Harry Potter & Draco Malfoy:

Dreams Of The Future Past.

By the Fox

Alternate Universe

A.s+ the. whi.te. cr-e.s+ce.nt wo.o.n lo.o.ks+ do.wn o.n the. s+tr-e.e.t

The. de.vi.li.s+hne.s+s+ be.gi.ns+ to. a.wa.ke.n fr-o.w the. blu.e. la.byr-i.nth

            Había conocido días mejores. Sin duda alguna, la sala debía haber sido olvidada por los elfos domésticos hacía mucho tiempo para que su estado hubiera caído en semejante desgaste: los tapices estaban grises de polvo, el cristal de las ventanas empañado dejando pasar una luz tenue y vaga, casi incorpórea. Colgado en la pared, enfrentando la luz lechosa, estaba un retrato antiguo al óleo, un lienzo manchado por el tiempo cubriéndolo parcialmente, revelando apenas la riqueza de los tonos al aceite empolvados debajo.

            El retrato representaba a un joven, casi un niño, con chorrera de encaje y jubón oscuro, su mirada de frente al espectador, su mano delgada sobre el morro de un perrazo dorado echado a sus pies. El muchacho también tenía el pelo dorado, casi castaño, y daba la impresión de relucir mientras mantenía los ojos sorprendentemente oscuros fijos al frente. No parecía triste, sino solamente pensativo, y a pesar de la espada en su cinto y del guantelete metálico en su otra mano, no había belicosidad ni desafío en su rostro de rasgos delicados. Tenía la belleza de lo irreal, el fondo oscuro destacando sus cabellos y el tenue halo del encaje auroleándolo, y a la gente alegre le daba la impresión que estaba a punto de sonreír, y a la gente triste que estaba apunto de suspirar.

En la habitación había una mesa, y la mesa tenía una puerta cerrada con una pesada chapa metálica. Rodeándola había una cadena: de la cadena pendía un pesado candado, con la pátina brillante de la magia aún cubriendo el gastado metal. Parecía- y lo era- una firme y fuerte advertencia: los secretos de ese escritorio no debían ser revelados.

Pero cuando una solitaria, cansada y estresada Hermione Granger abrió la puerta, y tras quedarse una hora sollozando en el primer rincón privado que pudo encontrar levantó la vista entre lágrimas y observó el retrato al sol poniente que entraba por las ventanas ojivales, las cadenas crujieron. Cuando se secó los ojos, se levantó, y sacudiéndose telarañas de la falda se apoyó en el escritorio y levantó el rostro como para un beso, mirando la figura solitaria más de cerca, las cadenas chirriaron, un gemido leve, ronco.

Y cuando descolgó el pequeño cuadro ovalado y llevándoselo acunado contra el pecho como si de un libro se tratase, el candado crujió, pareció temblar por un momento, y se partió.

A.h, o.n thi.s+ s+i.nfu.l e.a.r-th, bo.y

Be.li.e.vi.ng  Dr-e.a.wi.ng

One: Believing Dreaming

- Déjame el sweater verde. Después del último partido, el mío quedó para el arrastre. Lo está usando Fiore de manta, no tiene arreglo.-

- Lo dices porque eres un vago, Malfoy, y te da flojera quitárselo al gato para lavarlo.- dijo Harry, estirándose para sacar de su bien provisto baúl un sweater de hilo color verde musgo.- No es exactamente verde Slytherin…-

- No te preocupes. Mientras no juegue de rojo, les importará un pepino.-

- Mientras ganes. La última vez…-

- Ganaré.-

- Por favor, afórrate a Roger Davies por mí. He visto idiotas que le dan mala fama al quidditch, pero ese cabeza de músculo…-

- Me lo aforraré. Intentó levantarme a Lindsay después de dejar a Cho.-

- Creí que había dejado a Lindsay, Malfoy.-

- Sí, pero no le permitiré a ese mudblood tocar ni el pañuelo con el que me sueno la nariz, sabes.-

Harry se echó a reír, mientras los dos cruzaban el retrato a la carrera, Draco portando su escoba de carreras, Harry con las manos en los bolsillos. Los dos estaban tan abstraídos en su conversación y sus bromas que no le prestaban ninguna atención a los niños de Gryffindor, que los miraban fascinados, o a la Dama Gorda, que movía la cabeza reprobatoriamente al ver a los dos más problemáticos y brillantes jovencitos del colegio, que multiplicaban sus travesuras desde primer año al ser un ítem. Nunca uno andaba muy lejos del otro: donde el robusto, atlético, inteligente hijo de James Potter andaba, lo seguía el esbelto, apuesto, astuto vizconde Malfoy, o al revés. Eran la desesperación de sus jefes de casa, la admiración del colegio, la pasión de las niñas: y los dos tomaban ese homenaje como algo debido, ya que no eran, después de todo, los descendientes de los vencedores de Voldemort?

