Esta historia participa en el reto del mes de octubre del Círculo Mercenario.

Los personajes no me pertenecen, pero sí la historia. ¡Espero que la disfruten!


Desde Lejos

El atardecer era fresco desde que empezaba el otoño. Se sentía sumamente cansado y adolorido por todas las heridas que le habían causado en la última batalla, así que decidió buscar algún lugar para pasar la noche. Pronto encontró un claro cerca de un extenso lago, a las afueras de una de las aldeas más pequeñas de la región. Nadie notaría ahí su presencia. Cuidadosamente se recostó entre unos arbustos y dejó su alabarda entre las ramas, asegurándose de que estuviera siempre a su alcance.

Sus hermanos ya estaban muertos, y él realmente no estaba seguro de tener un motivo para seguir con vida. Pero debía cumplir la promesa que le habían hecho a Naraku, la pérdida de los suyos no podía ser en vano.

Los ojos le pesaban, pero no podía bajar la guardia, no ahora que también tenía como enemigo al medio demonio y su grupo. Aún no entendía cómo era que esa bestia tenía amigos que lo protegían con sus vidas. ¿Qué no se suponía que los híbridos debían estar siempre solos? ¿Acaso esos humanos eran tan ciegos? Lanzó un largo suspiro intentando calmar sus nervios.

Un sonoro sollozo lo despertó de sus cavilaciones, exaltándolo inmediatamente. Contuvo la respiración por unos instantes, tratando de ser lo más silencioso posible para que no lo descubrieran. Se giró muy lentamente y apartó algunas hojas de su rostro para poder ver quién había llegado a su escondite.

Su sonrisa maliciosa no tardó en aparecer al darse cuenta que quien lloraba, completamente sola a orillas del lago, era la sacerdotisa llamada Kagome, la que acompañaba a Inuyasha a todos lados. ¿Qué estaría haciendo ella en ese lugar y tan sola? Y sobre todo, ¿por qué razón estaría llorando? Lo que realmente le importaba es que ahora tenía la oportunidad ideal para vengarse del hanyou. Todavía no sabía con certeza como hacerlo, pero no pensaba desaprovechar el momento. Se dedicó a observarla mientras ella permanecía ahí, mirando fijamente el lago con suma tristeza.

Tras un par de horas, dejó de escuchar el llanto de la joven y volvió a girarse, encontrándola dormida con su espalda recargada en un árbol. Se puso de pie lentamente y caminó hasta ella, sentándose a sólo unos centímetros de distancia. ¿Debía matarla? ¿Utilizarla como anzuelo?

Los fríos ojos azules recorrieron el rostro de la mujer. Odiaba admitirlo pero la tal Kagome era realmente hermosa. Su piel blanca hacía perfecto contraste con su cabello negro, y sus pestañas rozaban ligeramente sus mejillas sonrosadas. A pesar de ser prácticamente una niña, su cuerpo ya se empezaba a desarrollar, y las ropas que utilizaba dejaban poco a la imaginación.

De la nada comenzó a sentir demasiado calor, las ropas pegándose a su fornido cuerpo. ¿Cómo demonios había terminado pensando así de ella? Se supone que la chica era su presa. Y nuevamente sus recuerdos lo llevaron a las incontables veces que la había visto luchando. Era ella quien defendía con mayor ímpetu al medio demonio, y resultaba increíble su lealtad, su entrega, su fortaleza. Parecía que el amor que le tenía a aquel hombre era su motor de vida, su razón. Aún con heridas, cansada y sin comer, siempre estaba dispuesta a lo que fuera por defender a sus amigos.

Sin haberlo notado, ahora se encontraba aún más cerca del cuerpo de la muchacha, mientras una sonrisa aparecía en su rostro. Esa niña definitivamente estaba loca, tonta y loca de amor.

