El conde caminaba malhumorado agitando frenéticamente su mano para alcanzar a tener una pequeña oleada de aire fresco.

-Hace demasiado calor…- se quejaba mirando en todas direcciones.- ¿Cuánto falta para llegar?

El demonio que caminaba detrás suyo sosteniendo una sombrilla sobre su cabeza sonrió ligeramente y agradeció que su insistencia en no dejarlo cargar con sus ostentosos atuendos hubiera surtido efecto, le sentaba bien la cómoda ropa estilo hindú que le permitía presumir orgulloso la nívea piel de su pecho, luego consideró prudente que por la tarde podrían salir a comprar ropa nueva para el menor.- Falta poco.- aclaró con gentileza.- El palacio está a unas cuantas cuadras de aquí.

Ciel asintió sin voltearlo ver; el mayor tampoco llevaba puesto su elegante frac negro, en su lugar vestía un pantalón bombacho y un chaleco verdoso a juego con los zapatos, también dejaba ver su pecho desnudo. El menor se había abstenido de volverse a verlo en el camino, ya que un par de veces que el oji-escarlata le sorprendió mirándolo con ligera burla lo hizo sonrojar como tomate. "¿Le gusta lo que ve, Bocchan?" Susurró juguetón analizándolo de arriba hacia abajo.

El menor lo ignoró y continuó caminando por la acera izquierda hasta el final de la calle, deteniéndose al llegar frente a un enorme jardín repleto de flores y palmeras que dejaba ver al fondo un enorme palacio blanco con cúpulas doradas.

-Es aquí.- anunció el mayor mirando por el rabillo del ojo como el conde abría sus ojos con sorpresa, su mansión en esos momentos le pareció insignificante comparada con tal monumento.

-Bien…- dijo para sí mismo apretando ligeramente sus puños.- vamos…

Al tiempo que los sirvientes escucharon llamar a la puerta alertaron a Agni, quién emocionado dio estrictas indicaciones a cada uno de ellos recomendándoles siempre que cumplieran cualquier deseo del invitado del amo Soma.

Una chiquilla delgada se encargó de abrir las puertas de par en par y un joven de físico fuerte y atractivo retiró con gentileza las pequeñas maletas que Sebastián cargaba entre sus manos.

-Adelante.- susurró la muchacha imitando un perfecto tono inglés. Agni también había tenido la precaución de educar a los criados en cuanto a algunas costumbres inglesas para mayor comodidad del conde, quién haciendo un puchero miró furioso a su mayordomo.

-De nada sirvió que me hubieras enseñado unas cuantas palabras en su idioma.- replicó con severidad. El mayor simplemente le dedicó una sonrisa.- ¿Dónde estará Soma?- inquirió nuevamente en voz baja.

-Por aquí por favor.- suplicó uno de los pajes que lo siguiera escaleras arriba; conduciéndolo por un largo pasillo hasta una enorme habitación alfombrada en la cual no había cama, sino un colchón alargado en el centro con montones de cojines coloridos esparcidos en torno a este, bordados con los más finos hilos de esa región.

Ciel quedó anonadado por la belleza del cuarto, sin embargo se desconcertó tan pronto oyó al sirviente dirigirse a su mayordomo.- Por favor sígame.- pidió con cortesía.- Le guiaré hacia su habitación.

-No.- protestó Ciel de manera autoritaria.- Él se quedará aquí…

El sirviente no dijo más y reverenció al conde, acto seguido se retiró de la alcoba para permitir que se instalaran.

Ya a solas, Sebastián se aproximó unos cuantos pasos al conde, el cuál le daba la espalda.

-Vaya…- comentó divertido.- ¿Tiene miedo de dormir solo, bocchan?

-Nada de eso.- aclaró Ciel poniendo un gesto de molestia. – Es simplemente que el cuarto es demasiado grande para mí solo.

-Supongo que la cama también.- alardeó coqueto acercándose más al menor.

-Idiota.- rechinó los dientes.- ni creas que dormirás conmigo, tu lugar será el suelo…

-¡Ciel!- irrumpió Soma ruidosamente en la habitación haciendo que ambos dieran un brinco de sorpresa, separándose unos cuantos pasos. -¡Me alegra que hayas venido!

-¿Es que no sabes que se llama primero a la puerta?- comentó con molestia el menor intentando quitarse a su efusivo amigo de encima, quién lo abrazaba tan fuerte haciéndole sentir que se ahogaba.

-En mi país es costumbre dar el recibimiento adecuado al invitado una vez que se le conduce a su habitación.- aclara el príncipe sin dejar de estrujarlo.

-¡Señor Sebastián!- gritó una voz conocida desde la puerta haciendo un gesto con la mano a manera de saludo.- ¡Que gusto que haya aceptado la invitación del amo!

El pelinegro sonrió y correspondió gentilmente al gesto de Agni.- Al contrario. Nosotros estamos honrados por la invitación.