La escoba de Draco se coló descuidadamente en el paso de una niña que entraba al Pride los leones, y cuando la chica dio un paso atrás torpemente, trastabilló y cayó sentada al suelo, sus libros y pergaminos revoloteando alrededor, su espeso cabello castaño rizado y voluminoso cubriéndole la cara. Draco se volteó, levantando las cejas al ver el desastre, y apartó su escoba, antes de recoger un pergamino.

- Perdona, mudblood, no fue intencional. Estás bien?-

La chica murmuró algo ininteligible, recogiendo sus cosas y poniéndose de rodillas para reunirlas. Harry frunció el ceño, sus ojos verdes chispeando, con el fácil, rápido enojo de los Potter.

- Draco te pidió disculpas. Los menos que puedes hacer es decir gracias, Granger.-

La niña de padres muggles levantó la cabeza y lo miró desafiante, unos ojos pardos tras anteojos de lectura irritados.

- Gracias por botar mi trabajo al suelo? Por andar pavoneándose por el colegio como si fueran los dueños, Potter? A diferencia de todo el mundo, yo no creo que sus padres merezcan que los canonicen!-

Harry abrió la boca, dando un paso adelante irritado mientras los presentes en el pasillo retenían la respiración: pero Draco sujetó el brazo de Harry, moviendo la cabeza.

- No vale la pena… Harry, déjala, es una idiota… vamos, o llegaré tarde al partido! Vamos, vamos!-

- Estúpida.- soltó Harry, alejándose, no sin el cuidado de pisar un par de pergaminos. Cuando los dos se fueron, nadie se acercó a ayudar a Hermione Granger, la mudblood que se atrevía a hablarle así a los dos más bienamados ídolos de Hogwarths: pero cuando la chica acabó de recoger sus cosas y se encerró en su habitación en Gryffindor, todos estuvieron de acuerdo de que o tenía bastante valor, o estaba completamente loca.

- No puedo creer que le hayas metido los dedos en los ojos a Davies!- Harry reía a carcajadas mientras los Slytherins celebraban a su seeker estrella, el esbelto Draco riendo mientras era llevado en hombros hasta la grada en donde Potter había asistido al partido. Cuando lo bajaron a su lado, Draco le arrojó la snitch que había cogido a un grupo de chicas de séptimo en la grada superior, con un guiño. Las chicas gritaron y se trenzaron del pelo para poder quedarse en con snitch, y draco, sin hacer más caso de la batahola, se sentó junto a Harry.

- No fue a propósito. Sólo estaba intentando partirle la nariz.-

- Para eso, Malfoy, deberías usar un Phocatus Charm, no eres ayudante de DADA por algo?-

- Se te ha ocurrido que hay algunas cosas que son más satisfactorias hacerlas con las manos?-

- Eso es porque nunca te ha salido bien en Soft Sliding Charm.- le soltó Harry, con  una sonrisa perversa. Draco se echó a reír, moviendo la cabeza.

- Apuesto que te lo enseñó tío Sirius. Después que volviste con un arete la última vez que salimos con él, mamá lo amenazó con cortarle algo si volvía a mostrarnos algo escandaloso.-

- Recuerda que le molesta lo de "tío".-

- Eso es sólo cuando hay mujeres delante!- Harry se apoyó en los codos en la grada superior.- Oye, irán a celebrar mucho rato? Quería que me revisaras la tarea de Aritmancia. Si tú dices que te dio un número aúreo, eso significa que en alguna aparte la fregué.-

- Serás… el quidditch te acabó de freír el cerebro.-

- Yo creo que fue la botella de firewhiskey que le sacamos a Sevvy.-

- Potter… no seré responsable de tu alcoholismo a tan temprana edad, sabes.- dijo Draco lavándose las manos imaginariamente.

- Venga, niño genio. Ayúdame con la tarea de la Vector, y te dejo ganarme frente a todo el mundo en la próxima sesión del club de duelo.-

- Que me dejas… Potter, qué te has creído?!-

Harry Potter observó a Draco Malfoy alejarse, el manto verde de quidditch ondeando entre sus compañeros, mientras el muchacho de pelo pálido como lino y amplia sonrisa se diriguía a su Casa entre sus compañeros. Se levantó lentamente, mirándolo alejarse, y sonrió para sí, al ver que las chicas seguían peleándose por la snitch.

