Héroes del Crepúsculo de Hyrule
Capítulo 1
Es mi primer fanfic, así que por favor no sean crueles y denle una oportunidad. Si les gusta- espero que les guste - pueden dejar comentarios, y si no les gusta… no veo razón por la cual quieran comentar, pero después de todo es su decisión.
La mayor parte de los personajes y lugares no me pertenecen, y la historia es una adaptación, por lo que es MUY similar a la historia del videojuego "The legend of Zelda Twilight Princess".
Bueno… ¡a leer se ha dicho!
Villa Ordon
- ¡Link! ¡Link! ¿Estás en casa?- gritó Fado, el dueño del rancho de Ordon. Link se asomó por la ventana, todavía adormilado, y bajó las escaleras. Vivía solo, y sus padres lo habían abandonado sin razón en la villa.
- Échame una mano con las cabras. Últimamente a mí no me hacen caso.
- Voy para allá- dijo y partió al rancho, llevando a Epona con él.
Era un simple día. Era normal.
Dio un recorrido por la villa, no sin antes saludar a los niños: Talo, Malo, Beth y Colin.
- Hoy te vas a la Ciudadela de Hyrule, ¿no?- le preguntó Talo.
- Sí, hoy por la tarde
- ¿Puedo ir contigo?
- Mmm... Primero déjame meter a las cabras al corral y luego hablamos, ¿sí?- respondió, con una gotita tipo anime asomándosele por la nuca.
Uli, la embarazada madre de Colin, estaba sentada al borde del pequeño lago que conectaba con el río que recorría la villa, viendo hacia una gran roca en la que se encontraba un mono. Link se dio cuenta por qué lo veía con esa cara: el mono tenía la cuna que Sera, la mamá de Beth y dueña de la tiendita, había hecho para ella.
- La dejé por un momento y se la llevó- dijo suspirando- aún no sé cómo pudo llegar a la piedra de allá con ella, pero sí sé que yo no puedo.
- Yo puedo traerla
- ¡Oh, no Link! Ese mono podría hacerte daño
Link miró hacia todos lados y encontró lo que buscaba: hierba de halcón. Ató a Epona a un poste cercano y subió por la hierba. Tocó una melodía y un halcón se posó en su brazo. Apuntó y lanzó el halcón hacia la cuna que sostenía el mono; al regresar el halcón, ya con la cuna, le acarició el cuello y le llevó la cuna a Uli.
- Ahora que lo recuerdo, Colin te hizo un regalo, ¿te importaría llevar la cuna a mi casa?
La casa no estaba lejos, pero la enorme barriga de Uli daba todas las explicaciones posibles de su lento andar.
- Aquí tienes, Link. Colin la hizo para ti- dijo jadeando
Era una caña de pescar de madera. Simple, pero serviría de mucho. Después de dar las gracias a Uli y hacer una nota mental de agradecer a Colin, desató a Epona del poste y se dirigió a trabajar. Llegó al rancho y no tardó mucho en meter a las cabras al corral, después de todo era su día de descanso y no pensaba desperdiciarlo. Ya iba de regreso a su casa cuando Colin llegó corriendo. Parecía asustado.
- ¡Link! ¿Recuerdas que los monos se están llevando las cosas de los demás?
- Sí...
- ¡Talo persiguió a uno y se fue al bosque! ¡Tienes que ir a buscarlo!
Sin pensarlo dos veces, Link se subió a Epona, que estaba a su lado, y se fue directo a su casa por su espada de madera. De ahí le dijo a Colin que avisara a los padres de Talo y corrió al bosque. Después de media hora de búsqueda, encontró a Talo en una jaula junto con un mono (mona, para ser precisos). Estaban rodeados de monstruos, todos armados. Link blandió la espada como pudo y todos ello terminaron en el suelo. Al parecer, aquellos entrenamientos con el papá de Colin no habían sido una pérdida de tiempo.
