Esta historia es mi propia versión de los X-Men y como ya se sabe los derechos pertenecen a Marvel cómics y el derecho de las películas a Fox. Recordad que aunque basado es mi propia versión de esos personajes y sus historias así que leerlo con la mente abierta y dispuestos a disfrutar de ella. Sin nada más que decir aparte de que espero que os guste me despido


El accidente

Un resplandor de energía iluminó el cielo nocturno y un fuerte estruendo estremeció la tierra. Contra todo pronóstico se había levantado una fuerte tormenta que amenazaba al mundo con sus poderosos rayos, que ensordecía los oídos de cualquiera que estuviera cerca para escucharlos, el viento arrecia con una fuerza abismal y la lluvia caía descontroladamente. Era un mal día para volar y eso es precisamente lo que hacia un avión privado en el que viajaba un piloto mayor de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos llamado Christopher Summers. Su familia le acompañaba en lo que pretendía ser un paseo familiar en Jet. Al principio todo marchaba bien, hacia buen tiempo y Christoper había dejado que el piloto automático hiciera su trabajo mientras el tomaba champagne con su esposa, Katherine. Sus pequeños hijos Scott y Alexander, de 10 y 7 años respectivamente, jugaban de manera animosa y regularmente comprobaban asombrados la distancia que les separaba del suelo por una de las ventanillas.

Esa imagen pacifica término cuando escucharon un poderoso estruendo que les hizo temer el peor de los males y sus preocupaciones se hicieron realidad cuando se levanto un gran vendaval que amenazaba con derribar el avión. Inmediatamente Christopher corrió a la cabina del piloto y se puso a los mandos del jet.

Esquivo los rayos y mantuvo el control de la nave pese al fuerte viento y la lluvia que se cernía sobre ellos, tenía que aterrizar lo antes posible, sin embargo estaban lejos de cualquier punto de aterrizaje. Siguió luchando contra los elementos, pero pese a su esfuerzo no pudo evitar que una fuerte sacudida se apoderara del control de la nave, eso solo podía significar una cosa, algo los había golpeado.

Katherine sintió la fuerte sacudida y de milagro no cayó al suelo de bruces, alarmada se apresuro a sentar a los niños en sus asientos y abrocho sus cinturones para que estuvieran seguros. Tras eso entro en la cabina y se sentó en el asiento del copiloto.

—¿Qué sucede, Chris? —pregunta con la preocupación reflejada en su rostro.

—Algo nos a golpeado, no sé si el avión resistirá —dice Christopher completamente concentrado en llevar el avión a buen puerto —ve con los niños, te necesitan.

Katherine asistió mientras se levantaba para recorrer el pasillo hasta llegar hasta los niños que se veían muy nerviosos.

—Mama, ¿Qué ocurre? —pregunto el mayor de ellos con voz temblorosa, no entendía lo que ocurría, porque se había movido todo de esa manera, ni la razón de que se mostraban todos tan alarmados.

—Tranquilos, pequeños —dijo la madre sentándose en el asiento que estaba entre sus dos hijos, cogió sus manos con suavidad para que se sintieran reconfortados —todo saldrá bien.

Pero nada saldría bien, Christopher era un gran piloto y si él tenia problemas para manejar el avión es que pasaba algo muy grave. No tuvo que esperar mucho tiempo para confirmar sus sospechas, pues un espeso humo comenzó a colarse dentro de la nave mientras la temperatura aumentaba, todas las alarmas comenzaron a sonar a toda potencia. Katherine tuvo que respirar hondo para mantener la calma, sabía que si se ponía nerviosa solo asustaría más a sus pequeños.

—Katherine, poneos los paracaídas.

Escucho resonar la voz de su marido desde la cabina, el significado de esas palabras hizo que sus ojos se abrieran de la impresión, era muy peligroso saltar con esta tormenta, si su marido le pedía algo así es que las cosas no podían ir peor. Los niños la miraron muy aterrorizados y ella no pudo hacer más que fingir una sonrisa para intentar tranquilizarlos.