Draco era hermoso. Harry era apuesto, pero Draco, con su afilada regularidad élfica, era hermoso, y entre los dos podrían haberse repartido la población femeina de Hogwarths en base a esas preferencias. Harry, que como capitán de quidditch de Gryffindor y del Team Hogwarths era sólido y masculino de un modo descuidado y algo travieso.volvía locas a las chicas más feministas:Draco, con su figura elegante y su destreza como duelista por Hogwarths, a las más románticas. Draco era el príncipe en su caballo blanco y Harry el pícaro ladrón bondadoso que rapta doncellas para un revolcón en el bosque, y no había chica que no les hubiera vendido a su primogénito por unos minutos con ellos en la silla.

Y era el hecho que los dos estuvieran siempre juntos, lo que hacía que en vez de atractivos, fueran irresistibles. Máxime cuando fingían de maravilla estar absortos el uno en el otro, despreocupados y divertidos. Los dos se perseguían por el colegio, practicaban esgrima saltando por entre las mesas a la hora de almuerzo, se lanzaban hechizos por los pasillos, interrumpían las clases con elaboradas bromas y pícaras réplicas, y ganaban y perdían puntos con tal disciplencia como si la expulsión les importara un pepino.

Y los profesores los toleraban: eran, después de todo, los hijos de James Potter, el vencedor de Voldemort, y de Lucius Malfoy, el espía que había construido esa victoria.

- Potter?-

- Sí, Longbottom?-

El chico, aunque tenía la edad de Harry, era más pequeño y frágil, con cara redonda y rosada, pero una sombra de madurez ya en la cara. Lo había alcanzado cuando Harry ya subía la escalera a Gryffindor, sabiendo que Draco tendría unas horas indeclinables con los Slytherin, celebrando la derrota de Ravenclaw. Era casi extraño ver a Harry solo, sin la figura semejante y contraste a la vez del esbelto Malfoy: pero Neville, que los conocía a ambos desde la escuela de Merlín, sabía que los dos eran menos sarcásticos e insulares cuando estaban solos, y por eso se atrevió a continuar.

- Dicen que llegó un chico nuevo a Ravenclaw, y que se llama Lloyd.-

- Sí?-

- Viene del Clow Collegue, y dicen que se ganó una beca con notas perfectas. Va entrar a sexto con ustedes, y dicen que es realmente brillante.-

- Ah, sí?- dijo Harry con una leve alzada de cejas.- Veremos.-

Neville sonrió: conocía bien el orgullo de Draco y de Harry respecto a sus notas, que eran perfectas. Los profesores reconocían que Hermione Granger era más estudiosa y poseía una mayoramplitud de conocimientos, pero era mudblood, y el que dijera que eso no importaba estaba loco: además, teniendo los tres notas cercanas al cien sobre cien, poco importaba cuál de los tres se rotara en el puesto de honor del año.

Poco importaba, excepto a los tres implicados. Harry y Draco poseían la feliz inteligencia de los privilegiados, que les permitía tontear en clase sin por eso dejar de dar exámenes brillantes: pero Hermione Granger estudiaba, investigaba, revisaba y machacaba con una persistencia conmovedora, hasta asombrar incluso a los profesores con su erudición enciclopédica.

Pero, como había dicho Draco agudamente, de qué servía? Cómo no ibas a tener buenas notas, si tu vida social era prácticamente cero y no hacías nada más que estudiar?

Pero una cosa era que esa mocosa anormal ocasionalmente los relegase a la segunda plaza. Otra muy distinta era que un putón recién llegado se creyera capaz de amenazar su reinado, el que era indiscutiblemente de Draco en DADA y de Harry en Creaturas, lo que dejaba los ramos numéricos para la mocosa.

A Neville le diviertían mucho sus incontenibles orgullos. Sosegado y sereno como era, el Head Boy de Gryffindor sabía, que de no haber mediado la predilección del hijo de James Potter por el quidditch, jamás hubiera adquirido ese puesto, a pesar de su hoja de vida impecable y de su entrenamiento para Auror: pero Harry Potter, que podía ser un arrogante hijo de su madre, quería apasionadamente a sus amigos, y se lo había cedido de muy buen grado.

Draco había bromeado, diciendo que eso colocaba a Neville y a él en la posición de ser capaces de castigarlo. Harry los había tirado a los dos al lago inmediatamente.

- Tal vez se entienda con Hermione. Siempre me ha parecido que está muy sola, Harry.-

- No es la niña más simpática de la tierra, Neville. Y no lo hagas sonar como si Draco y yo fuéramos a amenazarlo de inmediato, aunque sea un repulsivo leguleyo Ravvie. Tendrá una oportunidad… si la pierde, veremos.-

- Ay, Harry…- Neville movió la cabeza, siguiéndolo camino a la Torre. Intuía que no pasaría mucho tiempo antes de que viera al chico perder su " oportunidad". Exótico, brillante, y segpun los rumores guapo? Qué posibilidades había que dos gatos egocéntricos dejasen a otro comer de su platito?

