Tomados de la mano

La primera vez que llegó al Santuario, tenía miedo. Miedo a lo desconocido y a lo que deparaba su futuro. A él y a su gemelo. Tenía miedo de la gente ahí, miedo de su maestro... Pero le temía más a la oscuridad que desprendía el tercer templo. Kanon tenía miedo a la oscuridad. Kanon tenía miedo a estar solo en ella.

Caminaban con lentitud, con pasos mecánicos. Ninguno hablo durante el breve trayecto desde el Coliseo.

No había intención alguna de hacerlo. Toda la energía de los pequeños gemelos que siempre bien tenían a presumir, se había agotado de tanto llorar.

De tanto tratar de recomponer sus corazones rotos al despedirse para siempre de él único hombre que les había cuidado desde que llegaron al Santuario.

Aram de Géminis; Su maestro, su amigo, su padre... Había caído en batalla, dejándoles solos y a su suerte.

A su suerte, porque el Santuario de Athena no era lo que aparentaba ser. El más fuerte vivía, el débil moría. Así era el orden de las cosas. Así sería el resto de su vida. Vivir o morir.

Kanon se humedeció los labios resecos debido a no haber comido ni bebido nada en todo el dia, y vio por el rabillo de su ojo a su hermano. Saga caminaba con la cabeza en alto, y sin ningún rastro alguno de las lágrimas que hace poco había derramado libremente por sus mejillas, apoyando su cabeza sobre su hombro.

Saga sobreviviría a la crueldad del santuario, porque él era fuerte. Mientras que Kanon... Kanon era simplemente Kanon.

Sin más ni menos. Sin menos y sin más.

Un sollozo amenazó con salir de su garganta al llegar a su destino y saber que no había nadie que les estuviera esperando con una sonrisa en el rostro. Qué no había nadie que les arropara y les leyese un cuento antes de dormir.

Tragó saliva difícilmente y alzó la cabeza, entrecerrando su infantil mirada para distinguir a duras penas con la suave luz de la luna, el imponente templo que se erigía frente a él y su hermano.

El frío de esa bella noche de invierno, le calaba hasta los huesos, haciéndole tiritar y castañear los dientes. Aunque ahora ya no sabía si era por el frío o la oscuridad que le regalaba la enorme casa de Géminis. Una oscuridad casi aterradora y atrayente.

La casa desprendía una soledad y melancolía, una tristeza difícil de ignorar.

Saga suspiro e infló el pecho, volvió la vista hacia él. Sus ojos esmeralda estaban hinchados de tanto llorar... Aunque seguramente el lucia exactamente igual.

Kanon alzó una ceja al ver que no se movía.

-¿Listo? -pregunto Saga, ladeando el rostro.

-¿Para qué? -pregunto Kanon de regreso, confundido.

-Para entrar. -susurro el mayor.

-Si.

Saga asintió ante la respuesta y dio un par de pasos, internándose en el templo. Pero, Kanon no le siguió.

Siguió ahí, de pie. Una lágrima resbaló por su mejilla y el sollozo antes retenido brotó como una flor en primavera. Dio dos pasos asía atrás, tres, cuatro... Para poner distancia con algo que le atemorizaba.

No quería entrar ahí. No quería entrar y descubrir que Aram ya no volvería a gritarle que recogiera su ropa, a revolverle los cabellos durante el desayuno, a regalarle una sonrisa cuando estaba triste, a abrazarle cuando sabía que no le gustaban los abrazos, a escucharle cantar... No quería entrar y descubrir que ahora estaría solo de ahora en adelante.

Saga corrió junto a él y sin darle tiempo a nada, le abrazo con fuerza. Cómo si su vida dependiera de ello, e irónicamente así era. Ahora ambos dependían uno del otro.

Kanon respondio a su abrazo, con timidez.

-Saga, no quiero entrar ahí. -susurro contra el hombro de él mayor.

-Lo sé, Kanon, lo sé. -respondio con voz comprensiva -Pero ¿Recuerdas cuando llegamos aquí?

-Si... -replico, apartándose un poco.

-¿Que hicimos en cuanto llegamos? -pregunto de nuevo, acariciando con ternura su cabello.

-¿Nos burlamos del acento Alemán de Aram? -tanteo, soltando una extraña mezcla de risa y sollozo.

-Ese fuiste tú. -arrugo la frente.

-Bien que me seguiste el juego. -replico, arrugando la frente, en un gesto ofendido.

-Si, pero... Hablo enserio, ¿Qué hizo Aram cuando llegamos aquí?

-Nos tomo de la mano.

-¿Y? -pregunto. Para ese entonces, Saga ya no abrazaba a Kanon, sino que le sostenía la mano derecha, trazando pequeños círculos en la palma.

Kanon estaba tan abstraído en sus recuerdos que ni por enterado se daba de la pequeña caricia.

-¿Y ya? ¿No? -Saga suspiro.

-No, Kanon, no. Recuerda.

-Nos dijo que... -se humedeció los labios -Que nunca estaríamos solos mientras el sostuviera nuestras manos.

-Exactamente.

-Pero ahora él no esta. -susurro -¡Estamos solos, Saga! ¡Aram nos dejó! ¡Nunca volverá! -grito, con lágrimas en sus ojos. Saga no se inmutó por el repentino ataque de su hermano.

-Kanon, mira. -señalo con la cabeza asía abajo. Kanon bajo la mirada y contempló como sus manos y las de Saga estaban entrelazadas. Sosteniéndose con fuerza.

No sé había percatado en qué momento pasó eso.

-¿Qué ves, Kanon?

-Nuestras manos entrelazadas.

-Si, y mientras tú y yo estemos así, tomados de las manos, nunca estaremos solos. Porque nos tenemos el uno al otro.

-Pero... ¿Qué tal si un día tú te vas? Yo me voy a quedar solo y...

-Jamas estarás solo. -le interrumpió -Como yo tampoco lo estare. Aunque estemos a mil kilómetros de distancia, siempre estaremos juntos, Kanon. Y aunque el Maestro Aram ya no esté con nosotros, el nos cuida. Y a pesar de que no lo veamos, él aún sostiene nuestras manos. Nunca nos va a soltar, Kanon. Así como nunca te voy a dejar solo.

Kanon apretó con más fuerza las manos de Saga. Permanecieron así unos minutos más, hasta que Saga preguntó en voz baja;

-¿Listo? -se apartó, más no soltó su mano derecha. Entrelazó sus dedos con los de su gemelo y dio un pasó al frente, esperando que Kanon le siguiera.

-Si.

Con forme avanzaron entre el salón de batallas para dirigirse a su habitación compartida, la oscuridad se hacía más densa, impidiéndoles ver por dónde iban, lo bueno era que ambos conocían demasiado bien el lugar para moverse libremente a ciegas. Aunque Kanon ya no tenia miedo alguno.

Mientras Saga le tomara de la mano, todo estaría bien.

~-¿Alguna vez le tuviste miedo a la oscuridad, mamá?

-Si apagara la luz en este momento ¿tendrías miedo?

-No.

-Es porque no le temes a la oscuridad, Barry. Le temes a estar solo en la oscuridad. Y eso es porque no te has dado cuenta de algo.

-¿De qué?

-Que nunca vas a estar solo.~ Nora Allen a Barry Allen, The Flash.

Una disculpa por los errores de ortografía, en cuanto pueda les reviso ;)

SafiroBipolar