Disclaimer: PokeSpecial no me pertenece, son propiedad de Hidenori Kusaka. InuYasha es propiedad de Rumiko Takahashi.
Advertencias: Spoilers.
Notas iniciales de capítulo: Ejem... Hola, bueno, he estado trabajando un tiempo en este crossover que es una participación para el foro de DexHolders del Prof Oak. Este es un long-fic que debo entregar terminado hasta el 30, así que... no habrán notas finales de capítulo ya que subiré seguidos los capítulos hoy y mañana, ¡espero les guste!
Capítulo I
Dialga contra Palkia
.
[***]
[Japón; a las afueras de la aldea]
[10:38]
.
Los dedos de la sacerdotisa rozaron la madera gastada del viejo pozo. No se arrepentía de su elección, para nada, sin embargo eso no evitaba que sintiese nostalgia, realmente extrañaba a su familia, a sus amigas, su vida e incluso la modernidad (y su cama). Un suave viento removió sus cabellos, sintió la brisa en su cara y con una sonrisa miró hacia atrás.
Ahí estaba su esposo, mirándole preocupado y con la seriedad que pocas veces mostraba.
—Kagome...
Ella le tomó la mano con alegría. —Ya Sango habrá terminado los preparativos, volvamos.
Claramente el hanyō quería replicar acerca del sutil cambio de tema de Kagome, no hablaba demasiado con ella sobre si se sentía a gusto viviendo en una época que no era suya, separada de todos sus conocidos y seres amados. En parte, aquella charla siempre se veía interrumpida o sencillamente no se daba la oportunidad, puede que era también su culpa que las oportunidades no se diesen. Quizá, le daba miedo conocer la tristeza que Kagome ocultaba tras enojos y sonrisas.
—InuYasha... —le miró—. ¿Estás bien?
—Ah... —se puso nervioso, lo había tomado desprevenido—. Sí —mintió mirando a otro lado incómodo.
Kagome tenía algo especial, conocía a InuYasha lo suficiente como para saber que le pasaba con un desvío de su mirada. Así que le sonrió—. Te quiero mucho, ¿sabes?
El chico no tardó en colorarse, causando gracia en su esposa. Se cruzó de brazos nervioso y trató de recuperar una pequeña parte de su orgullo—. Keh, ya lo sé.
Y no era mentira, Kagome en serio amaba a InuYasha, y si había algo más reconfortante que su cama, era la cálida espalda del hanyō.
.
[***]
[Johto; Encinar]
[10:38]
.
Silencio, Gold estaba sentado en una roca observando como la chica de cabello azulado callada buscaba en la hierba alta, examinaba la zona, miraba a todos lados atenta, incluso a las ramas de los árboles, hacía ya rato que estaban de esa forma.
—¿Hasta cuándo estaremos aquí, Crys? —preguntó finalmente.
No le contesto, pero Gold no necesitaba una respuesta para saber lo que diría. «Hasta que encontremos a Celebi». Esa fue la misión que les encomendó el profesor Oak, ¿para qué? Eso sólo lo sabía Crystal, Gold estaba completamente ignorante de lo que necesitaban del Pokémon viajero del tiempo.
Sin embargo, ahí estaba, no había preguntado para que necesitaban a Celebi, se había limitado a acompañar a la testaruda de Crystal que se negaba a irse hasta encontrarlo.
—¿Ya intentaste con la Pokédex?
La chica le miró con una ceja enarcada, la respuesta era obvia pero no estaba de humor para el sarcasmo, se limitó a responder irritada.
—Sí Gold, ya lo intenté.
—¿Y qué dice?
—Sólo me señala el Encinar. Nada específico— Miró preocupada su Pokédex—. Algo está interfiriendo con las señales.
—Y que lo digas. Mi radio no funciona y el Pokégear tampoco —refunfuño el azabache, ella lo ignoro y continuó con su trabajo—. Crys...
No pasaban cinco minutos y ya la estaba llamando de nuevo, se pasó una mano por el cabello mientras Mega suspiraba cansado. —¿Qué pasa Gold?
—Tengo hambre.
—Pues ve a comer algo, no estamos lejos de ciudad Iris.