- Sabes, podríamos simplemente habernos levantado más temprano para revisar la tarea.-

- Levantarse temprano? Sacrílego de mierda. Lo dice Mr-Despierto-Al- Medidía, y Sólo-si-hay-comida?-

- Me estás llamando flojo comilón?- Harry se volteó indignado, la luz de la varita iluminándole la cara, pero Draco lo empujó bruscamente contra una puertecita, que se abrió, dejándolos caer uno encima del otro con un uff en la oscuridad. Draco cerró hábilmente la puerta con los pies, y sólo entonces Harry sintió a Mrs. Norris, que olfateaba la puerta suspicazmente, y emitía un maullidito frustrado antes de retirarse con sus patitas de algodón.

- Chst!- susurró Draco, porque Harry estaba empezando a reírse incontrolablemnte bajo él.- Chst, te va a escuchar!-

Harry, que había caído de espaldas al suelo, se sacó de debajo una bate de Beater en desuso. Al ver eso Draco, que estaba montado encima suyo, hundió la cara en su hombro y mordió el sweater para no reventar de risa al gesto adolorido de Harry, y los dos casi se ahogaron antes de poder desahogarse con una carcajada cuando la bendita gata se hubo largado.

- Por el amor de Dios… perdiste tu virginidad, Potter?-

- No seas…- Harry tosió por el polvo, apoyándose en los codos, mirando a Draco casi llorar de risa encima suyo. Un poco de luz de luna entraba por una ventana polvorienta, y eso le permitía verlo, la luz convirtiendo su piel en leche perlada. Harry, que también reía, se quedó allí mirándolo, notando con curiosidad que Draco no pesaba casi nada para ser un chico tan alto y vigoroso, o que quizá se había acomodado en un ángulo especial, pero que era muy agradable.

- Qué es eso?- dijo Draco, levantándose de un salto. Harry se volteó, para luego suspirar: no era alguna amenaza estilo arañas o fantasmas lo que había hecho que Draco se quitara de encima suyo a esa velocidad, sino que se trataba de un viejo escritorio partido por la mitad, sobre la cual descansaba un libro con la portada gastada. Harry suspiró poniéndose de pie, su espalda quejándose; pero sabía que Draco, que amaba los libros viejos como un coleccionista, ya estaba hurgeteando el volumen con luz en la varita, los ojos brillantes de excitación. 

- No te babees. Seguro está podrido…- Harry puso los brazos en jarras.- Malfoy, vinimos a revisar mi tarea, no a buscar tonteras… oye, que te pareces a la mocosa Granger con esa cara de fascinación, como si cada libro de texto fuera una PlayWitch… Malfoy?-

Harry guardó silencio al ver a Draco voltear hacia él. Tenía algo en la mano, que había extraído del libro: pero por primera vez en su vida, Harry pensó que Draco podía verse amenazante, de una forma que no era a pesar de su belleza, sino debido a ella.

- Draco?-

- Cállate, Potter.- dijo el joven, con voz lenta, sibilante.- Cállate.-

- Si eso quieres…- dijo Harry, sorprendido ante la extraña furia de Draco, su amigo de la infancia.- … puedo callarme un rato, lo siento si…-

- Me refiero a que te calles… permanentemente!- gritó Draco, y se lanzó adelante. Sólo los reflejos de un jugador de quidditch salvaron a Harry, que saltó atrás, tropezó en el bate y miró a Draco con ojos desorbitados, porque su mejor amigo portaba una daga pequeña y afilada, y se había recogido para saltar, de un modo que dejaba bien claro que su objetivo ear rebanarle le cuello.

- Draco… qué te pasa? Pero por el amor de Dios, qué tienes? DRACO!- gritó Harry, intentando huir de las cuchilladas que Draco asestaba con saña, acuchillando el aire, moviéndose como un carnívoro tras su presa. -Maldita sea, te volviste loco?-

- Justo ahora? No.- dijo Draco, y sus ojos dilatados que mostraban el blanco alrededor de los iris de plata sobrecogieron a Harry, tan claros en la habitación oscura.-Tú me vuelves loco, con tus juegos, tus… -

- Yo? Pero qué hice yo?- gritó Harry, acorralado cuando Draco lo empujó contra la pared - Draco, no sé de que hablas pero lo siento, cálmate…-

Draco pareció considerarlo, y luego clavó la daga profundamente en el hombro de Harry, que gritó y cayó de rodillas, el dolor contorsionándole el rostro ante esos ojos que no parpadeaban.

