El cielo está amaneciendo a través de la ventana, miro con detenimiento cómo el sol se pone y las nubes se tiñen de distintas tonalidades de anaranjado y rojo, los colores tan perfectamente colocados como si hubiesen sido pintados a mano; aun así, me parece un paisaje aburrido comparado contigo.
Estás recostado a mi lado, con los ojos cerrados y la respiración tan tranquila que ―si no fuera por tus dedos jugueteando con los míos― juraría que estás dormido. Entonces, tus párpados se abren lentamente mostrando los iris rojizos y me sonríes. Recuerdo los tiempos en los que tus labios se mantenían en una línea tensa y me tratabas con frialdad, me parece que han pasado cien años desde entonces. Ahora somos diferentes, más maduros y relajados; ahora nuestros problemas son distintos, más simples. Supongo que son los problemas que suelen tener las personas normales, pero estamos tan poco acostumbrados que nos parecen pequeñeces.
Me gustaría regresar el tiempo a un par de horas antes, mientras la película se reproducía en el televisor sin que nadie la mirase pues estamos demasiado concentrados el uno con el otro. Nunca imaginé que sería posible sostener la luz de luna en mis manos, pero lo descubrí mientras te abrazaba y me apretabas fuertemente, como si temieras que me fuera de tu lado. Y ahora serás mi luz de luna, por siempre. Siempre que oscurezca y la luna brille pensaré en ti, en esta noche y en tus brazos sobre los míos. Nunca imaginé que sería posible sostener la luz de luna en mis manos hasta la noche en que te sostuve en mis brazos.
Acercaste mi mano a tus labios y besaste mis dedos, luego me miraste con esos ojos que parecen estar siempre ardiendo desde su interior y yo sólo puede desear que fueras todo mío. Y me di cuenta ahí. El hecho de que te amaría por siempre me pegó repentinamente. Al cerrar mis ojos, podía imaginarnos dentro de treinta años todavía saltando sobre la cama y peleando sobre tonterías como quién se durmió primero, o a quién le toca elegir la película. Podía visualizarnos con los cabellos grises por el envejecimiento, conquistando el mundo como si tuviéramos sangre joven corriendo por nuestras venas.
Te acercaste a mí, sentí tu aliento en mi cuello y tu cabello me hizo cosquillas en las mejillas y reí. Emitiste una pequeña risita que me conmovió profundamente y mis ojos se aguaron un poco, tus labios acariciaron mi lóbulo y mi garganta se secó. Supe que te daría cualquier cosa que me pidieras, podría ir al mismo infierno si fuera guiada por tus manos.
Te alejas un poco y me miras con esa sonrisa que ―por mucho que trate de negarlo― me encanta. Esa sonrisa que promete problemas y rebosa travesura. Esa sonrisa que hace que sude frío y me tiemblen las piernas. Me tomas de las caderas para levantarme de mi asiento, sentándome en tu regazo y me miras con autoridad. Me río ante lo mandón que puedes ser, pero eso es algo que me gusta y lo sabes. Me sonríes con ternura y besas mi nariz. Dulce como caramelo, pero eres todo un hombre.
Presionas tu boca contra la mía suavemente y, al separarnos, nuestros rostros están resplandeciendo con el éxtasis del beso. Entonces tus manos acarician mi cuello, mientras las mías se colocan sobre tu pecho. A veces, parece que nos comunicamos mejor a través de nuestros dedos. Cuando los tuyos recorren mi rostro, deteniéndose especialmente sobre mis labios, sé exactamente lo que quieres. Y cuando los míos se enredan en tus cabellos, tirando de ellos, sabes exactamente que estoy dispuesta a dártelo.
Justo cuando ya no hay lugar donde tú termines y yo empiece, cuando tu cuerpo está en mi cuerpo y nos volvemos un solo ser, te acercas a mi oído, tu aliento chocando con mi piel me hace estremecer y susurras como si fuera un secreto.
Sabes perfectamente cómo me haces sentir cada vez que me llamas "luz de luna" también.
moonlight - ariana grande
