Prefacio.
—Matt, de veras creo que deberías salir un momento... quizás... no lo sé. Hablar con alguien. Con un profesional.
— ¿Aún quedan profesionales con vida?— respondió por primera vez en meses.
Dom se sorprendió mucho de que su amigo contestara después de tanto tiempo más intentó que no lo notara porque no necesitaba aquello.
—Sí. Hay... en... algún lado— tragó. Matt tenía razón, no quedaba nadie en ese Laredo más que ellos dos y una colonia de delincuentes, tenían que irse de inmediato antes de que los cazaran pero con la ciudad vacía, eso no iba a pasar.
—Quizás lo mejor sea irnos— repuso y comenzó a llorar silenciosamente. Como siempre lo hacía.
—Debemos hacerlo— confirmó Dom—. ¿Adónde planeas que vayamos?
—No lo sé— suspiró levemente—. A Canadá. A México. A América.
—Canadá... Canadá ya no existe...
Matt soltó una risa agria. Ni la sombra de su risa escandalosa y siempre viva. Ni la sombra de su armoniosa voz con notas altas de mujer.
—Entonces México. Me gusta ese país de cabrones— dijo cabrones en español chilango.
—México ahora es tierra de nadie.
—Maldito mundo. Por lo menos se acabó la globalización.
—Por lo menos.
Sé que esto no dice mucho. De hecho no dice nada pero es una idea algo inusual que tuve hace un tiempo. Demasiado remordimiento tengo por estarla escribiendo así que por favor, si hay alguien allí, dígame qué opina de mis letras.
Con amor siempre,
Holly.