- No lo sientas. Yo no lo siento. No siento nada.- dijo Draco, tomándole la cara para apoyar el cuchillo ensangrentado en su cuello, sus labios en los suyos.- Y tú no vas a sentir nada, nunca más.-

- Draco!- exclamó Harry cuando los labios de Draco cubrieron los suyos. Sintió el sabor de la sangre, y luego  un temblor en los músculos de Draco que le dijo que el corte iba a partir: y entonces, con el brazo sano tomó el bate de Beater y le dio con todas sus fuerzas en la nuca, el cabello rubio manchándose de sangre en menos de un segundo cuando el chico cayó, inconsciente, en sus brazos.

Harry estaba empapado en sangre de ambos cuando irrumpió en el salón de Gryffindor, en donde a las dos de la mañana sólo una pareja soñolienta de gatos losmiró desde su cómodo sitio junto al fuego. El tapizado rojo vino de los sillones se tiñó de un rojo más vivo con rapidez, y Harry lelanzó un hechizo a la chimenea tratando de iluminar la habitación con llamas más altas para ver mejor a Draco, que pesar de una espantosa cantidad de sangre en su pelo, respiraba y se quejaba un poco.

- Por el amor de Dios… qué pasó?- preguntó una voz, y Harry se volteó asustado, para ver a la mocosa Granger observándolos con aterrorizado desconcierto desde la escalera.

- Maldita seas, que no ves que está herido? Eres tonta o qué? Ayúdame, su cabeza…- empezó Harry, justo antes de que Hermione disparase en rápida sucesión tres lumos compuestos a las lámparas, haciéndolas  iluminar a Draco bruscamente.

Harry emitió un sonido al ver la sangre, fresca y brillante, que lo empapaba: pero mientras trataba de recordar un hechizo que le permitiera estancar la sangre, Hermione se inclinó, manteniendo cerrada su bata, y musitando un hechizo apoyó dos dedos en el cuello de Draco, empujándole la cabeza a un lado, mientras lo miraba con ojos muy fijos, que se habían vuelto color amarillo brillante.

- No hay fractura. Sólo tendrá una concusión leve, Potter.- dijo ella con acidez, un movimiento de su varita estancando la sangre, antes de mirar el hombro de Harry, en donde la sangre se secaba.- a qué estaban jugando, se puede saber?-

-No estábamos…- la voz de Harry se ahogó de rabia, pero luego calló al ver a Draco hacer un movimiento y abrir ojos enrojecidos. Harry se paralizó, esperando que esas palabras horribles resurgieran, inconscientemente echando a Hermione atrás para protegerla: pero los ojos de Draco parecieron asustados, e intentó sentarse, temblando.

- Harry…- musitó.- Qué…pasó?-

- No recuerdas?- dijo Harry, sintiendo una mezcla de espanto y alivio.

-Me duele…- dijo Draco, intentando sentarse.- Qué me pasó?-

- Eso.- dijo Hermione.- Qué pasó, y porqué, los dos sangrando como cerdos, no lo llevaste a la enfermería?-

- Yo…- Harry parpadeó, quitándose los lentes y frotándose los ojos.- …no pensé.- susurró, sobrepasado.- Sólo quería… ponerte a salvo…-

- De qué? Quién hizo esto?- exclamó Draco, su mirada clavándose en el hombro de Harry y enderezándose de golpe.

- Quédate quieto.- ordenó Hermione, apoyando la varita en el hombro de Harry y susurrando un complicado hechizo. Harry siseó, pero la herida dejó de sangrar.

- Quédate con Draco, ya vengo.- ordenó Harry, levantándose, a pesar de las protestas de los dos. Hermione lo miró irse, y colocó un cojín con poca amabilidad bajo la cabeza de Draco.

- Quédate quieto, Malfoy. Si tienes la concusión que creo que tienes, vomitarás hasta las tripas si te levantas, y no me gusta darle a los elfos domésticos más trabajo del que ya tienen.-

- Defensora de los proletarios, me imagino. O es sólo conciencia de clase?- susuró Draco, los ojos cerrados.

- Que no puedas dejar de ser un hijo de puta arrogante ni con medio cerebro saliéndote por la nariz, Malfoy.-

- Lo siento, pero mi cerebro no tiene nada que ver con mi aversión a los plebeyos. Es mi estómago.-

Harry regresó a la sala, sintiendo un vacío en el pecho. Corría, sin importarle el dolor, o si Mrs Norris lo seguía, o nada. Sólo sabía que lo que fuera que había afectado a Draco, seguía allí, y él quería hacer pagar a alguien lo que había sucedido. Quería gritar, y temblaba un poco de shock y de dolor residual: pero se paró en seco, cuando al entrar en la salita abandonada, no encontró ninguna daga en el suelo, sino un muchacho desnudo a la luz de la luna, inconsciente, el cabello largo y castaño como lluvia resbalando por el borde del escritorio.

