La luz del sol, comenzó a traspasarse por la escotilla de la habitación de Marinette, la mañana había llegado, luego de la caótica noche tuvo que vivir la muchacha. Al final pudo volver a dormir, después de despertarse en plena madrugada siendo abrazada por Chat Noir.
Habiendo pasado, después de que amablemente ella le permitiera dormir con él, al haberlo encontrado en su terraza en un estado catastrófico. Ojeroso, pálido, sudoroso.
Primero lo había invitado a pasar, le ofreció leche y galletas como que duerma en el sillón. Había tenido pesadillas y durmiendo en el sofá seguía teniéndolas, por eso le permitió dormir en su cama.
Estaban separados, sin rozarse, cada uno en su lado. Los ojos cerrados, tratando de conciliar el sueño. Al rato lo pudieron lograr. No obstante ella despertó sobresaltada por la posición que se encontraba el gatito (El abrazándola), pero pudo dormir aun cuando la incomodidad y la vergüenza, le provocaba que su respiración incremente como sus latidos del corazón.
Estuvo una hora así, antes de conciliar el sueño, nuevamente. Y ahora con la mañana encima, ahora era ella que se acurrucaba contra el chico vestido de negro, abrazándolo y siendo abrazada. Respirando su aroma y él respirando el de ella.
Paso el tiempo y Marinette comenzó a despertarse, aun no quería abrir los ojos. Aun no quería separarse de la fuente de calor, de esa fragancia. No quería soltarlo y no quería que él la suelte. Le gustaba su agarre de la cintura, le gustaba el sonido de su calmada respiración.
Ella se había olvidado que alguien estaba durmiendo en su cama. Ella solo estaba demasiado metida en el mundo de los sueños para percatarse que alguien —realmente— estaba a su lado.
Así que cuando abrió los ojos y se encontró con ese par de ojos verdes, con ese cabello rubio. No dudo en pegar un grito que despertó a su acompañante.
—A-A-A... —es lo único que pronunciaba, que podía dejar salir su boca. Ahora bastante alejada del chico y a punto de caerse de las escaleras, al gatear hacia atrás.
El susodicho al despertar se dio cuenta lo que pasaba, al ver sus manos lo comprendía todo, no tenía un traje que lo cubría. Ya no era Chat Noir, era Adrien.
—¿Podrías, por favor guardar el secreto?—cuestionó rápidamente, sus dos manos juntas rogándoselo.
¿Que podía hacer Marinette?
Obviamente dijo que si o más bien su cabeza hizo un asentimiento, indicándoselo. Por supuesto, ya nada sería lo mismo.