-¡Verás que la India te encantará, Ciel!- Declaró sin bajar ni un poco su tono de voz.- Esta tarde te he preparado una comida magnífica.- alardeó el príncipe acercándose a Agni, quién se encontraba cerca de la puerta.- No tardes demasiado, estaremos esperándolos abajo.- comentó con una sonrisa de oreja a oreja y ambos desaparecieron por el pasillo.

-Vaya que les da gusto el tenerlo de visita.- rio Sebastián mirando a su amo con burla.- ahora no podrá hacer nada estando bajo las reglas de su casa.

-¡Que molestia!- Masculló Ciel tumbándose en el colchón.- Lo bueno para nosotros es que sólo serán un par de días…

-¿Dónde está el resto de tu familia?- inquirió con interés dejando que su vista vagara por todos lados.- Ya que eres el veintiseisavo hijo espera ver a los otros veinticinco por aquí.

Soma sonrió alegre.- Somos veintiocho en total.- rio.- y bueno, recuerdo haberte dicho que en el palacio siempre me encontraba con Meena, no suelo tratar mucho con mi familia, la mayoría son mujeres y no congeniamos bien. Además, este es mi palacio.- declaró orgulloso levantando las manos.- Esta casa es mía, herencia de mi padre.

Ciel miró incrédulo alrededor suyo, luego dirigió la vista a la mesa y al notar que su vaso estaba medio vacío lo tomó con delicadeza.

-Más…- pidió casi en un susurro y de inmediato el oji-escarlata llenó con agua el recipiente de vidrio.- Me estoy pudriendo de calor.- masculló de mala gana.

-Es tiempo de invierno.- dijo Agni acerándose a la mesa.-¡Debería ver el verdadero tiempo de calor!

-No lo soporto- comentó Ciel hastiado.- es por eso que regresaremos pronto a la mansión, el calor es asfixiante.

-¿Se irán pronto?- resopló Soma con un puchero.-¡No puedes hacer eso! Nunca me vistas, así que deberías quedarte un par de semanas…

-Lo lamento.- respondió Ciel poniéndose de pie.- nos iremos en un par de días.- sonrió intentando cambiar de tema.- ha estado deliciosa la comida.

-Gracias.- contestó Agni sintiéndose halagado, pero Soma no podía quitar aún su expresión de molestia.

-¿Tienes biblioteca?- preguntó Ciel mientras Sebastián levantaba los platos.

-Sí…- respondió el mayor chasqueando los dedos para que uno de sus sirvientes se acercara.- él puede guiarte.- señaló al paje tan pronto regresó Sebastián de la cocina.

-Gracias. Me retiraré a leer por un rato, debo continuar mis estudios.- dijo con una sonrisa saliendo del comedor con Sebastián detrás suyo.

-No puede irse tan pronto, Agni.- chilló el príncipe estando a solas con su mayordomo.- ¡es injusto!

-No se puede hacer nada si él amo Ciel así lo quiere.- comentó con tristeza el peli-blanco.

-Debe haber una forma de hacer que se quede más tiempo.- susurró pensativo llevando una mano con pesadez hacia la cabeza, recordando sin quererlo un libro que Meena solía leerle cuando era niño.-¡Ya sé…!

Sebastián agradeció al paje y cerró las enormes puertas de madera detrás suyo una vez que éste se hubiese marchado.

-Se nota que este idiota no sabe que este cuarto existe.- comentó Ciel con molestia mientras intentaba sacarle el polvo a uno de los libros olvidándose de su asma, hasta que el revuelo del polvo lo hizo estornudar.

-Permítame.- pidió Sebastián acercándose al menor para tomar gentilmente el libro de entre sus manos, sintiendo molestia cuando el menor intentó evitarlo por enésima vez en el día.- ¿Hay algo que le moleste, amo?- susurró con rudeza cuando observó que el menor se negaba a mirarlo.

-Nada.- aclaró con frialdad dándole la espalda, gesto que provocó que el mayor lo tomara bruscamente por la barbilla para obligarlo a verlo.

-Ha estado muy cortante desde nuestra llegada, Bocchan…- susurró acercándose peligrosamente a pocos centímetros de su rostro. - ¿Algo en mi le molesta?

Ciel vaciló unos instantes luchando por no dejar que su mirada fuera un poco más abajo; la piel marmórea y fría del mayor era la cura para sus males de esos momentos, podía quitarle el calor al instante con sólo una orden, pero intentaba resistirse ya que apenas caía la tarde. La vista que le ofrecía el pecho desnudo de Sebastián lo incitaba llenarlo de besos.

Reaccionó al instante manoteando al demonio para quitárselo de encima y sin quererlo dejó caer el suelo un par del libros más.

-Quítate…- ordenó al oji-escarlata cuando se disponía a recogerlos.- puedo hacerlo yo.

Se agacho evadiendo la mirada furiosa del mayordomo, le pasó el primer libro con cuidado y el siguiente trató de tomarlo lo mejor posible, ya que al caer se había abierto en las páginas de en medio.

