|Hola a Todos!
Bueno este es mi primer fan-fic y en este capítulo los estoy introduciendo en una historia que tendra drama, romance y una que otra escena de sexo.
La protagonista al igual que su familia y Kevin son creados por mí. El resto pertenecen a la querida JK Rowling.
Espero que les agrade y me despido no sin antes agradecerle a ItrustSeverus por sus consejos.
Capítulo I
Mi Victoria En La Batalla
Abrí la puerta y el interior de la morada estaba en penumbras. Con un lumos pude ver el camino de arañazos en la pared y en el piso, los cuales eran producto de las tantas transformaciones de Remus. Cuando pasé al lado de la mesa escuche unos jadeos, afiné los sentidos y señalé con la varita el lugar de donde provenían.
-¿Profesor?-pregunté al reconocer aquella levita.
Corrí hacia él, tenía los ojos cerrados y los signos vitales estaban débiles, no tardé en darme cuenta de la mordedura en el cuello ya que de ella aun borboteaba sangre. Envié un patronus a mi papá para que estuviera esperándome, no podía aparecerme con uno de los hombres más odiados como si nada, así que le cubrí el rostro con mi capa e hice una aparición conjunta en la entrada de San Mungo.
-Helena, vamos a mi oficina- fue lo primero que dijo mi padre, el sanador Marcus Liddell.
Mi papá me ayudó a cargar al herido y lo llevamos cuidando de que nadie mirase. Lo acomodamos en la habitación que él había condicionado para dormir cuando debía hacer turnos largos en el hospital; él era el encargado de la primera planta "Heridas provocadas por criaturas".
-Lo encontré en la casa de los gritos, tiene una mordedura en el cuello y los signos vitales son débiles, no hice un torniquete ya que… – no me dejó terminar ya que miraba detenidamente la herida.
-Es de serpiente, menos mal no lo hiciste – interrumpió.
Tomó una muestra de sangre directamente del cuello, el punzón hizo que él moviera la cabeza pero aún seguía sin abrir los ojos.
-Debo conseguir un antídoto y desinfectar, ayúdame quitandole la camisa y todo lo que haga presión, mira el pulso también- dijo a mis espaldas mientras movía su varita de un lado al otro
Tomé mi capa y desprendí el broche de su túnica, con un diffindo desagarré las prendas. El amplio pecho lleno de cicatrices del profesor quedó a la luz, jamás pensé que llegaría a verlo así y me refiero a herido e inconsciente. Toqué la base del cuello para sentir el pulso como me lo había pedido mi padre.
-Necesito saber la clase de serpiente que lo atacó para aplicar la dosis del antídoto –decía mientras levantaba un recipiente de las gavetas.
-¿Sabes cuantas serpientes pueden colarse en los terrenos de Hogwarts?– miré hacia los armarios, el pulso descendía más y ya me estaba exasperando- Papá perdemos tiempo, coloca una dosis normal, no sé pero ¡Haz algo ahora!
-Helena tengo que saber que tan grande es la serpiente para saber la cantidad de antídoto, si coloco más de la cuenta puedo terminar de matarlo– se acomodó a mi lado y miró fijamente la herida- Una serpiente no ataca directamente al cuello, ni el rostro
-¿El rostro?– la presión lo hacía delirar porque ya estaba diciendo incoherencias -Papá estas ciego, solo está herido en el cuello.
-Arthur fue atacado por una serpiente hace dos años en el rostro y en sus brazos- vertió el liquido morado del recipiente en sus manos y tocó la herida directamente, al parecer el liquido lo protegía del veneno, continuó- Y si mal no recuerdo eran iguales a esta pero no tan profundas. Iré por Dodge el confirmará si es la misma serpiente. Tú ve desinfectando la herida, esto no eliminará el veneno pero tampoco dejaremos que se siga propagando.
Me entregó el recipiente y salió corriendo de la sala. Tomé la poción y la vertí en mis manos también, luego tomé un segundo frasco para heridas y la apliqué sobre la mordedura, la espuma salió de inmediato e hizo que el profesor jadeara. No pasó mucho tiempo cuando las puertas de la sala se abrieron.
-Helena- saludó Dodge, el sanador auxiliar de la planta.
-Hola Dodge – me aparté para dejar que él revisara la herida, pero no dejé de prestar atención a lo que decían los sanadores.