—No te puedo dejar sola —medito un poco y sonrió ante su propia idea—. ¿Y si me das tu almuerzo?
Crystal se mostró claramente indignada—. ¿Por qué no trajiste el tuyo?
—Se me quedó en casa —se encogió de hombros y la miró con una sonrisa esperando la respuesta.
Claro que no había mucho que pensar, Crystal estaba a punto de colapsar su tolerancia y eso era lo menos que debía perder en ese momento. Inhaló, exhaló y tomó su mochila mientras se la entregaba al criador.
—Toma.
—Eres la mejor —le alagó el muchacho buscando codiciosamente entre las cosas de la chica.
Crystal suspiró rodando los ojos, debía ser paciente, debía terminar su trabajo y no podía perder su cordura ahí con ese idiota. Se reservó las reprimendas que tenía preparadas y continuó con la búsqueda. A la próxima llamaría a Silver o a Sapphire para que le ayudasen.
.
[***]
[Japón; prado]
[11:16]
.
Las meriendas siempre eran alegres, en especial por dos pequeñas gemelas curiosas, un kitsune burlesco y las orejas de InuYasha. Sango de vez en cuando reprimía a sus hijas cuando tomaban las orejas de su amigo, y los dos minutos ellas volvían a jugar con él, por supuesto Shippo se burlaba alegremente del hanyō.
—¡Basta ya! —gritó InuYasha agarrando a las gemelas por el kimono y lanzándolas contra Shippo.
—¡InuYasha! —grito Sango enfurecida por el trato contra sus hijas. Afortunadamente, fue lo suficientemente delicado como para sólo lastimar al niño kitsune.
—¡Ay! ¡Eres un bruto! —exclamó Shippo debajo de las niñas, adolorido y aplastado.
—¡Shippo! —Rieron las dos pequeñas jalando de las mejillas al niño.
—Tsk. Te lo mereces, enano —pero se congeló instantáneamente al sentir una mirada gélida sobre sí. Kagome y Sango no se encontraban muy de acuerdo con el hanyō.
—¡Abajo! —tan temidas palabras que había intentado evitar. Con un fuerte jalón, término con la cabeza en el suelo—. ¿Es así como tratas a unos niños indefensos?
Mientras InuYasha trataba sacar su cabeza del suelo, Sango socorría a Shippo que estaba siendo asesinado por sus dos adorables hijas. Cuando por fin se separaron del zorrito, corrieron a comer los sándwiches que su madre había preparado para esa ocasión, claramente Kagome le había enseñado a hacerlos.
—Es culpa de esos niños del demonio... —se quejó el peli-plateado una vez libre. Aunque fue callado esta vez por Sango enojada y las niñas cruzando los brazos detrás de esta—. E-eh... Quise decir...
—¡Señorita Kagome! ¡Señorita Sango! —salvado por la campana.
Todos observaron a Rin, que, sonriente y con un kimono nuevo, corría hacia ellos acompañada por el monje Miroku, que sostenía a su hijo menor en brazos y por Ah-Un, el dragón de dos cabezas.
—Hola Rin, lindo kimono —saludó Sango sonriente—. ¿Sesshomaru no viene a saludar?
—No —negó aun entusiasta—, el amo Sesshomaru dijo que había algo que tenía que hacer. ¡Pero dejó a Ah-Un! —el dragón rugió en forma de saludo, sentándose detrás de la pequeña.
—¡Ah!
—¡Un!
Las niñas dejaron la comida rápidamente, ignorando a Shippo y a InuYasha, después de todo, un dragón de dos cabezas era mejor que un niño kitsune y un hombre mitad perro. Éste, acostumbrado a los niños (Rin), dejó que las gemelas subieran a su lomo y jugaran en sus cabezas, teniendo cuidado de que no cayesen.
—Y al señor Jaken —terminó la niña con su típica sonrisa radiante.
No es como si el pequeño demonio les desagradara a todos, bueno, tal vez, pero en específico a las gemelas, que chillaban siempre de lo feo que era, Rin lo defendía y éste siempre terminaba indignado lanzando maldiciones a diestra y siniestra.
—¿Y dónde está? —preguntó Kagome curiosa.