A la mañana siguiente llovía lastimeramente mientras Hermione aguardaba despierta, envuelta en un chal de lana, los pies apoyados en un cojín en alto observaba el cuadro que se robase. Lo había colgado frente a su cama, y la mirada del misterioso muchacho parecía observarla con atención, como si estuviera tan perdido en sus ojos como estaba ella en los suyos. Los colores habían parecido más vivos cuando ella pasó cuidadosamente un algodón empapado en agua tibia y jabón para quitar el polvo del óleo reseco, y se había sobresaltado cuando, bajo su mano,lo que le había parecido un rostro serio, casi entrsitecido, había florecido una sonrisa bajo su mano. La había apartado, fascinada: ahora, bajo el influjo de los nuevos colores,el muchacho parecía más vivo, más bello, quizá, menos solitario. Incluso había bajado a pedirle a Seamus, que pintaba un poco, que le prestase algo de aceite de linaza para darle brillo y renovar el óleo.

Cuando acabó de colocarlo, se quedó quieta, fascinada. La pintura era obra de un maestro: la fidelidad era casi fotográfica, el pelaje del perro rico y real, el cabello del muchacho pintado con tal limpieza que parecía que podías hundir las manos en hebras de oro. Sonreía, un poco impúdicamente, ahora, una tenue sonrisa fascinante, un gesto airoso: y Hermione, privada de sueño, se envolvió en su chal más cálido y se quedó allí mirándolo, a la distancia justa para poder  ver los puntitos de oro en sus ojos oscuros, lo suficientemente lejos para crear una ilusión de movimiento y realidad.

No, no era una versión fotográfica: tenía un algo más mágico, más onírico. Ningún lente muggle podía dar esa pureza, ese halo, y ningún pincel humano podía darlo, supuso. Pero el cuadro no se movía: Hermione pensó que era una imagen demasiado antigua, quizá, pero luego, al tocar el suave óleo, supuso que era una obra de arte a la manera muggle.

Potter se había llevado a Malfoy a la enfermería, sin decirle nada más. Se había pasado la noche despierta luego, preguntándose un poco que había significado todo eso: pero había aprendido en varios años en Hogwarths era a cerrar la boca y no meterse en lo que no era asunto suyo. Como uno de los poquísimos alumnos becados, sabía que nunca podría pasar desapercibida, y eso la irritaba de un modo insoportable. No hubiera deseado nada más que ser una de ellos, ser una chica común y corriente, pero no lo era: jamás la habían dejado serlo.

Estaba sola. Siempre había estado sola, hija única, cerebro privilegiado, hija de muggles en Hogwarths. Sola, mientras veía que Seamus y Dean, Neville y Ron, y sobre todo Draco y Harry nunca dudaban de refregarle en la cara, hablando de sus vacaciones conjuntas, de sus años en la escuela básica de Merlín, lo que hacían en las fiestas que organizaba la sociedad mágica. Hermione los miraba, y estudiaba. Pero ellos estaban juntos, y ella estaba sola.

Movió la cabeza, soñolienta y deprimida, y observó al muchacho del perro, que parecía observarla con conmiseración.

Al menos te tengo a ti, ahora. Y a ti no te importa que sea hija de muggles: después de todo, sólo eres aceite y pergamino.

Hermione cerró los ojos preguntándose si podría echar una cabezada antes del desayuno, sintiéndose cansada y calentita por el chal. Pero cuando cerró los ojos y empezaba a caer en brazos del sueño, gritó.

- No lo había visto antes.-

- No estaba allí cuando entramos?-

- Creo que me acordaría de un chico en pelotas, sabes!-

- Pues lo siento, yo estaba ocupado con una versión tuya a la Norman Bates!- los dos se siseaban en voz baja, mientras Prewett examinaba al chico desmayado al amanecer. El muchacho era delgado y pálido, con la piel con esa propiedad lechosa que es típica en algunos pelirrojos, aunque su pelo era castaño oscuro y vivaz, y los párpados cerrados tan traslúcidos que se transparentaba la sangre. Tras que un aún agitado Harry hubiera llegado con un chico desnudo e inconsciente en brazos al amanecer a la enfermería, y que Draco, aún concusionado y mareado se le hubiera unido, los dos se habían quedado, más asustados que curiosos. Pero tercos e insulares como eran, no necesitaron ni ponerse de acuerdo para mentir al respecto de su aventura, y los dos explicaron cómo habían oído un ruido y habían encontrado al chico, echándole la culpa a una armario lleno de espadas colapsando para explicar sus heridas.