—Tranquilos, todo va a salir bien.

Dijo la madre desabrochándoles el cinturón para luego cogerlos de la mano y hacer que la acompañaran a la parte de atrás. Abrió la zona de los paracaídas pero descubrió horrorizada que no había suficientes.

—Christopher, tenemos un problema… solo hay dos.

El marido ya había dejado el piloto automático en funcionamiento y había llegado hasta ellos pero al escuchar la mala noticia su tez se puso blanquecida y su cuerpo se quedo paralizado. Katherine lo miro a los ojos e intercambiaron una lenta mirada cargada de significado. Ambos sabían lo que significaba eso y solo quedaba una cosa que hacer al respecto. Sin tiempo que perder, Katherine cogió uno de los paracaídas y le coloco el arnés a su hijo Alex, asegurándose de que estuviera bien abrochado. Christopher hizo lo propio con Scott. Pronto los dos pequeños estuvieron preparados para dar el salto.

—¿Solo dos paracaídas? Y vosotros que haréis?

Pregunta Scott consternado, con los ojos llorosos. Su hermano Alex había roto en llanto. El humo se empezaba a extender por todo el jet. El padre clavo una rodilla en el suelo para quedar a la misma altura que Scott. Le coloco una mano en el hombro y lo miro a los ojos.

—Scott, cálmate, no te preocupes por nosotros, no nos pasará nada.

Dijo el padre con voz que fingía serenidad aunque en su interior estuviera temblando. Kattherine abraza a Alexander dejando que apoyara la cabeza en su regazo. La madre acariciaba la cabeza de su hijo en un intento de calmarlo.

—Tranquilo, pequeño, todo saldrá bien. —Dijo Katherine con voz temblorosa.

—Eso no es cierto, padre.

Repuso Scott con las lágrimas empezando a resbalarle las lágrimas por las mejillas, con un susurro musitado que apenas era audible sobre el ruido de los truenos. Christopher tuvo que esforzarse para poder escucharlo.

—Sabes lo que tienes que hacer ¿verdad?, ¿recuerdas lo que te explicamos?

Scott había ido varias a visitar a su padre en el trabajo y en una ocasión había llegado a volar en uno de los aviones. Ahí fue cuando le explicaron cómo se utilizaban los paracaídas y como debía hacerse un aterrizaje de emergencia.

—¡No me iré sin vosotros! —respondió Scott con una vehemencia provocada por la tensión y el temor que sentía.

—¡Scott! Tu hermano, tienes que cuidar de él. Debéis cuidaros mutuamente, nunca os separéis pase lo que pase.

Dijo Christopher con una voz triste pero serena. Las lágrimas de Scott cayeron por sus mejillas sin que este fuera capaz de controlarlas.

—Pero papá….

—Nada de peros. Prométeme que cuidaras de tu hermano —dice el padre ocultando su propio miedo para no asustar a su hijo —Prométeme que seréis responsables y cuidaréis el uno del otro.

Scott no decía nada, solo se quedaba mirando a su padre. Estaba completamente en shock y sus lágrimas se desbordaban como cataratas.

— Prométemelo.

Exigió el padre con vehemencia haciendo que Scott asistiera con la cabeza, completamente afligido.

—Te lo prometo.

Contesta Scott con su suave voz quebrada por el llanto. No puede evitarlo y se lanza en brazos de su padre. Llorando descontroladamente. Su padre lo abraza con fuerza y agacha la cabeza con pesar. Varias lágrimas emergen de sus ojos.

—Scott… recuerda que siempre te queremos, pase lo que pase. Siempre estaremos contigo.

