Después de todo nada brillaba como oro desde ahora, debí cuidar mis palabras y mantener mi palabra, ya se que no perdonas los errores que pueden involucrarte, debí apreciar cada consejo que de pequeño me dabas, pero simplemente no puedes cambiar lo que ya se ha hecho, termine vagando entre las estaciones del tren en la hora menos adecuada de ir al centro; 9:00 PM, se acercaba el tren, las luces indicaban su venida.

Llegó y junto con él, el chirrido de la fricción entre la vía y los miles de libras de peso del tren, pero sobre todo un viento suave en mi cara.

Metí las manos a mi chamarra negra, tomando mi celular, con la esperanza de recibir una llamada tuya, pero no hubo tal suceso, subí al andén siete de la estación Martfil con destino a Bonaparte, me senté en el único asiento donde no compartiría los roces de personal con un mal carácter o mal olor en su caso, pasarin cuatro estaciones cuando, alinal del andén, una persona masculina de avanzada edad, chasqueó sus dedos, volteé y se puso delante mío.

–¡Usted, usted sufrirá un accidente... Lo he visto... Lo he visto! ¡Es usted!–

–¿Disculpe?–

–¡VAS A MORIR, JOVEN!

Entrecerrar los ojos y con una mirada de confusión y desagrado, solo decidí ignorar aquel suceso en el cual, los demás pasajeros quedaron en una confusión y incertidumbre.

De un momento, me tomo bruscamente del cuello y me azotó contra la estructura del andén, cortándome por completo la respiración.

–¡VAS A MORIR, HIJO! ¡SERAS ACUSADO DE TRAIDOR! ¡LO HARÁS! ¡QUE RUEDE TU CABEZA!–

La diadema se rompió en dos por el azote y al compas pataleaba y con mis manos trataba de quitar la única mano que tenía el hombre, los demás pasajeros corriente a auxiliarme, pero ya habíamos llegado a Bonaparte y decidieron mejor bajar y llamar a un policía auxiliar del tren, muetrasque otros rodearon al viejo y lo alejaron de mi.

–¡Maldito viejo enfermo! ¿¡Cual es tu maldito problema!?

–¡VAS A MORIR, HIJO! ¡JAJAJAJAJA A MORIR!–

Dijo mientras los auxiliares llevaban arrastrando al viejo, mientras varias personas, incluidos dos policías auxiliares me preguntaban si estaba bien, a lo que respondí dejándolos sin respuesta y retirándome de ahí, hasta la salida como si jamás hubiese pasado un intento de pasivo-asesionato-advertencia.

Aunque me incomodaba de cierta manera, no quiero sonar supersticioso, pero había una pequeña espina.

Camine entre las calles de Luxemburgo y XI a un costado del Parque del Cólera donde vería a King en un restaurante de comida japonesa, después de todo, hoy solo debería centrarme en mi.