Bien, esto es parte del primer capítulo de unos cincuenta y tantos capítulos que tengo escritos en una libreta. Principalmente me baso en los cómics y en algunos datos de películas y/o series. Está escrito en primera persona y lo que variará es que usaré también otros personajes para narrar este fic.
Lo trágico no es la bala, sino lo que trae consigo, dolor y pérdida. En algunos casos, es la llamada a la locura.
La sangre, en conjunto con la nieve que habría alegrado la calle en otras circunstancias, parecía una obra de arte moderno creada por un psicópata, nada más lejos de la realidad a ojos de este. Lancé una última mirada al cadáver antes de ser interrumpido por un impaciente detective que, como siempre, no podía mantener la boca cerrada por mucho tiempo. -Batsy... ¿Ves? En momentos como este me encanta tener una vida. Es una mierda, pero es mi vida.- Y con ese absurdo comentario, muy suave para lo que solía decir, Bullock hizo referencia al indigente que yacía muerto en la nieve. Ese "sin techo" era la sexta víctima asesinada en esa semana. Ignorando a Harvey, me escabullí cuando me dio la espalda. No tardé en fundirme con las sombras y, gracias a la ayuda de la batgarra, emprendí una huida rápida hacia el tejado más cercano.
Una vez en el tejado, dirigí mi mirada en dirección a la escena del crimen, repasando mentalmente el modus operandi de los villanos más conocidos. Deduje sin mucho esfuerzo de quién se trataba. Claro que no sería tan fácil dar con el autor de los crímenes así como así, pero al menos ya tenía algo por donde empezar. Ciertamente y aunque no lo admitiría frente a nadie, estaba cansado. Día tras día siempre había salido a defender lo que creía correcto para los demás, pero no para mi. De todas maneras, sabía que no podría habituarme jamás a una vida que dejase de lado el traje de murciélago, por lo que dejé a un lado mis preocupaciones mientras tomaba impulso para saltar del tejado.
Rozando el tejido de la capa con los guantes, esta se desplegó cuando inicié el descenso. Conforme recorría aquellas azoteas, escrutando las sombras, recordé que no era el único depredador en esa ciudad de pecado, y mucho menos el más feroz. Para mi suerte, no creía que nadie más estuviese de cacería, no aquella noche. Claro que siempre podía equivocarme. Como solía decir el Joker, mejor no decir nada hasta estar seguro de poder ser el último hombre en pie, el de la mayor sonrisa. Por una vez, le di la razón en ese aspecto.
Durante mi recorrido inicial, no encontré gran cosa aparte de unos cuantos traficantes que no opusieron gran resistencia. Raro era el día en el que la ciudad no era asolada por maníacos deseosos de llamar su atención, como el Joker o Riddler. Otros, sin duda los más comunes, se contentaban con causar estragos y arramplar con lo primero que veían.
La batgarra se ancló perfectamente en una cornisa, permitiéndome un agarre perfecto. Lástima que, en pleno descenso, la oscuridad se adueñó de mi mente, algo irónico a decir verdad.
La primera bocanada de aire que tomé me resultó angosta, pero a la vez indicador de la vida. Me incorporé levemente, apoyando uno de los codos en el suelo. Me llevé una de las manos a la cabeza, consciente de que podía estar en un grave peligro. En un primer momento, no me di cuenta del dolor que recorría mi cuerpo. Cuando intenté levantarme, la cosa fue muy diferente. Un ligero quejido escapó de mis labios. Al menos, estaba vivo. Eso había sido un aviso, ¿Quizás el inicio de un "juego"? —¿Mr. Bruce?— Reconocí esa voz de inmediato, era una de las únicas personas a las que confiaría mi vida por completo. No contesté, no en un primer momento, estaba demasiado confuso para ello. Alfred volvió a hablar, preguntándome si me encontraba bien. Ambos sabíamos la respuesta. —No estoy muerto.— Con ello quise comunicarle que nada de lo que dijese podría hacerme retirarme esa noche de aquella cruzada que había comenzado tiempo atrás. —Ya me parecía a mi, Mr. Bruce, no recordaba que hubiese una ouija en la Batcave. De todas maneras, señor, encontré un compuesto en su sangre, ya se puede hacer idea de lo que le hizo caer.— Asentí, levantándome completamente a pesar del dolor que se apoderaba de mis músculos a cada movimiento. Había sido una buena caída.
