-Por supuesto –Escupió entre una mueca irónica y fastidiada –los alfas son la especie más fuerte descubierta hasta ahora –Aceptó guiando a sus labios el delgado cigarrillo –debo suponer entonces que mantienes a tus perros con correa y bozal –Comentó formando una sonrisa en el semblante-

Su compañero dentro de esa insípida sala casi desértica se acomodó mejor sobre la silla en que se encontraba, arreglándose las solapas del traje en un gesto de superioridad.

-Bozal por supuesto, la correa, por otro lado, es inexistente…yo prefiero de sobremanera las jaulas –Dijo apenas unos segundos después, colocando el tobillo de su pierna derecha sobre su rodilla izquierda-

Ambos hombres de aspecto aristócrata y poco modesto soltaron una carcajada ante tan graciosa afirmación.

-La verdad es que no comprendo cómo surgen –Añadió luego el que se hallaba sentado. Sus cabellos eran blancos y finos, arreglados perfectamente hacia atrás –simplemente aparecen uno tras otro…. –Bufó en exasperación infantil –ninguno sirve…

Una risita se escuchó entonces, una socarrona llena de ironía y vergüenza por ellos dos, lástima incluso, ambos llevaron la mirada a la tercera presencia, que reposaba atada de pies y manos con pesados grilletes de plata que le obligaban a posar sus rodillas sobre el piso.

-¿Es en serio? ¿Los alfas? Y dígame, señor ¿Está usted seguro que sus alfas son la casta más fuerte? –Preguntó elevando una ceja en curiosidad –la incompetencia humana es tan profunda que me causa grima –Dijo, como si estuviese hablando con dos retrasados mentales-

Su rostro hermoso delineado por las sombras de sus largos cabellos que caían hasta su nuca, en sus labios rojizos por los golpes se formaba una sonrisa ladina que era enfatizada por el tono violáceo de la comisura de sus labios.

-¿Quién si no? ¿Un Omega? –Frunció ambas cejas, asqueado de la presencia del menor junto a ellos en la reducida oficina. Después de unos segundos suavizó el gesto, elevando una ceja en ironía – ¿Alguien cómo tú?

-Nunca dije eso…, repugnante humano –Apenas decirlo un fuerte golpe impactó contra su mejilla-

El hombre de cabellos plateados le rio un revés doloroso y con saña.

En sus labios el sabor metálico de la sangre bañó su lengua. Frunciendo el ceño con desdén escupió al piso, muy cerca de los costosos zapatos de piel. Su mirada fiera y gélida, buscando traspasar al hombre frente a él.

-Eres un maleducado –Reprochó el que yacía de espectador hasta el momento –tú sí te mereces un collar…

En un gruñido de advertencia se forzó a poner la espalda recta desde su posición de rodillas.

-Tú no eres mejor que ellos –Espetó entonces el hombre más próximo a él, observándole con verdadera repulsión –eres un fenómeno inexplicable…estás defectuoso –Escupió posando su helada mirada encima del aludido pequeño-

Se obligó a mantener los ojos puestos en el humano enfundado en costosas prendas, sintiendo cómo su pecho se llenaba de pánico al verle realizar un gesto demasiado conocido entre sus dedos, que se chasquearon.

-La habitación blanca te espera –Sentenció como castigo –eres un perro malcriado…

La indignación por el sobrenombre pasó a un segundo plano.

Sus ojos de abrían grandes cuando fue obligado a ponerse de pie por dos hombres vestidos en trajes completamente blancos, mascarillas de oxígeno negras cubriéndoles el rostro. Deseó gritar de miedo.

Deseó protestar. Pero no lo hizo, no iba a suplicarles piedad…, fue obligado a caminar a través de los pasillos, sintiendo un nudo en la garganta al llegar a la pesada puerta que ocultaba detrás la habitación blanca. Las luces cegadoras le obligaron a cerrar los ojos, sus piernas tiritaban cuando fue desnudado, sintiendo sobre su piel únicamente una bata de hospital, delgada y fría.

Sus rodillas temblaron cuando el proceso inició.