-Así es Marcus, no hay duda, fue la misma serpiente del señor Weasley– Dodge tomó aguja e hilo de la mesa auxiliar donde estaban todos los instrumentos médicos- Coloca el antídoto de 4 centímetros cúbicos, yo coseré la herida, el veneno es tan fuerte que deja abierta la herida si utilizamos magia.
-Sal de la habitación mientras hacemos el procedimiento- pidió mi padre mientras buscaba los elementos para medir un liquido verde que reconocí como el antídoto.
No quería dejarlo, me refiero al profesor Snape, bueno tampoco a mi papá con esta emergencia. Pero vi que no podía quedar en mejores manos y además debía irme pronto para ayudar a los demás.
-Queda en tus manos, voy a Hogwarts – me coloqué de nuevo la capa que había quedado manchada de sangre, pero no importaba, debía estar en el castillo pronto y ya me había retrasado.
-Ten cuidado– dijo mi papá mientras él y Dodge trataban al profesor Snape.
Hogwarts no era ni la mitad de lo que recordaba. Los muros destruidos y cuadros abandonados se repetían en cada pasillo del castillo. Había llegado tarde, no había batalla en la que participar, se había logrado la victoria, Harry Potter había vencido.
Llegué al gran comedor y vi a las familias que se reunían, algunas a llorar a sus muertos y otras que se dirigían a Hogsmead. Mi mamá estaba junto a la familia Weasley, también estaba mi hermana Andrea consolando a Ginny. Me acerqué y vi el cuerpo de uno de los gemelos. Ellas se acercaron y me abrazaron.
-Pensé que algo te había pasado– dijo mi mamá mientras me miraba.
-Estoy bien- dije automáticamente devolviendole la mirada, ya me había acostumbrado en este cargo a responder eso. Miré a la señora Weasley llorando desconsolada- ¿Quién murió?
-Fred, Augustus Rookwood fue su verdugo- respondió mi mamá.
¿Por qué me sorprendía? Tenía que ser un trabajador del ministerio. Habían dos cuerpos cerca al de Fred y nadie los lloraba. Fui a ver quiénes eran pero mi mamá y mi hermana me detuvieron.
-Son Tonks y el profesor Lupin– dijo suavemente mi hermana al rodearme la cintura, abrazándome.
Quedé de rodillas al escuchar eso y los sentimientos de culpa, tristeza y rabia me golpearon al instante, sentí arder mis ojos por todo el cumulo de sentimientos y por la amenaza de que las lágrimas cayeran.
-¡Helena!- gritó Kingsley Shacklebolt sacándome de ese trance al abrazarme.
-Shack,es mi culpa- confesé al rodear el cuello de mi amigo y al abrazarlo fuertemente.
-No lo és, si no hubieses llamado a los guerreros no habríamos hecho batalla y no habríamos ayudado a Harry- decía devolviendome el abrazo.
Me aparté y lo miré con enojo al escuchar como restaba importancia al error que había cometido y como él, siendo auror debía entenderlo más que nadie. Miré de nuevo hacia el lugar donde estaban Tonks y Lupin y recordé las visitas que hice reclutando a los aurores, pero recordé de manera especial la última- No debí haberle dicho a Nym, es mi culpa.
Al terminar de decir eso Shack tomó mi rostro firmemente y dijo:
-Tú no tienes la culpa de nada, los únicos culpables son Voldemort y sus mortifagos.
Me abrazó por la cintura y me hizo levantar del suelo, como cuando levantas a un niño después de tropezar. Kingsley me miró fijamente a los ojos y pasando su mano por mi espalda me llevó hacia el otro lado del comedor.
-Necesito una lista de heridos– pidió asumiendo la postura de mi compañero de trabajo. Ahora era lo mejor, el trabajo iba primero y no quería ser culpable de más muertes. Hice aparecer pergamino, pluma y tinta y comencé la lista de heridos con Neville Lombottong.
Después de unas horas terminé de recorrer los pasillos. Los destrozos que tenía el castillo estaban por todos lados y eso dificultó el recorrido ya que debía tomar vías largas para llegar a los heridos. Vi caras conocidas pero me limité hacer mi trabajo, no estaba de visita.
Andrea me contó como había trascurrido la batalla y como el nieto de la de la señora Lombottong había matado a la serpiente de Voldemort y como esa misma serpiente, según rumores, había matado al director Snape. No hice ningún comentario al respecto y fui a dar la lista a Shack
-Aquí tienes, recorrí el perímetro, son varios heridos- dije mientras él miraba la larga lista.
-Las medicinas y las camillas de la enfermería se agotaron, los llevaremos a San Mungo- respondió al ver algunos heridos que se dirigían a la enfermería.
