Hola lectores, ¿Cómo están? Espero que bien. Aquí vengo con esta nueva historia. La verdad que es la primera que escribo así... Es una idea que tengo hace varios años pero que nunca me atreví a escribir... Ahora si... Me he decidido a subirla. Espero que les guste.
Declaimer: Los personajes le pertenecen a Eiichiro Oda.
El dolor se apoderó de su cuerpo en el momento que el puño de Akainu atravesó su cuerpo. Podía sentir el ardor en su pecho a medida que sus órganos se quemaban. Recién en ese momento era consciente de que había confiado demasiado en su fruta. Y pese a que era muy reconocido en el Nuevo Mundo por su fuerza, solo había bastado un puñetazo para quitarle todo.
Su collar se partió en mil pedazos y las pequeñas bolas rojas se esparcieron por toda el área.
- Ace… -
Pero el dolor empeoró cuando el almirante quitó su puño. Cuando sintió como aquella calurosa presión se alejaba de su cuerpo y como el aire ingresaba en el enorme agujero que había dejado. Por primera vez en mucho tiempo sintió frío y al oír los gritos de su hermano y sus compañeros, simplemente empeoró la situación.
Los cañonazos y el áspero sonido de las espadas chocando las unas contras las otras, se volvió lejano. Fue como si ambos estuvieran sumergidos en una burbuja aparte, separada de todo el odio, la sangre y la muerte que se olía para esos momentos en Marineford. Las balas y los disparos inundaron su ambiente, mientras el espeso humo consumía el poco oxígeno que podía engullir.
Pero eso no bastó. Oyó los pasos detrás suyo y por la expresión que Luffy tenía en su rostro, supo que ese hombre, se encontraba detrás.
- Parece que todavía sigues con vida. Hiken no Ace -
- ¡Detente! - La voz desesperada de Luffy invadió sus oídos - ¡Detente! -
No supo exactamente lo que pasó, pero algo impidió que Akainu lo golpeara de nuevo. Escuchó el magma chocar contra una superficie, emitiendo un extraño sonido parecido al vapor.
- ¡Jimbei! -
- ¡No permitiré que le pongas una mano encima de nuevo! - La voz de Jimbei se escuchaba demasiado cerca.
Alcanzó a dar solamente dos pasos, y la fuerza que lo mantenía en pie, se desvaneció. Cayó de rodillas al suelo pero su torso fue atajado por su pequeño hermano.
- ¡Solo estás prolongando lo inevitable, Jimbei! ¡Como ex shichibukai, debes saber de lo que soy capaz! -
- ¡Estaré feliz de ofrecer mi vida a cambio de un poco de tiempo! ¡Siempre he estado listo para morir! -
Otra explosión lo sorprendió. No podía voltear, no podía ver nada de lo que estaba sucediendo. Lo único que quería era que Jimbei estuviera bien.
- Al parecer también tendré que ejecutar a un traidor -
- ¡Abajo, Jimbei! -
¿Marco? ¿Acaso Marco también estaba cerca?
- ¡Que molestos! ¿Usuarios de Haki? -
- ¿Cómo dejamos que esto pasara? -
- No puedo estar más arrepentido - ¡Esa voz! ¡Era Vista!
- ¿Qué acaso no se dan cuenta que es tarde para Hiken? ¡Solo miren! -
No hizo falta oír las palabras de Akainu, él sabía perfectamente lo que estaba sucediendo. Su cuerpo estaba calcinado y el dolor se apoderaba de su carne con cada segundo. Su boca sabía a sangre y por alguna extraña razón, no le resultó tan amarga.
- Ace… - El cuerpo de Luffy estaba mucho más frío que el suyo - Oi ¿Estás bien? ¿Verdad? - Su voz sonaba desesperada - Ace, necesitamos atenderte -
Respiró profundamente y sintió que el aire se le escapaba del cuerpo. Tenía que hablar, tenía que intentarlo.