Dice el padre con voz llorosa. El humo se abre paso por el avión hasta que inunda todo haciendo en él una atmósfera insoportable. Parecía que se iban a asfixiar. El humo reavivo la decisión de Christopher. Se levanto y con paso lento, por lo mucho que le pesaba avanzar, se acerco a la compuerta de avión. Coloco sus manos en la barra de la compuerta, asiéndola con fuerza. Con un chirrido metálico se abrió la puerta. Desde el hueco que había dejado la puerta pudieron ver el cielo nocturno que a veces se iluminaba debido a un resplandor a lo lejos. La madre levanto los ojos de su pequeño y la fijo en el cielo con la mirada perdida. Emitió un profundo suspiro. La madre se acerco a la puerta arrastrado a su hijo con suavidad. Scott los miro a todos con indecisión en su rostro. Se acerco al marco de la puerta. Su madre coloco a Alex justo a su lado.

Al estar al borde Scott pudo sentir el viento frió golpeando su cara. Comenzó a temblar tiritando. Al mirar hacia bajo sintió un profundo mareo. El vértigo haciendo acopio de él. Había una gran distancia desde el avión hasta él suelo. Todo se veía muy pequeño cómo si fuera una maqueta de juguete, la pintura de color verde era un prado, la mancha azul un lago, mientras las líneas de color gris, rectas o curvas, eran carreteras. También había zonas donde había un montón de figuras rectangulares con puntitos brillantes, sin duda ciudades.

Scott le dio un vuelco el corazón al pensar que tenía que tirarse al vació. Temblando, retrocedió unos pasos, apartándose del borde mientras miraba hacia abajo.

—¡No… no puedo hacerlo!

Exclamo Scott con voz temblorosa, en un gemido apenas audible. Katherine se acerco a su hijo y le acaricio la mejilla, con un suave movimiento de su mano. La madre se arrodilla para quedar a la altura de su hijo.

—Scott, tranquilo, puedes hacerlo.

Dice la madre, con tono cariñoso. Scott la miro con los ojos inundados de lágrimas. Scott se lanza a los brazos de su madre. Su madre lo rodea con sus brazos amorosos. Scott llora desconsolado. A pocos pasos de ellos Christopher consolaba a su hijo pequeño.

—Cuídate mucho, hijo.

Dijo la madre con voz temblorosa y triste. Se sentía muy mal por separarse de sus hijos, por dejarlos solos. Pero intentaba hacerse la fuerte pues no había otra salida. Katherine miro a su hijo a los ojos.

—Y cuida de Alex.

Scott quiso decir algo, pero tenía la boca. Asistió con firmeza. Caminando de manera erguida e hinchando el pecho Scott camino hacia la puerta de la nave. Su hermano se posiciono a su lado. Alex temblaba de los pies a la cabeza. Scott le paso un brazo por los hombros para reconfortarlo.

Había llegado el momento, ahora darían su salto al abismo. Scott respiro hondo para darse fuerzas. Pero cuando iba a saltar descubrió que su cuerpo estaba paralizado debido al terror. No podía saltar.

Por suerte no tuvo que hacerlo. Sintió como una mano le presionaba la espalda y le empujaba hacia delante. Cuando quiso darse cuenta Scott caía a gran velocidad. Sentía el viento golpeándolo en la cara. Cómo el suelo se iba a acercando más y más. Los oídos le pitaban por el rápido movimiento. Pero opacado por las circunstancias, escucho un fuerte llanto. Giro la cabeza y vio a su hermano pequeño cayendo a su lado. Ahí comprendió que no podía quedarse paralizado, tenía que reaccionar. Rodeo la espalda de su hermano con el brazo, para acercarlo más y tranquilizarlo. Con el brazo libre tiro de la anilla del paracaídas de su hermano. Scott tira de la anilla y el paracaídas de Alex se llena de aire y se infla como un globo. La caída de Alexander se detiene de manera abrupta, con un fuerte tirón. Inmediatamente Alex se elevo, siendo arrastrado por su paracaídas.