—El pequeño sirviente de Sesshomaru ha decidido quedarse en la aldea, acompañando a la anciana Kaede —informó el monje sentándose al lado de su esposa con una sonrisa tranquila, Sango tomó al bebé en brazos—. No deseaba ser partícipe de esta merienda familiar.
—Keh, ni lo queríamos aquí —dijo InuYasha con altanería—. Solo sería un estorbo.
—¡Es feo! —exclamó una de las niñas.
—¡Y verde!
—Pero el señor Jaken es muy amable —puntualizó Rin buscando defender a su amigo, como siempre.
Ninguno se atrevió a decir nada, no querían contradecirla, pero solo por amabilidad. InuYasha miró a Kagome de reojo, se había quedado callada de repente y ni se molestaba en defender los ideales de Rin como casi siempre hacía, solo miraba al bosque, sin decir palabra alguna.
—¿Kagome?
Ella se quedó inmóvil un momento, luego, parpadeó un par de veces y miró a InuYasha desconcertada—. ¿Qué ocurre?
El hanyō frunció el ceño inconforme, claramente preocupado—. ¿Estás bien?
Kagome meditó un poco la respuesta, miró al cielo preocupada, pero aun así, logró volver la vista a su esposo y sonreír—. Sí, sólo es un presentimiento, nada más.
InuYasha pensaba insistir, pero, en ese momento una roca golpeó su cabeza. Enojado, miró a los que se encontraban a sus espaldas, toda la escena se congeló. Rin estaba parada encarando a las gemelas, ambas, estaban abrazadas a cada cabeza de Ah-Un, Shippo estaba en el suelo disfrutando de un sándwich y Sango se congeló en mitad de reprimenda al monje.
No hizo falta una pregunta, las niñas señalaron inmediatamente a Shippo.
—¡¿Qué?! —exclamó aterrado el zorrito, sin enterarse de nada más que la mirada asesina del hanyō sobre él.
—Shippo, pequeño engendro…
—¡Abajo! —un sonido sordo, Kagome resopló ante el quejido de su esposo—. No puedes estar ni un segundo tranquilo.
Las gemelas miraron a Kagome y rieron alegremente, mientras Rin miraba preocupada a InuYasha, aunque esa era una escena común, no evitaba que se viese doloroso como el chico estrellaba violentamente su rostro contra el suelo.
—¡La tía Kagome es la mejor! —exclamaron las niñas, el bebé en brazos de Sango saltó un chillido de alegría también.
—Kagome… —se quejó InuYasha desde la tierra.
Shippo se mofó de él mientras la aludida lo ignoraba. ¿Qué había hecho para merecerse eso?
.
[***]
.
Allá en la línea del tiempo, donde nadie es capaz de cruzar. Dialga observaba todo su mundo con tranquilidad, nada se veía alterado, por lo menos no en su parte del universo, ya que hubo varias interferencias temporales hace tres años, nueve meses, seis días. Pero eso no incumbía al mundo de los Pokémon.
Pero, había algo que le inquietaba, Celebi, no le había visto por allí, como si le estuviese huyendo. La verdad, no estaba enojado con el Pokémon viajero por alterar el futuro de aquellos jóvenes Dex Holders de Hoenn, es más, había hecho lo correcto, eso no significaba que un permiso hubiese sobrado, pero en fin, el tema ahí es que Celebi no tenía por qué temer de seguir viajando por el tiempo. Tenía total libertad de hacerlo, sin embargo, ¿por qué no había emigrado ya?
Estaba desaparecido.
Podría preguntarle a Mew si sabía dónde estaba, después de todo, ambos tenían una estrecha relación. Aunque no podía dejar su frontera, si llegaba a pisar por accidente la frontera del espacio, una nueva pelea se formaría y no había ningún Enfatizador en los límites del espacio-tiempo.
Quizá… solamente tenía que esperar a que Celebi llegase a viajar de nuevo, generalmente, lo hacía en los festivales en su honor. Y no estaban muy lejos ya.
.
[***]
[Johto; Ciudad Iris]
[12:54]
.
Gold se sentía orgulloso de sí mismo, había convencido a Crystal por fin de dejar su aburrido y agotador trabajo para comer algo. Claro que al final la muchacha le reprendió como había deseado hacerlo hace ya rato, después de todo, Gold lanzó su almuerzo a los Caterpie que por allí pasaban. No le gustaba la ensalada.