Le ofrecí mi ayuda para ir hasta San Mungo y contactarme con el director del hospital. Él aceptó y me dio un último abrazo. Me acomodé la capa y vi las manchas de sangre en ella, menos mal tenía que ir al hospital y de paso podía ajustar algunas cuentas.
-¿Quieres que te acompañe?- preguntó Andrea sacándome del pensamiento. Mi hermana sabia cuando la necesitaba, pero también y más importante, sabia cuando debía darme mi espacio
-Estaré bien- le respondí colocando mi mano sobre su hombro para tranquilizarla, por si mi mirada me delataba.
Me puse en marcha a Hogsmead. Aproveché el recorrido hacia el pasadizo para recordar la época del colegio, cuando acompañaba a Charlie a sus prácticas de Quiditch y a Nym colándose en el estadio; al principio al capitán del equipo no le gustaba ya que pensaba que era una espía de Hufflepuff, pero después se resignó. Recordé mi último año y cuanto me dolió dejarla sola, supongo que en esta ocasión también la dejé sola…
En el hospital las cosas estaban en su curso normal, cuando llegué me recibió el director de San Mungo, Edmund Fry, le entregué la lista de heridos y este salió de prisa con el equipo de sanadores detrás de sus talones. Cuando el grupo pasó me dirigí a la sala y encontré a mi papá aplicando esencia de Murtlap sobre los puntos que le habían cocido en el cuello al mortífago.
-Esperemos que esto le ayude a cerrar la herida- dijo dejando a un lado el recipiente de la poción en una mesa- A diferencia de Arthur, la serpiente mordió por más tiempo al profesor Snape. La única manera segura que encontré fue el método muggle, hicimos una diálisis para limpiar su sangre.
Vi la bolsa de suero que estaba siendo canalizado hacia el herido y de solo pensar que tal vez, solo tal vez, mi papá estaba haciendo lo incorrecto salvándolo, me invadió la ira que sentí al ver a Tonks y a Lupin sin vida.
-¡DEJA DE CURARLO!- grité mientras botaba la bolsa de suero y la estrellaba contra la pared la mesa con las pociones- ÉL SEGUIRÁ VIVIENDO PERO ELLOS NO Y ES INJUSTO.
Miré la camilla y recordé las sábanas blancas por todo Hogwarts, los estudiantes heridos y el castillo en escombros.
-Si hubiese llegado antes ni Remus ni ella estarían muertos, por su culpa Voldemort se tomó Hogwarts- las lágrimas emergieron y la presión en el pecho se hizo más grande- Todo pasó por su culpa, no merece vivir.
Mi papá no se inmutó por mis actos. Me tomó de la mano y me hizo sentar en una silla, limpió los desastres y volvió a canalizar el suero. Después se sentó a mi lado.
-Culparlo no traerá de vuelta a Nymphadora ni a ninguno de los valientes que murieron en la batalla- dijo con voz suave, pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él, un par de sollozos se me escaparon al sentirme pequeña- Hiciste algo extremadamente bueno, salvar una vida en medio de una batalla es una victoria.
¿Por qué él tenía siempre una palabra que me desarmara? Empezó a escucharse el estruendo de camillas, mi papá me besó la frente y salió al encuentro de los pacientes.
Sequé mis lágrimas y me acerqué al herido. Le habían colocado una bata del hospital y le habían cortado su cabello; supongo que lo hicieron para limpiar mejor la herida ya que cuando lo encontré la sangre había manchado sus ropas y se había impregnado en el cuello y su negra cabellera.
Detallé las magulladuras en el sitio donde la serpiente le había estrangulado, el sitio donde había sido mordido tenía la esencia de Murtlap haciendo efecto. Luego vi que sus brazos estaban morados en la zona de las venas, cuando jale la bolsa moví la aguja que estaba canalizada y un rastro de sangre había salido.
Le acomodé las sabanas y le tomé el pulso en la muñeca para asegurarme que estaba bien, mi tacto hizo que moviera la mano, la tomé para acomodarla y al sentir lo fría que estaba empecé a masajearla suavemente tratando de que se calentara un poco. Era grande y con largos dedos, áspera por la experiencia y el oficio… Cuando la iba soltar él apretó débilmente la punta de mis dedos, así que sujeté de nuevo su mano y volví a masajearla, era uno de esos movimientos involuntarios que me había explicado mi papá.
Culparlo dañaría el único bien que hice en esa batalla, él había sido mi victoria en la batalla.
