Gris.

Los personajes de InuYasha le pertenecen a Rumiko Takahashi.

Su cabello ondeaba despeinándola, permitiendo ser libre en algo de su vida. Se encontraba en la copa de un árbol; desde ahí observaba con tristeza a los niños jugando entre los árboles, allá debajo de ella. Les envidiaba el que ellos pudieran sonreír y ser felices aún cuando fueran huérfanos, sabía que al crecer eso cambiaría porque notarían el duro mundo en el que vivían, pero ahora reían persiguiéndose unos a otros. Sonrió con melancolía al darse cuenta que ella nunca había sido tan libre como ellos; su infancia la pasó aprendiendo a ser una gran sacerdotisa, el sueño que le habían obligado a sentir desde que apenas tenía conciencia.
El atardecer comenzaba a llegar y su añoranza se hacía mayor por aquellos momentos donde ella de verdad había sido feliz, esos días en que ella podía decir que había podido sentir.
Cerró los ojos para dejar correr sus lágrimas con libertad, ahora después de muerta había llorado todo lo que no en vida, era algo que le causaba bastante gracia. Ahora que no podía volver a sentir era cuando caían aquellas gotas llenas de dolor.

Dicen que cuando vas a morir recreas toda tu vida, Kikyô podía ser testigo de eso pero cambiaba la teoría, en esos últimos instantes solo veías algo, lo más importante para ti. Y en su mente solo había aparecido un hanyou encerrado en un largo sueño.
Y solo en momentos como ése, cuando sabía que nadie podía verla, era cuando se permitía retirar esa máscara de frialdad.

Sabía perfectamente lo que esperaban de ella, todo lo que una buena sacerdotisa era, pero ella quería que supieran que era lo que quería ser, lo que deseaba en verdad hacer, aunque eso rompiera todas las reglas que aprendió en vida. Ella deseaba volver a amar.
Desgraciadamente también estaba consciente de lo que creían de ella, aquellos que decían que merecía morir nuevamente y dejar de rondar por ese mundo, esas ideas que tenía su hermana y hasta aquel ser que le había mostrado el cómo vivir: InuYasha. Apreciaba bastante que él acudiera a su presencia cuando podía sentirla cerca, lo que él no sabía era que en bastantes de esas ocasiones ella provocaba los encuentros, porque era cuando ella se dejaba llevar por sus emociones, por ese lado humano que había nacido justo en el momento de su muerte, que se acercaba a donde el olfato de InuYasha pudiera sentirla para ir tras ella.
Egoísmo en todo su esplendor, pero no era lo peor que había hecho; ya había sido posesiva cuando le ató a un sueño eterno para que nadie más pudiera estar a su lado, así él podría soñar con ella como ella pretendía hacerlo con él. Pero lo que nadie entiende es que el amor es así, para poder lograr la felicidad debes ser egoísta.
Levantó la mirada al cielo buscando una respuesta que, de antemano, sabía que no encontraría.

Estuvo en silencio por horas, observando las estrellas y haciéndose parte del escenario de la hermosa noche. El viento continuaba jugando con su cabello y una triste sonrisa aparecía en su rostro.
Y es que si tuviera que elegir un color para definirse sería el gris, ni muy blanco, ni muy negro, nada luminoso y muy, pero muy, solitario.


Hola.

Bueno, me gusta mucho escribir sobre Kikyô porque es un personaje triste, por lo tanto fácil de manejar para mí.
Espero que les guste, aunque no sean fans de ellas.

Saludos.