—Eres sádica súper seria —negó el azabache mirando el menú—. Tu inicial tipo planta y almuerzas ensalada.
—Eran comestibles —dijo la chica claramente enojada, no había dormido bien en los últimos días, su Pokédex no funcionaba y la única ayuda de trabajo que tenía era Gold. Claro, quería al chico, era un gran amigo, pero también era un dolor en el trasero cuando se lo proponía—. Pide de comer algo ya, por favor.
—Oye…
—Gold, cállate —se masajeó la frente, estaba mareada, había madrugado después de una noche en vela y ni alcanzó a desayunar, completando la pérdida de su almuerzo que tal vez no le habría llenado.
Sintió pena por ella, sabía lo mucho que se esforzaba Crystal, como para que le pagasen con más trabajo, claro que el azabache era ignorante de los dolores y frustraciones que causaba en su amiga. Ahora que lo pensaba, quizá debió comprar algún energizante para la muchacha o alguna medicina para subir sus defensas, si se desmayaba en mitad de calle, fijo lo culpaban a él.
—¡Crys!
La expresión de la peli-azul cambió inmediatamente, aunque aún sufría de migraña, sonrió al escuchar la voz del pequeño chico que se acercaba corriendo con alegría, acompañado por su Sceptile. Gold hizo una mueca al verlo.
—¿Tú lo invitaste?
—Sé amable —le ordenó la muchacha mostrándose seria, cuando el rubio llegó hasta ellos, se acercó sonriente a Crystal—. ¡Emerald! ¿Qué tal tu viaje?
—Hola chico raro —saludó Gold con una mano.
Pero el rubio ni caso le hizo, solo miró a Crystal entusiasmado por verla de nuevo. El chico le contó todo sobre el barco en el que viajó, tomó asiento, pidió un almuerzo y empezó a hablar de todo lo que no había podido conversar con la chica. Gold, les miraba enojado, ¡lo habían hecho a un lado! Incluso mientras comían, no se habían dignado a incluirlo en la charla.
—Ya vengo —dijo la muchacha levantándose, posiblemente iba al baño.
Gold y Emerald quedaron solos, el más chico ni siquiera lo miró, ignorando su presencia, cosa que al azabache no le gustó nada.
—Hey, chico raro —Emerald le miró molesto por el apodo—. ¿Para qué te llamó Crys?
—Para que le ayude en su investigación —respondió molesto—. Ya que alguien no se ha dignado a ayudarle.
—¡Eh! ¡Que sí le he estado ayudando!
—¡Se ve demacrada! Apuesto a que ha hecho todo el trabajo sola mientras tú holgazaneabas.
Gold soltó una carcajada. —¡Pf! Si yo le he ayudado un montón a Crys mientras tú no estabas, chico raro —mentira—. Ni siquiera sé por qué te llamó.
La discusión iba a continuar, hasta que exclamaciones de alerta se escucharon dentro del restaurante. Ambos, corrieron dentro a ver de qué se trataba, ahí, había un hombre sosteniendo a Crystal que yacía inconsciente.
.
—Solo fue un pequeño bajón, Rald —rió Crystal con ternura—. Estoy bien, en un momento volvemos a Encinar.
—Nada de eso, jovencita —reprimió su madre, dejando su usual tono infantil, mostrándose más seria—, ya sabía yo que tanto trabajo te iba a matar algún día. Debes descansar.
La chica rodó los ojos, estaba a punto de levantarse de la cama, no obstante, la adulta la obligó a recostarse de nuevo, Emerald estaba a su lado preocupado y Gold estaba en el otro extremo de la habitación.
—Mamá, tengo que…
—¡Suficiente! Nada más de responsabilidades por hoy —ordenó la rubia cruzándose de brazos—. Además, si tanto te preocupa tu trabajo, ¿por qué no usas tus encantos femeninos para hacer que estos chicos hagan el trabajo por ti?
—¿Encantos femeninos? —Emerald se mostró consternado.
—Eso no suena nada mal —apoyó Gold animándose.
—¡No! —Exclamó la adolescente sonrojándose por las palabras atrevidas de su mamá.