- Lo siento… Luffy… - Dolía hasta hablar - Para poder salvarme… Tuviste que pasar por muchas cosas… Pero arruiné todo. Lo siento -
- ¿Qué estas diciendo? - Su cuerpo había comenzado a temblar - ¡No digas tonterías! ¡Alguien, ayúdelo! ¡Por favor, salven a Ace! ¡Oi, alguien! ¡Ayude a Ace! -
- ¡De prisa! ¡Por aquí! ¡Necesita los primeros auxilios! - No supo reconocer esa voz.
- ¡Ace! ¡¿Cómo te encuentras?! -
- ¡Rápido! ¡Cura a Ace! -
- Bien, déjame ver la herida -
- ¡Por favor! -
- Esto… - Un abrumador silencio invadió a todos.
- ¡Oi! ¿Qué pasa? ¡Date prisa, cúralo! -
- Lo siento… -
No había salvación. La situación no podía seguir, no había cura para eso. La herida era un sinónimo de la muerte. Y él lo sabía perfectamente.
- ¿Qué significa eso? - Luffy continuaba temblando - ¡¿Por qué te quedas ahí!? ¡Haz algo! ¡Oi! ¡¿Acaso no eres doctor?! ¡Te estoy hablando! -
- Es inútil… - Si el no lo decía, Luffy no lo entendería. Estaba seguro de eso - Mis órganos internos están quemados. No hay nada que hacer… - Respiró profundamente - Mi vida está por terminar… -
- ¡No es verdad! ¡Cierto! ¡Iva-chan! - Sintió como su hermano se giraba - ¡Oi, te lo ruego! ¡Inyecta hormonas a Ace! ¡Vamos! ¡Así como lo hiciste conmigo! ¡Ayuda a Ace! ¡Usa tus hormonas con Ace! -
- ¡Mugiwara-boy! ¡Eso no funcionara en Ace-boy! -
- Es mentira… ¡Lo prometiste! ¡Oi! ¡Dijiste que no morirías... Sin importar lo que sucediera! ¡Ace! -
Lo sabía. Lo recordaba perfectamente. Lo había prometido hacía diez años... Luego de la extraña e inesperada muerte de Sabo… Y le dolía saber que no había podido cumplir la promesa. Sabía que Luffy jamás lo entendería, pero hay momentos en donde un hermano mayor siempre tiene que dar todo por su pequeño hermano.
- Ace… ¿Qué estás diciendo? ¿Qué significa eso? ¡Lo prometiste… que no morirías sin importar lo que pasara, Ace! -
Todavía hasta ese punto de su vida, se preguntaba si tendría que haber nacido. Tenía en su memoria, todas las veces que había preguntado sobre un supuesto hijo de Gold Roger… Y todos le habían respondido de la misma manera. Él nunca debió haber nacido. Siempre había buscado la respuesta a esa pregunta. ¿Debería haber nacido? El odio que había heredado por el ser el mero hijo de un demonio lo había atormentado durante sus veinte años de vida.
- Nadie quería que naciera… -
Y dadan…. Siempre regañandolo cuando intentaba asesinar a todos. Todavía recordaba todas las veces que había intentado golpear a quienes hablaban mal de su maldito padre.
- Tal vez no seguiría con vida… de no ser por Sabo y por cuidar de un hermano como tú -
Estaba seguro de eso.
- Cierto, si algún día ves a Dadan, saludala por mi. Ahora que estoy a punto de morir, incluso extraño a esa mujer -
- ¡Te dije que no morirás! -
- Sólo hay una cosa que me hace querer seguir con vida… Y es mi deseo de verte cumplir tu sueños… ¡Pero estoy seguro que lo lograrás! ¡Porque eres mi hermano menor! -
El pasado se arremolinaba en su memoria de manera violenta. Y entre tantos viajes que tuvo, recordó ese día cuando las dos gaviotas revoloteaban en la cosa.