Oscuridad…

[…]

-Papá… ¡Papá! –Gritó con fuerza un niño que lloraba, aferrado a las piernas de su madre-

Delante de ellos se encontraba derribado el mejor hombre que el niño conociera, descargas de alto voltaje recorriéndole en espasmos violentos el cuerpo.

Su madre le obligó a callar con una sonrisa conciliadora, sus ojos húmedos, llorando de miedo que no deseaba transmitirle a ninguno de sus pequeños hijos.

La colecta no era más que una sucia manera que poseían los altos gobiernos de atrapar a los extraños humanos que surgían con genes desarrollados de tal manera que sus agudos sentidos tentaban la curiosidad científica del aun existente humano promedio.

Nadie se preocupaba por la pérdida de los pertenecientes de castas extrañas, como eran los alfas y omegas.

En esos días, era común intentar disimular y ocultar del mejor modo posible la procedencia de esos escasos casos de pertenencia alfa-omega.

-¡Mamá, mamá! –Chilló con fuerza el pequeño-

Sus apenas notorios once años eran palpables al no poder moverse aun cuando se le fue ordenado correr.

Giró la mirada a todos lados, buscando una señal que iluminase su nublada conciencia, quería huir, pero deseaba proteger a su familia. Tiritaba de miedo y rabia.

Sus grandes ojos repletos de lágrimas dolidas observaban el cuerpo de su padre, que poseía ligeros espasmos por doquier, tembloroso, líquido carmesí corriendo sus labios.

-¡Papá! ¡Papá levántate! ¡Busquemos a mamá! ¡Por favor! –Suplicó antes de ponerse de rodillas frente a él, colocando sus manos pequeñas sobre el pecho del adulto-

Realmente esperaba que se pusiera de pie y le ayudase a correr de nuevo.

Sus labios formaban una línea apretada que dejaba a la vista sus dientes blancos mientras lágrimas calientes corrían su rostro inocente al observar a su padre derrumbado.

[…]

Oscuridad…

Abrió los ojos, temblando sobre la helada camilla de metal, los sonidos traspasaban sus oídos como taladros, no sabía cuánto tiempo había permanecido despierto antes de desvanecerse.

A su lado la bandeja de utensilios quirúrgicos esperaba, pequeñas gotas de sangre adornando las jeringas y catéteres.

Contuvo las ansias de sollozar, había quien le observara y él jamás se mostraría quebrantado. Su orgullo le dictaba elevar el mentón en esos momentos de debilidad.

Su cuerpo entumecido quemaba, sintió una fina línea de sangre corriendo por debajo de su nariz, atreviéndose a tocarla con la punta de sus dedos.

Estaba aterrado y exhausto. Sus ojos se cristalizaron mientras recostaba la cabeza hacia atrás. La luz blanca de la lámpara sobre su rostro le cegaba. Demasiado color blanco para sus sensibles y desarrolladas pupilas. Lo único que lograba mantenerle de pie eran esos sueños infantiles de encontrar lo que su casta tan enardecidamente le prometía.

Una pareja…

Alguien que iba a aceptarle y a salvarle de ese maldito sitio, alguien que iba a cuidarle aunque no se lo pidiera. Cerró los ojos, tragándose el nudo que era su garganta.

Iba a mantenerse con vida, se repitió mentalmente, y a soportarlo todo, añadió después dentro de su cabeza, únicamente para poder llegar a conocer a la persona que él sabía, siempre estaba esperándole.

Porque deseaba sedientamente un abrazo fuerte de esa persona. Fue lo que le obligó a mantener el temple cuando una mujer se acercó sosteniendo en alto una aguja, preparándole para extraer una nueva muestra sanguínea de su brazo derecho.

Enfermeras y científicos le rodeaban, todos buscando algo de su lastimada anatomía. Se sintió desprotegido, urgido a hacerse un tembloroso ovillo. Estaba expuesto con todos esos rostros cubiertos dirigidos a su persona. Cerró con fuerza los ojos, pensando en el momento que todo terminara, soñando que iba a salir de allí…


Hola! Tenía la idea de un Omega!verse rondando mi cabeza desde hace ya mucho tiempo y bueno, he aquí el prólogo de este fic. Espero que les guste, agradecería sus comentarios. Nos vemos en el primer capítulo. oh, y para quienes esperan la continuación de los otros fics, en eso trabajo ;)