Y así continuó la discusión, Crystal trataba convencer a su madre para dejarle volver al trabajo, pero la adulta estaba recia a dejarla, su hija podría desvanecerse en cualquier segundo por tanta carga sobre sus hombros. No pensando quedarse quieta, Crystal trató de ponerse en pie, ahí sus piernas le fallaron, se hubiese caído al suelo de no ser porque la adulta la atrapó a tiempo.
—Crys, no más —dijo seria, cosa que se veía pocas veces en ella—. Descansarás el resto del día y mañana también, no hay discusiones.
No podía desobedecerla cuando hablaba de manera tan firme. Suspiró recostándose en la almohada con desdén, a su madre, no le encantaba ser estricta, sin embargo, prefería ser seria a dejar que su hija se lastimase.
—Te traeré algo de beber.
Cuando se fue, la chica soltó un suspiro, buscó los ojos verdes de su kōhai y le sonrió arrepentida.
—Lo siento, Rald, no podremos ir hoy al Encinar…
—Ni mañana —recordó las palabras de la mujer con cansancio. Después, le sonrió—. No hay problema Crys, solo descansa.
—Sí, descansa por hoy —asintió Gold ganándose la atención de ambos—. Que nosotros haremos el trabajo por ti.
Crystal abrió los ojos sorprendida, Emerald se mostraba confuso, pero apoyo la idea de Gold, debía aprovechar para ayudar a Crystal en lo que pudiese.
—¿Están seguros? —Preguntó ligeramente desconfiada y preocupada de sobra.
—¡Claro! Puede que encontremos a Celebi más rápido con la ayuda del chico raro —afirmó Gold apoyándose en la cabeza del chico, éste lo quitó con el ceño fruncido.
—Adelantaremos trabajo —afirmó Emerald sonriéndole a su sempai, alejándose del mocoso de Gold.
La chica les miró incrédula, finalmente, sonrió. Estaba realmente agradecida por la ayuda que sus dos buenos amigos le brindaban, sabía que podía contar con ellos, e incluso, podía que encontraran a Celebi más rápido que ella… bueno, quizá no, pero por lo menos podía confiar en que Emerald haría todo lo posible.
—Gracias —su sonrisa expresaba claramente su agradecimiento—, cuídense, por favor.
—Lo haremos.
—¡Cuenta con nosotros! —Gold le sonrió de medio lado y Emerald de manera amable.
Quizá, si podía descansar ese día.
.
[***]
.
Celebi estaba huyendo. No sabía cómo había terminado en la frontera del espacio, ¡si sabía perfectamente cuál era la del tiempo! Pero no es lo que crees, Celebi no huía de Palkia, huía de una sombra, enorme y de sonrisa torcida. Trató de huir, voló con todas sus fuerzas, incluso, le atacó. Pero la sombra terminó engulléndolo.
Palkia no pudo hacer nada, ¿qué se podía hacer contra una sombra? La última vez que habían peleado con una, fue Darkrai y fue un oponente muy digno. Pero esta, fue una sombra literal, cada ataque la traspasaba y no entendía cómo logró llegar hasta la frontera del espacio.
Pero de algo estaba seguro. Dialga se enojaría demasiado, Celebi era de las pocas compañías que tenía, por consecuencia, le tenía gran afecto. ¿Cómo le explicaría que se lo tragó una sombra que vino de otro universo?
Debía decírselo, comunicárselo, por más que le desagradara la idea de verlo. Pero esta vez, iría en son de paz, no necesitaba ninguna ridícula pelea para comunicar una trágica noticia.
.
Dialga efectuó Distorsión. ¡Estaba furioso! ¡¿Cómo que Celebi había sido engullido por las tinieblas?! Palkia retrocedió, tardó unos segundos en recuperarse para luego atacar a Dialga.
Siempre era así, no había otra forma. Intentó comunicarle de manera civilizada la pérdida, pero éste se lanzó como un salvaje en su contra. Probablemente Giratina estaba observándolos, disfrutando del show. Cómo se intentaban matar otra vez, pero, ahora la pelea no se efectuaba en la línea tiempo-espacio, sino, en todos los universos a los que ellos podían acceder. Épocas, lugares, dimensiones, mundos paralelos, les daba igual, esta vez, era personal la lucha.
