Título: Más que ego
Pareja: Edo Phoenix/Manjoume Jun
Notas: Post-series. Yaoi.
Rating: T
Género: Romance
Tabla de retos: Pecados Capitales
Tema: 4. Envidia
Es una agradable coincidencia. Las palabras de Edo atraviesan el aire, con su habitual tono cortés y satisfecho de sí mismo, luce una sonrisa en los labios y una copa en la mano derecha, como si brindara por el mismo momento. Manjoume advierte cierta diversión en sus palabras, pero alza su copa en lugar de enfurecerse, están rodeados de muchas personas —es una fiesta de gala, una ocasión importante— y, pese a todo, sabe que la coincidencia de encontrarse podría tornarse agradable si se lo proponen.
—Excelente duelo el de la semana pasada —acota una de las mujeres al lado de Phoenix, mirando de soslayo al hombre, como si buscara de esta manera su atención—. Parecía imposible la recuperación y sin embargo dos cartas boca abajo lograron salvarlo. Se diría que es usted un genio.
Edo responde con alguna cosa vaga y trivial que apenas y resuena en los oídos de Manjoume. Es factible debido a su pequeño período de tiempo en las Ligas Profesionales que nadie lo trate como a Edo, pero algo en su interior, esa parte de él que a pesar de haber madurado sigue existiendo, no puede evitar explotar en celos. No celos de la mujer que le hace ojitos al campeón duelista, semejante tontería jamás le habría pasado por la cabeza; pero sí celos... Esa envidia natural que suele corroerlo cuando alguien tiene más que él, como Amon Garam lo tuvo en su momento.
—Heh, ¿te has puesto celoso? —unas cuantas horas más tarde ambos salen del lujoso salón, cuyo candelabro lanza sus últimas luces mortecinas al piso de mármol. Edo tiene los brazos cruzados frente a su limosina y escruta con la mirada a Manjoume, quien apenas y ha abierto la boca en lo que va de la noche.
—Como si pudiera —niega él, lanzando un bufido al aire antes de seguirlo dentro del automóvil—. ¿Darme a mí, Manjoume Jun, celos una mujer? ¿De dónde has sacado semejante idea? Tienes el ego demasiado grande.
—Lo mismo digo —Edo le da instrucciones a su chofer para dirigirse al hotel que lo ha acogido siempre que está de gira por América y aunque el conductor advierte cierta conducta extraña en llevarlos a ambos al mismo lugar, prefiere no darse por enterado mientras empieza la marcha—. ¿Sabes lo que les hacen en el Purgatorio a los envidiosos? Les cosen los ojos.
—Pues me gustaría que lo hicieran —replica el menor de los Manjoume, desafiante como siempre lo ha sido, sin apartar sus orbes grises de las azules del otro, que de pronto parecen tan cercanas que casi podría ver dentro de su alma—. Al menos así no tendría que soportarte, ni mucho menos verte.
Edo hace que parezca un accidente la súbita oscuridad que envuelve los asientos traseros al apagar él la luz. Parece simular el purgatorio de Dante, donde todo está oscuro para los envidiosos, complaciendo así el deseo de su amante.
—¿Mejor así? —su voz resuena como un eco en la oscuridad, peligrosamente cerca de su oído.
Antes de que Manjoume pueda responder sus labios son sellados por los del otro y la agradable coincidencia se convierte en pasión, tras varios meses sin verse.