- Ese día… -
Ese día había prometido vivir sin arrepentimiento alguno. Habían prometido salir al mar y vivir más libres, que nadie.
- Tal y como lo prometí ese día, no me arrepiento de nada en mi vida -
- ¡Es mentira! ¡Mentiroso! -
- No miento - Sentía su propia sangre chorrear por su brazo y deslizarse por su mano hasta el suelo - Algo me dice que lo que yo quería… no era fama… ¿Debí haber nacido? Yo quería la respuesta a esa pregunta… -
El pasado no paraba de golpear contra su consciencia. Recordó a Shirohige pidiendole que se convierta en su hijo. Todo lo que había hecho su padre por mantenerlo con vida durante esos momentos en la guerra. Recordó cuando Luffy apareció y cuando proclamó ante todos los presentes que era su hermano menor. Todo lo que sus seres querídos habían hecho para poder mantenerlo con vida, para salvarlo. Y él… él simplemente se había dejado morir… Y lo único que quería…
Los sonidos se desvanecieron por completo, ya casi no podía oír nada que no sea la respiración agitada de Luffy.
- Mi voz no alcanza a llegar a los demás… ¿Serías mi voz para que todos la escuchen? - Respiró profundamente pero ya casi no podía rellenar sus dañados pulmones - Padre, chicos y tú, Luffy. Gracias… por querer a alguien como yo… alguien con sangre malditas en sus venas… hasta el día de hoy - No pudo evitar que las lágrimas comenzaran a recorrer sus mejillas - ¡Gracias! -
Las lágrimas cesaron. Ya no quería llorar. Su cuerpo, que hasta el momento se había mantenido firme sobre el de Luffy, perdió todo su poder y comenzó a caer.
Un último recuerdo azotó su mente. Una vez, cuando le había preguntado a Garp si debería haber nacido. Y nunca, jamás había olvidado su respuesta "Bueno, es algo que descurbirás mientras sigas con vida".
Milagrosamente su pequeño y llorón hermano no había llorado durante su discurso. Soltó una sonrisa. Pero no sintió el impacto contra el suelo. Su vista se volvió oscura y durante unos segundos no supo donde se encontraba.
Ya no había sonidos, ya no había dolor. Ya no había luz, ni sensaciones. Ace se puso de pie y contempló el extraño ambiente en donde se encontraba. ¿Había muerto? ¿Cómo había llegado hasta ahí?
Cuando alzó la mirada hacia arriba, notó que había una blanca luz. Y por alguna razón, comenzaba a crecer y crecer.
- ¿Qué? -
No pasó mucho tiempo cuando notó que era él el que estaba subiendo. Inesperadamente la luz blanca cubrió todo su alrededor y la luz negra, que antes había sido tan presente, solamente era un punto negro en el suelo. Alzó su mirada y contempló el infinito en sí.
No supo cuánto tiempo estuvo subiendo pero cuando por fin divisó algo más allá del aura clara, soltó un suspiro. Por fin llegaba a algún lado.
Pero… Al ver las escaleras imponentes, afiló la mirada. ¿Se suponía que tenía que subir por allí? Camino escaleras arriba y notó que había una hilera de personas esperando delante de una banca dorada. Soltó un gran bufido y se cruzó de brazos mientras esperaba para ser atendido. Eso era ridículo.
En la fila había personas de todo tipo. Blancos, negros, rubios, morochos, castaños, con cabellos más extravagantes como azules, verdes, rosas o blancos. Pero pese a la cantidad de personas, la fila avanzó rápidamente y pronto, Ace se halló de pie frente a una escribano.
- ¿Su nombre? -
- Portgas D Ace -
Ace contempló las enormes puertas que se hallaban a su lado. ¿Acaso eso era… el cielo? Sin lugar a dudas era imponente, pero… ¿Qué estaba haciendo él en el cielo? Había sido un pirata, hijo del pirata más odiado del mundo. ¿Por qué tendría derecho a estar en el cielo?