Dialga estaba furioso, Palkia indignado. Chocaron más de una vez, en el cielo de varios mundos fueron visibles, asombrando a aquellos que les veían, incluso asustándolos y poniéndolos alerta… Como era el caso de este universo en particular.
.
[***]
[Japón; aldea de la anciana Kaede]
[19:34]
.
La hora de la cena, Kagome siempre disfrutaba un buen guiso nocturno con la anciana Kaede después de un día lleno de trabajo. InuYasha les acompañaba, solo eran ellos tres, esa se convirtió en una costumbre de casi todos los días, los tres se reunían en la choza de la sacerdotisa más anciana a disfrutar de la compañía entre ellos, a veces, la anciana y Kagome hablaban de cosas que InuYasha no entendía, otras, InuYasha y Kaede eran los únicos que se enteraban, pero casi siempre las charlas eran amenas.
Pero también había noches en las que los tres tenían que actuar.
—¡Señor InuYasha! —Gritó Rin entrando apresurada a la choza.
Ellos esperaban que la niña hablase de una invasión de demonios, de algún monstruo atacando desde el bosque, como generalmente ocurría, sin embargo, la cara espantada de la niña les hizo temer lo peor.
—¡¿Qué sucedió?! —Preguntó el hanyō apresurado mientras agarraba a Tessaiga.
—S-son… —no parecía segura—. Enormes.
Kagome tomó su arco y el carcaj de flechas, Kaede le imitó mientras salían tras InuYasha.
La sacerdotisa se desconcertó al ver al peli-plateado fuera mirando el cielo espantado, Sango y Miroku le imitaban, ambos estaban vestidos para la batalla, miró a la anciana Kaede, ella imitaba a los otros tres, como casi todos los aldeanos que no corrían a refugiarse. Entonces, Kagome dirigió su mirada también al cielo, lo que vio la dejó anonadada, sus piernas temblaron e involuntariamente dejó caer el arco al suelo.
En el cielo, dos enormes titanes, uno de color rosa y otro de color azul se miraban desafiantes; y encima y alrededor de ellos, un portal parecido al que Meidou Zangetsuha hacía, con constelaciones dentro. Ambos abrieron sus bocas, unas esferas de sus respectivos colores aparecieron, InuYasha aún estaba en shock, pero bastó ver las intenciones de las enormes bestias para salir del trance y gritar a todos.
—¡Cúbranse! —Abrazó a Kagome al mismo tiempo que las esferas chocaron, creando una onda que destruyó varias de las chozas de la aldea.
Los que estaban fuera de las casas rodaron por el suelo, los que estaban dentro, consiguieron mantenerse quietos, aunque, ahora sin techo no había demasiado que pudiesen hacer para protegerse de un segundo ataque.
—¡Kagome! ¡¿Estás bien?! ¡Kagome! —Escuchó la voz de InuYasha, pero ella estaba perdida, observando cómo el paisaje que estaba frente suyo cambiaba.
El bosque que limitaba a la aldea, empezó a distorsionarse, mostrando algunos árboles que no eran de ese lugar, lo supo, ese era otro bosque. InuYasha pareció percatarse de ello también pero había otras prioridades en ese momento más importantes que aquellos árboles.
—¡Sango! ¡Miroku! ¡Saquen a todos de aquí! —Ordenó.
Rin ya estaba montada sobre Ah-Un, con Jaken, las gemelas y el bebé, volando lejos de la aldea. Los demás, corrían tratando de huir, la anciana Kaede mantenía el orden en cierto punto, pero se perdían cada vez que un ataque nuevo llegaba.
Kagome se dio cuenta de que no los estaban atacando a ellos, esos dos titanes se atacaban entre sí y lo que los afectaba, eran las hondas de los impactos que tenían. No reaccionó hasta que InuYasha la obligó a subirse a su espalda. Todos los aldeanos estaban a caballo y huían lo más rápido que podían. No eran rivales para esos enormes demonios.
—¡Joder! —Gritó InuYasha al ver cómo un ataque que esquivó el youkai azul impactaba contra el puente que daba vía libre para salir de la aldea. Dejándolos solo a ellos.