- ¡Link! ¡Qué bueno que llegas! ¿Ves a esa monita de ahí?- dijo apuntándola- Trató de protegerme, por eso estábamos en la misma jaula. De no ser por ella, me…
Link montó a Talo en Epona y lo llevó a la villa. Al llegar, Talo le dio las gracias a Link y se fue corriendo a su casa, sin pensar en que sus padres la darían la reprimenda de su vida. En eso, Bono (el jefe de la villa) se acercó a Link junto con Ilia, su hija. Apenas habían comenzado a conversar cuando Ilia gritó al ver "algo" en el pecho de Epona
- Link, ¿se puede saber qué estabas haciendo hace rato?
- Pues, trabajando…
- Ajá… y de seguro saltaste la barda montado en Epona, ¿cierto?
Link estaba a punto de contestar que no cuando vio ese "algo" en Epona. Ahora no sabía qué responderle. Ilia comenzó a gritarle de tal manera que parecía que el daño se lo habían hecho a ella.
- Pobre criatura. Ven, Epona, voy a llevarte a la fuente de Ordona y te recuperarás en un dos por tres
- ¡Ilia, espera! Sin Epona, Link no podrá ir al pueblo del castillo.
Pero Ilia ya se había ido. Link y Bono se quedaron ahí plantados, como chihuahuas castigados.
- Link, creo que tal vez yo podría ayudarte a recuperar a Epona… - era Colin- Está muy fastidiada y cerró la puerta de la fuente, pero de seguro la abre para que yo pueda entrar a hablar con ella. Mientras yo la hago razonar, tú puedes entrar por el túnel del otro lado.
No era mala idea. Solo había un pequeño obstáculo, o tal vez grande: Talo. Estaba molesto porque Colin les había dicho a sus padres lo del bosque.
- Si quieres ir con Ilia, tendrás que convencer a Link de que me preste su espada
- Toma- accedió Link sin esperar a que Colin dijera algo. Necesitaba que Colin fuera con Ilia para que ella le devolviera a Epona para que él fuera al pueblo del castillo. Tenía prisa.
Talo tomó la espada y él y los demás niños se pusieron a jugar afuera de la casa de Link.
- Link, ¿vamos?
Se fue deslizando por el túnel mientras Colin convencía a Ilia de que abriera la puerta. Cuando Link estaba llegando al final del túnel, Ilia ya se había enterado de lo que había pasado en el bosque.
- Link, yo… no tenía idea de lo que pasó. Puedes llevarte a Epona. Ya está mejor.
Epona fue trotando a donde estaba Link, y éste le acarició la coronilla.
- Epona, prométeme que regresaras a Link sano y salvo. Tú también, Link.
De pronto, el suelo comenzó a temblar, y un grupo de monstruos entró a la fuente. Comenzaron a disparar flechas e hirieron a Ilia, y metieron a Colin en un saco. También llevaban a los demás niños de Ordon. Uno de los monstruos golpeó a Link en la nuca y otro lo arrolló con su jabalí en cuanto se calló al piso.
Ahí se quedó, inmóvil, tirado boca arriba en medio de la fuente.
Ciudadela de Hyrule
La panadería se encontraba llena y Mercy y su tío horneaban y vendían panes a 1000 por hora.
- Parece que llevo más panes que tú, ¿eh, Mercy?
- No creo, aún tengo dos charolas en el horno.
- ¡¿Dos?!
Mercy, al igual que Link, era huérfana. Su tío era el único pariente que le quedaba, o al menos del único que sabía que existía. Después de un rato, la panadería volvía a ser calmada y silenciosa.
Era un simple día. Era normal.
Mercy, como de costumbre, tenía un libro en sus manos.
- Oye, Mercy- comenzó su tío, pero fue interrumpido por la misma
- No hablo, estoy leyendo
- Pero, ¿cuantas veces has leído ese libro?
Mercy dejo su libro sobre la mesa, visiblemente fastidiada
- No sé, unas... ¿quince veces, quizá? Quiero memorizarlo
- Yo creo que ya lo hiciste. ¿No deberías comprarte otro libro?
- No tengo dinero- contestó con tono cortante, regresando a su libro
- ¿Segura?- dijo, lanzando un zurrón completamente lleno (500 rupias) sobre el libro para llamar su atención- Quería guardarlo para tu cumpleaños pero… bueno, ambos sabemos que necesitas un libro nuevo.