Prewett no se había comido ni la mitad del cuento, pero había tratado suficientes años con " PMS" ( Potter Malfoy Special, te pone de mal humor o te hace llorar) para saber que si uno decía que el cielo era verde, el otro se pondría a cantar Greensleaves.

Un parpadeo. Los tres se adelantaron, para ver al muchacho, que parecía confuso al intentar sentarse en la cama, la melena leonada cayéndole en la cara.

- Quédate quieto!- dijo Prewett con voz de mando. El amistoso medimago le tomó el pulso.- Cómo te llamas, muchacho? Qué hacías allí solo?-

-…- el chico miró a uno, al otro, y luego de regreso al medimago. Draco, que podía ser el más amable de los dos cuando quería, se inclinó al otro lado de la cama.

- Estás a salvo. Nadie va a lastimarte, no te preocupes.-

- Cómo te llamas? Qué hacías ahí?- intervino Harry, su voz más seca. Draco podía no recordar nada, pero él había estado al borde del pánico. Y quería respuestas, y las quería ya.

- Antea.- dijo el chico, los labios delgados temblorosos.- Anteaea…-

- Te llamas Andreas?-

El chico calló, su rostro algo asustado. Luego asintió, y los miró a la cara, con tal obvia indefensión que Draco movió la cabeza y Harry se sintió conmovido. No eran malos chicos, después de todo.

- Profesor, nosotros le traeremos ropa. Quizá le pasó algo y no recuerda… déjenos que lo ayudemos.- dijo Draco, con su irresistible modo persuasivo. Prewett le levantó una ceja: los conocía desde los once años, a él no le vendían buzones.

- Tengo claro que no es alumno del colegio. Pero alumno o no, es bastante escandaloso.- dijo rascándose la barba.- Y no tiene señales de abuso sexual… ni siquiera de intercourse…-

Draco y Harry se miraron, y Draco s emordió los labios mientras Harry se ponía rojo. Para dos putones coquetos que jugueteaban con cuanta falda se pusiera a tiro, era remarcable que la más mínima sugerencia de sodomía los pusiera tan incómodos como unos calzoncillos de encaje almidonados.

- … pueden acompañarlo mientras averiguo con los Aurores. Pero compórtense.- djo Prewett con un suspiro y un gesto en la mano. Cuando los dejó, Draco y Harry se volvieron al chico, Draco sonriendo y Harry aún un poco inquisitivo, aunque sus ojos verdes eran suaves.

- Todo estará bien, Andy. Te traeré algo bonito, y podemos ir a comer. Les diremos a todos que eres mi primo y fin del asunto. Ya verás que todo se soluciona.-

- De veras no recuerdas cómo llegaste allí?- preguntó Harry, a lo que Draco le dio un empujón.

- Déjalo en paz! No ves que está confundido? Vete por la ropa, Andy ya nos dirá todo cuando se sienta mejor!-

- Andy?-

- Ya, hush, partiste, Potter. Trae mis jeans grises, me quedan chicos, le quedarán bien, y mi sweater blanco, seguro que tu ropa le nada…-

- Quiénes son ustedes?- preguntó el chico que Draco había bautizado Andy. Los dos se volvieron, sorprendidos, y se dieron cuenta que estaban tan acostumbrados a que todo elmundo y su gato supiera quiénes eran ellos, que no se habían presentado.

- Perdona! Yo soy Draco y el troll se llama Harry.- dijo Draco, esquivando un sopapo con una risa y un revoloteo de guedejas pálidas.- Ya, ve por la ropa, el pobre debe tener frío ahí en pelota picada!-

- Serás…- Harry los dejó, amenazando a Draco con el brazo, un poco divertido y un poco molesto con la diversión de Draco. Empezaba a sentir la noche sin dormir; el hombro, aun curado por la Granger dolía, y estaba nervioso, aún poco dispuesto a contarle todo lo que había sucedido a Draco. Draco había enloquecido. Lo había acuchillado. Le había gritado. Lo había tratado de matar.

DRACO LO HABÍA BESADO: porqué ésa consideración le parecía la más chocante de todas, por Dios?

Ay, mami, creo que te tengo malas noticias, tu hijo mayor no te dará nietos…

La idea de la reacción de Lily Potter lo hizo sonreír. La idea de la reacción de su tío Remus lo hizo suspirar.

La idea de la reacción de su padre y tío Sirius lo hizo buscar el pilar más cercano y empezar a darse cabezazos, intentando expulsar la sensación de unos labios en los suyos.