—¡InuYasha! ¡Kagome! ¡Aguanten, Rin ya volverá con Ah-Un! —Gritó Sango desesperada.
El hanyō miró de reojo la batalla, otro ataque. —¡No tenemos tiempo! —Exclamó al borde del colapso. No le importaba lo que le pasara, pero Kagome estaba ahí y no podía permitir que algo le ocurriese. La iba a proteger a toda costa.
—¡¿Qué haces?! —Exclamó la azabache espantada al ver cómo su esposo corría hacia el bosque—. ¡No pensarás tomar el atajo…!
—No hay otra opción —dijo el oji-ámbar perdiéndose entre los árboles desconocidos.
—¡InuYasha! ¡Este no es nuestro bosque! —Gritó Kagome tratando de hacerle entrar en razón.
—¡Cállate! —Le ordenó desesperado sin detenerse, se alejaban de los titanes cada vez más—. ¡Te sacaré de aquí!
Kagome lo sabía, con InuYasha estaba totalmente segura, pero la situación era desesperada y la estaba tensando. ¿Cómo estarían todos? ¿Habrían logrado escapar? Afortunadamente Shippo se había ido a sus entrenamientos esa tarde… Entonces abrió los ojos.
—InuYasha… ¡InuYasha, detente!
Éste obedeció, paró en seco, los titanes estaban muy lejos ya. Iba a cuestionarle a Kagome el por qué le había ordenado parar de manera tan repentina. Pero todo se aclaró cuando vio frente a él una creatura que jamás había visto antes, era grande, casi de su misma altura, parecía un oso o una comadreja gigante. De parte frontal amarilla, de parte trasera azul, les miraba curioso y a la defensiva, como si esperara que ellos hiciesen algo o que alguien llegase ahí.
—¿Qué es eso? —Preguntó Kagome en un susurro. No se parecía a ninguno de los demonios que había visto en su vida.
InuYasha llevó su mano hasta Tessaiga, esperando lo peor. Hubo silencio, hasta que de la nada, una voz los alertó a todos.
—¡Explotaro! ¿Lo encontraste? —Un chico de cabello azabache alborotado, una gorra, algo parecido a unos lentes en su cabeza, vestido de rojo y negro, además de tener un palo en la mano, apareció con una sonrisa emocionada, que se borró automáticamente al ver a InuYasha y a Kagome ahí.
Solo hubo silencio.
.
[***]
[Johto; Encinar]
[19:30]
.
Horas. Literalmente no habían dejado de buscar por horas. Según la Pokédex Celebi estaba en el Encinar, pero nada, no había ni un solo rastro de él. Incluso había buscado la ayuda de Pitaro, sin embargo, no habían conseguido demasiado.
—Vámonos ya —dijo el azabache mirando al cielo, las estrellas brillaban y los Hoothoot empezaban a cantar—. No lo encontraremos tan tarde.
—¡Eso es porque perdiste el tiempo con esas porristas! —Le gritó Emerald furioso de no poder serle de mucha ayuda a Crystal solo porque tenía que cargar con el idiota de Gold.
—Eh, que valió la pena —dijo éste con una sonrisa al recordar a esas risueñas chicas que alegres le acompañaron al saber que era un Dex Holder—. Pero hablando en serio, ya es muy tarde y dudo que Celebi vaya a aparecer.
—Fue tu culpa —repitió el domador con desprecio antes de caminar a las profundidades del bosque—. ¡Vete tú! ¡Yo me quedo!
Gold rodó los ojos. Miró cómo Sceptile seguía a su entrenador al lado de Sudowoodo, observó a Explotaro y Ataro, el último estaba en su hombro. —Ya qué —restándole importancia, caminó en dirección contraria al chico, pero, sintió cómo Ataro se bajaba de su hombro y acompañaba a Explotaro que seguía a Emerald.
Lo estaban dejando, refunfuño.
»¡Oh, vamos! ¡No hallaremos nada de noche! —Miró a Pitaro, estaba en su otro hombro—. ¿Cierto? —Pitaro miró a sus compañeros y miró a Gold con el ceño fruncido. Se sintió traicionado—. ¡Bien! Vamos.
