cama –báñate y bajas, porque te esperamos para desayunar- y dicho esto le sonrió inocentemente a su hijo y caminó hacia la puerta saltando uno que otro obstáculo y cerrando la puerta tras de ella.
El chico se sentó en la cama se estiró, bostezó abiertamente, se colocó los anteojos que estaban en su mesita de noche junto a su cama y miró a su alrededor complacido, el cuarto estaba regado con cartas parecidas al mazo de cartas con el que juegan los muggles, habían varios pares de zapatos deportivos tirados por el lugar, algunas playeras de equipos de Quiddich tiradas, algunas en la cama, una húmeda manchada de barro colgada en una silla; otras cerca del escritorio, donde estaban recargadas dos escobas voladoras, las que por las manchas de barro y ligeros rasguños en le palo, mostraban el gran uso que se les daba. El armario estaba entreabierto y en el piso se dejaban ver algunos juguetes, como una pequeña jaula con un dragón de miniatura que en esos momentos dormía plácidamente, sacando humo por los orificios del ocico; una caja abierta que contenía tres de las cuatro pelotas necesarias para jugar al Quiddich; la pelota que faltaba, la más pequeña, estaba en el escritorio, junto a otras tres de ese tipo. Las paredes de color beige tenían varios posters de equipos completos de Quiddich o de algún jugador en específico; todos los posters saludaban y algunos describían alguna jugada.
James se levantó de la cama y caminó descalzo para abrir la ventana, el día anterior había llovido y el ambiente olía a humedad; estiró los brazos y aspiró hondo, ese olor le agradaba, se recargó en el marco y miró hacia fuera, era un lindo día, estaba soleado, con algunas nubes, el pasto del patio estaba todavía con pequeñas gotitas de lluvia, que lo hacía ver más verde.
Ese era el primer día en que se iría por tanto tiempo de la casa, conocería a mucha gente, jugaría al Quiddich, y lo mejor, conocería muchas chicas, sonrió complacido.
-Brrrr- Había llegado una ráfaga de viento frío que le hizo estremecerse y parársele los bellitos de los brazos, cerró la ventana y corrió a ponerse su bata, intentó saltar los obstáculos para llegar a su cama que estaba en el otro extremo, pero pisó un montoncito de cartas que hicieron una pequeña explosión y le hicieron resbalar hacia atrás, pero por sus buenos reflejos alcanzó a meter una mano antes de caer de sentón, la cual desafortunadamente se posó en otro pequeño montón de cartas, las que hicieron una explosión parecida a las anteriores y le hicieron caer definitivamente al suelo.
-Jajaja!!-Se comenzó a reír y después se calló, se quedó como pensativo -Ay- dijo –Si me dolió- comenzó a pararse y se miró el codo, que era el lugar donde se había pegado.
Comenzó a caminar más calmado hacia su cama y cogió su bata.
-Jamesi, ¿estás bien?-
-¡Si ma, sólo me pegué en el codo!- dijo éste abriendo la puerta para responderle a su madre
-No te lo sobes, es de buena suerte!!!-
-Errr… si ma-
-Bueno, baja para que desayunes-
-Si, ya voy-
Volvió a cerrar la puerta y se metió al baño de su cuarto.
Al salir se colocó una toalla en la cintura, agarró los lentes que estaban en el esquinero junto al espejo y se miró en éste mientras se sonreía ampliamente, se sacudió un poco el pelo y se guiñó un ojo.
James era un chico un poco más pequeño de los de su edad, delgado, le encantaba jugar al Quiddich, por lo que tenía un cuerpo atlético. Su cara era delgada y con facciones infantiles pero delicadas, ojos avellanados preciosos y su cabello mágicamente, a pesar de estar mojado, estaba más desordenado de lo normal, lo cual le daba un toque muy lindo.
Se puso un poco de loción que le había regalado su madre en su cumpleaños y salió nuevamente a su cuarto y comenzó a vestirse; se puso unos jeans beiges y cogió del suelo unos zapatos deportivos rojos, que eran los zapatos menos sucios que encontró; abrió el armario, miró el color de sus zapatillas y fue viendo la larga colección playeras de Quiddich que tenía, escogió una que combinara con sus pantalones y zapatos, caminó hacia las escaleras y al llegar a ellas se sentó en el barandal, se deslizó hacia abajo y apunto de llegar al suelo brincó y salió corriendo hacia la cocina.
En la estufa se encontraban unos huevos que daban vuelta mágicamente, y su madre en esos momentos tostaba un pan con la varita. Su padre estaba abrazando a su madre por la espalda y sonreía, mientras platicaban animadamente.
-Wow!!-James entró en el comedor y tuvo que agachar la cabeza para evitar que le diera un plato que volaba hacia el comedor; los cubiertos se encontraban volando en dirección a la mesa, y al llegar a ésta se iban acomodando para los 3 miembros de la familia.