Para su sorpresa, antes de cerrarlo distinguió unos llamativos dibujos que lo hicieron abrirlo de nuevo, sorprendiéndolo aún más.

Los dibujos representaban escenas sexuales entre dos personas, poses demasiado indecorosas y atrevidas para ser expuestas de tal manera.

-Kamasutra…- leyó el mayor posicionándose frente al oji-azul, quién no pudo reprimir el punzón de la excitación que lo atacó en ese momento.- un libro demasiado interesante…

-¿Q-qué es esto… Sebastián?- inquirió el conde sonrojado y ligeramente apenado sin dejar de hojearlo.

-Una perfecta guía del sexo, amo.- aclaró con malicia el demonio.- te enseña algunas de las maneras en que se puede desbordar la lujuria.- susurró sensualmente mientras se acercaba hacia el conde para aprisionar su cuerpo contra un librero.

-Esto es demasiado… indecoroso…- jadeó el conde sintiéndose excitado.

-No hay necesidad de que lo lea, bochan…- susurró quitándole el libro de las manos.- yo podría enseñárselas todas…- coqueteó y se inclinó un poco para poder rosar sus labios y luego besarlos candorosamente, separando las piernas del conde para acariciar su erección sobre la tela del pantalón. El menor se estremeció ante el contacto, luego rodeó su cuello con ambos brazos sin dejar de besarlo…

-¡Ciel!- la voz de Soma resonó desde afuera, luego golpeó frenéticamente la puerta.- ¡Abre! ¡Sé que estás ahí!

El oji-azul tragó en seco y ahogó un gemido, mientras que el mayor gruñó con molestia. –Es una suerte que haya puesto el pasador.- se jactó girándose para besar nuevamente al conde.- ¿cree que podamos continuar con esto… más tarde…?- murmuró sensualmente en su oído, a lo que el conde sólo asintió incapaz de negarse.

-Me has… dejado un problema entre las piernas…- comentó apenado tomando un libro para cubrirse el bulto bien pronunciado que ahí se percibía.- te costará caro, idiota…

El demonio rio por lo bajo y se encaminó hacia la puerta para abrirle al príncipe.- me disculpo por hacerle esperar.

-¡Te tengo una sorpresa!- gritó orgulloso mostrando a Ciel el libro que sostenía entre sus manos.

-Bla… bla… bla…- parloteaba mientras daba vuelta a las hojas una y otra vez.

-¡Debes comenzar a leerlo desde el principio! Idiota.- regañaba Ciel furioso.

-Esto es demasiado aburrido, Ciel.- gimoteó tumbándose en la alfombra de la estancia.- no entiendo cómo es que te gusta. ¡Mejor te contaré una de mis historias!

-Tsk…- el oji-azul arqueó una ceja con enfado y Sebastián habló en defensa del oji-miel.

-Señor, si me permite yo puedo leerlo para ambos.- ofreció estirando un brazo con gentileza para que Soma le entregara el libro.

-De acuerdo, mayordomo.- cedió al instante abrazando un cojín rojo.- sólo recuerda que debes llegar a la mitad de la primer historia.- aclaró recostándose.

-Claro.- sonrió el mayor y abrió el libro en las primeras páginas dispuesto a comenzar.- Las mil y una noches…

No había llegado ni a la mitad de la onceava página cuando Soma ya roncaba ruidosamente.

-No puedo escuchar claramente.- se quejó Ciel, quién continuaba atento en la lectura.

-Dejémoslo para mañana, amo.- propuso el mayordomo cerrando el libro.- ya es hora de que vaya a la cama.

-Está bien.- acordó el menor poniéndose de pie.- Vamos, pero trae el libro.- ordenó estirando ambos brazos para que Sebastián lo cargara.

-¿Bocchan quiere un cuanto antes de dormir?- se burló cuando lo llevaba en brazos hacia su alcoba.

-¡Cállate! Idiota…- susurró ocultando la cara entre su cuello.- también quisiera eso… que me mencionaste antes…

-¿Qué cosa, bocchan?

-No me hagas repetirlo…- reprocho apenado.- lo que vas a enseñarme a hacer… de distintas formas.

El mayo abrió los ojos de sorpresa y se mordió el labio con deseo.- ¿Se refiere al sexo… bocchan…?

-No lo digas de esa manera tan desvergonzada…- reclamó el menor mientras Sebastián lo depositaba con dulzura en el colchón para ir a cerrar la puerta, luego regresó a besar con dulzura sus labios poniéndose a gatas sobre el cuerpo del menor.

-De acuerdo, bocchan.- susurró posicionándose entre su cuerpo.- entonces le enseñaré a hacer el amor… de mil formas distintas.- susurró deslizando sus manos por el delgado cuerpo, contorneando la figura del menor que gemía dificultosamente ante sus caricias… -Feliz cumpleaños... Ciel...