—Si hubiesen querido matarme, no estaría hablando contigo.— La lista de quehaceres se volvía más densa por momentos. Primero, tenía que localizar al asesino que segaba las vidas de aquellos inocentes dejando una marca característica. Segundo, encargarse del tirador que, con total seguridad, quería llamar mi atención.
Fue escaso el tiempo que tardé en volver a las andadas, apenas unos segundos. Segundos valiosos a mi parecer pues, mientras me retrasaba, ellos podían volver a actuar.
Una hora más tarde, parcialmente despejado tras el pequeño accidente, establecí contacto visual con un conocido mafioso que, dada su posición, sabía donde estaba la persona a la que buscaba. El susodicho hombre era alto, rondando el metro ochenta y cinco centímetros de altura, no era excesivamente grueso, aunque descuidaba su apariencia demasiado. Vestía ropas holgadas y tenía el aspecto de estar pasando por la crisis de los cuarenta. El mafioso, también conocido por el nombre de Matthew M. Rodgers, hizo una seña y varios "gorilas" se acercaron para cubrirlo. Cuando lo creí oportuno, hice acto de aparición cual mago en el escenario.
Me lancé desde lo alto del edificio y usé su capa para disminuir la velocidad poco antes de pisar el suelo. Aterricé frente a mis enemigos, ninguna sonrisa, ni burlona ni sincera, se veía plasmada en mi rostro. —¿Y Zsasz? Responded.— A primera vista, los matones no se vieron muy intimidados, pero la cosa cambió cuando volví a hablar. —No tengo paciencia. Si tan seguros estáis de querer acabar en un hospital, atacadme, no estoy de humor.— Mi voz, manipulada para infundir terror en los criminales asustadizos y preservar mi identidad, los hizo retroceder. Matt emprendió una huida rápida que no llegó a más gracias a que uno de mis batarangs dio en el blanco, su pie. Consciente del tiempo que tenía, neutralicé a sus tres acompañantes rápidos movimientos.
Con aquella mano de obra tan barata quitada de en medio, caminé con lentitud hacia Matt, que se hallaba sentado en el suelo, aterrorizado. Lo tomé de las solapas del traje, alzándolo y aproximándolo a mi rostro. Aquello fue suficiente para hacerlo hablar. Me dio una dirección clara seguida de una amenaza hacia mi persona no muy bien formulada.
Me dirigí a aquella dirección, no sorprendiéndome mucho de lo que encontré allí. Una nota.
Las respuestas que buscas no las encontrarás aquí, más otra cosa tengo que decir. Caballero de negra armadura, en Wonder City se resolverán todas tus dudas.
Analicé el papel y los trazos de este, llegando a la conclusión de que no podía ser rastreado. Quien lo había mandado se tomó su tiempo para despistarlo.
Wonder City... Hasta ahí me había llevado aquel anónimo tan "optimista" respecto a mis probabilidades. Al adentrarme en aquellas ruinas solo conocidas por escasos criminales, sonreí de lado. Observé el entorno con cuidado, percatándome de que allí no se encontraba únicamente la persona a quien buscaba. Mis ojos no daban crédito a quien acompañaba a Zsasz, pero Gotham, cuna de las "casualidades", siempre tenía sorpresas con las que deleitar a todos sus habitantes. Al encontrarme cerca de ellos, lancé una bomba de humo en dirección a su posición. Estalló segundos después, nublando parcialmente la vista de mis enemigos. Aprovechando la coyuntura, me dirigí a su posición con ayuda de la batgarra y una viga especialmente resistente. Con Zsasz fue fácil. Con Onomatopeia, no tanto. El metahumano, dotado de una fuerza acorde a su estatus, logró asestarme una puñalada que arrancó un gemido ronco de mis labios. Onomatopoeia se giró con intención de huir, como si no hubiese estado interesado en mi y yo no estuviese presente.
Alargando la mano para alcanzar mi cinturón, conseguí sacar uno de los localizadores para lanzárselo al otro enmascarado antes de que pudiese abandonar la estancia.
Llevé una mano en dirección a la herida, controlando mi respiración para calmarme. No tenía sentido ir en su busca sin aclarar mi mente, solo daría palos de ciego. Click. Escuché el movimiento del percutor del revólver y solo tuve tiempo de observar el rostro de mi adversario momentos antes de la detonación del arma.
Dedicado a mi Fus Ro Dah porque la amo 3