Sin tiempo que perder, Scott tiro de su propia anilla y también se elevo. Los paracaídas no se elevaron mucho. Después del abrupto tirón, la gravedad hizo su trabajo. Scott comenzó a descender con suavidad. Scott se tranquilizo un poco. Parecía que estaba en una atracción del parque de atracciones, una de esas de vértigo que tanto le gustaban. Aunque había algo que rompía esa fantasía, el viento no dejaba de zarandearlo con brusquedad, la lluvia lo empapaba hasta los huesos y los relámpagos caían a su alrededor al son de unos fuertes truenos. Los hermanos trataron de acercarse el uno al otro, pero el viento los separaba cada vez más y los dejaba solos ante la tormenta. Scott sintió un desgarro por encima de su cabeza y al levantar la vista observo como las cuerdas se están deshilando y ahora se estaban convirtiendo en pequeños hilos que no resistirían. Con el rugido de un trueno las cuerdas terminaron por ceder. Scott sintió como su cuerpo se movía a una gran velocidad, haciendo que sus tripas se revolvieran y su visión se volviera borrosa debido al vértigo. Scott sintió como lo invadía el pánico, trato de gritar pero cualquier sonido que saliera de su boca era rápidamente reducido por el ruido del viento y la fuerza de los truenos. Scott trato de girar su vista hacia Alex pero él ya no se encontraba a su lado. En ese momento se sintió mas solo y asustado que nunca. El suelo se acercaba cada vez más al son de su corazón desbocado, que latía a altas velocidades cómo si fuera el motor de un barco. Pero no fue lo único que sintió pues un intenso calor le recorrió desde la sien hasta la punta de los pies, haciendo que sintiera como si de un momento se fuera a cocer. Tan intenso era ese calor, tan grande era la ansiedad que le provocaba que Scott tuvo que soltar un fuerte alarido que apenas se escucho sobre los ruidos de la noche. Para asombro del muchacho el calor se desprendió de su cuerpo a través de dos haz de luz rojiza que salieron disparadas de sus ojos con la fuerza de un torrente de energía que fueron creciendo y creciendo hasta incidir sobre el suelo a numerosos metros del chico. Scott sintió una fuerte sacudida cuando sintió los haz de luz chocando contra la Tierra y la fuerte presión de los rayos reteniendo su caída. Poco a poco la velocidad se fue reduciendo gracias a los rayos de energía pero Scott se sentía más y más agotado a medida que se acercaba al suelo. Cuando ya apenas le quedaban unos cuantos metros para llegar a tierra Scott sintió como las pocas fuerzas que le quedaban se desvanecieron por completo y entonces los rayos rojos se desvanecieron en el aire. La caída recobro su velocidad normal y Scott pudo ver cómo el suelo de piedra estaba cada vez mas cerca, después todo se puso negro.

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Unos cuantos años después, un chico abría abruptamente los ojos mientras se sentaba en la cama como movido por un resorte. El chico era joven, entre unos dieciséis o diecisiete años, tenia el pelo negro y los ojos marrones, sin embargo su mirada estaba oculta por unas gafas de cristales rojos de grueso espesor. El adolescente temblaba violentamente, envuelto en sudor. Agacho la cabeza respirando agitadamente mientras se pasaba una mano por su espeso cabello negro. Realizo una serie de inspiraciones lentas y profundas intentando tranquilizarse. Había vuelto a tener la misma pesadilla, aquel terrible momento en que había perdido a toda su familia y su vida había cambiado para siempre. Ahora los recuerdos lo acosaban como una pesada losa que le oprimía la respiración. Daba igual lo que hiciera o lo mucho que lo intentara jamás volvería a ser el mismo que era antes y aunque había pasado por unos cuantos lugares jamás encontraría un lugar que remplazara al que perdió hace tanto tiempo atrás como tampoco podría quitarse nunca esas gafas de cuarzo rojo.