Siguió a Explotaro, Ataro estaba balanceándose de árbol en árbol acompañándolo, Gold solo se quejaba, buscaría como máximo media hora más, luego, se iría quisiesen o no. Cerró los ojos, ¿quién se creía Emerald para ser tan altivo con él? ¡Era su kōhai! ¡Él era mayor! Se suponía que debía ser respetado.
—¡Pi! —Abrió los ojos, miró a Pitaro que le llamaba apurado desde su hombro.
—¿Qué pasa? —Preguntó confundido.
Pitaro bajó de su hombro y caminó al lado de Ataro, que igual de alterado saltaba en el suelo. Ambos, al ver que tenían la atención del azabache, corrieron más adelante donde Explotaro estaba parado mirando a un punto fijo. Gold sonrió, ¡seguro habían encontrado a Celebi! Corrió apurado, ¡así le cerraría la boca a ese enano amargado!
—¡Explotaro! ¿Lo encontraste? —Preguntó llegando a su lado.
Pero se calló al ver a dos personajes frente a él, pálidos a muerte, algo heridos, además de vestidos de forma muy extraña. La chica le observaba con terror, el muchacho de manera desafiante y asesina, pero, además de su extraña apariencia y que estuviese descalzo, le llamó demasiado la atención su cabello largo y plateado, además de esas orejas de… ¿Meowth? Jamás vio ese estilo de vestuario.
—Eh… ¿están bien? —Preguntó tratando de ser amable, por los rostros de ambos, podría asegurar que habían visto un fantasma. — ¿Se han perdido?
¿Perderse? Él era el que lucía perdido, un chico de esas ropas era claramente del universo de Kagome, ¿qué hacía ese muchacho ahí y cómo había llegado?
Gold ignoró sus extrañas apariencias, posiblemente eran cosplayers y las heridas… puede que hayan caído por un barranco, aunque eso no explicaba demasiado el hecho de que se veían desconcertados y algo intimidados con la presencia de Explotaro. ¿Qué acaso no habían visto un Typlosion antes?
Un enorme rayo se escuchó a la lejanía, pero el chico supo inmediatamente que eso no era ningún trueno, reconocía esos dos gruñidos de ira, solo que había esperado no tener que escucharlos de nuevo.
—No puede ser… —dijo mirando al cielo, a lo lejos, vio a los dos Pokémon legendarios luchar—. ¿Dialga y Palkia…?
El chico de orejas de Meowth miró a Gold inmediatamente, había oído bien, había llamado a esas bestias por sus nombres. Agarró al chico del saco y lo levantó, este se mostró desconcertado y alertado ante tal acción.
—¡¿Quién eres tú?! —Exclamó el peli-plateado con ira.
Gold forcejeó mientras miraba al chico molesto. —¡Suéltame!
—¡Contesta!
—¡InuYasha, abajo!
Para el desconcierto de Gold, fue soltado inmediatamente mientras veía cómo el chico que antes intentó agredirle estrellaba con violencia su rostro contra el suelo, se tocó la nariz por inercia.
—Auch —dijo en un susurro. Eso le había dolido hasta a él.
—Kagome… —balbuceó el chico desde el suelo.
La chica se acercó a él, dispuesta a realizar algunas preguntas de forma civilizada, pero para su asombro, el chico de sus bolsillos sacó unas esferas, mitad roja, mitad blanca. Oprimiendo un botón, los tres monstruos que lo acompañaban desaparecieron desintegrándose y entrando en estas, de otra, sacó a otro monstruo de color blanco y lleno de plumas, la chica se paralizó. Ese chico definitivamente no era de ese ni de su mundo.
—¿Q-qué…?
—Quédense aquí, es peligroso —dijo Gold apoyando su palo de billar en su hombro, luego le sonrió de forma ladina—. Nos veremos en un momento, linda.
La bestia voló. Kagome estaba paralizada, ¿qué acababa de ocurrir? Luego, cayó en cuenta de algo.
—¿Me llamó "linda"?
—Ese bastardo… —InuYasha se levantó del suelo furioso, más encelado que nada, olvidó el hecho de que Kagome fue la que le enterró la cara en tierra y le mostró la espalda—. Sube Kagome, ese imbécil no se va a escapar.