-Hola James- Dijo su padre levantando la mirada al escuchar entrar a su hijo
-¿Qué tal amaneciste?-
-Enredado en las cobijas-
-Pero oí que luego estuviste muy sonriente-
James volteó a ver a su mamá y le sonrió secamente
-Si, hoy estoy de buen humor, pero luego al intentar contagiar a las demás personas con mi felicidad, éstas se enojan, y yo no sé por qué- dijo y sonrió angelicalmente
-Es que, que le caiga a uno un balde de agua fría al abrir una puerta, o de pronto levantarse en un día helado y bañarse con agua fría, o al salir de la cama, toparse con el suelo tapizado de cartas explosivas, y de esas bromitas que sueles hacer, no es precisamente contagiar a las personas con tu buen humor Jamesi.-
Dijo su madre y le sonrió inocentemente.
-¿Listo para tu primer día en Hogwarts?- Preguntó su padre interesado.
-Si, pero más bien la pregunta es si ellos están listos para mi-
Dijo el chico sentándose a la mesa con una sonrisa de suficiencia. Su madre lo volteó a ver, negó con la cabeza y se rió divertida; y con ayuda de la varita llevó la comida a la mesa y sirvió a cada uno su porción de huevo.
-James, pero por supuesto que están listos- dijo su padre con una sonrisita –Hogwarts es una de las mejores escuelas (si no es que la mejor) de magia; allí te enseñarán a controlar tu magia y con algo de suerte, tu ego…-
- ¡¡Oye !!- James levantó la cara para responderle a su padre. -No es ser egocéntrico admitir que soy el mejor-
-Con algo de suerte…- Dijo su madre torciendo los ojos.
- Jos tu siempre te estás mirando en el espejo- dijo James al oír el comentario de su madre.
- Eso no se llama ego hijo, se llama vanidad, y todas las mujeres debemos de tenerla en cierto grado- Dijo y le guiñó un ojo a su marido.
- ¿Nervioso, o mocionado?- preguntó nuevamente el padre de James al chico
- Una mezcla entre los dos, pero es más como cuando vas volando en picada y ves que el suelo se acerca cada vez más y más…-
- Yo recuerdo haber estado muy emocionado- Decía el padre del chico –Aunque la sensación no la podría comprara con volar en escoba. Lo que si es que quise meter en primero una escoba de contrabando- Volteó a algún lugar indefinido de la cocina- pero en la estación mis padres lo descubrieron, porque sabían que yo era un niño inquieto, y decidieron hacerme una inspección de último minuto, fue algo muy penoso.-
Volteó a ver a su hijo y dijo entre serio y divertido –Espero que no se repita esa situación-
-Dan, a diferencia de ti, yo trato de seguir un poco mejor las reglas-
-aja- Dijo su mamá conteniendo una risa
-De verdad Jos, yo se que los de primero no tenemos permitido llevar escobas, así que no lo haré-
-Bueno, si el plan A no funcionaba, siempre hay un plan B, robarse una escoba de la escuela, si, eso será mejor, porque sería muy notorio que no estuviera una de las escobas- Pensó James y sonrió para si.
-Si, claro que si hijo, estamos seguros de eso- Dijo Dan entre serio y divertido.
-¿Guardaste todas tus cosas en tu baúl?-
-Si, desde anoche-
-Muy bien, así me gusta mi muchachito responsable-
Esta vez fue James el que contuvo una risita; pues había preparado su baúl el día anterior porque quería que ninguno de sus artilugios se le olvidara.
-Bueno me lavo los dientes y nos vamos-
Se tomó el resto de jugo de uva que quedaba en su vaso y salió corriendo de nuevo a su cuarto.
Se lavó los dientes, recogió su chaqueta de la cama, palpó uno de sus bolsillos y sonrió maliciosamente.
Abajo ya lo esperaban sus padres en la puerta, con su baúl y su lechuza negra con pecho blanco, Caza, que ahora estaba despierta y un tanto excitada por el ajetreo.
-Ya estoy listo- dijo al verlos y sonrió angelicalmente.
Por un segundo creyó que su madre le había dirigido una mirada suspicaz, pero volteó a verla y ella le estaba sonriendo.
Una vez que las cosas estuvieron puestas en el maletero, y Caza estuviera acomodada en el asiento trasero; los Potter estaban por subirse al auto; pero antes que James subiera, Jos se le acercó.
-¡Ajá!- dijo al palparle uno de los bolsillos ocultos en la chaqueta del chico
-Ah!, wow, ¿qué hacía eso allí? Pensaba que lo había sacado, desde la fiesta de Karla la semana pasada- Dijo el niño con cara de sorpresa para tratar de justificarse.
-Bueno, pues Jaime tenderemos que hacer algo al respecto…-
El chico miró a su madre un poco asustado; pero su cara se fue transformando luego en una sonrisita cómplice y de grata sorpresa, al ver que su madre de uno de los bolsillos de su pantalón sacaba una bolsa pequeña con un montón de paquetitos de diversas formas y tamaños brillantes.
-Sabía que te llevarías algunas, pero pensé que querrías unas mejores- Le dijo en voz baja y con una sonrisa divertida al ver la cara de gusto de su hijo.
-Wow!! Ya se me habían acabado las instfire y aquí hay no menos de 50!!, Cielos gracias mamá!!!- Dijo muy sonriente y abrazó a su madre.
Mientras se abrazaban ella le dijo en un tono más serio –Que no te las vaya a cachar Filch, ya sabes cómo es…-
- Ya cariño, no te preocupes, volverá para Navidad.- Dijo Dan al ver que se abrazaban febrilmente.