- Lo siento señor, pero no tenemos su nombre en la lista - Comentó el hombre de barba negra y ojos azules - ¿Ese es su verdadero nombre? -
- Pruebe con… - Sintió su garganta rasposa, odiaba ese nombre - Gol D Ace -
- Gol D Ace, Gol D Ace… - ¡¿Tenía que pronunciarlo varias veces?! El hombre ojeó hasta la letra G y comenzó a bajar con su dedo índice hasta que lo encontró - ¡Aquí! Bien, aguarde un momento -
El hombre se agachó y comenzó a buscar algo en alguno de los cajones que su escritorio poseía, mientras tanto Ace aprovechó para mirar hacia delante. El brillo de esas puertas era demasiado fuerte pero por alguna razón, no le ardían los ojos. Sin pensarlo, se llevó la mano a su pecho y fue entonces cuando notó que el agujero había desaparecido. ¿Dónde estaba la herida que le había causado el almirante?
- Tome ésto - Le tendió un collar de cinta roja y un dige redondo de oro - Y esto también - Eran unas alas pequeña de ángel.
- ¿Qué…? ¿Qué es esto? - Había algo en las pequeñas alas que no le resultaba cómodo.
- Guardalas, creeme, te salvarán de muchas cosas - Sonrió.
Las puertas se abrieron y una pequeña luz que él no había notado, se tornó verde. Las puertas al cielo se estaban abriendo para que él pudiera ingresar. Pero debía ser un error. Giró hacia el hombre y apoyó las manos en escritorio con violencia.
- ¡Espere! ¡Se supone que soy un pirata! - Exclamó con el ceño fruncido - ¿Qué es lo que hago en el cielo? ¡Yo debería estar en el infierno! -
- ¿Pirata? ¿Infierno? - El extraño soltó una carcajada - ¿Y eso quien lo dice? - Bebió un poco del agua que tenía en una copa de vidrio y añadió - El infierno no existe, todos vienen aquí - Sacó una hoja donde poseían los diferentes diges que existían - Las personas buenas reciben un dige de oro, las malas de bronce y las que están en la mitad reciben la de plata -
Ace contempló su collar, era dorado. Frunció el ceño y no pudo evitar protestar.
- Soy un pirata, tengo la sangre del rey de los piratas ¿Por qué tengo la de oro? - Estaba comenzando a frustrarse.
- Eso no existe aquí, todos son humanos - El hombre apoyó el codo sobre la mesada y se inclinó hacia el morocho - No has hecho nada malo en tu vida Gol D Ace - Sintió cierta rabia al oír su verdadero nombre - Has vivido tu vida como quisiste, defendiendo a quien tenía la razón y moriste salvando a una persona inocente ¿Quiéres más detalles? - Al ver que el joven se quedaba mudo, continuó - Ahora pasa, tengo mucha gente que atender. Te recuerdo que abajo se estaba llevando a cabo una de las guerras más importantes de la historia -
Caminó desconcertado. No podía creer todo lo que le había dicho. ¿Él? ¿Buena persona? Apretó su medalla con fuerza y guardó sus alas en el bolsillo de sus pantalones. No podía creer que pese a todo lo que había hecho en su vida humana, tuviera el reconocimiento dorado. Eso le llevaba a cuestionar mucho sobre el mundo real.
Se paró delante de las puertas y contempló que en el interior sólo había nubes. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió miedo. ¿A dónde iba? ¿Cómo sería la vida allí? Tragó saliva e ingresó. Una luz lo cegó por unos momentos pero cuando la claridad lo alcanzó, se sintió tranquilo.
Bueno, esto es solo el comienzo. Espero que les haya gustado. Estaré ansiosa por leer sus comentarios.
¡Nos leemos pronto!