Debía reconocer que él realmente no conocía ese sentimiento. Todas las mujeres con las que había compartido alguna cercanía habían sido algo pasajero. Por un momento se arrepintió de no haber disfrutado de esa experiencia, y se preguntó si en el mundo habría alguna persona que lo hubiera amado tal cual era, un cruel y sanguinario mercenario. Así era como ella quería al medio demonio. Y por eso lo odió aún más, porque la bestia tenía todo lo que él deseaba. La vida era muy injusta.

No supo en qué momento su mano se movió sin su consentimiento hasta reposarse en la frente de la joven, apartando un mechón de cabellos para descubrir sus ojos, que ahora estaban cerrados. Seguía durmiendo profundamente y no se había inmutado con su tacto. Entonces sus pensamientos volvieron al hanyou. ¿Cómo se atrevía a dejar sola a alguien tan… delicada? Se había enterado por Naraku que él tenía la manía de escapar a visitar a Kikyo, mujer a la que amó hace mucho tiempo pero que ahora sólo era un cuerpo de barro y huesos. Cada vez que esto sucedía la chica parecía sumirse en una profunda tristeza, tal como sucedía en este momento. Quizá por eso había llegado hecha un mar de lágrimas a ese lugar.

Sus sentimientos pronto cambiaron de rabia a tristeza, de coraje hacia Inuyasha a ternura por esa niña. Se maldijo internamente por dejarse afectar tanto por su presencia. Debía decidir rápido su nuevo curso de acción, pues seguramente el medio demonio no tardaría en llegar a buscarla. ¿Qué hacer con ella entonces?

El corazón de Bankotsu comenzó a latir desenfrenadamente cuando una idea, demasiado descabellada para su gusto, cruzó por su cabeza. Sabía que era demasiado arriesgado lo que pretendía hacer, pero esa sería la mejor venganza que se le hubiera ocurrido. Y de nuevo giró la mirada hacia la chica que seguía perdida en sueños. Recorrió su rostro lentamente y se descubrió sonrojándose, como si fuera un maldito adolescente. Los segundos le parecieron eternos mientras más se acercaba a Kagome, hipnotizado por su dulce aroma. Su mente se quedó en blanco al ver esos labios rosados, y de un impulso se posó sobre ella, cubriendo esos labios con los propios. Cerró los ojos mientras disfrutaba la suavidad de aquella boca, y entonces decidió que no quería moverse de ahí nunca. Era lo mejor que hubiese probado en años.

Los ruidos de las ramas lo exaltaron y se despegó inmediatamente de la chica, observando a su alrededor. Pudo distinguir los gritos de los amigos de la sacerdotisa a lo lejos, incluido Inuyasha. Volteó por última vez a verla, y ese semblante lleno de paz le provocó una sonrisa irónica. Que estúpido había sido. Esa chica lo atraía a sobremanera, ahora lo entendía. Por eso no había podido hacerle daño. ¡Maldición!

Nos volveremos a ver. Depositó un suave beso en la mejilla de Kagome y se marchó. A los pocos minutos, mientras la observaba desde su escondite, Inuyasha la encontró aun dormitando en el claro. Vio como ella despertaba y observaba al híbrido de forma curiosa, como si buscara respuesta a alguna pregunta que no había pronunciado. Acaso… ¿ella se habría dado cuenta de lo que hizo? No, eso no era posible. Entonces divisó como él le pedía disculpas otra vez, y ella como siempre respondía que ya no importaba.

La chica echó a andar siguiendo al hanyou, pero se detuvo a unos cuantos pasos del claro, pasando sus manos por sus labios. Había ahí una sensación que no sabía explicarse, una calidez que la embriagaba. ¿Y por qué tan de pronto sentía deseos de ver a aquel mercenario con el que habían luchado apenas un par de noches atrás? ¿Por qué habría soñado con él de esa manera? Bankotsu ya se había retirado del lugar, decidiendo que era mejor sólo verla como lo había estado siempre desde hacía ya unas semanas, desde lejos.

Y fue entonces como, sin querer, había empezado lo que algún día sería la peor pesadilla del hanyou…

FIN


Lo que sigue en la historia lo dejo a su imaginación ;) mwahaha Es mi primer Bank/Kag, así que les agradezco mucho sus votos/reviews!