Y vaya que necesitaba otro libro: o vivía para leer o leía para vivir. Dio las gracias un millón de veces y tomó su bolsa, el zurrón y, discretamente, su par de dagas. Nunca salía sin ellas, y desde que su tío le dijo que no quería volver a verla en la ciudad con semejantes cuchillos, optó por hacerles unas fundas de cuero que parecían botellas de agua.
De ahí se fue prácticamente saltando a la biblioteca. Al salir del callejón en donde se encontraba la panadería y el bar de Telma, apresuró el paso. No quería que nadie la viera.
Cuando iba a medio camino vio algo en el piso. Tardó en darse cuenta de que no era algo, sino alguien.
- ¡Hola, Mercy! ¿Serias tan gentil de pasarme ese frasco de ahí?- le preguntó el bulto
- Mhm, claro Agatha…digo, Maripola
- Siempre se te olvida…
- Lo sé, perdón. Ya no lo voy a olvidar- dijo pasándole el frasco y sonrojándose al ver que las demás personas que pasaban las estaban viendo con desprecio.
Mercy era la única amiga que tenía Agatha. Ambas eran miembros patentes y orgullosos del grupo de "raros" del pueblo. Mercy leía por gusto, se rehusaba a usar vestido sin un pantalón debajo y no solía estar con las muchachas de su edad; en realidad, los demás casi no la veían fuera de su casa. Agatha se vestía todo el año como si fuera invierno y le gustaban los insectos, cosa que los demás odiaban. Además, se hacía llamar "Maripola, la princesa de los insectos". Para los demás, la única diferencia entre ellas dos era que Agatha era extremadamente rica y Mercy no tenía dinero ni para comprar los libros en oferta.
- Bueno, voy a estudiar a este amiguito. ¡Adiós, Mercy!- dijo levantando el frasco con una hormiga dentro.
Se despidieron y tomaron caminos separados. Al llegar a la biblioteca, se fue directamente al mostrador. Rebecca y Christopher (otro par de "raros") ya la estaban esperando con un libro nuevo, con miradas severas en los rostros.
- Hola, ¿ya les llegó el-
- ¿Segundo de "Leyendas de Hyrule"? Sí- le dijo Rebecca, enrollando un mechón de cabello en un lápiz
- ¿Por qué ya no vienes? ¿Te da vergüenza entrar a la biblioteca? La última vez que viniste fue hace siglos- Christopher solía bombardearla de preguntas
- Y eso fue hace...
- Un mes y… cinco días, ¿no?
¿Se estaban burlando de ella? ¿O la estaban regañando? De pronto se escucharon las campanas de alerta del palacio y la marcha de los soldados. Apresurada, Mercy abrió su bolsa, pero Christopher la detuvo.
- Llévatelo, luego pagas
- Christopher, la librería de por sí no tiene dinero
- No harías la diferencia. Insisto: luego pagas
Metió el libro a la bolsa y sacó las dagas de sus fundas. Al salir de la biblioteca, se metió entre los soldados que iban hacia el castillo y nadie la vio entrar. Las campanas sonaron más rápido y más fuerte, apresurando a los soldados.
Al entrar a la sala del trono en el castillo se quedó helada. Ni siquiera pudo reaccionar cuando una cosa de color negro, probablemente un animal, la golpeó fuertemente en un costado. Al caer, su cabeza se azotó contra el piso.
- ¡Mercy!
Levantó la cabeza todo lo que pudo (casi nada) e intentó ver a quien le había gritado. Antes de poder hacerlo, se dio cuenta de que animales parecidos al que le acababa de golpear sujetaban a los soldados con los que había entrado, y también a los soldados del castillo.
- Mátala- dijo una voz áspera. Provenía de una figura encapuchada, con una capa que tenía símbolos que Mercy desconocía, probablemente otro país… otro país que obviamente acababa de declararles la guerra. La volvieron a golpear y Mercy rodó por el piso.
- ¡Déjenla! ¡Mercy!
- ¿Ze…?- no pudo terminar antes de que le golpearan de nuevo y se desmayara.
