Desde hacía unas semanas que la tranquila villa de las brumosas montañas se encontraba sumida en el terror más desconocido.

Todo comenzó cuando empezaron a aparecer varios cuerpos mutilados, de hombres, mujeres y niños, que horrorizaban incluso al más cruel de todos ellos, y la desconcertada comunidad ya no hallaba la manera de explicar aquellas muertes.

Sin embargo, para aquella gente solo había un sospechoso a quien culpar de aquellos siniestros sucesos:

Disney.


Aristócrata y genio, Disney se había vuelto un ermitaño a raíz de la muerte de su madre. Viviendo solo en su castillo, se decía que experimentaba con animales.

Y en su labor lo acompañaba un hombre de dudosa procedencia llamado Ubber Iwerks.

Con Iwerks, Disney proclamaba que trabajaba por el bien de la humanidad. Quería crear vida, y derrotar al mayor enemigo jamás conocido: la muerte.

Pero aparte de aquel concepto altruista existía otra realidad, una realidad oscura que solo Iwerks conocía.

-¿Qué es lo que en realidad estaba haciendo Disney?- le preguntaban los hombres de la villa cuando al fin veían a Iwerks aparecerse por allí, puesto que eran muy raras las veces que los hombres salían del castillo o se dejaban ver.

Lo único que sabían era que Disney compraba animales, ya fuera vivos o muertos, y se los llevaba a su castillo, levantando así toda clase de rumores.

-Experimentos, señor. Trabajamos para la ciencia- decía el extraño joven Ubber.

Si bien Disney era un joven aristócrata de buena apariencia, Iwerks no lo era.

Iwerks asustaba a la gente.

Un huérfano extraño y siniestro a quien Disney había adoptado como colega debido a que éste "compartía su genio"

Pero ¿genio en qué? Se preguntaba la gente.

No se lo imaginaban.

Pero aquello no habría causado problemas sino hasta el día en que empezaron a aparecer los cadáveres mutilados. Hombres, mujeres y niños devorados por algo que no lo lograban identificar.

No era por lobos, que abundaban por la zona, no eran perros, no eran osos ni coyotes. El animal era algo más pequeño, pero de una voracidad aterradora.

-No debe ser uno solo. Deben ser varios- opinaban unos granjeros -¡Es imposible que solo sea uno!-

Horrorizados veían cómo aquellos cuerpos sin duda alguna habían sido atacados por algo pequeño, mortíferamente pequeño que se metía en sus cuerpos y los devoraba desde adentro... pero sin ninguna capacidad de que la víctima pudiera escapar de eso.

De continuar así, los pobladores se levantarían en contra de aquello que creyeran responsable de los hechos.

Culpable o no, Disney era extraño y lo extraño no le gustaba a la gente. Cualquier otra cosa más encendería su ira, y hasta qué punto podría llegar una turba enardecida, no se sabía.

Los hechos siguientes se encargarían de explicarlo.