- Qué estás haciendo, Potter?- preguntó con los brazos cruzados y aire divertido Lancelot Paige, el Head Boy de Ravenclaw, que tenía diecisiete años y solía divertirse horrores con las travesuras de Harry y Draco.

- Hola, Lance.-

- Es un deporte nuevo, o quieres hacerte una cicatriz cool en la frente?-

- Extremadamente no asunto tuyo, Lance.- dijo Harry con acidez.

- Se te perdió tu albino tormento? Dónde está? Ustedes suelen ir tan juntos como la crema y una oreo…-

Harry se volteó para echarle una fresca a Lancelot, cuando vio que detrás del Head Boy se asomaba un chico de unos quince años, con pelo negro desparramado y cortado de cualquier forma, ojeras, ojos oscuros y una túnica abrochada al cuello, de un blanco tan desvaído como su piel, que lo miraba con el interés y la leve repulsión con que observas al bicho que se posa en tu plato.

- Y tú qué miras, gasparín?-

Lance miró a Harry y contó hasta treinta.

- Es el alumno nuevo, becado. Se llama Lawliet Lloyd, y apreciaría que tú y Draco no lo molesten.-

- Otro muerto de hambre con neuronas? Increíble, pensé que la Granger era algo así como un celacanto… - Harry se cruzó de brazos.- No dijo Neville que iba a mi curso?-

- Efectivamente.-

- Pero si este petiso no puede tener quince años…-

- Tiene diecisiete.-

- Y de dónde viene? De Liliput?- Harry se inclinó para mirarlo más de cerca.- Hola, enano, soy Harry Potter, hablas inglés?-

- Yo hablo quince idiomas. Cuántos hablas tú?- le espetó el jovencito, sin cambiar la expresión de su cara.

- Y éste de dónde viene? De Somalia? Albania?- Harry movió la cabeza.- parece que la Cruz Roja le puso espina dorsal cuando lo recogió…-

Lancelot ya iba contando por mil y algo.- Potter, cierra la jeta. Lloyd, vamos, no le hagas caso. Éste se cree gran cosa porque su padre derrotó a un gran mago oscuro, pero tú lo vas a aplastar como un gusano en clase.-

- A no ser que yo me descuide y lo pise… trataré de caminar mirando el suelo…- soltó Harry mientras Lloyd y Lance se alejaban y el mocoso se quedó mirando a Harry un momento con desprecio antes de irse.

Harry los vio irse con un irresistible deseo de dar patadas. Hoy no es mi día. Definitivamente, obviamente, claramente alguien allá arriba me odia. Pero mírame todo lo que quieras, enano, que las miradas no sacan sangre, y…

Harry se quedó quieto. Y luego echó a correr, no a bsucar la ropa que Draco le pidiese, sino escaleras arriba, a la salita en donde todo había ocurrido. Porque estaba muy seguro que Draco no llevaría una daga para ir a estudiar, y no la había recogido cuando se lo llevó herido.

Esa daga… de dónde había salido esa daga? Y el chico? Y dónde estaba el libro, el que Draco había estado ojeando?

- Sentí…- Hermione se calló de golpe. Seamus, Neville y Ron habían entrado a su cuarto de sopetón, los tres a medio vestir al oírla gritar, y el Head Boy, que era el más amable y comprensivo Gryffindor en tres siglos, la había tomado de los brazos, espantado al ver que tenía unas manchitas de sangre en la blusa.- Déjame, estoy bien!- exclamó ella, rodeándose con sus propios brazos, temblando un poco.

- Pero tienes sangre? Estás bien?-

- Qué te pasó, porqué gritaste?- exclamó Seamus, que solía ser bastante amable.

- Seguramente sacó 99 sobre 100.- soltó Ron, que estaba en calzoncillos y era menos amable del grupo.

- Es…- Hermione parpadeó, los dedos hundidos en su propio cabello mientras respiraba hondo. Fue un ensueño, es todo. Estaba tendida, y alguien me acarició los brazos, como si me abrazara por detrás… sólo el calor del chal, su tacto y mis pensamientos, eso es todo, es todo…- … que vi una araña.-

- De veras?- preguntó Neville agudamente, mirándola a los ojos. De alguna forma le avergonzó mentirle a esos ojos castaños, y miró aparte, mientras Seamus bufaba sobre los defectos de las nenas y Ron exclamaba que en el fondo, muy en el fondo, tenía que tener algo femenino. Así como en el cérvix de profundo.

Neville los echó a ambos de la habitación, y con mucha gentileza, la esperó para bajar a desayunar juntos, llevándole los libros. Hermione asintió y se lo agradeció, pero al mirarlo a los ojos, pensó que lo odiaba.

Podía soportar el desprecio. Pero la lástima, no.

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